domingo, 26 de octubre de 2014

Las Ordalías:consideraciones sobre el relato y respuesta.



LAS ORDALÍAS
Jorge García Tamayo
             Bocanadas grises de vómito descendían del cielo salpicando la tierra e impregnando las piedras porosas del campanario. Los prebendados en el refectorio pugnaban por olvidar las siete cabezas de la bestia asomadas entre la espuma del mar y se entretenían saboreando las aceitunas rellenas, husmeando las lonjas de carne de ovejo, revolviendo con sus manos desnudas los palominos al salmorejo y dispersando descuidadamente los granos del arroz con ají, pimientos, almendras y perejil. El ventanal empañado por el aroma burbujeante de la espesa salsa que hervía en el caldero, trepidaba con los embates de la lluvia. Silenciosos, los clérigos escanciaban botellas de licor de toronjil y garrafones de vino de ciruela de hueso, sin prestarle mucha atención a las monsergas que desde la cabecera de la mesa repetía el obeso prelado envuelto en el muaré purpurinoescarlata de su fino balandrán. Empecinado en recordar para todos los singulares poderes de simulación que caracterizan al Maligno, la voluminosa figura lograba estremecer a los menos distraídos, quienes de reojo le veían orlado por sangrientos destellos, entre el parpadear de los candiles frente a él y el brillo helado de los trazos que surcaban de un lado a otro el vitral a sus espaldas.
          En el sótano maloliente no se sentía la tormenta. El viejo bergante, prior del Santo Oficio, miraba a las negras recorriendo calenturiento sus redondeces; iba de las ancas a las nalgas calipígicas, pasaba de las tetas a las piernas y a las entrepiernas y regresaba lúbrico el tonsurado, a los ojos brillantes, a las blancas dentaduras, los gruesos labios entreabiertos, el aliento tibio, las lenguas rosadas. Su braga goteaba un semen tibio y espeso como el del mismísimo diablo. Envuelto en su jubón que olía a macho cabrío, mezcla de ajos y chorizo rancio, emanaba un hálito de carroña y almizcle. ¡Qué rico sabor debe tener tu leche y como ha de ser espesa tu miel, mambisa! Con un tremor fino, las manos del viejo somormujo llenas de tofos gotosos y bubas sarmentosas tomaron el látigo.
-Negras, peste maldita, ¡venid a mi follones!, azotazdlas, ¡fueteazdlas sin compasión!
          Ha dado la orden, y los azores están enjaulados y los altanares confiscados y ya cercados estaban los mandingas, pues habían hecho presos a casi todos los esclavos. Aquella jauría de podencos que el capitán de los arcabuceros arrojara sobre los negros, latía afuera bajo la lluvia. La soldadera los había convertido en un amasijo de carne, estropajos y ahora era él mismo quien los retenía. Estaban a la orden del prior... Miraba oblicuamente a las niñas, a las zambas jovencitas, a las mulatas carnosas, a todas ellas, apelmazadas, semiocultas entre los cimarrones corpulentos, capturados todos durante la interminable madrugada de aquel ansiado sabath. Ahora en el foso pestífero, donde no se escuchaba el fragor lejano de la tempestad, tan solo rumoroso se sentía como un eco, congolá, congoró, ae, otalám ochúm, obalá, batubáeaee. Los esclavos que lograron escapar, seguramente se escondieron en sus cumbes...
          Los mofletudos monaguillos y los pajizos sacristanes escuchaban de pie, recostados a la pared de piedra del refectorio el sartal de anatemas teologales, mezcla de zalemas y charadas crípticas, sobre la conjura de los cimarrones y la señal ominosa del Maldito amenazando el orbe desde la orilla del mar. El estridor de un trueno lejano hizo temblar los vitrales y Monseñor elevó el tono de su voz evacuando horrores sobre súcubos y cambiones, profiriendo airados improperios, vituperios y vitriólicas imprecaciones contra Lucifer y sus huestes mandingas. Por un instante se detuvo para tomar aire y en aquel momento de suspenso, todos pudieron reconocer lejano el golpe de la kukurbata. Crujieron goznes y postigos, se santiguaron los sacristanes, cerraron sus párpados los monaguillos y con los ojos en blanco, los prebendados oyeron el estruendoso crujido del ventanal golpeando contra las piedras y el viento helado que espasmódicamente traía el tam tam, tam tam, impregnado de una lluvia espesa como mazamorra.
          Foete en mano el anciano inquisidor aullaba vociferante, él estaba persuadido de que ese era el día y esa la hora, pues la luna llena tenía que estar saliendo roja como una inmensa gota de sangre y las ordalías se estaban dando sin detenerse y no importaba que vientos de galerna parecieran agitarse por encima de la abadía encrespando el incienso de los aquelarres.
-Por Lucifer y sus mil demonios, os digo que hay un cimarrón que tiene a todos estos grifos endiablados y no está aquí, es lo que presiento. ¡Coños! ¡Hallázdmelo! Revolved cielo y tierra si es necesario pero traezdlo aquí. ¡Encended los candiles, triglifos! Es la hora del conjuro. ¿A quién ofreceréis vuestros bebedizos? Mandingas cachidiablas, ¡mojigatos!, ¡granujas!, Cimarrones sediciosos, brujas, negras brujas...
Tam tam, tam tam, tam tam a lo lejos, tam tam como un eco, tam tam la plegaria, tam tam libertario, tam tam arrullante, tam tam filtrándose en las piedras porosas hasta el tuétano, hasta el fondo del foso...
        Cerraron las hojas de roble, los truenos se aletargaron y en sordina se dejó oír el lamento vibrante de los cumbes lejanos. Los acólitos trajeron nuevas botellas de licor, mientras imperturbable el prelado proseguía su perorata aleccionadora sobre la lujuria y las triquiñuelas de Asmodeo. Salmodiando les informaba sobre los estigmas de las huestes de Belial, piernas de grifo, grandes manos negras de seis dedos, mandingas del color del infierno, salamandras de cuero cambiante, el olor de la peste, el color del ojo de los escorpiones venenosos, negros... Rebosante en las jícaras, el manjar blanco era cuchareado y degustado con deleite por los calóndrigos que se chupaban los dedos empingorotados de grasa y volvían a meter la mano en el vientre de los corderos rellenos con pasas y picadillo de carne de cerdo y esculcando el interior de los cabritos de carapacho rosado y humeante desbordaban el guiso con desparpajo desparramándolo sobre las bandejas... El obeso príncipe escarlata mascullaba sobre felones abyectos e impúdicos faunos del Averno, deteniéndose tan solo para propinarle voraces dentelladas a su pata de chivo asado que deglutía con sorbos de vino desde el borde mismo de su gran copa dorada.
          El viejo prior, anegado en el estercolero del foso no deseaba escuchar más el maldito tam tam tam y aullaba dando órdenes a diestra y siniestra.
-Venid a mí, ¡azotazd a estas negras brujas,¡farfollas!, que entiendan que yo soy el Orden Divino, marranas, brujas cornudas, mulatas espolonas, eructazd vuestro condumio... Es la carne, murmuraba airado mientras su mirada libidinosa recorría los cuerpos. Se sentía rijoso el vejete y entretenido acariciaba el foete cuando apretando el cuero lo esgrimió en alto y chilló a todo pulmón.
-Arrancazdles esos trapos, dejazd en cueros a estas mujerucas pedorras, azotazd a los machos, es la hora de Lucifer, diablas ladinas, degollzdlos si es preciso, escuchazd como gruñen, ¿graznan?, ¿que hacéis?, ¿cantáis si?, por San Vito ¡bribones!, fueteazdlos ya, quiero una danza macabra, zambos inmundos, mestizos chivatos, ¡pero coños!, es que quiero verlas sangrar, ¡así coños!, así, ¡cricas de sus madres!
