sábado, 22 de marzo de 2014

El año de la lepra : capítulos 5 y 6




El año de la lepra
CAPITULO   5

Viernes 20 de febrero, 1871; 6:40 pm
Estarás en la curiara al vaivén de las ondas del río. Habrás trabajado todo el día en el leprocomio examinando y describiendo en detalle las lesiones de una decena de enfermos con mal de Hansen y estarás
físicamente exhausto. Al cerrar los ojos podrás regresar a tus recuerdos. La noche recién nace y en el cielo comienzan a brillar algunos luceros. Tú recordarás al gran Velpeau. Alfred–Armand Louis Marie quien había
sido tu profesor de Clínica Quirúrgica, el autor del “Tratado completo de anatomía quirúrgica” publicado desde el año 1825. A finales del año1835, Velpeau era el Cirujano Jefe del hospital La Charité y sus comentarios sobre tu tesis doctoral “La Climatología” fueron para ti inolvidables.
A pesar del cansancio que te invade, no puedes dejar de recordar lo que escribiste en aquel tratado donde hablabas por primera vez de la sarna como una enfermedad parasitaria. En tu mente, lentamente recorres el texto de tus palabras escritas… “En cada sitio, se imprime al hombre que en él nace o habita, desde cierto tiempo, un sello particular; el hombre, como los animales y los vegetales sometidos a leyes que rigen el universo, sufren constantemente sin embargo la influencia de los elementos que le rodean; por lo que, el hombre es una producción de la tierra: de todos los modificadores de la economía humana, el más potente es, el clima”. El clima hacía la diferencia. Al hablar de las nuevas experiencias que te impresionaban sobre la tierra firme de América, escribiste:   “… estos sombríos retiros están poblados de mosquitos y zancudos quienes, en las horas crepusculares del día, salen de allí para buscar su vida en la sangre de los hombres y de los animales. Varios otros insectos, del orden de los dípteros y del género cuterebre (cuterebra de Linneo), depositan sus huevos en la superficie de las heridas, sobre la piel del hombre y de las bestias…”
La idea de que mosquitos y zancudos podían ser vectores de las enfermedades, eran cosas que ya intuías desde tu primer viaje a “la tierra de gracia”… Recordarás como con tu hermano Felipe pudiste ver tantísimos casos de lo que llamaban “el mal de estómago” y como detectaron también casos de “vómito negro”, algunos en Maturín y cuando ambos viajaron por el Orinoco ya en los llanos del Apure, ¡cuantos casos les mostraron con “la derrengadera”!, un mal de los caballos que también denominaba la gente “la hermosura”. La disentería hacía estragos en los poblados de Aragua y hasta en el valle de Caracas. De todas estas observaciones surgiría la idea de tu tesis, estabas seguro de un hecho incontrovertible, el clima era el responsable de las enfermedades. La climatología era precisamente el estudio de las causas y de las curiosas consecuencias que caracterizaban las enfermedades en la tierra firme de América.

Dice la historia que cuando Luís Daniel Beauperthuy era estudiante de Medicina en París, el joven antillano se vio obligado a regresar a América y pudo viajar con su hermano a Venezuela durante el año 1834. Con Felipe, su hermano mayor, Luís Daniel viajó por el Oriente del país y por los llanos tomando notas sobre el clima y la geografía, sobre sus gentes y sus hábitos alimenticios y de sus condiciones sanitarias. Entretanto, fue coleccionando insectos y plantas las cuales a su regreso a Francia, en 1837, donaría al Museo de París. Con el Museo venía trabajando casi desde el inicio de sus estudios médicos pues había comenzado a visitar sus instalaciones desde que estaba en el bacho. En su tesis doctoral, Luís Daniel expuso todas sus experiencias de la larga visita a Venezuela, país que ya lo había capturado definitivamente. Demostró que la sarna era una enfermedad parasitaria.
Les mostró a los europeos como en una región que Cristóbal Colon había denominado “la tierra de gracia”, existían unos insectos, los ácaros, capaces de meterse bajo la piel y crear una serie de manifestaciones clínicas impresionantes de una enfermedad hasta el momento desconocida. Este concepto, sobre los insectos como causa de enfermedades, era totalmente novedoso. Por eso afirmaba “El hombre es una producción de la tierra” señalando insistentemente en la importancia del clima en el origen y las características de las diversas enfermedades.

