El año de la lepra
CAPITULO 5
Viernes
20 de febrero, 1871; 6:40 pm
Estarás
en la curiara al vaivén de las ondas del río. Habrás trabajado todo
el día en el leprocomio examinando y describiendo en detalle las
lesiones de una decena de enfermos con mal de Hansen y estarás
físicamente
exhausto. Al cerrar los ojos podrás regresar a tus recuerdos. La
noche recién nace y en el cielo comienzan a brillar algunos luceros. Tú
recordarás al gran Velpeau. Alfred–Armand Louis Marie quien había
sido
tu profesor de Clínica Quirúrgica, el autor del “Tratado completo de
anatomía quirúrgica” publicado desde el año 1825. A finales del año1835,
Velpeau era el Cirujano Jefe del hospital La Charité y sus comentarios sobre
tu tesis doctoral “La
Climatología” fueron para ti inolvidables.
A
pesar del cansancio que te invade, no puedes dejar de recordar lo
que escribiste en aquel tratado donde hablabas por primera vez de la
sarna como una enfermedad parasitaria. En tu mente, lentamente recorres
el texto de tus palabras escritas… “En cada sitio, se imprime al hombre
que en él nace o habita, desde cierto tiempo, un sello particular; el
hombre, como los animales y los vegetales sometidos a leyes que rigen
el universo, sufren constantemente sin embargo la influencia de los
elementos que le rodean; por lo que, el hombre es una producción de
la tierra: de todos los modificadores de la economía humana, el más potente
es, el clima”. El clima hacía la diferencia. Al hablar de las nuevas
experiencias que te impresionaban sobre la tierra firme de América, escribiste:
“… estos sombríos retiros están poblados de mosquitos y zancudos
quienes, en las horas crepusculares del día, salen de allí para buscar
su vida en la sangre de los hombres y de los animales. Varios otros
insectos, del orden de los dípteros y del género cuterebre (cuterebra de
Linneo), depositan sus huevos en la superficie de las heridas, sobre
la piel del hombre y de las bestias…”
La
idea de que mosquitos y zancudos podían ser vectores de las enfermedades,
eran cosas que ya intuías desde tu primer viaje a “la tierra de
gracia”… Recordarás como con tu hermano Felipe pudiste ver tantísimos casos
de lo que llamaban “el mal de estómago” y como detectaron también
casos de “vómito negro”, algunos en Maturín y cuando ambos viajaron
por el Orinoco ya en los llanos del Apure, ¡cuantos casos les mostraron
con “la derrengadera”!, un mal de los caballos que también denominaba
la gente “la hermosura”. La disentería hacía estragos en los
poblados de Aragua y hasta en el valle de Caracas. De todas estas observaciones
surgiría la idea de tu tesis, estabas seguro de un hecho incontrovertible,
el clima era el responsable de las enfermedades. La climatología
era precisamente el estudio de las causas y de las curiosas consecuencias
que caracterizaban las enfermedades en la tierra firme de América.
Dice
la historia que cuando Luís Daniel Beauperthuy era estudiante de
Medicina en París, el joven antillano se vio obligado a regresar a América y
pudo viajar con su hermano a Venezuela durante el año 1834. Con Felipe,
su hermano mayor, Luís Daniel viajó por el Oriente del país y por los
llanos tomando notas sobre el clima y la geografía, sobre sus gentes y sus hábitos
alimenticios y de sus condiciones sanitarias. Entretanto, fue coleccionando
insectos y plantas las cuales a su regreso a Francia, en 1837, donaría al Museo
de París. Con el Museo venía trabajando casi desde el inicio de sus estudios
médicos pues había comenzado a visitar sus instalaciones desde que estaba en el
bacho. En su tesis doctoral, Luís Daniel expuso todas sus experiencias de la
larga visita a Venezuela, país que ya lo había capturado definitivamente.
Demostró que la sarna era una enfermedad parasitaria.
Les
mostró a los europeos como en una región que Cristóbal Colon había denominado
“la tierra de gracia”, existían unos insectos, los ácaros, capaces de
meterse bajo la piel y crear una serie de manifestaciones clínicas
impresionantes de una enfermedad hasta el momento desconocida. Este concepto,
sobre los insectos como causa de enfermedades, era totalmente novedoso. Por eso
afirmaba “El hombre es una producción de la tierra” señalando insistentemente
en la importancia del clima en el origen y las características de las diversas
enfermedades.
Sin
las enseñanzas de Albert Magendi y de cuanto aprendiste de Donné
el gran microscopista, quizás aquellas observaciones no se plasmarían
en realidades. En tus muestras microscópicas detectabas los
principios histológicos de la
Anatomía, los postulados por Bichat. A través
del microscopio, mirando por el tubo dorado de tu flamante Chevalier,
entenderías de los cambios que sufren los tejidos normales cuando
son alterados por diversas patologías. Recordarías entonces el corazón
sangriento de los batracios, latiendo ante tu emoción y la curiosidad de
tus compañeros estudiantes escuchando las indicaciones del profesor Magendi
quien insistía en que era ese músculo haciendo espasmos rítmicos el
que hacía fluir la sangre.
Tú ya sabías que por la sangre era como viajaban los
elementos causantes de las enfermedades. Las
teorías de Magendi y de Flourens parecían resonar aún en tu mente. “Los
cordones posteriores llevan la sensibilidad y los anteriores la motricidad”, eso
decían y se pinchaba la médula de los sapos y se miraba la pronta respuesta.
Más aún, pudiste aprender que la coordinación motora residía en
el oído interno, cosa que ya de por sí era algo mucho más complejo, pero
tus profesores lo sabían y lo que ellos ignoraban era que tú tenías
una
gran ventaja. Tú poseías un microscopio para poder detectar las
lesiones tisulares y para esforzarte imaginando que podías hallar las
causas de las enfermedades. Buscar los animáculos responsables de todos
los males. Con tu compañero Adet de Roseville el mismo año de tu
graduación pudiste demostrarle a los Académicos de la Ciencia en París,
que los animáculos existían. Los mostraste pululando en las secreciones
de los enfermos, en sus excretas y en sus mucosidades. En
aquellos días, con Adet, buscabas las muestras en las camas de los enfermos terminales,
en las tumoraciones de los cancerosos, raspando lesiones putrefactas de las
gangrenas y fue así como presentaron los resultados en láminas de vidrio
teñidas y en muestras vivas, ante los asombrados doctores de la Academia de Ciencias de
París. Todavía ellos
creían en “los miasmas” que penetraban por las vías respiratorias y
que eran los causantes de todos los males.