 El tam tam llegaba siseante, escindía la oscuridad del sótano, hendía con espasmos el aire opaco del foso. El prior lo sentía latir sin remedio y se enfurecía más aún...
-Negro, ¿qué me miras?, ¿es que acaso me entiendes?, ¡ojos de basilisco! ¿Cuál lengua del infierno habláis? Por Belcebú. ¿Confesaréis acaso? ¿Habréis de explicarme como es que estabais todos en esta conjura? ¡Oh greñudas! ¡Ah posesas de Satán! Yo os he visto remontar el vuelo por las noches, yo os conozco negras brujas del demonio, os escondéis bajo la carne de Satanás. ¡Sabandijas! Confesad de una buena vez. ¡Jolines! ¡Hablazd ya!
           El tam tam murmuraba tropezando y devolviéndose entre los resquicios pétreos de las fétidas galerías y llegaba acezante al foso. Asombrado el prior miraba a sus bestezuelas de color, aquellas sus mujerucas infernales capturadas por lebrel, podencos y arcabuceros, ellas, ¡pardiez!...   ¡Las brujas y los bribones zambos se abrazaban! Los cimarrones rasgados por el foete se restregaban contra ellas, se unían a ellas... El prior les veía apelotonarse, ¡los corpulentos mandingas se fusionaban con ellas!, y ya no emitían quejidos por efecto de los latigazos, gemían con tibios suspiros, ellos las protegían con sus anchas espaldas y perlados todos de sudor se besaban, se daban largos besos, se intercambiaban tibios besos, besos húmedos, ellas les besaban sin pudor alguno, allí, frente al prior quien observaba todo boquiabierto, las caricias, como les lamían sus heridas, como los succionaban con sus lenguas rosadas, sorbían con estrépito sus partes endurecidas, se tropezaban entrellos y poco a poco procedían a chuparlos con arrobadora ternura y suavidad insólita en medio del tumulto, y el prior trataba de gritar espantado, llamaba en silencio a sus arcabuceros, pero tan solo escuchaba dentro de sí el tam tam, tam tam y musitaba silente… -Venid a mí garduños cagados hideperras. Sin emitir ni un ronquido, vacilaba estremeciéndose cuando reviró para convocar a sus alguaciles, más ellos en un solo embeleco no hacían ni decían cosa alguna, tan solo escuchaban el tam tam y procedían a estrujarse rascándose sus verijas. Los órdagos del Oficio babeaban desorbitados cual súcubos indigestos sintiendo como latían sus ingles y se reventaban sus cojones y se chorreaban sus jubones y sus bartolas de mezclilla, contemplando alelados, cual si algún poder oculto les obligase a ello, sin desear otra cosa en el fondo que ser un conjurado en el foso y poder participar en el apelotonamiento de carne húmeda y sudorosa, sentirse oliendo a sábila, henchidos de dolor y de deseo.
- ¡Idemil cagadas! ¡Al aire los trinquetes y tirazd a matar! ¡Disparazds ya coños! ¡Por mil cojones!
Mas nadie actuaba. Existía una parálisis petrificante y muy pronto estuvieron los arcabuces por el suelo y en un instante una media docena de tonsurados reventaron felices salpicándose entrellos la esperma luciferina en tanto que escalofriantes aullidos retumbaban dentro de la cabeza del anciano prior de la Santa Orden. El tam tam y la miel, el tam tam y la leche, anegadas en un charco ambarino, las siete cabezas languidecían. El tam tam estremecía a los seniles cachondos calóndrigos y monaguillos y sacristanes que venían de atiborrarse en el refectorio y eructaban zaheridos por el tam tam maldito, descendieron pasitrotando por las escalinatas hasta el foso para quedar asombrados y en autos. Rápidamente fueron los prebendados ahogándose cual zamacucos de mierda y los más bisoños se comportaban como una mismísima chusma de las mil leches, erizados y enhiestos o flácidos ya, no cesaban de contemplar la gemidora turbamulta que suspiraba escuchando aquel tam tam inclemente, tam tam incesante, tam tam susurrante, tam tam, tam tam, tam tam.
          Su ilustrísima, irguiéndose entre los cojines se enredó en su roja batola de seda y casi gateando salió del refectorio para descender renqueando hasta las profundidades del foso. Cuando sintió el característico aroma del estercolero ya había comprendido la sinrazón de los designios del Maligno y racionalizó el cómo y el porqué era el tam tam el Alfa y el Omega del orbis revolutionibus. Ante todo el absurdo desatino, especie de broma del destino y expuesto frente a él aquel espectáculo grotesco del desencajado inquisidor, se fue deapatrás, literalmente hablando se cayó de culo y no obstante, a pesar del golpe de su mullida chocozuela con el duro pisopetreo, su edéntulo rostro se hendió de oreja a oreja y comenzó a carcajearse con espasmos cuasiorgásmicos ante la dicha de los cimarrones y de sus mujeres, frente el temblor empegostado de los calóndrigos y la complacida apariencia de los acólitos, sacristanes y monaguillos y era tal su dicha que se ahogaba de la risa con emocionada opresión precordial al ver la desmadejada figura del prior con su faz cetrina, la pelambre en desorden, su mirada extraviada y sobre todas las cosas, el verle llorar copiosamente emitiendo lúgubres y desgarradores gimoteos.
-Hideputas, gilipollas, upf, pazguatos de la mierda, ¡hipff!, ¿que no veis acaso que es Lucifer quien os ciega?, ¡groof!, os da un soponcio por cualquier pipirijaina que inventa Luzbel, ¡hupff!, que la peste os lleve a todos, por Belcebú, ¡hipf!, que se os transmute en pus hirviente toda vuestra leche, ¡froff!, que os llenéis de incordios, ¡orghf!, mil cagadas, que un rayo del coño os parta y os achicharre, ¡arghf!, hidecricas malparidos, ¡hipf, hupf, ofgssz!...
          A lo lejos, el golpe de la kukurbata comenzó a ceder. El latido lentamente fue palideciendo con el amanecer y sonreída la bestia satisfecha margullose rebulléndose en las profundidades de la mar océana. Cuando amainó la tormenta, un fino rocío de plata sustituyó la espesa lluvia y bruñó los negros riscos que orlados de espuma brotaban en la orilla. Sin cesar, el tam tam siguió sonando per omnia secula...
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ESCRITORES
JORGE GARCÌA TAMAYO Y LAS ORDALÌAS
por el Lic. Roberto Simancas
Cuento difícil. Busco el significado de Ordalía y se refiere a los juicios de consciencia y cosas parecidas, que la iglesia de varios países efectuaba a los creyentes como para eximir la fe. Llama la atención que haya sido la Europa Oriental, donde por último esta práctica se deja. Pluma marabina en la mano del médico y científico de la salud. Jorge García Tamayo.
La ubicación espacial del cuento se hace cuesta arriba. Al comienzo creemos estar en la España clerical con sus curas rechonchos y lujuriosos, atizando con la fè; mientras la negrada bambolea su figura. De pronto al mismo comienzo y al final, todo se confunde, me imagino que ex profeso; pues aquí el animal marino, de tamaño descomunal: la Orca, aparece y reaparece, como cerrando final.  El deleite con el lenguaje literario aflora en imágenes como piedras porosas del campanario. Nos adentramos a una Europa, América o África tomada por el mito cristiano. El poder clerical azotando con sus demonios, muy bien digerido por el obeso prior; quien representa más que el bien, el mal hecho poder en medio de unos borregos e indiferentes.  El escenario, al menos a mí, me remite a esas asadas de vikingos o la pandilla Robin Hood, después de los combates; petrificados de miedo, que comienza a apoderarse de los presentes. Más que un mundo de inquisición, el monasterio lo habita el miedo en la figura alienante y alienada del prior; más el miedo a perder el poder.