Sin las enseñanzas de Albert Magendi y de cuanto aprendiste de Donné el gran microscopista, quizás aquellas observaciones no se plasmarían en realidades. En tus muestras microscópicas detectabas los principios histológicos de la Anatomía, los postulados por Bichat. A través del microscopio, mirando por el tubo dorado de tu flamante Chevalier, entenderías de los cambios que sufren los tejidos normales cuando son alterados por diversas patologías. Recordarías entonces el corazón sangriento de los batracios, latiendo ante tu emoción y la curiosidad de tus compañeros estudiantes escuchando las indicaciones del profesor Magendi quien insistía en que era ese músculo haciendo espasmos rítmicos el que hacía fluir la sangre. 
Tú ya sabías que por la sangre era como viajaban los elementos causantes de las enfermedades. Las teorías de Magendi y de Flourens parecían resonar aún en tu mente. “Los cordones posteriores llevan la sensibilidad y los anteriores la motricidad”, eso decían y se pinchaba la médula de los sapos y se miraba la pronta respuesta. Más aún, pudiste aprender que la coordinación motora residía en el oído interno, cosa que ya de por sí era algo mucho más complejo, pero tus profesores lo sabían y lo que ellos ignoraban era que tú tenías
una gran ventaja. Tú poseías un microscopio para poder detectar las lesiones tisulares y para esforzarte imaginando que podías hallar las causas de las enfermedades. Buscar los animáculos responsables de todos los males. Con tu compañero Adet de Roseville el mismo año de tu graduación pudiste demostrarle a los Académicos de la Ciencia en París, que los animáculos existían. Los mostraste pululando en las secreciones de los enfermos, en sus excretas y en sus mucosidades. En aquellos días, con Adet, buscabas las muestras en las camas de los enfermos terminales, en las tumoraciones de los cancerosos, raspando lesiones putrefactas de las gangrenas y fue así como presentaron los resultados en láminas de vidrio teñidas y en muestras vivas, ante los asombrados doctores de la Academia de Ciencias de París. Todavía ellos creían en “los miasmas” que penetraban por las vías respiratorias y que eran los causantes de todos los males.
Mantendrás los ojos cerrados y sintiendo el balanceo de la curiara y el golpe del remo en manos de tu sobrino, creerás caminar de nuevo por las tortuosas estrechas y oscuras calles que rodean la Sorbona, las mismas casas con sus buhardillas y sus chimeneas, el mismo piso empedrado que existía alrededor de los Liceos y de la Escuela de Medicina. Tú, un estudiante de ultramar, estarás de nuevo vivenciando tus años del Barrio Latino, de El País Latino, las horas verdes vividas en los jardines hermosos del Museo de Historia Natural, aquel húmedo paradisíaco recinto donde decías sentirte como en tu casa. El Museo estaba bordeado por el muelle de San Bernardo y entre las tres calles con aquellos emblemáticos nombres de Curvier, Buff ón y de Geoff rey Saint Hilaire, el padre de tu buen amigo Isidoro. Recordarás como el año 1844, estando ya tú casado con Ignacia, cuando vivías en Cumaná, te enteraste de que el profesor Saint Hilaire había fallecido. Supiste que tu amigo Isidoro le sucedería como Profesor de Zoología en el Jardin des
Plantes, el mismo afamado recinto donde transcurrieran tantas horas de tu juventud, aquel que durante la revolución fue denominado Musée Nacional d´Histoire Naturelle. Allí habrías de ser, durante muchos, años un asiduo estudiante, y pasarías horas admirando las fabulosas colecciones de plantas y de animales, aquellas aves y mamíferos disecados, algunas de las que Saint Hilaire y Curvier, trajeran desde Egipto en 1798 durante la invasión napoleónica. Rememorarás entonces cuando admiraste por primera vez la única jirafa que habías visto en tu vida. Aquel animal africano de cuello largo, traído desde Marsella para el parque
zoológico. Estabas con Carlos Luís a quien también habías conocido en el Jardin des Plants y sería él quien te hablaría de los microscopios de la Tienda de Óptica de su familia. Carlos Luís Chevalier, tu amigo,vendría a ser quien te introduciría en la apasionante tarea de la investigación microscópica. Recordarás con nostalgia la vez primera cuando visitaste la casa de la familia Chevalier frente al quai de l´Horlogue. Llegaste con tu amigo Carlos Luís, el segundo hijo de Monsieur Vincent, el afamado maestro de óptica y desde entonces, a pesar de que Carlos Luís era cuatro años mayor que tú, habrían de ser amigos para siempre. Sería con él como aprenderías a usar el microscopio, y recordarías las clases particulares de microscopía que en ocasiones te dictara Monsieur Vincent. Cuantas observaciones interesantes las que te hiciera el mismo Monsieur Vincent, tantas, muchas. Muy pronto aprenderías a manejar el microscopio, y al final casi como un premio, lograrías tu más preciada joya, el microscopio acromático “Vincent Chevalier” que habrían de regalarte ellos mismos, tus amigos. Con este aparato pasarías la vida entera observando excrementos, secreciones, orina y muestras de sangre en numerosas ocasiones. Examinarías muestras de muchos pacientes. Con ese, tu microscopio, mirarías detenidamente las alas y los palpos de los tipularios, te extasiarías ante las patas rayadas de blanco de los zancudos, los que supiste identificar como los transmisores de la fiebre amarilla, el terrible vómito negro. Sería con tu microscopio, como detallarías los pequeños tirabuzones de los vibriones del cólera y con él detectarías los hematozoarios en las muestras de sangre de los pacientes palúdicos. Sí, todo aquello, logrado en tu vida con el mismo regalo de los Chevalier, tus amigos del quai de l´Horloque, frente al Sena, en la ciudad luz…


