“La decadencia”
título
de uno de los capítulos de
“La entropía tropical”, novela, Ediluz Edts. 2003
Te acordáis Néstor de aquel libro de tapas verdes, el Consejero Médico del
Hogar, estaba allá arriba, escondido, en lo alto del closet de papá. Allí me
encontré también aquellos dos volúmenes amarillentos, sarmentosos, de hojas
quebradizas, dos libracos que decían Editorial Elite año 1937, ellos también
estaban ocultos, muy altos, en lo alto, en el closet de papá, pero yo los había
detectado... Cuando me dejaban solo en casa, me encaramaba en una silla y los
bajaba, los ponía sobre la cama de papá y cuidadosamente iba hojeándolos. Los
volúmenes amarillos tenían en la mitad fotografías y mostraban lo que fue la
Rotunda, un edificio con un plano lleno de cubículos que lucían pequeños, de
paredes muy sucias, empegostadas y los grillos, que eran montones de hierros,
usados en las piernas por unos señores, casi todos de espaldas, con
pantaloncitos cortos. Allí vi fotografiado al general Gómez y a un señor que se
llamaba Nereo Pacheco, era como el jefe de ese presidio, además había fotos del
Castillo de Puerto Cabello y el libro decía muchas cosas que ocurrieron en mi
patria, relatadas por el autor, un tal José Rafael Pocaterra. Yo era solo un
niño y sabía que él, José Rafael, había vivido en Maracaibo y había sido amigo
de mi papá, eso lo supe cuando luego de preguntarlo insistentemente, al fin mi
papá nos relató, en voz baja, las historias de cuando su amigo había estado
confinado en varias prisiones de Venezuela.
Los
cuentos de papá sobre sus amigos de juventud, me hacían creer que todo cuanto
aparecía en aquellos dos volúmenes sarmentosos tenían que ser cosas
rigurosamente ciertas y lo que no comprendía bien era porqué estaban arriba, en
el closet, por qué no eran lectura para niños... Por todo eso, imaginaba que
era muy peligroso hablar del general Gómez, pero entendía que él ya se había
muerto, eso ocurrió muchos años atrás, me decía, ¿y entonces? Más extraño me resultó el hallar otro libro,
con tapas gruesas y una cubierta protectora, se llamaba, “Una aureola para
Gómez”. Las cosas se confundían en mi mente de niño de seis o tal vez de siete
años...
¿Sabéis Néstor lo que decía
Pocaterra sobre la decadencia de nuestra patria? Allí, leí unas frases suyas,
en una carta, al comienzo del primer volumen, algo que había escrito el señor
Pocaterra el año 1937, desde el Canadá, unas frases que a mí se me grabaron,
palabras impresas, las releí hasta casi aprendérmelas de memoria, eran unas
líneas... “La Patria, andrajosa, enferma, negada, poseída, abandonada en el fondo
de una barranca aragüeña”. Yo nunca pude entender por qué tenía que ser
aragüeña la barranca, pero, querido Nestor, a mí me parece que aunque seamos
primos, aunque crecimos juntos, no sé por qué pero los dos vemos a la patria de
una manera muy diferente, no lo sé, pero dudo mucho de que vos te la podáis
imaginar desbarrancada...
...”Apúñase
los pezones martirizados, estrecha los muslos dilacerados y con la voz rota de
angustia y muy débil y muy tímida, para que no vuelvan sobre ella los que la
enmascularon de asalto; está cantando desde su corazón, en la moza del rancho,
en la obrerita de la alcabala, en “la niña”de la ciudad, el arrullo del porvenir,
ese “duérmete mi niña que tengo que hacer”... Muy seguro estoy, querido primo,
que a vos, que te gusta escribir, estas cosas, cuando las leéis, no te agradan.
Para vos la patria tiene que ser algo menos sensiblero y más pragmático, casi
puedo jurar que en tu opinión, nunca vivió momentos que ameritaran la creación
de una prosa, ¿tan, cursi?, o quizás ¿populista? ¿Es así como vos la
llamarías?...
...No lava pañales porque no los hay y si los hay, están sucios de sangre y
de lodo; no hace de comer, porque le dejaron vicio y se llevaron el pan. Pero
ella tiene que hacer. Nutrir, formar y educar el futuro que pernea en la cuna, aún
mal lavado de adherencias placentarias, la boca en queja, los ojitos nublados.