Se nota un manejo de calidad de esos tiempos, reconozco que tuve que apelar por el diccionario en palabras como prebendarlos, refectorio, escanciar, muaré, entre otros; que le dan vida a la descripción sicológica y espacial de personajes y ambiente. El deleite con el lenguaje literario aflora en imágenes como piedras porosas del campanario. Buen adjetivo para calificar el pompi de las negras, buscando referencia en calipedia: Nalgas calipígicas. La expresión de viejo bergante es de calidad. En un primer momento nos remite a barco negrero, comandado por el esclavista vía a Europa o la América; para luego precisar el significado como el viejo pícaro, precisamente el truhán, el sin escrúpulo, que debe ser todo traficante de humanos. Celebro la imagen encrespando el incienso de los aquelarres.  La traslación del significado de esculcar está bien lograda. Imaginar los glotones curas espiando el interior de los cabritos, atiborrados de aceitunas y demás especies, queda como muy buena imagen. Aplaudo la imagen de ojos basilisco, que busca retratar la mirada de diablo y de muerte de los negros en la mente del prior.
El poder político, en este caso fusión con lo clerical, no puede con el deseo. Existe un poder cotidiano que trastoca esa metafísica que aún persiste, que quiere hacernos creer que ante el poder nada se puede; en el personaje, ejemplo de aberración de una creencia, se desnuda el hombre que languidece por  los pompis y tetas de negras y mulatas; mas sigue conjurándose, azotándolas.   Bien trabajada la idea del azor, pues, evidentemente el esclavo en su mente imaginamos que quería ser un ave, un ser volante por los cielos; para no caer en manos del esclavista, el negrero. Pero si mal no entiendo cuando se habla de altanares, estos me remiten a los halcones, símbolo del poder imperial que son confiscados; es decir, el negro queriéndose convertir en un azor, finaliza atrapado por un halcón, el mismo que se le confisca.  El sabath, entendido como el séptimo día coincide con las siete bestias que asoman en el mar, premio ansiado por el prior. Observo una recurrencia por lo mágico-esotérico, juego con lo mítico para deleite o bien manera de perdernos en lo arcaico humano; día que contrasta con los nombres africanos de los negros implorando en el sufrimiento por sus tierras y dioses, sólo llevado a cuesta en el cumbè, de donde después con el tiempo saldría la cumbiamba, el baile cadencioso y lento de la negrada, que puebla ciudades como Barranquilla y Cartagena.   Como antiguo creyente y después observador de la farsa estructura eclesiástica, veo que la descripción de los personajes que pueblan el convento es muy cercana a la realidad, el caso de los monaguillos asemejándose con sus cachetes cual sapos y los sacristanes, amigos hasta el cansancio de manuela; coincide con el adjetivo de pajizos, por sus amenias endémicas al calor del vicio… solitario.
Existe toda una literatura, que ya forma parte del subconsciente colectivo mundial, de asociar la negritud con el diablo y cosas parecidas. El mismo Cumboto de Díaz Sánchez se recrea en lo mismo; cuando sabemos que esa negritud era, por ejemplo, la que en el viejo catre le practicaba la fellatio al señor amo; que su esposa, anclada en la asepsia lo descodificaba como pecado sumo; o bien la niña de la hacienda suspirando por el músculo del negro fornido ante el romanticismo decadente de su novio venido de Europa; en sí, mucho de mito, al punto que se asocia por esas generalizaciones, la mayoría de las veces falsas, que los negros tienen un falo descomunal y las negras un trasero de batea; que son sexualmente inconmensurable y cosas por el estilo; en tanto que la realidad nos dice que son otro humano cualquiera, con la desventaja que en el proceso histórico fueron en la mayoría los negros los esclavos; pues, también hubo esclavos blancos y no decir de indio, los sin dioses.
Vientos de galerna me sirve para ubicar definitivamente el cuento, refiere a los vientos de mar cantábrico; entonces estamos en la Cantabria Española, donde es famoso el Monasterio de Santillana y donde nació por allá en el siglo viii d.c. el beato Lièbano, autor de Comentario al Apocalipsis. He allí la figura trasmutada del prior de la abadía. No por casualidad en un ambiente de esclavitud y fanatismo ideológico con suma alineación de la fe, se ubica la acción. La actual Cantábrica Española sufrió los embates de la esclavitud romana, luego vikinga, más adelante musulmana; fue punto para la reconquista por los cristianos; y en ese mismo hilo, hijos de su tierras fueron Juan de la Cosa, quien elabora el primer mapamundi y el arquitecto Camargo, arquitecto diseñador del monasterio del Escorial en Madrid; para rematar allí se encuentra la cueva de Altamira. Encuentro otro asidero para decir que el cuento tomó como referencia España, pues, lebrel es un tipo de perro catalán.
Muy buena descripción del despertar del deseo en los superiores de la orden, quienes creen ver el demonio convertido en mujer, orgasmando  con ellos en sus mentes; deseo hecho  baba seminal, que  traspasa la vestimenta de los clérigos, y nos acerca a comprender quién es verdaderamente el ruidoso tam tam: ni más ni menos que el deseo solapado, queriendo esconderle entre sermones y cruces; pero que en el arrebato de las emociones humanas, en la entrega amorosa de los negros en cayapa, finalizaba por devorar a los glotones hombres de fè…
Pienso que es un cuento muy muy bueno aunque difícil. El ambiente y los personajes no lo hacen digerible para el común lector; incluso para quienes tenemos cierto coqueteo con la literatura. Observo como novedoso ese tratamiento diferente que el galeno le da a la negritud; sin ese adocenamiento que caracteriza a muchos escritores que asumen la negritud para deleitarse en sus miedos y demás resabidos de racismo. La trama está bien estructurada, creo no equivocarme que García Tamayo tomó la Cantabria Española para recrearse, como ya le apunté en supra comentarios.
Veo también novedoso el uso del castellano antiguo, que bien está trabajado para darle una ambientación más real al cuento. En conclusión un buen cuento que se adentra en el comienzo en lo mágico, nos recrea en el trayecto por lo bien concreto de la esclavitud de los negros, el poder de la sotana, la liberación por el encanto de la ternura y los cuerpos desinhibidos de negros y mulatas; que demuestra cómo el poder coercitivo jamás cede en sus pretensiones de perpetuarse, caso del prior, quien en vez de lanzarse al aquelarre amoroso de los negros, sigue maldiciendo con sus gritos solitarios, de quien le huyo al deleite de los sentidos y la carne.
García Tamayo un desconocido en su tierra zuliana. Hombre con una trayectoria y méritos en su profesión de galeno y científico en el área de la anatomía patológica. Ganador de premios nacionales de literatura, como José David Curiel y José Ramón Pocaterra, sigue escribiendo en solitario, no haciendo alarde de su superioridad ante tanto mediocre premiada sobre todo en ámbito regional zuliano. Adentrémonos en sus libros: Escrito en la Habana. Entropía Tropical, La Anatomía y el País y Para Subir al Cielo, entre otras y por venir y de seguro llegaremos a la conclusión que el Zulia al fin tiene un novelista con mayúscula.
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CARTA  A  GARCÌA TAMAYO
El trabajo que le envié como pudo darse cuenta, no fue más que una fusión ex profeso de un artículo de prensa donde fijaba posición en torno al mito del amor cristiano, queriendo devorar la violencia. De plano buscaba confrontar el fofo humanismo cristiano con el negocio del amor milenario y la violencia que, por desgracia, campea en la tierra, hasta que amainen las contradicciones sociales.
En el caso del cambio del cual por el quien, me estoy refiriendo al discurso; no al Nazareno. Con referencia a la ideología, mito y tradición, es evidente que éstas son coartadas milenarias para dejar de entrar no en la empresa del amor, sino en la maravilla del deleite de los seres, que sienten la química de la atracción y querrán devorarse sin medida pero con productividad. 