   


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El año de la lepra

CAPITULO 6

Retazos del diario de Ruth
20 de diciembre, 1991:
Los exámenes todavía no dicen que es lo que pasa con mamita. Yo sigo teniendo esperanzas. Estoy aferrada a La Chinita y a José Gregorio y no quiero seguir escribiendo cosas tristes como lo he venido haciendo, yo más bien prefiero hablarte sobre mi hermanito Brino. Parece mentira pues la Navidad se acerca y estamos todos tan asustados. Brinolfo es un nombre poco común, pero ya sabes querido diario como somos por aquí con las cosas de los nombres propios. Rubén, mi hermano mayor lleva el nombre de mi abuelo paterno, El Rurro. Me cuenta papaíto que así era como llamaban a Rubén Reinaldo Romero, un señor del siglo XIX que había sido pescador y después ebanista. Con él aprendió mi papá su oficio, y como él, toda la vida ha trabajado con la madera para ser así como San José, un carpintero, muy bueno y además tenernos bien a nosotros, a su familia. Mi otro abuelo fue otra cosa. Don Carmelo Jaramillo Bedoya fue un personaje de novela. No lo conocimos pero mamita nos cuenta que era un gran señor de Antioquia, en tierras de Colombia, con grandes haciendas de ganado. La violencia, los guerrilleros y los delincuentes les quitaron
todo, arrasaron con sus posesiones, mataron a Don Carmelito y a su hermano y la familia tuvo que venirse exiliada para acá. Así llegaron a nuestra ciudad, a nuestra nación que para ellos si que es “el hermano país”. Así llegó mamita a este país, siendo una niña pequeña.

21 de diciembre, 1991:
Querido diario, fíjate como son las cosas, ayer quería hablarte de Brino y terminé contándote de mis abuelos. Hoy si que quiero escribir para contarte sobre mi querido hermanito y su música. Sobre Brinolfo. 
Él es compositor, bueno, eso dice él, jaja. La verdad es que a él como a mí, a los dos, a ambos dos nos encanta cantar. Creo que es herencia pues mis padres desde que nací se la pasan cantando, sobretodo boleros y todavía papá pone discos de pasta en un pickup antiquísimo que tiene de los tiempos de María Castaña. Ayerrecordé a Don Carmelito y no dejo de pensar en mamita quien tantos cuentos nos ha echado de su infancia en las montañas de Antioquia y de su familia desparramada por la violencia. Nos cuenta que “el hermano país” vive en una violencia sostenida desde cuando mataron a Gaitán, lo que llamaron “El Bogotazo”.

22 de diciembre, 1991:
Querido diario, escribo hoy más tranquila porque siento que ya mamita está mejor. Los exámenes dicen que no ha vuelto a aparecer el cáncer y yo no ceso de darle gracias a Diosito porque el milagro sé que se va a dar. Además estamos en unos días especiales, ya está aquí la Navidad. Toda la familia se reúne y hacemos hallacas y cenaremos juntos todos. Bueno mi diario querido, te cuento ahora sobre Brinolfo y sus estudios de Veterinaria en la universidad. A él siempre le gustaron los animales, y cuando nos sentamos a conversar
siempre me cuenta montones de cosas interesantes sobre la anatomía, las vacas, la leche y las cosas que le ocurren a sus compañeros, y tiene montones de historias sobre algunos profesores que son más locos que las cabras y unos de esos cuentos son para morirse de la risa. Yo a veces pienso que eso del cariño de Brin por los animales es como una herencia por parte de mamá, digo, mamita nació y su familia vivía en el campo, en haciendas, con vacas y demás. Ahora ya eso todo se acabó. Por eso será que Brino dice que su hermanita, que soy yo, y él, somos como unos canarios, animalitos que vuelan dice él, y deberíamos dedicarnos más bien a cantar. Jajaja!