Mantendrás
los ojos cerrados y sintiendo el balanceo de la curiara y
el golpe del remo en manos de tu sobrino, creerás caminar de nuevo por
las tortuosas estrechas y oscuras calles que rodean la Sorbona, las
mismas casas con sus buhardillas y sus chimeneas, el mismo piso empedrado
que existía alrededor de los Liceos y de la Escuela de Medicina. Tú,
un estudiante de ultramar, estarás de nuevo vivenciando tus años
del Barrio Latino, de El País Latino, las horas verdes vividas en los
jardines hermosos del Museo de Historia Natural, aquel húmedo paradisíaco
recinto donde decías sentirte como en tu casa. El Museo estaba bordeado por el muelle de San Bernardo y entre las tres calles con aquellos
emblemáticos nombres de Curvier, Buff ón y de Geoff rey Saint Hilaire,
el padre de tu buen amigo Isidoro. Recordarás como el año 1844,
estando ya tú casado con Ignacia, cuando vivías en Cumaná, te enteraste
de que el profesor Saint Hilaire había fallecido. Supiste que tu amigo
Isidoro le sucedería como Profesor de Zoología en el Jardin des
Plantes,
el mismo afamado recinto donde transcurrieran tantas horas de
tu juventud, aquel que durante la revolución fue denominado Musée Nacional
d´Histoire Naturelle. Allí habrías de ser, durante muchos, años
un asiduo estudiante, y pasarías horas admirando las fabulosas colecciones
de plantas y de animales, aquellas aves y mamíferos disecados, algunas
de las que Saint Hilaire y Curvier, trajeran desde Egipto en 1798
durante la invasión napoleónica. Rememorarás entonces cuando admiraste
por primera vez la única jirafa que habías visto en tu vida. Aquel
animal africano de cuello largo, traído desde Marsella para el parque
zoológico.
Estabas con Carlos Luís a quien también habías conocido en
el Jardin des Plants y sería él quien te hablaría de los microscopios de
la Tienda de
Óptica de su familia. Carlos Luís Chevalier, tu amigo,vendría
a ser quien te introduciría en la apasionante tarea de la investigación microscópica.
Recordarás con nostalgia la vez primera cuando visitaste la
casa de la familia Chevalier frente al quai de l´Horlogue. Llegaste con
tu amigo Carlos Luís, el segundo hijo de Monsieur Vincent, el afamado maestro
de óptica y desde entonces, a pesar de que Carlos Luís era cuatro
años mayor que tú, habrían de ser amigos para siempre. Sería con
él como aprenderías a usar el microscopio, y recordarías las clases
particulares de microscopía que en ocasiones te dictara Monsieur Vincent.
Cuantas observaciones interesantes las que te hiciera el mismo Monsieur
Vincent, tantas, muchas. Muy pronto aprenderías a manejar el
microscopio, y al final casi como un premio, lograrías tu más preciada joya,
el microscopio acromático “Vincent Chevalier” que habrían de regalarte
ellos mismos, tus amigos. Con este aparato pasarías la vida entera
observando excrementos, secreciones, orina y muestras de sangre en
numerosas ocasiones. Examinarías muestras de muchos pacientes. Con
ese, tu microscopio, mirarías detenidamente las alas y los palpos de
los tipularios, te extasiarías ante las patas rayadas de blanco de los zancudos,
los que supiste identificar como los transmisores de la fiebre amarilla,
el terrible vómito negro. Sería con tu microscopio, como detallarías los
pequeños tirabuzones de los vibriones del cólera y con él detectarías
los hematozoarios en las muestras de sangre de los pacientes palúdicos.
Sí, todo aquello, logrado en tu vida con el mismo regalo de los
Chevalier, tus amigos del quai de l´Horloque, frente al Sena, en la ciudad
luz…
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El año de la lepra
CAPITULO 6
Retazos
del diario de Ruth
20
de diciembre, 1991:
Los
exámenes todavía no dicen que es lo que pasa con mamita. Yo sigo teniendo
esperanzas. Estoy aferrada a La
Chinita y a José Gregorio y no quiero seguir escribiendo
cosas tristes como lo he venido haciendo, yo más bien prefiero
hablarte sobre mi hermanito Brino. Parece mentira pues la Navidad se acerca y
estamos todos tan asustados. Brinolfo es un nombre poco común, pero ya sabes
querido diario como somos por aquí con las cosas de los nombres propios. Rubén,
mi hermano mayor lleva el nombre de mi abuelo paterno, El Rurro. Me cuenta
papaíto que así era como llamaban a Rubén Reinaldo
Romero, un señor del siglo XIX que había sido pescador y después
ebanista. Con él aprendió mi papá su oficio, y como él, toda la vida
ha trabajado con la madera para ser así como San José, un carpintero, muy
bueno y además tenernos bien a nosotros, a su familia. Mi otro abuelo
fue otra cosa. Don Carmelo Jaramillo Bedoya fue un personaje de
novela. No lo conocimos pero mamita nos cuenta que era un gran señor
de Antioquia, en tierras de Colombia, con grandes haciendas de
ganado. La violencia, los guerrilleros y los delincuentes les quitaron
todo,
arrasaron con sus posesiones, mataron a Don Carmelito y a su hermano
y la familia tuvo que venirse exiliada para acá. Así llegaron a nuestra
ciudad, a nuestra nación que para ellos si que es “el hermano país”.
Así llegó mamita a este país, siendo una niña pequeña.
21
de diciembre, 1991:
Querido
diario, fíjate como son las cosas, ayer quería hablarte de Brino y terminé
contándote de mis abuelos. Hoy si que quiero escribir para contarte sobre mi
querido hermanito y su música. Sobre Brinolfo.
Él es compositor, bueno, eso
dice él, jaja. La verdad es que a él como a mí, a los dos, a ambos dos nos
encanta cantar. Creo que es herencia pues mis padres desde que nací se la pasan
cantando, sobretodo boleros y todavía papá pone discos de pasta en un pickup
antiquísimo que tiene de los tiempos de María Castaña. Ayerrecordé
a Don Carmelito y no dejo de pensar en mamita quien tantos cuentos
nos ha echado de su infancia en las montañas de Antioquia y de su
familia desparramada por la violencia. Nos cuenta que “el hermano país”
vive en una violencia sostenida desde cuando mataron a Gaitán, lo
que llamaron “El Bogotazo”.