Muy probable que en un momento pareciese no haber relación entre la línea de la ideología y tradición, por luego en punto y seguido hablar del negocio veneno de la sotana, cura de placebo para una humanidad que cada día decapita su posibilidad de trascenderse ella misma en plenitud y verdadera entrega en el otro y/o otra; sin que ello signifique anularse. Pero demasiados milenios pasará esta humanidad para que la cultura, la educación y el recto pensar, domine el lóbulo frontal del homo sapiens.
Claro que consideraré sus sugerencias. Pero debo señalarle que no creo en el textualismo, no deifico la palabra; aunque entiendo y trato de ficcionar con ella, pero sin hacer de la misma una metafísica. Si soy lacerante, cruel hasta conmigo mismo, no por masoquista. Pienso que la palabra debe desnudarlo todo, mas no un desnudo oprobioso sino sutil, engañoso y que ante todo que deleite.
Por último la hembra que tomó como metáfora de literatura, es cierto, que tanto me hubiese gustado que fuere la graciosa y bella niña que lo turbo a UD. en su primer día de encuentro en el taller de narratividad. El conocer en lo concreto a esa modelo de mis fantasías, en ese andar de profesional universitario a taxista, conocer tanto mundo, entre los cuales está el de ella: prolífica escritora, con mente desalmada; me hace pensar desde hace tiempo que los escritores, me refiero a quienes nadamos en la literatura, podemos ser un humanista, un bellaco o un indiferente cualquiera. En síntesis mi pluma profesor siempre vendrá con saeta y sin cruz
LA CARTA QUE ME ENVÌO EL PROFESOR JORGE GARCIA TAMAYO
Lic. Roberto Simancas:
Estimado amigo, me da la impresión de que tenemos una concepción diferente de lo que es y para lo que sirve la literatura. Dices en tu cuento: “La literatura es un ensueño, un querer negar la realidad de nausea para caer al fin de bruces ante la maldad humana”. Para mi  podrá ser un ensueño, más no creo que exista para negar una realidad de nausea y menos para caer de bruces ante la maldad…
No es, no puede ser una tragedia y un dolor en una indagatoria permanente, ni siento que es  “sentirse lacerado”, o creer que siempre se escribe para sufrir, con una saeta más que una pluma en la mano, horadando, rasgando, y además pensar o parecer convencido de que: así tiene que ser… No me parece que sea necesario, o indispensable “sufrir la escritura”, más bien pienso que sobretodo se impone aquello que ya te decía antes, parafraseando a Oswaldo Trejo, “lo menos que se le puede pedir a un escritor es que escriba bien”…
Si no se cree en el textualismo, se puede comenzar a dudar de la sintaxis o de la prosodia. Quien dice no “deificar” la palabra pudiese en algún momento “darle una patada” a la ortografía, y luego, hasta pensar que eso es una hazaña… ¿Como crear relatos, cuentos o novelas con ritmo, con tono, y como al sostener estos parámetros sin mostrar coherencia y precisión en el lenguaje?, ¿cómo ordenar las palabras escritas nacidas de ideas en la mente de uno mismo de manera que puedan ser interpretadas por otros? Esto no es fácil, no sale así como así, eso tú bien lo sabes, es cierto, sí, hay que trabajar, es por esto que se habla de “el oficio de escribir”…
Me cuesta mucho al leer un relato imaginar que el autor busca con sus palabras “fijar posición en torno al mito del amor cristiano”, mientras intenta “devorar la violencia”. Eso no es un cuento o un relato, es otra cosa, es algo como un propósito ultra-super-máximo, que va por encima de mi imaginación… Sobre todo por que debo repetirte que mi idea es que al escribir (y esto lo aprendí hace unos cuantos años ya) que es importante como te dije antes, “que se pueda sentir lo menos posible que existe un compromiso personal”, una conexión directa entre lo que tu quieres y lo que escribes, y que nunca debemos “dictar cátedra, o sea, nunca opinar para tratar de dirigir los sentimientos del lector, porque esto trampea el asunto”. La literatura no es, no debe ser, no está hecha para eso. Te recomiendo leer a Cortazar, a Borges, a Fuentes, leer mucho y analizar menos, leer por el placer de escuchar en tu mente las palabras, como música, mientras dejas fluir tu imaginación sin querer saber para donde te quiso llevar el autor, porque la literatura no es de los autores, es, tiene que ser, de los lectores, y será en esos momentos cuando se crean los “vasos comunicantes”  entre el escritor y sus lectores, es así como funciona la magia de la escritura y la lectura….
Me parecen interesantes tus análisis, algunos acertados sobre ciertos detalles puntuales, otros que se sienten indagadores de la psiquis y hasta del subconsciente del escritor, y me parecen absolutamente erráticos, y esto se debe, se produce, porque tal vez sería posible hacer estos análisis si quien escribió el relato o el cuento analizado, lo hizo con un fin, para inducir ideas, o guiar pensamientos, para señalar caminos, pero afortunadamente, casi nunca es así, no debe ser así, y en el caso que nos ocupa, pues, sencillamente no es así. Tal vez si conoces la historia personal del escritor, puedas atreverte a discurrir haciendo análisis como los que haces con Las Ordalías… Como ejercicio lúdico el análisis así conducido está bien, pero al hacerlo de otro modo, te puedes equivocar de medio a medio, sobre todo si quien escribió el relato lo hizo tan solo por el placer de escribir, no para sufrir, ni para introducir metamensajes en el texto… Quizá es por esa idea descifradora que te puedes crear laberintos e ideas equivocadas donde solo hay palabras utilizando nuestro muy rico idioma sin querer caer en una erudición exagerada (te decía en “Taller de Narrativa” sin querer ser “erudito en exceso” cual Fernando Del Paso en Palinuro ni como nuestro Denzyl), sencillamente adecuando el lenguaje al momento, a la situación,  para mi frente al mar Caribe, tal vez en un sitio como Cartagena de Indias… Voy a remitirte a Germán Espinoza, un escritor colombiano de quien hace muchos años leí una novela “Los cortejos del Diablo” sobre la inquisición en Cartagena “El personaje histórico debe conservar las líneas de su carácter, pero, cuando se escribe novela histórica, lo que se persigue no es la verdad del historiador (fundada en documentos oficiales acomodados). El novelista puede explayarse en su fantasía. Y creo que muchas veces está más cerca de la verdad o de lo que debió ser, que el historiador. La función de la novela histórica es buscar una verdad más profunda y puede, explicar mejor muchas cosas. El novelista es soberano. En 'Los cortejos del diablo' El inquisidor Juan de Mañozga, personaje histórico, es un hombre lleno de soberbia, que aspiraba a ser Papa. En 'Los cortejos del diablo', Mañozga se niega a aceptar su decadencia.  "Para este personaje me basé en un español que conocía, muy anciano, abatido pero con arrestos para demostrar juventud y poder. Así como se expresa Mañozga, hablaba él. Por otra parte, tomé como modelo a un hombre con una soberbia enorme como el maestro León de Greiff. Cuando pensé en hacer una novela sobre La Inquisición en Cartagena, di con el Inquisidor de la época y dije este es el personaje para darle esa personalidad”.  A pesar de que hacía muchos años que la leí y no he vuelto a leerla, recuerdo que aquella novela destacaba en medio del horror descrito por la musicalidad de un relato fundamentalmente barroco. De ella dijo el autor…"Se me imponía por eso. Muchos comentaristas me han dicho que es una novela muy oscura. Y la verdad es que fue escrita de noche, oyendo música de Beethoven, Mozart y Brahms". Creo que esos recuerdos influyeron en mí cuando escribí “Las Ordalías”, como algunas veces se me atraviesan escenas de películas en mis relatos, o en las novelas (vg. En “Escribir en La Habana”, puedes leer el prólogo de Ildemaro Torres donde señala mi amor por el cine), siempre fui muy cinéfilo y por darte un ejemplo, “El séptimo sello” de Bergman está en muchas cosas de las que he narrado…
A propósito de algunas de las palabras que me preguntas, como kukurbata,  la use para referirme a la curbata,  que es un tambor pequeño que se coloca parado sobre sus "patas"; es de la etnia africana dahomeyana y se percute con dos palos, así  mientras “la curbata” va marcando los tiempos en forma acentuada, la “mina” va improvisando frases rítmicas entre golpe y golpe. El mina es un tambor africano que se toca en las fiestas de San Juan del mes de Junio en Venezuela. El Mina es un tambor largo hecho de un tronco de árbol cilíndrico que se coloca inclinado sobre dos palos cruzados y amarrados que sirven como soporte. “Barlovento” de Eduardo Serrano fue compuesta en  1936 y dice inolvidablemente “que se van de fiesta, su cintura prieta y al son de la curveta y el taqui-taqui de la mina”.