23 de diciembre, 1991:
Ahora si que voy a escribir sobre Brino y sobre la música. A mí desde siempre me ha encantado cantar, ya te lo he contado y tú lo sabes bien mi diario querido. Cantar es algo que está por dentro de mí. Mi hermano, cuando quiere y siempre que podemos, canta conmigo. Creo que él es quién desde pequeñita, iba a decir desde chiquita, pero parece que me voy a quedar chiquita, como mamá, ambas somos menudas, ya tu sabes esa mortificación interna mía querido diario, a veces quisiera crecer un poco más y aunque somos mamita y yo menudas, no es Menudo lo que más me gusta, mas bien me agrada Karina y canto como ella esto de,   “se como duele comprender, como duele sonreír, me duele tanto sonreír y nada puedes hacer” y yo lo canto
imitándola, como si tuviera un micrófono en la mano, jajaja. A Brino, le encanta Guaco, pero él me acompaña, por que él se las sabe todas, toditicas, las de Franco de Vita, las de Jordano, ah la Perla negra, y algunas de Frank Quintero, pero lo cumbre, para mí es oír a Brino imitar a Santiago: “Lluvia tus besos fríos como la lluvia” y yo le echo mucha broma porque no sé como es que él no tiene todavía una novia, bueno, dice él que no tiene, y yo le digo, pero mijito si estáis como una cocaíta, si sois un bomboncito, y él que se explota de la risa, porque él, al sentirse así medio cuestionado, se enseria y dice, dizque él que solo tiene en su cabeza una cosa, y eso es, estudiar, jajaja. Bueno, si lo hace. Estudia. Lo hacen, él y sus amigos, pero yo digo que es solo cuando están apurados, con Sergio en la casa madrugan y beben café, se puñalean que da gusto, eso es lo que hacen cuando hay exámenes, pero después arrancan con la parrandita y ¡dígame en estos tiempos!, lo que es en noviembre y diciembre son pura gaita. Cuando termine la temporada gaitera tendrán que volver a los libros, a estudiar, eso les digo yo...

