viernes, 19 de marzo de 2021

“La Neveria” de don Ángel María Araujo

 

“La Neveria” de don Ángel María Araujo

Pudiésemos denominar este relato: “conversaciones en Maracaibo hace ya unos 132 años”, pero preferí mencionar en el título a “La Nevería”, el sitio de encuentro de unos amigos contertulios, quienes conversarían sobre las cosas de aquellos tiempos... El texto lo publiqué ya en este blog en septiembre del año 2015, donde anotaba que lo había extraído de mi novela "La Entropía Tropical", publicada en Ediluz en 2003, aunque en realidad, fue escrito a mediados de la década de los 70; así que, aquí regresa en 2021, un año en pandemia…

“La brisa del lago llega fresca y trae hasta el oído de los cinco hombres el murmullo acompasado y repetitivo de los marullos. A las seis de la tarde de ese día de junio del año 1890, el vaivén sonoro de las palmeras pareciera colarse entre los barrotes de las ventanas pintadas de colores vivos, se adhiere a las paredes encaladas y como un eco se filtra entre los postigos de las puertas de agua, silba en la romanillas y penetra remolón hasta lo más profundo de los umbríos zaguanes. Es un resonar susurrante que se deja sentir en el aire impregnándolo todo con un olor a peces y a sal proveniente del mar lejano.  Un suspirar de recuerdos se agita en el aura vespertina que envuelve a los hombres vestidos de dril blanco, con sombreros de fieltro gris y negro, con corbatas negras largas y de lazo. Vienen conversando en voz baja, a pie por el enlozado que conduce hacia la Nevería y  se percibe el acento extranjero en la voz de quien habla, pero al llegar a la esquina, todos hacen silencio y se quedan mudos,  extasiados frente al lago que refleja el incendio del atardecer. Los hombres se dejan ir envolviendo en un halo de naranjas pasadas mientras el sol se esconde detrás de unas piraguas, se oculta centelleando entre varias canoas de pescadores. En lo alto, a medida que su luz se apaga, cambian las nubes magenta hacia el gris sucio y no obstante frente a ellos, en la otra orilla se ven nítidas las casas  blancas y la iglesia de Los Puertos de Altagracia.

-Es como un incendio el cielo cuando se llena de arreboles. El comentario lo hace mi abuelo Carlos, y Eduardo, el alemán colorado, asiente, mientras coloca su mano cubierta de vello rubio sobre el hombro de Nemesio. Entonces, los cinco hombres se miran y como si respondieran a una señal convenida, dirigen sus pasos hacia el botiquín de don Angel María Araujo.

Frente a los almacenes de la casa Beckman, sobre las aguas del lago, allí está la Nevería.  Unida a tierra por un puente bordeado por una frágil barandilla de tablitas pintadas de blanco y rojo, el botiquín del señor Araujo es el mejor sitio para refrescarse al final del día en la ciudad amada y fustigada por el sol.  Hasta el malecón llegan los cinco hombres vestidos de dril blanco y uno a uno caminan por el puentecillo y rodean el mostrador de madera con vista al lago hasta ubicarse en las sillas de lona que estratégicamente parecen estar esperando por ellos. 

Los cinco comerciantes de la ciudad del lago y las palmeras finalizarán el día de trabajo refrescándose con la cerveza pilsen helada que despacha el señor Araujo desde la rotonda de la Nevería. En el mostrador circular ya están instalados varios clientes, los asiduos del pintoresco botiquín, listos para discutir los temas del día. Los cinco de dril dicen interesarse poco en la conversación de los parroquianos sobre las apetencias de algunos ciudadanos de la localidad para participar en la conducción de los destinos del Estado. Ellos, los comerciantes, discuten sobre precios, sus negocios, sus familiares y sus proyectos.

Los dos alemanes ya asimilados a las costumbres locales, añoran su tierra lejana y relatan algunas vivencias de su niñez en Europa, ellos no son amigos de intervenir en asuntos políticos. Los criollos, grandes admiradores del espíritu emprendedor de los jóvenes teutones, han aprendido lenguaradas de alemán. Con la llegada de los rubios comerciantes la ciudad había tomado un auge progresista y mucha gente sentía que estaba viviendo un proceso importante en el desarrollo de la región, sobre todo desde un par de meses antes, cuando un decreto del presidente Andueza Palacios, le había devuelto al Zulia su carácter de Estado soberano. 

Fusionado con Falcón desde el 18 de mayo de 1881, el Zulia había tenido por capital el pueblo árido y olvidado de Capatárida. Ahora, de nuevo Maracaibo retomaba su puesto como capital del Estado y un general, don Ramón Ayala, había sido nombrado recientemente presidente del Estado. Con el transcurrir de las horas, los cinco hombres de dril terminarían hablando de política como todos los demás contertulios de la Nevería.