Por último conviene recordar que La Ordalía fue como dices, una “prueba que se usó mucho en Europa con las personas acusadas de brujería, pero en todas las civilizaciones, las ordalías tuvieron un origen mágico y estaban encargadas a los sacerdotes, como comunicadores escogidos entre el hombre y la divinidad. Cuando la Iglesia asumió junto a su poder espiritual parcelas del poder temporal, tuvo que pechar con la responsabilidad de una costumbre que era difícil de hacer desaparecer rápidamente, y no pudiendo prohibirla bruscamente se esforzó en modificar su uso para hacerle perder el aspecto mágico que la Iglesia consideraba demasiado vecino a la brujería. El denominado Santo Oficio de la Inquisición fue creado por el Papa Gregorio IX en el año de 1233, extendiendo su acción a toda la cristiandad Europea. Hacia el año 1480, los Reyes Católicos de España establecieron la Inquisición en todo el reino, para utilizarla como uno de los instrumentos en su estrategia para la unificación religiosa y política de la nación. El tribunal de la Inquisición de Cartagena fue establecido en 1610.
Finalmente debo decirte que precisamente fue por mi consubstanciación con lo africano, y con el sincretismo religioso que se puede percibir en “Escribir en La Habana”, con la defensa de la negritud y de esos verdaderos hijos sufridos de la revolución cubana, los mismos habitantes de las cumbes en la novela primigenia de Carpentier “Ecue Yambao”, una de las razones por las que como escritor recibiera en 1994 el José Rafael Pocaterra en narrativa, pero además me ha tocado vivir fuera de Maracaibo, en el centro y el oriente del país y desde compenetrarme con Acosta Saignes hasta disfrutar de los tambores de San Juan en Barlovento o en otros pueblos venezolanos, conozco algo sobre nuestra negritud, esto lo digo en lo personal. Te aclaro estas ideas por que posiblemente no tienes una clara idea de lo que realmente pienso ni siento sobre ciertos temas… Te sugiero leer de “Escribir en La Habana” la páginas final de la 31 y 32 y parte de la 33, están fáciles, y puede que me entiendas como alguien diferente…
Para finalizar creo que debes examinar de nuevo las dos afirmaciones que haces: “La literatura es cuento, la ficción una evasión”. Otro día podemos conversar sobre esto, pues, no me parecen acertadas, en particular creo que sin la ficción, la literatura puede ser historia, o sucesos, o llegar a ser como decía Lavoe, un periódico de ayer, y entonces, ¿para qué leer?
Un saludo, mañana martes es 22 y si vamos a tener una reunión, espero saber la hora y me imagino que el sitio será la Librería del Sur… Espero confirmación, pues había entendido que nos reuniríamos los miércoles o los jueves…
Avísame.
Un saludo
Jorge García Tamayo
PD: Va, "Bar La Loca"
Van sin fechas, pero la correspondencia es de hace bastante más de 6 años, ahora, aparece aquí para distraer a los lectores que se metan en mi blog ( La Peste Loca blogspot.com )
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viernes, 10 de octubre de 2014

HIDROFOBIA (drama de los 70 del pasado siglo XX)



HIDROFOBIA :
Drama  maracaibeño de los años 70 en el pasado siglo XX

Pieza teatral en tres escenas, con juglar y un bufón, ambos entusiasmados, quienes harán al comenzar el drama, su aparición, y al final, rematarán la trama, acongojados, tal vez, sí, pues juglar y bufón aunque alienados han de servir como pretexto, de pórtico y final a un drama teatrero, sobre lo que puede ocurrir en nuestro medio, si una pasión rabiosa y desquiciada, se engendra, crece y fructifica, originando un cancerbero mental, en un ser, quien dentro de la entropía tropical, puede que se las de, de sabrosón, pero de una manera por demás taimada, toma una decisión, evidentemente equivocada, frente a las veleidades de la investigación...

Antes de subir el telón, un juglar en su atuendo medieval, laúd en mano, sube al escenario, sus calzas están rotas más su apariencia desgalichada, no implicará lo vibrante y sonora de su voz de tenor. Detrás de él, renqueando avanzará un ser de estatura inferior, es jorobado, sin calzas sí mas en chinelas, luce un vestido pleno de colorido, es un bufón de lo más embutido en un radiante traje de polichinela, viene soneando cascabeles y sonriente, se sienta ante el juglar, pelota en mano y estará listo para su cháchara escuchar...

ESCENA I
JUGLAR: Respetable público, por ser fuente de dulzura, en hora malahada, estas las notas de mi canto airadas, canción sonora, ¿desesperada?, va a descubrir, ¿un nido de ternura?, ¡oh no!, ¡jamás!, de todos conocido, ¡es el manto!, han de romper su velo misterioso, rasgar, hender, he de gritaros mi verso cadencioso, desesperada entonación sublime, aquí clavó su daga Casio, para que conozcáis los hechos, aunque estos sean, ¡es de terror!, producto del despecho, ¡oh pasión desquiciada!, sucesos lúgubres y odiosos. Estime usted, amable y entusiasta espectador, público amigo, la calidad de esta obra infausta, ha de dar manque péseles, deciros debo, sobre el busto de Palas, a lo hecho pecho, palos como el puerto, ¿y la cornisa?, dudo que conocer puedan, señores, por ahora será la única premisa, la problemática de lo más llana y lisa, de este drama singular, con su trama, su terrible temática, por demás cruel e inhumana, es sencillo y natural, versa sobre el mal de rabia, la hidrofobia que es el horror al agua, ache dos o, ácua prístina, rabia que no es lo que otros mientan arrechera, sobre eso he de cantaros, cántaros de agua  lanzados con airado tono, sí, al final y cuanto lo deploro, más lo acepto, lo diréis en coro, es fatal, está mal, cierto, es pésima a mi juicio, la obra, sí, como pieza dramática refiérome, removeros debe el corazón, obra emblemática, de vicio y de pasiones, con una exaltación paradigmática de la figura protagónica, vendrá a poneros encima del tapete, ¿no era un manto?, y en eso este bufón zoquete me ayudará con sus entonaciones, con su encanto, con sus canciones, sones, suavizarán el tema de la rabia, y las investigaciones, con su bel canto, recreará la envidia y hasta la desidia, más las buenas razones aducidas, serán en singulares personajes, ¡Dios bendito!, en franco maracucho yo diría, sin duda que la mayoría, cual avechuchos, andan de mollejón, el hombre es en cuestión, el de las llaves, el cuasiausente, el pobre, es un demente, ¡pero es el personaje clave! 
