Para hablar de los pie de páginas
Sin pretender hacer como lo que propuso Cortazar con Rayuela, donde el
lector tenía que ser capaz de escapar al dictado del autor y utilizar la
llamada “estética de la recepción” para decidir el orden de como leer su obra,
la 3ra edición de “Escribir en La
Habana” con 812 referencias ubicadas como “pie de páginas”,
espera por su lectura para ser evaluada. Esta edición, podrá verse como una
grotesca agresión contra el sencillo lector de novelas ante la desmesura de
quien debería ejercer con cierto recato el llamado oficio de escribir. No
obstante, debo revelarles que la intención velada del escritor al acometer lo
que puede parecer un exabrupto, intentaba despertar el interés de los lectores para
que fuesen ellos mismos quienes decidieran, cada uno y por su propia cuenta, eso
sí, con intuición de lector inteligente, la manera como cada cual abordaría su
lectura.
Hay
algo que sintáxticamente todos debemos recordar sobre las notas de pie de página, y es que ellas constituyen literariamente,
la manera más común de incluir anotaciones al texto. Ofrecen información
adicional que puede ser de interés para el lector y que no se ha podido
insertar de manera fluida en un texto corriente, y sabemos que ellas deberán
ser un complemento del texto cuando son estrictamente necesarias. También es
muy cierto que no se debe abusar de estas notas puesto que al hacerlo, el lector
puede sentirse presionado ya que exagerar con ellas, puede ser sencillamente un
signo de pésimo estilo literario. Acepto que incluir 812 notas como pie de
páginas en una novela, constituyó un experimento,
bastante abusivo y evidentemente difícil de pasar por alto y podría estar de
acuerdo con que este caso raya en la exageración.
Es algo bien sabido que las notas en pie de páginas en general constituyen
un problema cuando ellas se encuentran presentes en una novela. Cito la opinión de Jon Edgard Martin, un
escritor norteamericano experto en novelas sobre la antigua Grecia, quien
ha insistido en que, “la magia de la ficción es
sagrada en una novela, y quien la rompe precisamente en la propia novela es su
nota a pie de página, la novela corre el riesgo de que el lector no vuelva a
engancharse, se aturda, se desinterese y se desentienda de la historia”. Voy a citar también a un
catedrático
y politólogo
español, Rafael del Águila Tejerina
(1953 - 2009), especialista en
Teoría Política, quien en una de sus obras más sobresalientes "Sócrates
furioso: el pensador y la ciudad", ensayo que fue finalista del premio Anagrama
del año 2004, hizo este agudo comentario sobre los pie de páginas. “… Tener que leer un pie de página es como tener que bajar las
escaleras para abrir la puerta mientras estás haciendo el amor”.
Precisamente por estas razones y otras habíamos propuesto
hacer una reunión que bien pudiera ser denominada “conversatorio” en la cual
los lectores que se hayan atrevido a leer la novela, puedan ser reunidos para
escuchar y discutir opiniones sobre la 3ra edición de “Escribir en La Habana. Esta
propuesta hecha ante la
Escuela de Letras de la Universidad del Zulia,
ha estado precedida de la lectura de la novela por varios profesores de
literatura y acercarla a los estudiantes a través de una edición digital en
discos compactos, no obstante, quizás el impacto pareciera ser demasiado fuerte
puesto que la idea todavía no terminar de cuajar. En lo personal, yo confío en
que durante una reunión promovida para los fines propuestos, los lectores
seguramente podrán plantearse, casi como
un reto, las opciones de cómo se puede abordar la lectura de esta novela en esa
situación tan particular. La necesidad de saber como deberá abordarla el lector
y cuales pueden ser sus dificultades para hacerle frente a la lectura de la
misma es para mi un enigma y sigo esperanzado de que las autoridades de la Escuela de Letras acepten
la idea. Siento que los resultados, sin ánimo de ser peyorativo, deberá
depender de que la novela cuente con “lectores inteligentes” y en esta premisa
estoy centrando mis expectativas, pues siento que serán éstos los lectores que
sabrán sacarle provecho al texto. También confío que de esta discusión puedan
hallarse caminos interesantes sobre como abordar esta obra.