 

-Esta, la del general Ayala será una presidencia muy provisional. José Jugo lo dijo mirando hacia los lados y bajando la voz como si quisiera que tan solo sus amigos conocieran su opinión. - ¿Providencial? Era el señor Beckman quien preguntaba y al comprender su error se rio diciéndole a sus amigos. -Providencia, presidencia, paciencia. Todos van a tener que tiener mucha paciencia y mucha esperar para ver qué pasa. Arrastraba las erres el comerciante tudesco. Haciendo un signo negativo con la cabeza, su coterráneo Eduardo von Jess lo interrumpió comentando especialmente a sus amigos marabinos.

-Cuando yo me vine de Hamburgo a esta tierra, el año milochocientos sesenta y tres, yo no tenía ni veinte años. Desde que llegué no he hecho más que trabajar; primero con Minlos Breuer y desde ese mismo año, haciendo buenos negocios ahora soy ya socio de la firma. Migrén que, yo no he necesitado nunca a la política para mejorar en el comercio, por eso yo no discuto de esas cosas, no me meto en cosas que uno no sabe, a mí la política no migusta, ¿mientienden?

-Pronto será usted gerente de la firma, eso me dijeron, ¿es eso verdad Eduardo? -Sí, así lo espero, muy pronto si Dios lo quiere mi querrido amigo Nemesio. El joven Jugo se acomodó en su silla sonriente decidido a exponerle sus puntos de vista al alemán: -Yo entiendo lo que usted me dice amigo von Jess, pero creo que la situación que vivimos en el Estado es novedosa y la política va a modificar algunas cosas que van a mejorar nuestros negocios. En ese momento lo interrumpió el joven Carlos García quien sentado en la silla de loneta disimulaba su corta estatura con el agudo tono de su voz.

-Mire usted Eduardo, creo que hace bien en no meterse en política, yo lo apoyo, pero sin lugar a dudas, ya el saber que Guzmán Blanco no volverá a la presidencia de la República, debe regocijarnos a todos los zulianos. No es cualquier cosa, ¡habernos sacudido ya al Ilustre Americano! Observe a los parroquianos, escúchelos...

A través de los visillos pintados de blanco las líneas anaranjadas ya habían desaparecido en el firmamento y en el lago solo se veían algunos destellos de luz proveniente de lámparas de carburo en algunas piraguas. Paladeando la cerveza helada los hombres alrededor de la rotonda de la Nevería todavía discutían temas políticos.  Carlos García le apunta a sus amigos desde su silla de loneta en una esquina del botiquín. -Todos hablan del doctor Bustamante, nuestro adalid contra el centralismo guzmancista. -Es mejor como cirujano que como político, eso lo ha demostrado con creces.  Era Nemesio quien así comentaba y prosiguió. -Por eso hasta el año pasado estaba exiliado, dense cuenta, esas son las dificultades de la política, ¿no les parece amigos?

-Esa es la cosa mala de ser político, ¡se fija Nemesio Jugo! Era Eduardo Beckman quien lo interpelaba y pronto fue silenciado por la voz tronante del doctor Finol quien desde el mostrador improvisaba emocionado para sus compañeros parroquianos un discurso de brillante retórica...

-Si Bustamante no hubiese estado en la Comisión del Senado que redactó la Ley que nos rige y nos defiende, no fuésemos ahora un Estado soberano, continuaríamos viviendo como un apéndice del estado Falcón, no tendríamos de vuelta a nuestra querida ciudad capital, no existiría Maracaibo, por el contrario, tendríamos que conformarnos con una capital llena de chivos en una tierra olvidada de Dios y de todos los gobiernos de este país. Uno de los contertulios de mayor edad interrumpió la arenga de Finol acotando en voz alta.

-Yo que se lo digo, doctor Finol, si Bustamante no regresa el año pasado y nos defiende como lo hizo, no sé qué habría sido de nosotros.  Otro de los hombres expresó enfático. -Vos sí sois exagerado Marco Tulio, porque todos estamos muy conscientes de que con la llegada de Rojas Paúl al poder ya la situación del Zulia comenzó a mejorar, y si no, que me lo refute el doctor López Baralt, díganos usted cuál es su impresión, diga usted que es también galeno como Finol y como Bustamante… 

Atusándose el bigote el doctor López Baralt se puso de pie, miró a su alrededor y les respondió. -Ciertamente amigos, pero debo decirles que ya con Bustamante en Maracaibo todo ha cambiado, debo señalar que nosotros quienes nos estamos ocupando del surgimiento de nuestra región, vamos a continuar mejorándola. Ahora somos otra vez el Estado Zulia y tenemos que continuar por esta senda de trabajo y de progreso, aunque no lo quieran reconocer los políticos del Centro, nosotros les obligaremos, llevaremos al Senado a Bustamante, él será nuestro representante y ya verán como el próximo paso será abrir nuestra Universidad. Pueden estar ustedes seguros de una cosa, los tiempos del guzmancismo se acabaron, no volverán.

-Nunca creáis en las palabras de los políticos. Carlos García proverbial y escéptico, se lo dijo sonriendo en el oído a su amigo y coterráneo el joven Nemesio Jugo...

 

Maracaibo, domingo 21 de marzo, del año 2021.

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