jueves, 22 de marzo de 2018

Mario y Sila




Mario y Sila

Cuando estudiaba el 5to grado de instrucción primaria en el Gonzaga de Maracaibo, conocía a dos hermanos quienes también estudiaban en 4to y 5to grado, eran Mario y Jorge y se apellidaban Pozo. Comenzábamos a estudiar historia universal y habiendo dejado atrás los dos triunviratos, estábamos examinando la etapa republicana del Imperio Romano, por los años 509 a.C-27 a.C en la que aparecerían dos personajes, y como uno se llamaba Mario, yo casi hermanaba al otro tipo como Jorge, pero no eran realmente hermanos, ni eran esos sus nombres, eran Mario y Sila. Uno sabía por lo que había aprendido (lo usábamos para los debates, siempre era buena idea aprenderse “la letra chiquita”),  sabía que “Sila era de origen patricio y Mario era de origen plebeyo”. Los personajes para mí, sin ningún parecido, eran comparables con mis amigos los hermanos Pozo…  De estos recuerdos del pasado surgió una pregunta que le hiciera unos años atrás a Víctor Vielma, si de veras Sila era patricio o si acaso el plebeyo era él y no Cayo Mario. Víctor me ofreció detalles que casi eran novelescos sobre la vida en Roma de aquellos tiempos para ambos sujetos, él sabe de todo sobre el Imperio Romano, donde hubo ricos y pobres luchando por el poder, y desde entonces había querido redactar una breve crónica sobre Mario y Sila.

En aquella época republicana, quienes tenían acceso a las magistraturas eran los ricos. Ellos dejaron de lado los valores tradicionales, incluso los religiosos, respetados en la época monárquica, para hacer gala de derroches y ostentación ante el pueblo. Una clase social de adinerados vivía en la opulencia y los campesinos y proletarios, vivían sumidos en la miseria. Por el abandono de sus campos para ir a las campañas militares, y los pesados tributos que habían de pagar los pobres precisaban de urgentes reformas. Se haría un intento con las que trataron de impulsar los hermanos Graco (130 a. C) pero fracasarían ante la oposición de las clases poderosas. El año 108 a. C. llegó Cayo Mario al consulado, cargo que ocuparía en siete oportunidades. La plebe vio en él, el símbolo de sus reivindicaciones de clase, ya que se mostraba partidario de la plebe. Siendo líder del partido popular, la plebe vio en él, el defensor de su clase. No solo fue elegido cónsul, sino también fue puesto al mando de las fuerzas que lucharían contra Yugurta, en el norte africano…

Lucio Cornelio Sila pertenecía a una ilustre familia pero era de una rama patricia que ya casi estaba echada a perder por la indolencia de sus antepasados. El año 108 a. C. Cayo Mario llegó a ser Cónsul, cuando la plebe vio en él, el símbolo de las reivindicaciones de los desposeídos, y no solo fue elegido cónsul, sino que también fue puesto al mando de las fuerzas que lucharían en el norte africano de manera que toda esta situación interna dividió marcadamente a Roma en, aristócratas y populares, y todo conduciría a una guerra civil. Como es común las acciones fueron lideradas por inescrupulosos que usaron al pueblo para consolidarse en el poder. Los populares, seguidores de las ideas de los Gracos, se apoyaban en las asambleas populares contra el poderoso senado. El año 105 a. C., Mario cambió su política y dejó de lado al pueblo empobrecido para gobernar en favor de la nobleza aristocrática, este hecho concebido gracias a la gestión de Sila, que en ese momento desempeñaba el cargo de cuestor. Ambos Mario y Sila ascendieron juntos a partir de entonces en campañas militares aunque ya se despertaban los recelos entre el jefe Mario, y su subordinado Sila, quien reclamaba para sí los honores de las victorias. El año 104 a. C., Mario fue elegido cónsul por segunda vez. Los pueblos itálicos decidirían unirse contra Mario, conformando una confederación e iniciaron una guerra con objetivos sociales.

