sábado, 18 de marzo de 2017

La Santa Maria y el Fuerte Navidad



La Santa María y el Fuerte Navidad

La Santa María fue la mayor de las tres embarcaciones que Cristóbal Colón utilizó en su primer viaje al Nuevo Mundo en 1492, la nao era propiedad de Juan de la Cosa y le digo nao porque no está muy definido si realmente era una carabela. Las otras dos naves de la expedición fueron las carabelas La Niña y La Pinta. Nao puede definir sencillamente a un navío, quizás carabela, pero igualmente puede referirse a una “carraca”, que era un gran navío de vela redonda de alto bordo utilizado para transportar grandes cargas en largos trayectos. La Santa María pudo tener unos 23 m de eslora y tres mástiles.  En el Diario de Colón se numeran las velas que arbolaba: “maestra y dos bonetas y trinquete y çebadera y mezana y vela de gavia". Sin duda, la Santa María era el barco de mayor desplazamiento de las tres naves y a diferencia de las otras dos carabelas, se sabe que la Santa María no retornó a España al embarrancar en la isla La Española en diciembre de 1492. Se dijo que sus restos sirvieron para construir el Fuerte Navidad, el primer asentamiento español en el Nuevo Mundo.

Cristóbal Colón, perdió su nave capitana, la Santa María, al encallar a media noche en un banco de arena de la isla La Española. Se sabe que la pérdida de la Santa María aconteció mientras se encontraba al timón un grumete sin experiencia y Colón se hallaba descansando tras dos días sin dormir. Con ayuda de los indios, Colón envió lo que quedó de la Santa María a otra de las naves, la Niña, y con los restos de la Santa María se construyó el 12 de diciembre de 1492, el llamado Fuerte Navidad, al que trasladaron la artillería de la nave destruida. Allí quedaron 39 hombres, entre ellos un cirujano, un sastre, un tonelero, un carpintero, un calafatero y un bombardero, con provisiones para un año y semillas para sembrar. El fuerte quedó al mando del alguacil Diego de Arana, cuando el 16 de enero de 1493, Colón emprendió el regreso a España. Colon y expresaría formalmente su intención de regresar al fuerte Navidad, durante un segundo viaje. 

Transcurrido casi un año, se organizó el almirante don Cristóbal Colón preparó una flota de diecisiete naves y zarparían de la bahí­a de Cádiz en el amanecer del 25 de septiembre de 1493 tomando rumbo a las Islas Canarias donde tení­an previsto detenerse para reponer agua, alimentos y recoger algunos animales. El 2 de octubre llegaron a Gran Canaria y el 5 a la Gomera. El 7 de octubre partieron navegando rumbo norte hasta encontrarse con otra gran isla, a la que llamaron Santa Marí­a de Guadalupe. Fondearon y desembarcaron buscando contacto con los indígenas que huyeron hacia las montañas. Colón, al igual que en el primer viaje, ordenó a toda su tripulación que no robase ni rompiese nada para no crear mala imagen de los cristianos y para que los indí­genas confiasen en ellos. Al charlar con algunos jóvenes que habían quedado en el poblado, estos resultaron ser esclavos de los caribes, indí­genas caní­bales que habí­an ocupado aquellas islas y atacaban habitualmente el resto de islas caribeñas. 

El 10 de noviembre, retomaron camino buscando la isla Española y encontrándose con más islas a las que fueron poniendo nombre: isla de Montserrat, Santa Marí­a la Redonda, Santa Marí­a de la Antigua, San Martí­n, Santa Úrsula y las Once Mil Ví­rgenes, actuales Islas Ví­rgenes, y San Juan Bautista actualmente Puerto Rico.  El 22 de noviembre llegaron a las costas del norte de la Española, y en la pení­nsula de Samaná, desembarcó uno de los indios originario de esa región, que habí­an llevado a Castilla, y quien convertido cristiano regresaba para pregonar su nueva religión. Prosiguieron hacia el Fuerte Navidad y antes de arribar a la zona, en el puerto de Monte Cristo, vieron dos cadáveres flotando en el agua, pero no pudieron averiguar si eran cristianos o nativos por su avanzado estado de descomposición. Finalmente, en la noche del 27 de noviembre las naves castellanas fondearon frente al lugar donde habí­an construido el fuerte casi un año antes. La oscuridad imposibilitaba ver si habí­a bajos en el agua por lo que optaron por esperar al dí­a siguiente para acercarse más a la costa y desembarcar ya con la luz del dí­a. No vieron a nadie en tierra firme, e incluso dispararon sus lombardas y no obtuvieron respuesta alguna. A las pocas horas encontraron otros dos cadáveres siendo uno de ellos barbudo, indicio de que seguramente fueran españoles.  

Al dí­a siguiente desembarcaron varios marineros y hallaron el fuerte reducido a cenizas, todo estaba destruido y la guarnición aniquilada por los indígenas isleños, pero de los españoles del fuerte no localizarían a ninguno, ni vivo ni muerto. Tras informarle a Colón de la situación y éste el dí­a siguiente hizo una ronda buscando indios que le pudiesen explicar lo acontecido pero todos huí­an hacia la selva.  Colón regresó a la nao Marigalante frustrado hasta que se acercó a las naves una canoa de indios. Le explicaron al Almirante que el cacique Guacanagarí no podí­a ir a visitarle porque se encontraba herido y le invitaron a visitarle en su poblado. Colón acudió a la cita y el cacique le explicó que en la lucha por defender el fuerte Navidad había resultado herido. El médico de la expedición Don Diego Álvarez de Chanca le examinó, y no observó ninguna herida. El cacique les contó que Caonabo, era uno de los caciques más poderosos de origen caribe, y observaría como el grupo dejado en el fuerte estaba dividido en dos bandos por disensiones provocadas por el oro y las mujeres. Cuando uno de los grupos decidió abandonar el fuerte, al internarse en la isla fue fácilmente cazado por los guerreros de Caonabo, después éstos se dirigirían al fuerte a terminar con los restantes marineros que allí­ permanecí­an junto a Diego de Arana. A pesar del apoyo prestado por Guacanagarí­ a los cristianos, todos perecieron. El poblado de los indios de Guacanagarí también fue arrasado y quemado. Estos hechos fueron un duro golpe para Colón, por lo que la expedición de su primer viaje se convirtió en un fracaso frente a los castellanos y los reyes. Su prestigio comenzó a palidecer. Ante el evidente peligro de que Caonabo volviese  a atacar la zona decidieron buscar un emplazamiento más seguro hacia el este y allí­ fundar la primera ciudad española en el Nuevo Mundo: La Isabela.

Maracaibo, 18 de marzo de 2017

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