martes, 16 de julio de 2013

La loca de la casa



“La loca de la casa”                                                                            
Jorge García Tamayo                                                       
Reproduzco aquí un artículo escrito por mi en octubre del año 2003, a propósito de haber leído el libro de Rosa Montero titulado “La loca de la casa” y lo hago, consciente de que no acostumbro a escribir sobre literatura, ni a hacer comentarios sobre libros, sencillamente por que aunque pudiese tener el atrevimiento de imaginarme como “escritor de oficio”, no me veo asumiendo el papel de crítico literario. Menos aún después de leer lo que dice Rosa Montero sobre ellos, “los críticos, esas raras criaturas a menudo tan envidiosas, tan equivocadas y tan snobs”. Tampoco poseo títulos ni estudios que puedan avalar semejante atrevimiento. No obstante, en ocasiones, la lectura de un texto pareciera decirte algo, como ocurre en ocasiones con la música, y de momento sientes que si la compartes, disfrutarás más con ella. La única manera posible de lograr esto, es a  mi modo de ver, comentando mis impresiones sobre el texto leído, aunque sea con ignotos lectores y este viene a ser el meollo de cuanto he garrapateado en estas cuartillas.

Quiero referirme a “La loca de la casa”, el libro de Rosa Montero (1), la novelista, periodista y psicóloga madrileña quien nos ha regalado muchas excelentes novelas y cientos de artículos en su ya laureada carrera como periodista. Sus acertadas crónicas y reportajes se pueden leer en los diarios y revistas de España y del mundo.

 “La loca de la casa” es el título de una novela, que puede llevar a pensar en una obra autobiográfica, pero resulta que así era como Santa Teresa de Jesús denominaba a, ¡la imaginación!  Rosa Montero ha creado una novela que es ensayo y autobiografía y es un libro sobre los sueños, las fantasías, las pasiones y las dudas que existen en la mente de los escritores. Al final, “La loca de la casa”, es un canto a la imaginación y nos muestra con profunda sinceridad, el conocimiento que sobre su oficio, posee esta magnífica escritora. En un lenguaje muy sencillo, Rosa Montero ha escrito una excelente novela. Uno encuentra en el texto, innumerables comentarios sobre la vida de muchos escritores y sobre variadas situaciones que enfrentaron y de cómo estas influyeron en sus obras literarias, de tal modo, que cuanto nos dice la autora sobre escribir como oficio, parece estar avalado por el peso indiscutible de la historia vivida por varios famosos escritores en todo el mundo.

El talento narrativo de Rosa Montero impregna todas las páginas desacralizando a figuras consagradas como Goethe, Calvino, Tolstoi, o Malraux, y relatándonos vivencias poco conocidas sobre otros escritores como Salgari, Rimbaud, Klemperer, Jung Chen o sobre el fraile John Clyn. El fenómeno del agotamiento de la imaginación cuando se produce la muerte de “ese sueño que llevamos dentro” es desnudado por la autora al hablarnos entre otros de César Aira y de Truman Capote. Muy interesantes resultan sus observaciones sobre la importancia para los escritores de no tener ataduras ni compromisos, esto con el fin de poder dejar libre a la imaginación... “esa loca de la casa”. Quizá lo más acertado es dejar que sea la misma Rosa Montero quien nos hable, y al ir intertextualizando fragmentos de lo escrito, espero que así pueda ofrecerles una visión somera de algunas de las ideas que plenan esta novela.

Dice Rosa Montero que: “ para aprender a escribir hay que leer mucho”, pero quizá más interesante resulta esta otra aseveración: “Para ser un buen escritor, hay que desear serlo, y desearlo, además, de una manera febril”. Al hablarnos del duro trajinar del escritor nos dice: “Escribimos en la oscuridad, sin mapas, sin brújula, sin señales reconocibles del camino”. “Redactar una novela lleva muchísimo trabajo, la mayor parte tedioso, desesperante, a menudo desmesurado y es que la novela, es el único territorio literario en que reina la misma imprecisión y desmesura que en la existencia humana”. Hará también algunas reflexiones sobre vivencias que son comunes entre los escritores y recordé algunos de los nuestros quienes han profundizado en el tema de la otredad como leimotiv para trabajar, quizás pudiésemos pensar en Eduardo Liendo, Ednodio Quintero o José Napoleón Oropeza...