22
de diciembre, 1991:
Querido
diario, escribo hoy más tranquila porque siento que ya mamita está mejor. Los
exámenes dicen que no ha vuelto a aparecer el cáncer y yo no ceso de darle
gracias a Diosito porque el milagro sé que se va a dar. Además estamos en unos
días especiales, ya está aquí la Navidad. Toda la familia se reúne y hacemos
hallacas y cenaremos juntos todos. Bueno mi diario querido, te cuento ahora
sobre Brinolfo y sus estudios de Veterinaria en la universidad. A él siempre le
gustaron los animales, y cuando nos sentamos a conversar
siempre
me cuenta montones de cosas interesantes sobre la anatomía, las
vacas, la leche y las cosas que le ocurren a sus compañeros, y tiene montones
de historias sobre algunos profesores que son más locos que las
cabras y unos de esos cuentos son para morirse de la risa. Yo a veces pienso
que eso del cariño de Brin por los animales es como una herencia por
parte de mamá, digo, mamita nació y su familia vivía en el campo, en haciendas,
con vacas y demás. Ahora ya eso todo se acabó. Por eso será que Brino dice que
su hermanita, que soy yo, y él, somos como unos canarios, animalitos que vuelan
dice él, y deberíamos dedicarnos más bien a cantar. Jajaja!
23
de diciembre, 1991:
Ahora
si que voy a escribir sobre Brino y sobre la música. A mí desde siempre me ha
encantado cantar, ya te lo he contado y tú lo sabes bien mi diario querido.
Cantar es algo que está por dentro de mí. Mi hermano, cuando quiere y siempre
que podemos, canta conmigo. Creo que él es quién desde pequeñita, iba a decir
desde chiquita, pero parece que me voy a quedar chiquita, como mamá, ambas
somos menudas, ya tu sabes esa mortificación interna mía querido diario, a
veces quisiera crecer un poco más y aunque somos mamita y yo menudas, no es
Menudo lo que más me gusta, mas bien me agrada Karina y canto como ella esto
de, “se como duele comprender, como duele sonreír, me duele tanto sonreír y
nada puedes hacer” y yo lo canto
imitándola,
como si tuviera un micrófono en la mano, jajaja. A Brino, le
encanta Guaco, pero él me acompaña, por que él se las sabe todas, toditicas,
las de Franco de Vita, las de Jordano, ah la Perla negra, y algunas de
Frank Quintero, pero lo cumbre, para mí es oír a Brino imitar a Santiago:
“Lluvia tus besos fríos como la lluvia” y yo le echo mucha broma porque
no sé como es que él no tiene todavía una novia, bueno, dice él
que no tiene, y yo le digo, pero mijito si estáis como una cocaíta, si sois
un bomboncito, y él que se explota de la risa, porque él, al sentirse así
medio cuestionado, se enseria y dice, dizque él que solo tiene en su cabeza
una cosa, y eso es, estudiar, jajaja. Bueno, si lo hace. Estudia. Lo hacen,
él y sus amigos, pero yo digo que es solo cuando están apurados, con
Sergio en la casa madrugan y beben café, se puñalean que da gusto, eso
es lo que hacen cuando hay exámenes, pero después arrancan con la
parrandita y ¡dígame en estos tiempos!, lo que es en noviembre y diciembre son
pura gaita. Cuando termine la temporada gaitera tendrán que
volver a los libros, a estudiar, eso les digo yo...
***
Finalizaba
la década de los años 90, cuando el gobierno del paíspetrolero
del Caribe pasó por la vía electoral a ser comandado por un grupo
de militares. Las características populistas, con una decidida tendencia
a la autocracia y a la centralización del poder fueron desde su
inicio una constante en el nuevo sistema que inicialmente tuvo un respaldo
popular inobjetable y a corto plazo, logró desarticular e inactivar
a
los partidos políticos tradicionales. Paralelamente, los ingresos de la nación
se incrementaron exageradamente por concepto de la renta petrolera, circunstancia ésta
que condujo al gobierno en medio de una danza
de millones, mientras se proclamaba socialista, a practicar un exagerado
capitalismo de Estado. Se creó una nueva clase que algunos denominaron
“la boliburguesía” nacida de un régimen que se caracterizaba por
decir estar interesado en el bienestar social de su pueblo, y mientras le
prestaba atención con dádivas a determinados grupos de desposeídos, a
la vez regalaba millones de los bienes nacionales a países extranjeros para
lograr apoyo a la expansión de un proyecto denominado revolucionario
y que poco a poco se iba conociendo en el concierto de
las naciones del mundo. Por diversos mecanismos, como casi siempre ocurre
con una bonanza económica exagerada, florecieron grandes negocios
e igualmente se estimuló la corrupción. Proyectos millonarios comenzaron
a surgir, siempre amparados por personeros en posiciones claves
e incondicionales del régimen. Algunos de ellos florecieron para ser
desarrollados en otros países, otros fueron locales, todos ellos, al no existir
aparentemente un control del gobierno por estar las instancias de poder
supeditadas a la decisión del líder, nunca aportaron resultados a pesar
de cuantiosas inversiones. Omar Yagüe tardó poco tiempo en comprender
que debería penetrar el aparato gubernamental si quería hacer
realidad la reactivación de su sueño postergado. Muy pronto regresó a
tocar las teclas de varios comerciantes dispuestos a reeditar el proyecto
de su isla de la fantasía y ejecutó un plan para la reorganización de
su parroquia en Juntas Comunales que habrían de recibir apoyo político
y económico del Estado. Esto sin duda alguna iba a facilitarle las
cosas. Fueron surgiendo ciertos cambios en la idea original. La propuesta se
transformó en una oferta dual; un parque infantil y un orfelinato que
se crearía en paralelo a la instalación de laboratorios para fabricar medicamentos
y para desarrollar proyectos de investigación, posiblemente sobre
el mal de Hansen. Las diligencias de Omar para exponer los planos del
parque infantil antes proyectado lograron concretar ofertas de importantes
consorcios extranjeros. Los avances tecnológicos implicados habrían de ser de
primera línea pues procederían de grandes laboratorios ubicados en diversas
latitudes del extranjero. El éxito de la operación parecía garantizado
precisamente por el hecho de que las propuestas no provenían de la clase médica
y científica del país. Esta decisión era considerada determinante por
los directores de “El Proceso”, ya que los médicos criollos como burgueses y
capitalistas habrían de ser excluidos ante el surgimiento de una nueva clase
médica forjada en cursos intensivos de tres años de duración y quienes
habrían de darle apoyo a un poderoso Estado Socialista. Se le planteó
al presbítero Yagüe como a mediano plazo se abrirían mercados para
comercializar los medicamentos que se producirían en la isla. No se trataba de
tecnología para preparar vacunas, las empresas extranjeras le garantizaban que
en dos años fabricarían medicamentos genéricos para que
al entrar al mercado, sus regalías los harían millonarios a corto plazo.
