viernes, 10 de marzo de 2017

Vampiros de verdad y de novela ...



Vampiros de verdad y de novela…


Cuando un murciélago vampiro se acerca sigilosamente a un animal dormido y le clava sus afilados dientes en el cuello, su víctima ni siquiera se despierta mientras él absorbe su nutritiva sangre. Los científicos han sabido durante años que cuando se disponen a dar su mordisco, es la nariz la que guía a los vampiros para localizar los mejores lugares del cuerpo, la vena que les proporcionará su ansiado alimento. Muchos animales tienen adaptaciones especializadas que les permiten ver, sentir, oír o saborear de forma especial. Las moléculas sensibles al calor dentro de la nariz del murciélago vampiro son un ejemplo en estos únicos mamíferos conocidos que sobreviven únicamente de sangre, la cual necesitan beber casi todos los días para sobrevivir. Esta necesidad se apoya por una serie de adaptaciones evolutivas. Sus dientes carecen de esmalte, lo que les permite mantenerlos afilados y romper delicadamente la piel de un animal dormido sin despertarlo. En pocos minutos, un vampiro adulto puede beber la mitad de su peso corporal en sangre.

...“Todo aquello era precisamente en la época cuando habían localizado un foco de rabia paralítica bovina en una finca en las inmediaciones de El Laberinto… Viajaron hasta allá para tomar muestras de la piel y de los tejidos en los sitios donde los vampiros habían dejado sus huellas y llegaron a sacrificar algunos becerros que comenzaban a manifestar signos de parálisis. Cuando el médico veterinario le llevó las muestras, el virus de la rabia se encontraba presente en los tejidos y lo veían por la positividad con anticuerpos específicos marcados con inmunofluorescencia. Ubicaron el virus en los nervios y en los músculos cerca de las mordeduras de los vampiros y fue entonces cuando decidieron utilizar el microscopio electrónico para detectar las partículas del virus en el cuerpo mismo de los vampiros. Él pensó que sería sencillo demostrar en los mamíferos alados, el mecanismo de penetración, incubación y salida del virus de la rabia. Ellos son los reservorios, le comentaba ella con entusiasmo y pronto supieron a través de una exhaustiva investigación bibliográfica que no se conocía casi nada sobre estos fenómenos. Se impregnarían con la obsesionante idea de localizar en los nervios, en las glándulas salivales y en la grasa parda de los vampiros, el mortífero virus de la rabia. Parte del tiempo lo destinaron a meterse de nuevo al monte. Volvieron a hallarse entre pastizales y cujíes en los alrededores de El Laberinto para luego dirigirse hacia el sector del Cotufí y por el río Socuy hacia la región del Guasare. Tendrían que trabajar de noche, mientras durante el día iban  explorando troncos huecos, buscando cuevas en las formaciones rocosas, hurgando en los bosquecillos, penetrando hacia la serranía, luchando por hallar cavernas en el terreno irregular y al llegar la tarde, todos se encontraban mirando al cielo, acechando desde el atardecer los signos que en el vuelo de las aves nocturnas y del rumbo de los murciélagos, les señalaran sus probables madrigueras. Dondequiera que existiesen potreros acechados por los vampiros y evidencias de rabia paralítica bovina, allí llegaban ellos al anochecer, tendiendo sus redes, y en la oscuridad de la noche iban desplegando sus mallas como una neblina para atrapar los quirópteros”. 
 
...“Contrataron a Yoleida Romero y a Nelson Casadiego, una pareja de biólogos expertos en taxonomía de murciélagos y fueron tomando muestras y triangulando los mapas. Se organizaron en equipos y grupos de trabajo para poder sistemáticamente colocar las mallas en estacas de madera flexibles y en las madrugadas atendiéndole a las fases de la luna, rodeaban las cuevas y los potreros con aquellas mallas transparentes que simulaban una niebla artera y que habrían de cuajarse de vampiros. Todos aprendieron el difícil trabajo con el auxilio de Yoleida. En la vecindad de los potreros atacados por los vampiros, separaban bajo la luz de la luna, los murciélagos y los vampiros de las redes. Yoleida era una experta, capaz de arrancar y clasificar, rotulándolos en la pata derecha con un anillo de metal y luego enjaulándolos, a más de setenta vampiros en una sola jornada. Al comienzo confundieron los Demodus rotundus con otras especies y hasta con los murciélagos frugívoros y los insectívoros, ellos caían en las redes indistintamente, así como los mochuelos y otros pájaros nocturnos que en ocasiones se volvían un ovillo en las mallas. Todo aquello en penumbras, era una ruda labor para los investigadores no acostumbrados a ese trabajo. Pronto fueron capaces de tomar por las alas a los grandes vampiros, algunos de más de un metro de largo con las alas extendidas, muchas hembras preñadas, otros machos feroces, algunos de pelaje platinado, la mayoría brillando como el azabache. Mirando en la oscuridad a sus captores ellos mostraban sus afilados colmillos y los investigadores aprendieron a protegerse de sus dentelladas feroces, y en la negrura de la noche supieron como reconocer los ruidos de los insectos, de los roedores y de mamíferos más grandes, pero sobre todo afinaron la atención para detectar el cascabeleo en la cola de las serpientes y el suspiro de la tierra cuando es removida por el serpenteo de las culebras. Natalia desprendía los murciélagos de las mallas en compañía de Yoleida y de Luis Enrique cuando un reflector los encandiló sin permitirles ver otra cosa que no fuera el halo de luz incandescente y al escuchar el sonido de las armas largas al cargarse el corazón se les helaría de pavor”...
( con algunas modificaciones, el texto corresponde a parte del Capitulo VII de la novela "La Peste Loca" )

Investigadores de la Universidad de California en San Francisco (EE.UU.) y del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas en Caracas han descubierto su secreto tras investigar a los murciélagos vampiros salvajes de América del Sur  (Desmodus rotundus): se trata de una sensible molécula capaz de detectar el calor, situada sobre las terminaciones nerviosas en la nariz del animal, llamada TRPV1. Los resultados se publicaron en la revista Nature, e incluso les dedicó su portada a la investigación. TRPV1 es un canal catiónico no selectivo ligando-dependiente que puede ser activado por una serie de estímulos físicos y químicos exògenos y endògenos, incluyendo temperaturas mayores a 43 °C, pH bajo y curiosamente están asociadas a la sensación del dolor ante el calor. El receptor TRPV1 es un canal catiónico capaz de activarse por calor, pH ácido, voltaje y por diferentes sustancias químicas entre  las que destacan los agonistas vanilloides,  capsaicina  (el ingrediente activo del ají picante)  y resiniferatoxina.  

Maracaibo, 9 de marzo de 2017

Si te ha interesado el fragmento del Capítulo VII de la novela “La Peste Loca”; esta se puede leer a través de Amazon por este link:
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