“Los narradores sabemos que dentro de nosotros somos muchos”. “La escritura es el esfuerzo de trascender la individualidad y la miseria humana, el ansia de unirnos con los demás en todo, el afán de sobreponernos a la oscuridad, al dolor, al caos y a la muerte”.

Apasionada por la novela, Rosa Montero nos habla con emoción de su sentir por este género literario: “La vida es incomprensible, absurda y ciega, por eso la novela que es un género vivo, se mantiene en perpetua evolución. La novela intenta poner orden en el caos de la vida”. “El narrador intenta ordenar el caos y atisba el dibujo final del laberinto. Las novelas como los sueños, nacen de un territorio profundo y movedizo que está más allá de las palabras”.  Al penetrar más en las profundidades del subconsciente, o tal vez en las interioridades del alma, nos dice la escritora: “Basta con pensar en lo que soñamos para que sea posible intuir que tenemos otras existencias, ¿vidas paralelas?, las reales y las del sueño. Cuando nos dormimos y empezamos a soñar, entramos en realidad en otra vida, en una existencia paralela que guarda su propia memoria, su continuidad, “su causalidad enrevesada”.

Eduardo Liendo nos dijo una vez : “El escritor, por muy desamparado que se encuentre, por suicida que sea, es el amante preferido de la existencia. Por eso quizás su mayor desafío es vencer a la muerte con el filo de la palabra escrita” (2). Rosa Montero nos comenta en su libro: “Eres eterno mientras inventas historias. Uno escribe siempre contra la muerte”, y cita a Vila-Matas en su novela premiada con el Rómulo Gallegos, “El viaje vertical” quien afirmó que: “La novela es la autorización de la esquizofrenia”.  He citado a nuestro escritor, Eduardo Liendo, porque él no padece de un mal que es común en muchos escritores de oficio y sobre el cual Rosa Montero nos habla con gran desparpajo. Es el tema de la vanidad del escritor consagrado. “La vanidad del escritor no es sino un vertiginoso agujero de inseguridad”... “un basurero emocional”. “La fama es la versión más barata, inestable y artificial del triunfo”, y “el éxito en la sociedad de hoy no está relacionado con la gloria sino con la fama”. “Uno puede vender su alma al poder por tantas cosas, y lo que es peor, por tan poco precio”... “Lo malo es que luego llega el poder y el embeleso por el poder, y a menudo lo desbarata y lo pervierte todo”. “Escribir para dar un mensaje, traiciona la función primordial de la narrativa, su sentido esencial es la búsqueda del sentido. Se escribe, pues, para aprender, para saber, y una no puede emprender ese viaje de conocimiento llevando previamente las respuestas consigo”.

Apoyándome en el postulado de que la literatura no se hizo para leerla sino para releerla, les invito, a disfrutar nuevamente con la lectura de la novela de Rosa Montero, “La loca de la casa”. En la seguridad de que en su lectura y su re-lectura, aprenderán muchas cosas sobre la vida, la imaginación, y los misterios de la creación literaria y servirá para sondear esos intrincados meandros que existen en la mente de quienes se internen en la aventura de escribir literatura como oficio.


Referencias:
1-Montero Rosa. La loca de la casa. Novela. Alfaguara 2003.

2-Liendo E. Reflexiones de un Narrador. En “El Narrador y su Arte”. Dominios. Rev de la Univ. Rafael Maria Baralt. Maracaibo,  9: 135-137, 1994.

1 comentario:

Sala de Autopsia dijo...

Debo admitir que sus pininos como "crítico literario", por decir lo menos, conminan al lector a buscar las obras citadas; lo cual a todas luces, es un comienzo prometedor!