Después de firmar, podría tener por seguro que en unos meses se estarían
levantando paredes y techos y tanto los huérfanos que llegarían desde la Guajira, como los laboratorios de investigación y el gran parque de diversiones estarían
funcionando, en menos de un año. Omar se repetía para si mismo,
que él pudiese pasar a la historia del país y de la América entera, como
lo que siempre había sentido ser, un empresario exitoso. Mentalmente desechaba
por infundados los temores y las advertencias ya casi olvidadas que
le hiciera el profesor Sarmiento. El presbítero ni se inmutaba al saberse estar
aplicando el manido precepto Maquiavélico de que el fin justificaba los medios.
Desde mediados del año 2007 estuvo dándole vueltas en la cabeza a
las ofertas, sin decidirse. Finalmente en noviembre del año 2009, el padre
Yagüe aceptó la propuesta de un consorcio farmacéutico iraní, el cual incluía
en una cláusula un jugoso adelanto de dinero en efectivo. La fecha se fijó para
diciembre de ese año, y la decisión aprobatoria le fue precisada por su
contacto dentro del gobierno central. Esta proverbial conexión se dio a través
de quien había sido un militar activo en una época pretérita, cuando Omar
trabara gran amistad con él, a través de otro amigo común Cheo Ortega, durante
el supuesto resguardo militar de la frontera occidental del país. La
suerte le sonreía ahora cuando su amigo, el General ya pasado a retiro,
Era
también el asesor de recientes convenios con el gobierno de Belarus para
la zona petrolera. El gobierno lo había nombrado, supervisor de los recursos
destinados a toda la región occidental del país. Sabía Yagüe que sobre
su amigo, ¡todo un General!, tan solo el jefe supremo podría paralizar las
acciones ya en movimiento. Su impresión fue corroborada cuando a
finales del año 2009, se le informó que “el anticipo” se haría efectivo al
año siguiente, aunque habría de recibirlo fuera del país. Meses más tarde,
fue invitado a viajar hasta Teherán en un vuelo charter con varios funcionarios
gubernamentales. Le acompañó Cheo y dos acaudalados financistas del convenio
millonario. Ya en tierra, no le costó mucho trabajo a
Omar simpatizar en aquella ciudad con sus socios musulmanes y aceptar, tal
y como le dijeron, que tenía que “aperturar” tres cuentas; una en aquella
interesante ciudad, otra en un Banco nacional con sede en La Habana y la
tercera, en un banco de Suiza. Su espíritu se tranquilizaba al entender que
todas aquellas precauciones eran necesarias para proteger los intereses de las
firmas que iban a comercializar los medicamentos a producirse en la
isla. Seguridad industrial, le dijeron. Regresó a su ciudad y a su parroquia.
Omar pensaba que a él “no le temblaba el pulso”, pero la verdad era que a
medida que se empapaban de la situación, sentía que podían existir algunas
razones para estar preocupado. Lo habló con cierta mortificación con
su buen amigo, su confidente de muchos años y en esa ocasión Omar fue
totalmente sincero con él. Desde años atrás “Cheo” era una especie de consejero
y fiel compañero de Omar, había sido su asesor en muchos negocios
los cuales para ambos habían resultado fructíferos. José Luís, a
quien Omar apodaba cariñosamente “Cheíto” le animó para que “a la vaina
de la isla, le metiese el caballo de cara”, y ejemplificó la situación
apuntando la actitud que en política acostumbraba a asumir el máximo líder
nacional. “Si la cosa está pelúa”, hay que “huir hacia delante”. Esto
se lo dijo riendo y asegurándole que debería tranquilizarse pues el
asunto, para todos resultaría beneficioso. A Omar, le parecía risible que
a mediados del año 2010 él pudiese sentirse millonario pero se preguntaba
que dirían si supieran como podía él, un cura católico estar
en tratos comerciales con musulmanes, y esperaba que nadie se enterase de que
había logrado reunir y poner a buen resguardo una
pelota
de billetes verdes. Él había cumplido con todas las instrucciones. Disfrutó del
viaje y al cerrar la recién abierta cuenta en el banco Iraní hubo
de cargar de regreso al país con una cantidad de dinero en dólares
norteamericanos que él mismo juzgó exorbitante. Su conciencia terminó por
acallarse al aceptar que la ciencia, la investigación, la industria
farmacéutica y hasta el país nacional con invalorables repercusiones
internacionales habrían de ser los beneficiarios del proyecto, de su proyecto, el
mismo que inicialmente él vislumbrara sencillamente como un parque infantil.
Así fue como después de esconder su “cuota inicial”, con la seguridad de un
futuro prometedor, regresó a sus conversaciones muy personales con Cheito, quien
finalmente terminaría por tranquilizarlo. Casi sin el tiempo necesario para
decidir por donde habría de comenzar a programar los primeros gastos, Omar
Yagüe ni sospechaba para aquel momento que muy pronto se enteraría de
inquietantes detalles desconocidos para él, y menos aún, que lamentablemente,
la violencia y la muerte habrían de atravesárseleen
el camino.
***
Víctor
Pitaluga estaba pensando esa noche en Silvestre Korzeniowski. Le
gustaba rememorar la sorpresa que representó para su estimado profesor
todo aquello de las bacterias “alborotadas”. Cuando comenzaron
a
provocarse los extraños cambios por primera vez, cuando se dio la aparición de
los brotes entre las placas de los armadillos, las primeras pequeñas
protrusiones, pusieron sobre aviso al microbiólogo. En unos días las gemaciones
comenzaron a tomar la apariencia de nudos y de masas de un color gris parduzco.