Aparece al subir el telón una oficina, pintada de amarillo ñema, hace silencio la orquesta, el juglar ha escapado, no per la finestra, ha salido por un lado, el bufón que ya sabemos es jorobado hará mutis por la salida lateral opuesta. Un escritorio de metal en el centro del escenario está cubierto de torres de papel, hay una silla giratoria y al fondo dos ventanales, con sus vidrios chorreados, están cerrados, pues en el centro de la pared un aparato de aire acondicionado, trabaja, mientras muchas tiritas de papel, tiemblan, se agitan y flotan con el gélido viento, tan solo para dar fe de su funcionamiento. Sentado en su silla, ante el escritorio, un médico de lo más serio, un sanitarista, firma un petitorio, es el doctor Eligio Salazar, luce una bata blanca, y al comenzar el acto, él se pone de pie, es decir se levanta, al escuchar que llaman a la puerta, en ese instante subirá el telón. Se abre una puerta lateral, en el lado derecho de la habitación y entra un patólogo, ¡palarrevergación!, es Rodrigo Gartan, su apariencia, en camisa de manga corta a cuadritos y un pantalón de caqui, es de cualquier cosa, menos de la de un médico, de esos normales, de los que ven pacientes, de esos que bien conoce toda la gente...
ELIGIO: Extendiendo la mano. Qué tal Rodrigo, ¿cómo te va?
RODRIGO: Aceptando el saludo y estrechándole la mano. Bien gracias. Aquí me tenéis, como los boys scouts, siempre listo. Me dijeron por teléfono que me necesitabas con urgencia y me vine más rápido que inmediatamente. Decíme pues. ¿Que tenemos ahora?
ELIGIO: Nos pasa Rodrigo, que otra vez tenemos un grave problema. Ya es la tercera vez en este mes, pero creo que en esta ocasión si es verdad que solo vos nos vais a poder ayudar. Mirá. Hace una semana se murió una niñita con mal de rabia. Ella se murió en el hospital Clínico, pero en realidad ella venía del otro lado del Lago, de la costa oriental. Como siempre en estos casos, hubo un inconveniente con la autopsia, se la hicieron, pero como que no guardaron material en fresco, ni se hizo el Sellers, ni dieron para hacer la inmunofluorescencia, menos aún la prueba biológica. Como comprenderéis, no tenemos manera de corroborar el diagnóstico clínico. Sabemos del caso desde que el perro mordió a la niña, fallamos en la vacunación por problemas con la familia y ahora fallamos en el diagnóstico a la autopsia, ¡una verdadera tragedia!
RODRIGO: ¡Cuño!, eso sí es lo que se llama poner la torta. ¡Suena Eligio, como un error imperdonable! ¡Una cosa tan elemental como enviar las muestras a la Sanidad!, eso todo el mundo lo sabe.  ¿Qué les pasó a los patólogos? ¿Por qué no congelaron el material?
ELIGIO: Nada Rodrigo. Pasó, pasó. Ese es el caso y ahora dependemos de que vos nos digáis con el microscopio electrónico si de verdad hay virus de rabia en las muestras que tenemos del cerebro de la niñita. Lo peor del caso es que la niña era hija de un policía y él le está echando la culpa al médico rural de Quisiro, aunque hay unos familiares que lo culpan a él porque en vez de vacunar a la niña, dizque se la llevó a un brujo. Son de Quisiro, vos sabéis como es esa gente con los asuntos de los espíritus. Solo se le pudieron poner tres dosis.
RODRIGO: ¡Pero que cachaza! ¿La dejaron morir? Así no más. Casi igual al caso de Milady hace tan solo unos meses, ¿te acordáis? Razón tenía el doctor Boissart al decir que la rabia entre nosotros es como el olor de la orina, sui generis. Con la rabia cualquier cosa pasa. ¡Es impredecible! ¿Te acordáis del paciente de la clínica psiquiátrica? Internado por psicópata y era un rabioso! En ese caso también el microscopio electrónico nos sacó las patas del barro. ¡Qué buena vaina! Cuando no es porque al niño no lo vacunaron, porque pobrecito, ¿para que le van a puyar la barriga?, es el patólogo que no pensó en guardar material del cerebro congelado, o se pierden las muestras en el camino hacia la Sanidad. ¡Caray, vamos patrás como el cangrejo!
ELIGIO: Si, y ocurre que de pronto, pues no funciona la inmunofluorescencia y nos enteramos de que se debe a que no conjugamos bien los anticuerpos, o más bochornoso es el hecho de que nos veamos obligados a esperar por la muerte de los ratones inoculados, la muerte en Caracas, porque la prueba biológica, la hacen en el Instituto de Higiene, en la capital. Si no fuera por el microscopio electrónico tuyo Rodrigo, te digo que ya nos hubiera llevado CristoPadre.
RODRIGO: Si, verdad que estamos trastocados, ¡¡mondinga!!, ¡todo es como al revés!
ELIGIO: ¿Te acordáis hace un par de años cuando teníamos la incidencia tan alta de rabia en la región de la costa oriental del Lago? ¿Recordáis como mejoramos la situación con las campañas de vacunación casa por casa? Eso sirvió para demostrar que entre nosotros se imponen esquemas nuevos, más agresivos, diferentes. Pero seguimos teniendo casos y las fallas siguen dándose en las cosas más sencillas, las más ridículas...
RODRIGO: Es que todavía hay mucha rabia animal en los montes de los caseríos que rodean el Estado. Tal vez los conductores de automóviles en la intercomunal de Cabimas nos han ayudado más que nadie, sin saberlo, especialmente de noche, cuando se echan al bigote por lo menos a una docena de perros, identificados al amanecer, adornando la autopista, de lado y lado, aventándose bajo la canícula, hasta la hora del medio día...
ELIGIO: ¿Cuándo explotan bajo el sol? Sí. Esa es la parte tragicómica de la rabia canina, pero cuando vivís situaciones como esta de la niñita que te cuento, se te amuñuña el corazón...
RODRIGO: Despreocupate Eligio, hoy mismo voy a hablar con el doctor Wagner y no habrá ningún inconveniente, con el material en formol, que estará en el frasco, podemos solventar la situación y en un par de días tenemos el diagnóstico.
ELIGIO: Manteneme informado, ve que ya el doctor Wagner está en cuenta.
RODRIGO: Despidiéndose. No te preocupéis, en cuanto sepa algo, te aviso. Chao. Hace un gesto con la mano derecha y sale por la puerta.
Cae el telón.
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ESCENA II
En el escenario aparece la oficina del doctor Wagner, muestra un gran escritorio con un microscopio de luz en el centro, y está rodeado de láminas de vidrio con preparaciones coloreadas, colocadas sobre carpetas de cartón que esperan ser examinadas en el microscopio. En una silla, el doctor Wagner aparece sentado frente a su microscopio. Sobre el escritorio, también sentado pero con las piernas cruzadas e indudablemente en una condición no visible para el patólogo, se encuentra el bufón. Las paredes muestran estantes con muchos libros y un sinnúmero de frascos de los más variados tamaños, dentro de ellos flotan especímenes de distinto tamaño formas y colores, hay dedos, trozos de pellejo y grasa, fetos, y en uno de ellos hay un corazón. Todos los frascos están identificados por etiquetas en las cuales herr proffesor ha escrito de su puño y letra un diagnóstico y un número. Detrás del doctor Wagner, el juglar apoyado en un estante, hace sonar cadenciosamente su laúd y gime una triste melopea que ha de sonar durante toda la escena, la tonada recuerda una que dice...   “ de noche si es que me acuesto le rezo a la virgen de la Macarena”....
Al subir el telón, el doctor Gartán entra en escena, hace irrupción, y el profesor Wagner sentado ante el microscopio, en su sillón, sonreído  le mira...
WAGNER: ¿Cómo está amigo Gartan? Ya me contó el doctor Salazar por el teléfono toda la historia, así que no me diga nada, lo tengo todo resuelto. He averiguado todo y el diagnóstico dejará de ser una cosa del azar. El error estuvo allá abajo, en la sala de autopsias. Usted sabe cómo es esa gente, son descuidados, botaron lo que tenían que congelar. No le ponen atención al trabajo, porque solo están pendientes de los funerarios y de cuanto le van a cobrar a los familiares del muerto, los dizque honorarios. También le reclamé al patólogo, es su responsabilidad, pero déjeme que llame un momento al doctor Cesar Aranda, él es el responsable del caso y ya está en cuenta. Pulsa un botón rojo. El bufón salta al sonar estridente un  timbre. El bufón hace morisquetas alrededor del doctor Wagner, quien ni se inmuta, ni lo siente...