El año 94 a. C. la pretura fue ocupada por Lucio Cornelio Sila, el hombre perteneciente a la clase patricia, como ya dijimos, quien había sido un destacado lugarteniente de Mario. En el año 88 a. C., accedió al Consulado tras derrotar a los rebeldes italianos. Durante la ausencia de Mario aprovechó Publio Sulpicio Rufo, un colaborador de Sila y de los optimates, se pasó al bando de los populares y logró sancionar un decreto por el cual ponía el mando de las legiones a cargo de Mario, relevando a Sila, quien enterado de esto, convenció a sus hombres de que era necesario atacar Roma. Lo hizo y  victorioso, Sila, limitó las facultades de los tribunos de la plebe. En el 87 a. C Sila dirigió una campaña contra el rey del Ponto, Mitrídates, momento que aprovecharon los populares para vengarse, estallando una nueva revuelta al mando de Cinna, quien unido a Mario, y a su hijo del mismo nombre, habían armado un ejército en su exilio en África, y atacaron a los conservadores optimates dirigidos por Octavio. Estalló de nuevo la guerra entre populares (con Cinna al mando) y conservadores (con Octavio al frente)… Mario volvió del exilio en África junto con su hijo (Mario el joven), acompañado de un ejército que había logrado reunir a las fuerzas de Cinna para derrotar a Octavio. Mario entró en Roma y, siguiendo sus órdenes, sus soldados comenzaron a ejecutar a los partidarios de Sila, incluyendo a Octavio, en una matanza que conmocionó a Roma, entre las filas de los nobiles hubo 100 muertos y sus cabezas fueron expuestas en el Foro. Cinco días después, Quinto Sertonio ordenó a sus tropas (mucho más disciplinadas que las de Mario, que se habían reclutado entre gladiadores, esclavos y demás) aniquilar los libertos responsables de las atrocidades, acción que Mario se tomó con sorprendente calma. El Senado, en control de los populares dictó una orden exiliando a Sila, y Mario fue nombrado nuevo general, y Cinna, por su parte, fue elegido para un segundo consulado, y Mario para un séptimo. El senado quedó en poder de los populares que ordenaron el exilio de Sila. Sin embargo, poco más de un mes después de su vuelta a Roma, a los 17 días de acceder al consulado, Mario murió repentinamente, a la edad de 71 años. 

Mario ya había muerto, y Cinna también. Sila, luego de vencer al ejército de Mario el joven (hijo de Mario) y de Papirio Carbón, a cuyos hombres reprimió con extrema dureza, fue proclamado por el senado, en el año 82 a. C como dictador perpetuo, con funciones legislativas y de organizar la Constitución. Sila intentó dar visos republicanos a ese período, dando mayor poder al senado, cuyo número elevó de 300 a 600, y limitando las potestades de los magistrados, estableciendo edades mínimas para el desempeño de los cargos, y sobre todo el de los tribunos de la plebe, que solo podían presentar proyectos legislativos con autorización senatorial, y cercenando su capacidad de veto. Ejerció un gobierno de terror y proscripciones contra sus enemigos políticos, a quienes se les confiscaban y vendían sus bienes. En el año 80 a. C, Sila abdicó en Cneo Pompeyo, su lugarteniente, y su yerno. Se instaló en una villa de Puetoli, en Campania, cerca de la perteneciente a Cayo Mario, la  vendió a un precio ridículamente bajo a su hija Cornelia, y allí escribió en 22 libros sus Memorias (completadas más tarde por su liberto Cornelio Epicado). Sila regresó a las grandes fiestas y a las disolutas compañías que caracterizaron su juventud, dedicando su tiempo, en palabras de Plutarco, “a beber con ellos y contender en bufonadas y chistes, haciendo cosas muy impropias de su vejez y que desdecían mucho de su autoridad”. Y así permaneció, lúcido y jocoso, dirigiendo sus asuntos con la misma manera imperiosa y expedita de siempre, hasta el mismo día de su muerte. Sila falleció como consecuencia de una terrible enfermedad, según lo descrito por Plutarco, parecía ser algún tipo de cáncer intestinal.

Maracaibo 23 de marzo 2018

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