Era algo extraño y desagradable. Él las notó desde el comienzo mismo del
proceso y por eso regresaba a las observaciones iniciales del profesor
Korzeniowski. Sin darle a nadie mucho tiempo para elucubrar, Silvester le
señaló la lanceta y bastó una incisión en aquellas protuberancias blandas para
que en la linfa sanguinolenta observada bajo el objetivo del microscopio,
mostrara miles de bacilos de Hansen. A partir de ese momento se extremaron los
cuidados, se crearon áreas de seguridad, se adecuaron recintos con dobles
puertas, y cuartos estancos donde se ubicaron los animales que rápidamente
estaban cambiando de aspecto. También se solicitaron ropas desechables y demás
aditamentos para la protección de los escasos empleados involucrados en las
labores que implicaban el cuidado de los armadillos. Por otra parte, los
animalitos que habían comenzado a mostrar una
apariencia deplorable, activaron sus glándulas sudoríparas modificadas
en
odoríferas, y cual si estuviesen permanentemente asustados, comenzaron a
secretar un aceite fétido que se concentraba particularmente en las glándulas
perianales. Pronto los hermosos Dasypus de nueve bandas y
coraza
brillante se transformarían en armadillos mustios y tristes que comenzaban a
modificar su apariencia tornándose en pequeños monstruos. Las bacterias en
grandes cantidades eran idénticas a las observadas en las lesiones de los casos
humanos de lepra lepromatosa y su identificación a través del microscopio las
mostraba coloreadas tras su tratamiento con ácido
y alcohol con piridina. El crecimiento de los bacilos era exponencial y no se detenía al usar la L–Dopa. Con inoculaciones
ulteriores llegaron a 1018 en
los brotes lepromatosos que emergían entre las escamas protectoras de los
armadillos. El sistema de ventilación del laboratorio hubo de ser modificado
por uno con una ductería especial para sostener espacios vacíos que no
comprometiera a los investigadores para poder penetrar protegidos a los
diversos laboratorios sin peligro de contaminarse. Ratones colocados en
contacto con ese medio ambiente terminaron por hacer infecciones respiratorias,
y rápidamente sepsis con focos purulentos. Al extraérseles la linfa,
microscópicamente mostraban miríadas de bacilos leprosos. La situación era tan
interesante y el peligro tan crítico, que el profesor Silvester decidió
clausurar las áreas hasta tanto se examinase la situación genética de estas
especies atípicas del corinebacterum leprae.
Víctor recordó entonces la llegada de un grupo de expertos, profesores venidos
directamente de los Estados Unidos para ayudarlos en la situación de emergencia
que se les presentaba. Todos estos acontecimientos se habían desarrollado tan
solo unos meses atrás, y se sucedieron con la discreción que ameritaba el caso.
El planteamiento y las propuestas de los científicos se apoyaban en el criterio
de uno de los laboratorios norteamericanos especializado en lepra y
tuberculosis. Este Centro de investigaciones ubicado en la Universidad de
Columbia en el Estado de Nueva York, era sucedáneo del CDC de Atlanta. Su
representante llegó a conversar con el profesor Sarmiento planteándole hechos
muy concretos y señalándole la urgencia de las decisiones a tomar. Le
ofrecieron darle el apoyo requerido a Arístides, con las más avanzadas técnicas
para el examen y la tipificación de los bacilos, todo no obstante, estaba
sujeto a una muy precisa condición única. Los norteamericanos propusieron
llevarse todas las muestras y hacer los experimentos necesarios fuera del país.
La razón parecía obvia. No creían que los investigadores locales fuesen capaces
de evitar contaminarse a corto plazo en medio de una situación experimental tan curiosa,
por lo que ellos ofrecían todo lo necesario para evitar una impostergable
tragedia. Silvester lo conversó con Arístides, y ambos, sin pensarlo
mucho, decidieron no aceptar la oferta. Los investigadores gringos se fueron
molestos y protestando sin haber podido conocer a fondo los detalles de cómo se
habían llevado a cabo los experimentos que condujeron a la enfermedad en los
dasypus. Víctor recapitulaba las vivencias de aquellos días, poco tiempo atrás,
y de cómo inmediatamente, desde hacía ya un par de meses existió la firme
decisión de retomar el trabajo. Este se había transformado en una febril actividad de investigación que sin duda habría de conducirles, no sin dificultades,
a demostrar el locus cromosómico donde se estaba produciendo la mutación de los
bacilos de Hansen. Tras conversar detenidamente con su mentor, el profesor
Silvester Korzeniowski, Víctor se
sintió seguro. Aprovechó entonces el momento para rememorar trozos de
su vida. Recordó a su madre y su pasión por la enseñanza, ella y la precisión
de las letras, pensó entonces que él, definitivamente era también un
poco como su padre, un hombre muy terco. Quiso creer que lejos de ser la
tozudez uno de su mayores defectos, la seguridad en si mismo valía para darle
la esperanzadora corazonada de que estaban en una gesta tendiente a
demostrar un increíble y trascendental hecho de la naturaleza que habría de
valer para lograr avances en el campo de la investigación microbiológica. Al
rememorar a su padre, Víctor volvió a verse en la capital, un año antes de
graduarse de Biólogo en la Universidad Central de Venezuela, cuando recibió
la noticia de la muerte de Pedro Elías Pitaluga. Él regresó rápidamente a su
tierra natal y acompañó a Natalie, durante un par de semanas en el dolor de la
súbita partida de su padre. Había sido todo muy apresurado, Pedro Elías vivía
apaciblemente cuando fue sorprendido por un infarto masivo de corazón. Víctor
regresó a la capital para terminar su carrera, y continuaría en la apasionante
actividad de investigación en la que se hallaba involucrado con los
colegas del Profesor Convincit quienes estaban en aquellos días tratando de elaborar
una vacuna para el mal de Hansen. Él recordó que siempre se había
sentido muy unido a su padre, no solo por ser hijo único, también por
el carácter emprendedor de Pedro Elías y su amor por Natalie y por la música.
Estas dos pasiones habían caracterizado la existencia de Pedro Elías Pitaluga y
habían sido siempre ejemplos de vida para Víctor. Desde muy temprana edad, su
padre asistió a un conservatorio y durante sus estudios de
primaria y bachillerato continuó su formación musical, de manera que cuando
ingresó al Instituto Pedagógico, Pedro Elías dominaba casi todos los
instrumentos de cuerda siendo un virtuoso con el violín. Utilizó la música y una
buena dosis de romanticismo para enamorar a Natalie quien cursaba su carrera
profesional en el mismo Instituto. Ella era una joven hermosa, hija de dos
conocidos maestros de la educación secundaria en Maracaibo, Aquiles Boscán
brillante profesor de química y María Antonieta García una profesora de
Ciencias Biológicas y de Literatura, admirada, idolatrada casi por sus
numerosos jóvenes alumnos. De sus padres heredó Natalie el gusto por el estudio
de las ciencias exactas y el color moreno de Aquiles, así como de su madre
recibió el don de poseer una belleza imponente y la pasión por las asignaturas
humanísticas y por la
Biología que caracterizaron a María Antonieta.