Sin
querer descargar las culpas sobre el lector, quiero recordar como Enrique Vila
Matas en “Dublinesca”, decía: “sueño con un día en que la caída del hechizo del best-seller
dé paso a la reaparición del LECTOR CON TALENTO y se replanteen los términos
del contrato-moral entre el AUTOR y el PÚBLICO”. Vila Matas expresa su la opinión diciendo que, “si se le exige TALENTO a un ESCRITOR, también debe
exigírsele al LECTOR”. Él insistió
en que sin llamarse a engaños, “el viaje
de la lectura pasa muchas veces por terrenos difíciles que exigen capacidad de
emoción inteligente”… Finalmente expresó como en su opinión “Las mismas habilidades que se necesitan
para ESCRIBIR, se necesitan para LEER”.
Hablando
de afirmaciones tajantes, puedo citar aquí a nuestro Director de la escuela de
Letras de LUZ, el poeta Carlos Ildemar Pérez
quien en su libro “La mano de obra”, ha
afirmado: “que la historia de la
literatura no es más que la historia del lector”. Interesante aseveración ésta, pues quizás, en ese mismo sentido, lo que
él argumenta para los lectores de poemas, siento que debe valer para los lectores
de narrativa. Por ello, nuevamente debo citarlo en otra de sus aseveraciones en
“La mano de obra”. “Para cortar
por lo sano, quisiera señalar que estoy convencido de que no existen poemas
buenos ni malos, existen lectores y poemas. A los lectores si que se les puede,
y debe por desconfianza, reunir en excelentes, mejores, regulares y pésimos,
etc, etc”.
Uno de los detalles que han interesado
sobre la novela “Escribir en La
Habana” es si acaso puede considerársele como una novela
histórica, por cuanto los sucesos que se narran, para la época cuando fue
presentada y premiada ( Bienal José Rafael Pocaterra, del año1994 ), se hallaban
en el contexto de un fenómeno socio político del que poco o nada, que no fuese
literatura panfletaria se escribía en aquellos días, y me refiero al fenómeno tan
cacareado ahora, de La Revolución Cubana.
En estos años, ya la segunda década del siglo XXI, este comentario puede sonar
a disparate, pero a comienzos de la década de los 90, lo que aquí afirmo fue un
hecho cierto, de allí que los lectores iniciales de la novela “Escribir en La Habana”, insistían en la interpretación y ubicación política
del autor, quien neófito en esas lides literarias siempre insistió en que una
novela es fruto de la imaginación y que no tenía que ver nada con la política. Recuerdo
estos hechos por cuanto mi última novela publicada, la séptima intitulada “El
año de la lepra”, así como en “La peste loca” del año 1978, tiene un trasfondo
político, sin que por ello deje de ser un ejercicio de imaginación.
Orhan Pamuk (Estambul,1952) escritor turco
galardonado con el Premio Nobel de Literatura
en 2006
ha dicho: “El reto de la novela histórica
no es producir una imitación perfecta del pasado, sino relatar la historia con
algo nuevo, enriquecerla y cambiarla con la imaginación y la sensualidad de la
experiencia personal.” Julian Barnes, (Leicester,
1946), novelista británico
cuyas novelas e historias cortas han sido vistas como ejemplos del posmodernismo
literario ha señalado también como, “…Inventamos historias para tapar los hechos
que no conocemos; conservamos unos cuantos hechos verdaderos y alrededor de
ellos tejemos un nuevo relato”. Finalmente debo volver sobre las enseñanzas
de mi buen amigo, el escritor Eduardo Liendo quien expresaba que el escritor está
obligado a ser testigo de su época.
Me he
desviado del tema original sobre la posibilidad de discutir ampliamente el tema
de los pie de páginas en la 3ra edición de la novela “Escribir en La Habana” y conservo la
esperanza de que este año 2013, la
Escuela de Letras de LUZ organizará la reunión con docentes y
estudiantes, llámese “conversatorio”, mesa redonda o una sencilla reunión para intercambiar
ideas y esperemos que de sus frutos.
Maracaibo, 29
de enero del año 2013
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