Por la carretera se fueron los truhanes con las armas al cinto, jugando el
botín y la paternidad a cara o cruz”...
¿Verdad Néstor que son muchos los truhanes que han exprimido y saqueado a
la patria? A tu patria, a la mía, a nuestra patria y se han ido, a disfrutar
sus usufructos afuera, o se han quedado para digerir en silencio su botín.
¿Cuantos no viven de eso? Y como lo disfrutan, con fruición... Pero nadie dice
nada... Estoy seguro de que a vos,
estos comentarios míos, no te van a gustar, porqué sé, me consta, que vos
preferís ver a la patria de otra manera, sin tanto melodrama, sin populachos, y
yo te entiendo, desde que éramos niños, te puedo jurar que yo te entiendo. Pero
de todas estas cosas, querido Néstor, de cuanto hube leído en aquellos dos
volúmenes de hojas quebradizas, había allí una escena especial, una vivencia
que guardo en mi conciencia y que yo la llamo, la del bravo pueblo. Cuando
tengáis tiempo, echale un ojo, revisala Néstor, está al final de segundo
capítulo, leétela y tal vez entenderéis, de niño a niño, el por qué yo aprendí,
bajando esos libros de lo alto del closet de papá, a querer a una patria
maltratada, a sentir amor con dolor por ella, siguiendo línea tras línea, en la
lectura, las palabras escritas por Pocaterra, con los compases del “Gloria al
Bravo Pueblo” sonándome en mi conciencia.
“Y no se nos pregunte dónde está la libertad”
Víctor Vielma Molina / Educador /
victormvielmam@gmail.com
Quien ama a la patria, trabaja
para hacerla libre y un bien para todos. Aspira verla en manos de políticos
probos e inteligentes que la amen, la honren y la conviertan en una nación
próspera, cargada de progreso, para que cada habitante avance hacia la nave
maravillosa de todos los futuros posibles. Por ello, usa a su autoestima
y sentido de pertenencia, para construir día a día la libertad, la democracia y
la prosperidad. Porque, “La patria es el hombre”, tal como lo cantaba Alí
Primera. En fin, la patria se hace apología actuante y demostrable por y para
la libertad. Por la libertad se hace patria.
¿Cuántos hombres, desde el dolor
y la resistencia, lucharon contra la conquista, la colonia, el despotismo,
adversaron tiranías, cruentas dictaduras, regímenes egocéntricos y nepotistas?
¿Cuántos héroes ofrendaron su sangre y sus vidas a favor de nuestras
libertades? Son testigos las ciudades, los campos, las montañas, los ríos y el
mar; las cárceles y sus calabozos; los grillos y cepos; las páginas de la historia
venezolana y la memoria del pueblo. Si no, revisemos, entre otras obras y
escritos: El hombre de Hierro, de Rufino Blanco Fombona. El Cabito, de Pedro
María Morante. Memorias de un Venezolano de la Decadencia, de José Rafael
Pocaterra. Contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, de Rómulo Betancourt. Se
llamaba SN, de José Vicente Abreu. Los crímenes impunes de la dictadura,
Centauro. El libro Negro 1952, José Agustín Catalá, editor.
La libertad se sostiene
reconociendo la memoria de la lucha heroica e histórica de quienes nos
antecedieron y de los que ahora se sacrifican. La libertad es un fin continuo
de solidaridad, de organización y de luchas por los derechos universales del
hombre. En Venezuela hay más de un centenar de presos políticos, decenas en arresto
domiciliario y miles en régimen de presentación. Hay gente que está sufriendo
el azote de este Gobierno que dice llamarse revolución.
Por ello, en reconocimiento al
heroico escritor carabobeño José Rafael Pocaterra (1889-1955) y de todos
aquellos que luchan contra las dictaduras, recojo, de su obra, Memoria de un
Venezolano de la Decadencia, al siguiente fragmento: “Y no se nos pregunte en
dónde está la libertad. La libertad es sencillamente la luz que emerge de la
voluntad de un pueblo cuando esa voluntad se convierte en sol porque es la suma
de la voluntad enérgica y resuelta de todos los ciudadanos.”
…………………………………………………………………………………….
La Decadencia con pequeñas modificaciones es
uno de los capítulos de La Entropía
Tropical, novela de Jorge García Tamayo.
Y no se
nos pregunte por la libertad es un artículo de Víctor Vielma Molin,a publicado
en el diario La Verdad de Maracaibo
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