Pocos años después de graduarse, Natalie Boscán era conocida ya
como una destacada profesora de castellano y literatura. Pedro Elías, sin
abandonar la música y en medio del trato cordial que caracterizaba todas
sus acciones, tomó varios cursos de gerencia magisterial, que lo conducirían a
la jefatura de la Dirección
de Personal de una importante empresa petrolera, cargo que afortunadamente
proveería de estabilidad económica a su familia. En unos años ascendió a la Gerencia de la Shell Petroleum
Company en la Costa
Oriental del Lago, razón por la cual la infancia de Víctor,
si bien un tanto itinerante pues transcurrió en los campos petroleros de Mene
Grande, Cabimas, Ciudad Ojeda y Lagunillas, estuvo plena de cariño, de estudios
y de música. Mientras continuaba incentivando y estimulando la
lectura permanentemente en su hijo, Natalie con tesón autodidacta ascendió a
posiciones directivas en el sistema escolar local. El año 1984 ya siendo Víctor
un adolescente e iniciando el bachillerato, Pedro Elías fue jubilado de la Shell
y la familia se trasladó a Maracaibo donde habitarían en una casa nueva
adquirida en una urbanización “de clase media acomodada”. Pedro Elías con un auto recién comprado, decidiría
dedicarse a la enseñanza de la música en
su casa y Natalie pasaría a ser una activa profesora de castellano y
literatura, en varios liceos de la ciudad, admirada por sus capacidades docentes, su belleza
y la dulzura de su carácter. Las conversaciones con su abuelo Aquiles, y el
ejemplo permanente de su madre dedicada
al estudio y a
la enseñanza, insuflaron en Víctor una curiosidad
natural
por temas relacionados con las ciencias, en los que invertía horas de lectura en los numerosos libros
en la biblioteca de sus abuelos.
Allí
en casa, su curiosidad terminaría por orientarlo a diversos aspectos relacionados con la Ciencias Biológicas.
Al finalizar el bachillerato tomó
la
decisión de irse a la capital para
estudiar en la Escuela
de Biología de la Universidad Central
y ésta fue asimilada por todos como una necesidad
impostergable,
la cual al fin y al
cabo iba a ser pasajera pues al graduarse,
él habría de regresar a su tierra
natal. Víctor sacudió su cabeza como
para alejar los recuerdos del pasado que llegaban a su mente distrayéndole de su inmediata
preocupación por aquello que posiblemente
habrían
de hallar al día siguiente en la visita nocturna a la isla, una incursión que ya habían
planificado con antelación y de
la cual no se había
atrevido aún a informarle nada a Ruth. Tendría que hacerlo esa misma tarde, o en la noche, antes
del día sábado.
***
Belarus, el país de Dimitri Yakolev se
encuentra enclavado en medio de
la Europa Oriental entre Polonia, Ucrania, Lituania y Rusia. Belarus
es una nación surgida de la disolución de la URSS y Dimitri siempre se
consideró él mismo y a través de la historia de varios
familiares, como uno de los ciudadanos bielorusos afectado por el accidente de
Chernobyl. El teniente Dimitri Yakolev, funcionario de la KGB, había nacido en
Soltanishki una
pequeña ciudad en la Región
del Grodno y tenía familiares en Lakhva
y en pequeñas aldeas enclavadas en los húmedos bosques de Belarus
occidental. Estos extensos parajes salpicados de lagos habían sido
recorridos por él en su niñez y juventud, por lo que se vanagloriaba de
conocer bien aquella región siempre disputada en una larga historia de guerras, luchas fratricidas y desencuentros,
entre polacos y rusos, alemanes y judíos, así como por sus vecinos lituanos
y ucranianos. A Dimitri si había algo que le fastidiaba, era la República de Ucrania,
tan grande, al sur de su país y nacida también por el
desmembramiento de la
Rusia Soviética. Los ucranianos no habían sido nunca más rusos que
ellos, así lo pensaba él. Belarus mantenía un estricto control de su
gente gracias a la KGB funcionando en sus estamentos más primitivos, cual
si la Rusia
estalinista nunca hubiese desaparecido y Dimitri precisamente
era parte de ese aparato que controlaba todo cuanto acontecía en su país.