***
Finalizaba la década de los años 90, cuando el gobierno del paíspetrolero del Caribe pasó por la vía electoral a ser comandado por un grupo de militares. Las características populistas, con una decidida tendencia a la autocracia y a la centralización del poder fueron desde su inicio una constante en el nuevo sistema que inicialmente tuvo un respaldo popular inobjetable y a corto plazo, logró desarticular e inactivar
a los partidos políticos tradicionales. Paralelamente, los ingresos de la nación se incrementaron exageradamente por concepto de la renta petrolera, circunstancia ésta que condujo al gobierno en medio de una danza de millones, mientras se proclamaba socialista, a practicar un exagerado capitalismo de Estado. Se creó una nueva clase que algunos denominaron “la boliburguesía” nacida de un régimen que se caracterizaba por decir estar interesado en el bienestar social de su pueblo, y mientras le prestaba atención con dádivas a determinados grupos de desposeídos, a la vez regalaba millones de los bienes nacionales a países extranjeros para lograr apoyo a la expansión de un proyecto denominado revolucionario y que poco a poco se iba conociendo en el concierto de las naciones del mundo. Por diversos mecanismos, como casi siempre ocurre con una bonanza económica exagerada, florecieron grandes negocios e igualmente se estimuló la corrupción. Proyectos millonarios comenzaron a surgir, siempre amparados por personeros en posiciones claves e incondicionales del régimen. Algunos de ellos florecieron para ser desarrollados en otros países, otros fueron locales, todos ellos, al no existir aparentemente un control del gobierno por estar las instancias de poder supeditadas a la decisión del líder, nunca aportaron resultados a pesar de cuantiosas inversiones. Omar Yagüe tardó poco tiempo en comprender que debería penetrar el aparato gubernamental si quería hacer realidad la reactivación de su sueño postergado. Muy pronto regresó a tocar las teclas de varios comerciantes dispuestos a reeditar el proyecto de su isla de la fantasía y ejecutó un plan para la reorganización de su parroquia en Juntas Comunales que habrían de recibir apoyo político y económico del Estado. Esto sin duda alguna iba a facilitarle las cosas. Fueron surgiendo ciertos cambios en la idea original. La propuesta se transformó en una oferta dual; un parque infantil y un orfelinato que se crearía en paralelo a la instalación de laboratorios para fabricar medicamentos y para desarrollar proyectos de investigación, posiblemente sobre el mal de Hansen. Las diligencias de Omar para exponer los planos del parque infantil antes proyectado lograron concretar ofertas de importantes consorcios extranjeros. Los avances tecnológicos implicados habrían de ser de primera línea pues procederían de grandes laboratorios ubicados en diversas latitudes del extranjero. El éxito de la operación parecía garantizado precisamente por el hecho de que las propuestas no provenían de la clase médica y científica del país. Esta decisión era considerada determinante por los directores de “El Proceso”, ya que los médicos criollos como burgueses y capitalistas habrían de ser excluidos ante el surgimiento de una nueva clase médica forjada en cursos intensivos de tres años de duración y quienes habrían de darle apoyo a un poderoso Estado Socialista. Se le planteó al presbítero Yagüe como a mediano plazo se abrirían mercados para comercializar los medicamentos que se producirían en la isla. No se trataba de tecnología para preparar vacunas, las empresas extranjeras le garantizaban que en dos años fabricarían medicamentos genéricos para que al entrar al mercado, sus regalías los harían millonarios a corto plazo. Después de firmar, podría tener por seguro que en unos meses se estarían levantando paredes y techos y tanto los huérfanos que llegarían desde la Guajira, como los laboratorios de investigación y el gran parque de diversiones estarían funcionando, en menos de un año. Omar se repetía para si mismo, que él pudiese pasar a la historia del país y de la América entera, como lo que siempre había sentido ser, un empresario exitoso. Mentalmente desechaba por infundados los temores y las advertencias ya casi olvidadas que le hiciera el profesor Sarmiento. El presbítero ni se inmutaba al saberse estar aplicando el manido precepto Maquiavélico de que el fin justificaba los medios. Desde mediados del año 2007 estuvo dándole vueltas en la cabeza a las ofertas, sin decidirse. Finalmente en noviembre del año 2009, el padre Yagüe aceptó la propuesta de un consorcio farmacéutico iraní, el cual incluía en una cláusula un jugoso adelanto de dinero en efectivo. La fecha se fijó para diciembre de ese año, y la decisión aprobatoria le fue precisada por su contacto dentro del gobierno central. Esta proverbial conexión se dio a través de quien había sido un militar activo en una época pretérita, cuando Omar trabara gran amistad con él, a través de otro amigo común Cheo Ortega, durante el supuesto resguardo militar de la frontera occidental del país.  La suerte le sonreía ahora cuando su amigo, el General ya pasado a retiro,
Era también el asesor de recientes convenios con el gobierno de Belarus para la zona petrolera. El gobierno lo había nombrado, supervisor de los recursos destinados a toda la región occidental del país. Sabía Yagüe que sobre su amigo, ¡todo un General!, tan solo el jefe supremo podría paralizar las acciones ya en movimiento. Su impresión fue corroborada cuando a finales del año 2009, se le informó que “el anticipo” se haría efectivo al año siguiente, aunque habría de recibirlo fuera del país. Meses más tarde, fue invitado a viajar hasta Teherán en un vuelo charter con varios funcionarios gubernamentales. Le acompañó Cheo y dos acaudalados financistas del convenio millonario. Ya en tierra, no le costó mucho trabajo a Omar simpatizar en aquella ciudad con sus socios musulmanes y aceptar, tal y como le dijeron, que tenía que “aperturar” tres cuentas; una en aquella interesante ciudad, otra en un Banco nacional con sede en La Habana y la tercera, en un banco de Suiza. Su espíritu se tranquilizaba al entender que todas aquellas precauciones eran necesarias para proteger los intereses de las firmas que iban a comercializar los medicamentos a producirse en la isla. Seguridad industrial, le dijeron. Regresó a su ciudad y a su parroquia. Omar pensaba que a él “no le temblaba el pulso”, pero la verdad era que a medida que se empapaban de la situación, sentía que podían existir algunas razones para estar preocupado. Lo habló con cierta mortificación con su buen amigo, su confidente de muchos años y en esa ocasión Omar fue totalmente sincero con él. Desde años atrás “Cheo” era una especie de consejero y fiel compañero de Omar, había sido su asesor en muchos negocios los cuales para ambos habían resultado fructíferos. José Luís, a quien Omar apodaba cariñosamente “Cheíto” le animó para que “a la vaina de la isla, le metiese el caballo de cara”, y ejemplificó la situación apuntando la actitud que en política acostumbraba a asumir el máximo líder nacional. “Si la cosa está pelúa”, hay que “huir hacia delante”. Esto se lo dijo riendo y asegurándole que debería tranquilizarse pues el asunto, para todos resultaría beneficioso. A Omar, le parecía risible que a mediados del año 2010 él pudiese sentirse millonario pero se preguntaba que dirían si supieran como podía él, un cura católico estar en tratos comerciales con musulmanes, y esperaba que nadie se enterase de que había logrado reunir y poner a buen resguardo una
pelota de billetes verdes. Él había cumplido con todas las instrucciones. Disfrutó del viaje y al cerrar la recién abierta cuenta en el banco Iraní hubo de cargar de regreso al país con una cantidad de dinero en dólares norteamericanos que él mismo juzgó exorbitante. Su conciencia terminó por acallarse al aceptar que la ciencia, la investigación, la industria farmacéutica y hasta el país nacional con invalorables repercusiones internacionales habrían de ser los beneficiarios del proyecto, de su proyecto, el mismo que inicialmente él vislumbrara sencillamente como un parque infantil. Así fue como después de esconder su “cuota inicial”, con la seguridad de un futuro prometedor, regresó a sus conversaciones muy personales con Cheito, quien finalmente terminaría por tranquilizarlo. Casi sin el tiempo necesario para decidir por donde habría de comenzar a programar los primeros gastos, Omar Yagüe ni sospechaba para aquel momento que muy pronto se enteraría de inquietantes detalles desconocidos para él, y menos aún, que lamentablemente, la violencia y la muerte habrían de atravesárseleen el camino.