RODRIGO: Fíjese doctor Wagner, yo no quiero que el doctor Aranda se vaya a molestar porque yo tenga que meterme a examinar las muestras de este caso. Se lo digo porque yo sé que él es un poco delicado...
WAGNER: Mire Rodrigo, eso del doctor Aranda es problema mío. Una señorita en minifalda aparece en la puerta. El bufón la mira y haciendo gestos sobre sus curvas se va acercando hacia ella mientras sigue haciendo muecas. Al hablar el doctor Wagner, el bufón volteará a mirarlo. Maigualida, escúcheme un momento, encuéntreme al doctor Aranda, donde quiera que esté y le dice que venga inmediatamente. Se dirige a Rodrigo en cuanto sale Maigualida y el bufón escapa de la escena detrás de la joven secretaria.  Yo soy el jefe y si doy una orden, él tiene que cumplirla. ¿No es verdad amigo Gartan?
RODRIGO:  Si es cierto, bueno, yo creo...
WAGNER: Acérquese al microscopio Rodrigo, quiero mostrarle una lesión muy interesante que recibimos hace unos días. Rodrigo se acerca y Wagner se levanta dejándole la silla. Mientras Rodrigo enfoca y Wagner parece relatarle la historia del caso, el juglar detrás de ellos cambia el gemido de su melopea por unas estrofas.
JUGLAR: Con suavidad y encanto,/ al dar inicio a las trágicas secuencias, / les canto, para endulzar la audiencia. / El banano, guineo-cambur, / puede pasar a ser cargo protervo, /”desmaye el peso de su dulce carga”, / topocho-puesto-titiaro, / la codicia puede ser mortal arma, / armaros, de paciencia compañeros, / recién comienza el drama, / la inconciencia y el azar señero, / en la tierra infeliz de los palmares, / convertirán a un caballero, /quizá de antigua adarga, / en pájaro inseñero, / los avatares, lo dejarán en un ruinoso alero, / pero, a la larga persistirá en aquello, / de decir como Bello,/...”el banano primero”.
Con las estrofas finales, hace su aparición, por una de las entradas laterales, moreno, gordo y cachaplón, el médico patólogo requerido en cuestión.
ARANDA: ¿Dígame doctor Wagner?, me dijo Maigua que me estaba llamando...
WAGNER: Mi secretaria se llama Maigualida, doctor Aranda... Necesito que me traiga del frasco donde está el cerebro de la niña Yamelis Soto, tráigame muestras del material fijado, del Asta de Amón, del cerebelo y de la corteza. Lo necesito ya. Estas muestras, el doctor Gartan debe llevárselas para estudiarlas con el microscopio electrónico.
ARANDA: Ese frasco está todavía abajo doctor Wagner, yo no he tenido tiempo de subirlo, pero, de aquí a un ratico, puedo pedirle a alguien que me lo traiga para acá.
WAGNER: Usted haga como quiera, pero necesito aquí esas muestras, ¡¡inmediatamente!!
En ese momento, entra el bufón haciendo muecas y gira corriendo como loco alrededor del doctor Aranda quien, a pesar de que no lo puede ver, se detiene, como si estuviese suspendido en el tiempo, mientras analiza la respuesta de su jefe. Al fin, hace un gesto de desagrado, levanta los hombros  y sale tirando la puerta, el portazo le da al bufón en las narices y lo hace caer sentado. El doctor Wagner sonríe mirando a Rodrigo y le habla mientras el bufón grita llorando y sobándose las narices.
WAGNER: No se preocupe, que él es así, grosero, pero ya regresará muy pronto con lo que usted necesita. Vuelva a mirar la lámina del caso por el microscopio, y dígame, que le parece ese tumor... Se voltea sacando unos libros de una pequeña biblioteca. A su lado el juglar consuela al bufón y volviendo a hacer sonar su laúd, ambos gimen mumurando cadenciosamente la antigua melopea de la virgencita gitana...
RODRIGO:  Después de mirar bien este tumor, doctor Wagner, creo, me parece, que debe ser un coriocarcinoma, es muy hemorrágico!... Levanta la vista y mira al doctor Wagner quien se voltea y se acerca hacia él.
WAGNER: Una cosa así es el diagnóstico, sí, un tumor germinal, y lo quiero llevar a las Jornadas de Anatomía Patológica este año, ya va a ver que va a ser una sorpresa.
Hace irrupción el doctor Cesar Aranda y coloca ruidosamente un frasco sobre el escritorio de su jefe; el bufón hace gestos queriendo estrangularlo, pero el juglar lo contiene, se enfrascan ambos  en un forcejeo.
ARANDA: Aquí está el frasco que me pidió. Se da media vuelta y sale tirando de nuevo la puerta. El bufón se calma.
RODRIGO: Tomando el frasco. Gracias por su ayuda doctor Wagner. Lo primero que haré es procesar estas muestras para histología, así podré orientarme mejor antes de ir al microscopio electrónico. En cuanto tenga un resultado, yo le aviso. Sale por la puerta y cae lentamente el telón mientras juglar y bufón escapan cada uno por un lado del escenario.
Cae el telón.
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 ESCENA  III
Antes de subir el telón, el bufón se acerca y se sienta en el borde del escenario. Súbitamente chifla con los dedos en la boca llamando al público.
BUFON: Aprovechen este instante, el juglar mi compañebrio está en el baño, vamos a sonreírnos o a carcajearnos, solo un momento, antes de que el cantante, con su cara de jumento, límpiese su cargada, mente, de tunante, ¿os reís?, ¡unas risitas vacilantes!, diviértanse señoras y señores, antes de que regrese mi estimado juglar, su cante es deprimente, ¡puachff!, si acaso no se ha ido por el caño!, para allá me voy yo! Se pone de pie y prosigue.    ...¡Antes de que me suban el telón, haré mutis por el forro! ¡Oh! ¡Horror! ¡Ya asciende el cortinaje, ¡telón develador!  Escapa, corre, renqueando, y sale por un lado del escenario.
Al subir el telón aparece un área del laboratorio del doctor Rodrigo Gartan. Las paredes están pintadas de verde y muestran estantes con muchos libros y papeles, en el medio de la sala, hay una gran mesa llena de papeles y en el centro, un microscopio de luz. Rodrigo y su asistente técnico Chuchú Terán, están sentados ante el microscopio y examinan varias láminas de vidrio con preparaciones histológicas. A medida que transcurre la escena, el juglar y el bufón entrarán juntos y acompañando tristes notas que nacen del laúd, ambos caminarán de un lado a otro murmurando una tonada melancólica que suena a cante jondo. Sonará como aquella de “ ay barrio de Santa Cruz con su lunita plateada”...
RODRIGO: Bueno Chuchú. ¿Vos te acordáis de los cortes que dimos ya para microscopía electrónica del cerebro de la niñita? ¿Te acordáis que los dividimos en cinco números, porque teníamos cinco fragmentos de cerebro distintos? Bueno, caete de a patrás. ¿A que no sabéis que es lo que estoy viendo ahorita mismo? ¡Que bolas! Vení, asomate por el microscopio que yo te voy a ir diciendo lo que veis.
CHUCHU: No sé, pero, para mañana ya salen todos los bloques y los podrá ver en el electrónico.
RODRIGO: No te preocupéis, sentate y mirá por ese bicho que ya te digo lo que vais a ver. Mirá bien, porque lo que te voy a mostrar son los cinco trozos de cerebro que me dic el doctor Aranda, sabéis que?, son de tres casos diferentes, casos que no tienen nada que ver con el cerebro de la niñita con rabia. ¿¡Cómo te quedó el ojo!?