Más de una década antes del terrible accidente en la planta
nuclear de Chernobyl,
cuando ya en el año
ochenta y cuatro, Aleksander
Lukashenko era reconocido como un activo
propagandista de la disuelta Unión Soviética y
pronto se transformaría en
el nuevo presidente de Belarus. A través
de reformas constitucionales, Lukashenko el líder del nacionalismo bieloruso
admirado y respetado por Dimitri, en poco tiempo logró subordinar todas
las instituciones amordazando los medios, vulnerando los derechos y libertades
públicas, hasta proponer en
el año 2001 un referéndum para
prorrogar su mandato hasta el año 2006. Declarado fraudulento
por todos los países de la Unión Europea, la consulta funcionó para él. En
el fondo, las motivaciones y las ideas
de Dimitri Yakolev, eficiente agente de la KGB, provenían de su amistad
personal con Víktor Sheiman, antes oficial
del Ejército ruso y uno de
los expertos en seguridad de la exURSS, quién
fungió como Consejero de Seguridad del presidente Lukashenko desde el año
1994. Dimitri respetaba a Víctor Vladimirovich casi como a un padre y en
ocasiones llegó a afirmar que él formaba parte de su familia. Después
de la disolución de la URSS,
la
amistad o el supuesto parentesco de Dimitri con Sheiman facilitó su afianzamiento en la KGB bielorusa. En realidad la
familia de ambos provenía de la misma aldea, Soltanishki en la provincia de
Grodno. La cooperación de la dictadura de Lukashenko con la revolución
bolivariana, y sus intereses para preparar gente de Belarus en el sector
petrolero y gasífero del país caribeño, se transformó después de una entrevista
personal entre los presidentes de los dos países, en un hecho cierto. A
pesar de que la mayoría
de las naciones occidentales, habían considerado al gobierno de
Belarus como “la última dictadura de Europa”, entre otras cosas por la
represión del presidente Lukashenko sobre los disidentes políticos y la
prensa opositora, el presidente de la nación caribeña no dudó en proponer una
“asociación estratégica” con Belarus y públicamente afirmó que su homólogo era
“un compañero de armas”. Más de
dieciocho tratados fueron inicialmente suscritos entre las dos
naciones para lograr la activa cooperación de los bielorusos con la industria
petrolera, la petroquímica, el desarrollo agrícola, la vivienda, la ciencia, la
tecnología y hasta en la defensa nacional. En octubre del año 2005 ya el
presidente Lukashenko había promovido
otro referendo en su país que le permitiría su reelección continuada e indefinida de por vida y fue en esos días, cuando
los cancilleres de ambas naciones hicieron contacto para concretar sus
proyectos conjuntos. Sheiman había sido el intermediario para lograr la
designación de uno de los ex directores de la KGB como embajador de Belarus
en aquel país caribeño rico en petróleo. Desde
el año 2007 Venezuela le compraría armas a
Belarus y a Rusia, a cambio de lucrativos
contratos para la exploración de
petróleo y de gas. Los bielorusos poseedores de la tecnología de la antigua
Unión Soviética le vendieron inicialmente al país petrolero veinticuatro
aviones cazas SU–30 Sukhoi como parte de un paquete de armas,
un hecho que fue criticado por la prensa, pues ante el mundo entero,
inexplicablemente aparecía como si el país petrolero del Caribe
estuviese
preparándose para una posible guerra. En esa época el presidente bolivariano
hablaba constantemente del imperialismo, de la CIA y de una supuesta invasión yanki. Otra
cuantiosa inversión de tres mil millones de dólares en equipos bélicos
comprados a Rusia, incluían 53 helicópteros militares, 100,000 rifl es
Kalashnikov, diversas armas y se habló de la instalación de fábricas de
armamentos en su territorio. Mientras aires de guerra
parecían soplar en aquellos días sobre el país caribeño, su presidente padecía
de una incontrolable y agresiva verborragia, particularmente contra el
presidente del vecino país Colombia y el imperio norteamericano. Dimitri
ingresó al país del petróleo trayendo algo más que los convenios gasíferos en
su mente. El teniente Yakolev estaba inmerso en su obsesiva búsqueda de
información sobre las investigaciones alrededor del tema de la lepra. Ya en
tierras suramericanas, estuvo Dimitri disfrutando de tranquilidad y de las
delicias de la capital donde a pesar del desborde del hampa, el funcionario
bieloruso después de varios meses se sitió aclimatado en aquella ciudad
cosmopolita. Todas estas circunstancias se dieron favorablemente sin que él
terminase de aceptar que todo aquello parecía transformarse en una especie de
receso en su trabajo como agente de la
KGB. Él se negaba a pensar que por una razón oscura lo habían
alejado de su país, prefirió no obstante imaginar que lo estaban tratando
benévolamente, quizás por su amistad con Sheiman. En Caracas, lo habían
trasladado del Eurobuilding a una casa señorial alquilada en La Florida, muy cerca de la
casona del Country Club, con varias personas para atenderlo. Cocinera, mucamas
y jardinero servían en la mansión dirigidos por Matilda una voluminosa
gobernanta rusa. Parecía como si todo estuviese dispuesto para que él no
tuviese que preocuparse de otra cosa más que de sus conexiones para los
negocios sobre el petróleo, y sin embargo Dimitri persistía en su idea de
indagar cada vez más sobre la vida y las actividades de los investigadores
criollos que trabajaban sobre el mal bíblico. Había llegado a pensar que su
presidente y Sheiman lo favorecieron al
apartarlo del trabajo de control y supervisión de los disidentes en Minsk después
del accidente con cierto periodista que desapareció. Consecuentemente él se
decía que la oportunidad de estar viviendo en la nación caribeña, no la podía
desperdiciar. El destino parecía ofrecerle tiempo
suficiente para concretar sus proyectos en el país petrolero donde paradójicamente
el desmadre de violencia y corrupción en que se vivía, era explicado por sus
autoridades como parte de la carrera emprendida rumbo
al socialismo. Yakolev sonreía fumando un puro a la espera de que se
diesen todos los acuerdos para la aprobación de ciertas concesiones gasíferas
en el oriente del país. Mientras tanto, leía sobre las variantes del corinebacterium
leprae y trataba de lograr noticias a través de sus informantes
sobre la situación de los investigadores nacionales que trabajaban sobre la
lepra. Finalmente, interesantes informaciones filtradas y de fuentes que no eran
precisamente las de sus agentes, llegaron hasta él. Día a día, mientras iba
disfrutando de la vida en la capital, Dimitri fue aprendiendo detalles
interesantes sobre la vacuna y las bacterias, pero esencialmente se preocupaba
cada vez más sobre la vida de los investigadores de la región occidental. El
teniente Yakolev en unos meses lograría hacer ciertos contactos con los
directivos petroleros de PDVESA hasta concretar su decisión de trasladarse al
occidente del país. Pensó que el momento era de buen augurio y
decidió visitar la llamada “ciudad de fuego”, mientras las negociaciones de
Belarus y la nación caribeña entraban en su etapa más floreciente. Quiso
hacerlo personalmente ya que sus informantes nunca pudieron responder a todas sus
inquietantes preguntas. Escuchó historias sobre hermosos laboratorios dirigidos
