sábado, 11 de febrero de 2023

Sorolla, la luz y la fotografía…


Joaquín Sorolla nació en 1863 en Valencia, y murió en 1923 en un pueblo de la comunidad de Madrid, Cercedilla. A la edad de dos años sus padres murieron víctimas del cólera y Joaquín se crió con sus tíos. En marzo del 2020 conversamos sobre su pintura en este blog (lapesteloca): (https://bit.ly/3R4BBZ8). Desde muy pequeño, Joaquín manifestó su inclinación por el mundo de las bellas artes.

Una estrecha relación con la fotografía al parecer siempre existió en Sorolla y la misma ha sido muy discutida. En la tesis de Roberto Díaz Pena, en boca de Tomás Llorens se puede leer … “el impacto más poderoso, el que afectará más profundamente a los pintores de impronta naturalista será el de la fotografía. Será la fotografía la que les enseñará a todos, desde Degas hasta Sorolla, a ver cosas que el pintor del pasado no está capacitado para ver: como mueven sus patas los caballos cuando corren, cómo nos movemos, brazo y ojos, para hacer un brindis, cómo cambiamos de expresión, cómo se separan la luz y la sombra en nuestro rostro. La fotografía enseñará sobre todo a disolver el vínculo ancestral que en el mundo antiguo unía la imagen con lo sagrado. A profanar la imagen”.

Se sabe que siendo muy joven Joaquín entró en contacto con Antonio García, uno de los fotógrafos más importantes de Valencia, en cuyo estudio se dedicaba a iluminar los negativos. Llegó tan lejos la relación, y la fe del fotógrafo en el joven maestro, que el pintor llegó a casarse con la hija del fotógrafo, Clotilde, y ella fue el gran amor de su vida. Su mentor pasó a ser su suegro, y fue tan buena la relación, que le realizó algunos de los mejores retratos que hoy se conservan.


Sin embargo, esta relación entre la fotografía y la pintura dio lugar a uno de los mayores problemas a los que se enfrentó Sorolla, cuando ya era un pintor de éxito con exposiciones en París, Berlín, Londres y Nueva York. Muchos de sus críticos (España es el país de la envidia… “¡Oh el cromosoma de la península ibérica!”) llegaron a decir que estábamos ante un mero ilustrador por el mero hecho de aprovechar Sorolla las virtudes y posibilidades de la fotografía.

Hay algunos ejemplos de archivos fotográficos de artistas que han sido ocultados como es el caso del artista Gustave Moreau, cuyo archivo fotográfico fue ocultado por su fiel secretaria Henri Rupp, hasta que recientemente, historiadores del arte lo han sacado a la luz. En otros casos la irremediable pérdida ha imposibilitado su estudio como en el caso del archivo fotográfico de Camille Corot.

En el caso de Sorolla cabe destacar la pérdida de gran parte del material fotográfico de su suegro, el fotógrafo valenciano Antonio García Peris, el cual posiblemente arrojase aún más luz respecto a la relación de Sorolla con la fotografía. Pero es algo que resulta difícil negar al contemplar sus cuadros. Su mano maestra fue necesaria para deslizar el pincel por el lienzo y combinar los colores en tan acertada forma, con instantes que parecen ser imposibles de pintar si no los ha congelado antes –quizás en su retina- o tal vez con la ayuda de una cámara fotográfica.

Los cuadros de Joaquín Sorolla componen un diario visual de la vida burguesa en la España de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Eran en su mayoría imágenes de temática amable y gran pericia técnica y esta fotografía donde el fotógrafo se incluye en la misma como una buena muestra de aquella época.

En Madrid está el museo Sorolla, en la que fue la casa y estudio del pintor valenciano a lo largo de gran parte de su vida. Allí se puede ver este autorretrato familiar del fotógrafo Antonio García Peris (de pie, al fondo) realizado en 1907 donde Sorolla aparece sentado, en primer plano a la izquierda (Museo Sorolla).

No podemos olvidar que Joaquín Sorolla hizo más de 2000 pinturas. Se piensa que si en todas ellas tuvo que tomar apuntes del natural sin apoyo alguno hubiera sido imposible que tuviera algún tipo de vida social, y él, realmente tuvo la suerte de disfrutar de la vida, tal como certifican miles de fotografías de los fondos del museo. Es como para imaginar que Vincent con una producción de pinturas tan vasta, hubiese requerido igualmente del apoyo de la fotografía…

No se ha afirmado en ningún caso que Sorolla tomará las fotos para convertirlas en pintura. Como gran maestro, al igual que los genios renacentistas, -la luz en Vermer (https://bit.ly/1PTfHUH), el sol de Arles en los óleos de Vincent, la luz en Macuto vista por Armando Reverón (https://bit.ly/3XVGMNP) o la luz en Turner (https://bit.ly/2IEY7pX) quien utilizó las propiedades de la imagen sacada de la cámara oscura para hacer los estudios de proporciones, profundidad de campo y demás para plasmar mejor su forma de ver en sus óleos. Pero donde mejor se puede ver esta relación es en el movimiento de sus figuras.

Al ver los cuadros de Joaquín Sorolla, se nota algo que los fotógrafos son capaces de ver donde la gente salta, o adopta posturas invisibles por la brevedad del momento para el ojo humano. Uno de sus cuadros menos conocidos, que está en el museo de Bellas Artes de Asturias, “Niños corriendo por la playa”, detiene en el aire a un niño corriendo por la orilla. Esos instantes se perderían como lágrimas en la lluvia (referencia muy cinematográfica, que igualmente nos recuerda a Rosa Montero) ya que si alguien no las hubiera fotografiado no existirían y ciertamente, la fotografía enseñó una nueva forma de ver las cosas.

La fotografía posibilitó nuevos puntos de vista y una contemplación del espacio/tiempo que nunca antes había sido posible. Roland Barthes diría que la pintura desarrolló la conciencia de estar ahí, pero la fotografía posibilitó la conciencia de haber estado ahí. El tiempo se podía detener de otra forma. Se puede jugar con el tiempo, y eso es lo que hizo Joaquín Sorolla en muchos de sus cuadros alejados de los cánones clásicos. 
Maracaibo sábado 11 de febrero del año 2023

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