CHUCHU: Mirando por el microscopio. ¿Pero usted está seguro? ¿Cómo pudo ocurrir eso?
RODRIGO: Ya te voy a ir diciendo. Poneme atención. ¿Veis ese corte? Es una corteza cerebral de un recién nacido, al lado hay un cachito de cerebelo, buscalo, se reconoce por una capita de células que muestra en la periferia, la veis?, se llama la granular externa. Bueno, recordá que la niñita del caso tenía más de dos años, esa lámina que estáis viendo es de un recién nacido. ¿Me entendéis? Bueno sacá la lámina y poné ahora esta otra, sí. Le entrega una lámina de vidrio con un corte histológico y toma la que Chuchú le alcanza. ¿Veis unas masitas doradas alrededor de los vasos? Dejame que te las busque. Mira un instante y se retira luego del microscopio. Chuchú vuelve a mirar por los oculares.  ¿Las podéis ver? Bueno, eso es lipofuscina, pigmento de las neuronas que se han muerto, porque ese cerebro es de una persona mayor de edad, se nota también algo de arterioesclerosis en los vasos cerebrales. Estas cosas dicen que este corte viene de un cerebro de una persona vieja y arterioesclerótica. Le entrega una nueva lámina a Chuchú quien la coloca en la platina del microscopio y mira de nuevo.  ¿Veis una cosa azul, con nidos y cordones de células, casi en la mitad de la preparación? Eso es un adenocarcinoma metastásico, puede que sea del colon, o del pulmón, pero se ve que el cerebro es de un hombre o de una mujer de más de treinta años, tal vez de cincuenta. Ahora decime vos Chuchú... ¿Cómo coños vamos nosotros a hacer en estas muestras el diagnóstico de rabia? Decímelo.
CHUCHU: Solamente como dice José Luis, con las de Billy Queen. Lo que no comprendo es como pudo ocurrir esto.  Es ese instante, súbitamente, el juglar y el bufón sueltan una estruendosa carcajada y comienzan a cantar a duo una ranchera que dice: “Ando volando bajo”. Rodrigo y Chuchú, parecieran oírlos, miran hacia un lado y al otro, parecieran no comprender que es lo que sucede, hasta que la ranchera entra en la frase de:” tú y las nubes me traen muy loco, tú y las nubes me van a matar”... Ambos entonces miran hacia el techo, hacia el cielo?
RODRIGO: Son cosas locas. ¿Verdad? Esto no es ni tan siquiera una broma de mal gusto, es un disparate, una mala jugada que refleja el grado de locura y de estupidez de Cesar Aranda. El pensará que nos engañó y estará muerto de risa imaginándonos en la búsqueda de un virus inexistente. ¡Esta locoebola mi hermano!
CHUCHU:  ¿Será que él no sabe lo de la niñita y las vacunas y los familiares? ¿No habrá pensado que le pueden clavar una porción de ampolletas en la barriga a un puño de muchachitos en el pueblo? ¿Eso jué lo que usted me dijo, verdad?
RODRIGO: ¡De bola que es verdad Chuchú! Por eso es que la Sanidad está tan urgida de que lleguemos a un diagnóstico rápido. No sé qué hacer, esto no es un error, es un horror y no debo, ¡no puedo silenciarlo! Tendré que avisarle de inmediato al doctor Wagner...  En este momento ya ha cesado la ranchera y el juglar abandona la escena por un lado, el bufón se adelanta al borde del escenario y chifla gesticulando para que bajen el telón.
CHUCHU: Ahora sí que estoy convencido de que Cesar se volvió loco. Mira a Rodrigo con cara de resignación.
RODRIGO:  Locoebola, de huevito tiene que estar, si Chuchú, de huevito, está...
Cae el telón.
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Haciendo gestos para que cesen los aplausos, el juglar camina hacia el centro de escenario de espaldas al telón. Por detrás de él, silencioso y sonriente también llega el bufón.
JUGLAR: En documento manuscrito, quedará para la historia, la verdad, expuesta por Rodrigo, verbalmente y por escrito ante la Sanidad. A la postre, como siempre, el diagnóstico final lo ofrecería, la electronmicroscopía. Caso cerrado. No obstante, queridos amigos y amigas buenas, habéis podido presenciar, unas absurdas escenas, donde, tendréis que aceptar que solo destacamos en la actuación, los presentas aquí prescritos, yo juglar y  él, bufón proscrito. Es posible que el mentir sea una cosa natural, para algunos lo es, pero en el caso aquí representado, pareciole a Rodrigo que el engaño era un hecho sin conciencia, y por ello, por inducir al error sin medir sus consecuencias, lo escribió, escribiolo con meridiana claridad, y así lo expuso ante las autoridades de la Sanidad. Fue estudiado, y se dictaminó que el engaño era una grave falta y que era necesario evitar futuros males. No sé si como un colofón o cual amargo colagogogo, puedo deciros que Cesar Aranda perdió su cargo asistencial como patólogo, perdiolo si, el cambur, pelolo.
BUFON:  Parece ser absurda esta aventura, ¿verdad amigos?, yo traté de hacerla más jocosa, pero ¡que difícil pueden ser a veces estas cosas! Provoca honda desventura el saber el colorario derivado de las tres escenitas de marras, las que les presentamos en el escenario, sí, esas las pasadas, esas que con paciencia estoica vosotros habéis logrado soportar. ¿Os lo digo? El patólogo despedido de su cargo se declaró culpable, por ello, lo acordado como castigo por la Sanidad fue lo más justo. Fue saludable. Pero yo quiero hablaros de lo que aconteciera tan solo dos añitos después. ¡Da susto!  El bromista, ya con un toque demencial un tanto más florido, consignó acusador una denuncia ante los médicos especialistas, sus colegas-queridos-colegiados, sugiriendo una investigación por ejercicio ilegal de la especialidad, pidiendo una incapacitación, ¿para quién?, pues nada menos que para Gartán, ¡no deberá ejercer como neuropatólogo!, no está capacitado!, esto pedía. Una Comisión, antiestética pero de ética, consideró que era importante la denuncia y ameritaba, que Rodrigo Gartan se defendiese, así pues le solicitó los comprobantes de su trabajo, siete años de ver casos y publicar escritos, fácilmente se podrán demostrar, bendito cielo!, eso pensó la gente!, mas esos años no pudieron, perdón no quisieron ser avalados por su jefe el diablillo Solano, faltaba más!, que se vaya bien lejos, al carajo!, fue el comentario entre conmilitones, tampoco actuaron los amigos del acusado, ni por la Dirección o las Subdirecciones se produjo un aval, tampoco sus hermanos?, anonadados, patólogos?, que se vaya al cipote!, pero los patólogos?, miedo cerval, ese que casi siempre, ha caracterizado sus más caras acciones, a quien le importa?, una ridiculez, escurramos el bulto, mas todos en cambote?, a nadie le viene ni le va la cosa!, pues la torta!, como Herodes el rey lavóselas, las de él, como el piloto Poncio, así mismito  hermano, así se lavaron las manos... Digo yo aquí, que es por eso, que a mí me estremece, me encanta y regocíjame, un dicho expreso,  preciso, matemático, el cual expone: ¿Amigo? ¡Bicho! ¡Solo el ratón del queso!
Haciendo sonar su laúd canta el juglar sereno con su voz de tenor...
JUGLAR: Églogas entonemos, canciones, sones, cantemos, ¿estamos?, ha concluido, ha terminado, finalizado, finiquitado está , este desaguisado. Podéis iros en paz.
Aquí marca punto final la obra en tres escenas titulada Hidrofobia. Generalmente a estas alturas, cuando se da en alguna sala, ya se ha salido casi toda la gente. Si acaso existe algún espectador, pueden jurarlo, se ha quedado dormido, o es familiar directo del autor.
Jorge García Tamayo