por el profesor Arístides Sarmiento, creados para
estudiar
los bacilos de lepra en cachicamos y mientras meditaba sobre aquellas investigaciones
desde su casona cercana al Country Club capitalino, imaginaba a los personajes,
pero no lograba acceder con claridad a respuestas concretas. Su interés se
centró entonces en la persona de Silvester Korzeniowski, un individuo cuyo
lugar de nacimiento le tocaba muy de cerca y tras hacer varias consultas e
investigaciones en los archivos de la
KGB, había logrado resultados muy interesantes. Sus
informantes locales, el gordo Pinilla y Nicolai Martinovic, quienes habían
demostrado ser ineficientes, parecían no encontrar el extremo del hilo que le
permitiese desenredar una madeja de curiosas situaciones habidas en la calurosa
ciudad a orillas del lago Coquivacoa. Un cura ambicioso, un romance entre la
mujer de un inválido y uno de los investigadores, la historia del anciano
profesor Korzeniowski quien resultó ser un judío polaco nacido en los
territorios occidentales de su querida patria. Dimitri presentía que algo
extraño esperaba por él. Imaginó algún asunto con
los cachicamos, aquellos curiosos animales habitantes silentes en una
especie de bunker ubicado al sur de Maracaibo y hasta llegó a conocer detalles
alrededor de la vida de unos veterinarios que trabajaban para Sarmiento en La Cañada, quienes se jactaban
de conspirar contra el
gobierno, de manera tal que todas estas informaciones terminaron por
desesperarle. Para completar la situación, también existía la isla. Durante
siglos había sido asiento de un importante leprocomio y ahora aquel
territorio en forma de tortuga aplastada y considerada como un área
arrasada desde hacía más de veinte años, según algunos, ya no era una
isla desierta. Se decía que en ella se construían extrañas edificaciones, algunas
subterráneas. Cuando Dimitri Yakolev teniente de la KGB, tomó
la sabia decisión de trasladarse a “la tierra del sol amada”, llamó a sus
agentes, Pinilla y Martinovic y les dijo, con el acento gallego de su lenguaje
coloquial, que se fuesen a tomar por el culo, puesto que ante tal
cúmulo de disparates él había decidido viajar al occidente del país y
personalmente
hallaría una clave lógica para todo aquel embrollo. Como
corolario de todo lo expuesto, Dimitri Yakolev llegó en por primera vez
en un vuelo de la aerolínea “Conviasa” al aeropuerto de “La Chinita” que
sirve a la ciudad de Maracaibo, a finales de septiembre del año 2010 y
ya en el mes de noviembre, había visitado varias veces al profesor Korzeniowski
en su casa. Se había enterado a través de Martinovic, sobre
la supuesta aparición de alteraciones físicas con deformidades en
los cachicamos y supo sobre la visita de algunos investigadores gringos
quienes habían venido para hablar con el profesor Sarmiento. Él
no quiso parecer demasiado interesado en el asunto pues sobre el tema
de la lepra, él confiaba que indagaría a mediano plazo los detalles necesarios
extrayéndole la información al microbiólogo polaco. Si acaso ocultaban un
secreto sobre los bacilos y los cachicamos, seguramente solo lo
conocería la gente muy ligada al profesor Sarmiento. Dimitri analizaba el
asunto y se decía que si existían cambios en los animales inoculados, éstos
solo podrían deberse a mutaciones en los genes bacterianos. Lo repetía
para si Dimitri, mientras todo cuanto sucedía desde finales del año 2010
en el Laboratorio de La Cañada
de Urdaneta al sur de la tierra del sol amada, le había llegado gota a gota a
su mansión capitalina, hasta lograr que
su mente planificase la manera decisiva de complementar su obsesionante idea.
Desde la primera vez que se entrevistaron, consiguió capturar la atención del
profesor Korzeniowski y se supo controlador de la situación. Se presentó ante
él como un psicólogo, profesor egresado de una universidad europea, quien había
vivido varios años en La Coruña,
y de allí la entonación de su español, pero antes que nada, Dimitri dijo ser un
bieloruso amante de su patria
la cual consideraba como si fuese la misma que el país vecino, la
Polonia
natal de Silvester. En ese momento, él era sencillamente un hombre de
negocios interesado en sacar adelante varios convenios entre su país y el
emporio petrolero que representaba la nación caribeña. Dimitri, destacó
igualmente estar interesado en la historia de los judíos polacos durante el
Holocausto y le confió al profesor Korzeniowski estar escribiendo un libro sobre
este tema. El teniente Yakolev viajó desde Caracas de vuelta a su país y
estuvo un par de meses en Belarus a comienzos del año 2011. Regresaría durante
el mes de marzo, época cuando decidió volver a la carga sobre la “ciudad de
fuego”. Él volvería para reiniciar sus pláticas con su amigo, el anciano
profesor polaco. Para ese momento ya Dimitri tenía en su poder la información obtenida
de la KGB y se
sentía capaz de manipular al microbiólogo. Un proyecto como el que Yakolev
había diseñado, contaba con
la seriedad científica que le aportaba su conocimiento sobre bombas en
racimo y de cuanto ya sabía acerca de la posible utilización bélica de
las bacterias mutadas. Él estaba seguro, de que deslumbraría a su admirado
gran jefe Aleksander Lukashenko y
de aquella manera, suconexión personal con él volvería a restablecerse.
Pensaba que pronto estaría de vuelta en su patria, con algo muy
concreto. Dimitri estaba convencido de poder ofrecerle a su presidente una
muestra, un regalo, una propuesta, que podría ser lo
que precisaba el gobierno de Belarus para
negociar con la Madre
Rusia. Los deseos secretos de Dimitri eran llegar
a ver a Belarus tratada de igual a igual, como a su vecina Ucrania. Belarus
necesitaba un trueque como el que había logrado ya Putin en el negocio del gas
años atrás con la primer Ministro de Ucrania, la bella Timoshenko. El teniente
Yakolev sabía que podía contar con la discreción de
varios amigos en la KGB
quienes mantenían nexos de amistad con algunos
de los oligarcas ucranianos dueños la nueva Central Gasífera en Suiza, la RusUkrEnergo. En
el país caribeño sus contactos se estuvieron moviendo todo el tiempo para
lograr detalles específicos y sabía que podía intentar negociar con ellos una
oferta prometedora sobre las plataformas gasíferas de la nación americana. El
hombre de la KGB
bielorusa, en aquel momento, al hallarse en el occidente del país, presentía
que gracias a sus
contactos con las autoridades de la Estadal Petrolera
se le estaban abriendo
las mejores posibilidades para lograr lo necesario de manera que
sus amigos de la KGB
le conectasen con los negociantes de la RusUkrEnergo
en Suiza. No obstante, su sueño iba más allá, y lo lograría,
estaba seguro, a través de su amistad con Korzeniowski. Convencido
estaba Dimitri de que iba a hacer una doble jugada que se
resolvería en un par de meses. Ya empapado de todo lo necesario para
poder cuadrar su proyecto, requeriría tan solo obtener una muestra de
las bacterias mutadas y podría ofrecerle un regalo muy especial a su presidente.
Cual si fuese un hermoso presente, Dimitri Yakolev disfrazaba cariñosamente
como “el regalito” su proyecto de arma biológica secreta. La
ilusión de Dimitri en el fondo, era poder aplastar definitivamente al gobierno de Kiev.
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