***
Víctor Pitaluga estaba pensando esa noche en Silvestre Korzeniowski. Le gustaba rememorar la sorpresa que representó para su estimado profesor todo aquello de las bacterias “alborotadas”. Cuando comenzaron
a provocarse los extraños cambios por primera vez, cuando se dio la aparición de los brotes entre las placas de los armadillos, las primeras pequeñas protrusiones, pusieron sobre aviso al microbiólogo. En unos días las gemaciones comenzaron a tomar la apariencia de nudos y de masas de un color gris parduzco. Era algo extraño y desagradable. Él las notó desde el comienzo mismo del proceso y por eso regresaba a las observaciones iniciales del profesor Korzeniowski. Sin darle a nadie mucho tiempo para elucubrar, Silvester le señaló la lanceta y bastó una incisión en aquellas protuberancias blandas para que en la linfa sanguinolenta observada bajo el objetivo del microscopio, mostrara miles de bacilos de Hansen. A partir de ese momento se extremaron los cuidados, se crearon áreas de seguridad, se adecuaron recintos con dobles puertas, y cuartos estancos donde se ubicaron los animales que rápidamente estaban cambiando de aspecto. También se solicitaron ropas desechables y demás aditamentos para la protección de los escasos empleados involucrados en las labores que implicaban el cuidado de los armadillos. Por otra parte, los animalitos que habían comenzado a mostrar una apariencia deplorable, activaron sus glándulas sudoríparas modificadas
en odoríferas, y cual si estuviesen permanentemente asustados, comenzaron a secretar un aceite fétido que se concentraba particularmente en las glándulas perianales. Pronto los hermosos Dasypus de nueve bandas y
coraza brillante se transformarían en armadillos mustios y tristes que comenzaban a modificar su apariencia tornándose en pequeños monstruos. Las bacterias en grandes cantidades eran idénticas a las observadas en las lesiones de los casos humanos de lepra lepromatosa y su identificación a través del microscopio las mostraba coloreadas tras su tratamiento con ácido y alcohol con piridina. El crecimiento de los bacilos era exponencial y no se detenía al usar la L–Dopa. Con inoculaciones ulteriores llegaron a 1018 en los brotes lepromatosos que emergían entre las escamas protectoras de los armadillos. El sistema de ventilación del laboratorio hubo de ser modificado por uno con una ductería especial para sostener espacios vacíos que no comprometiera a los investigadores para poder penetrar protegidos a los diversos laboratorios sin peligro de contaminarse. Ratones colocados en contacto con ese medio ambiente terminaron por hacer infecciones respiratorias, y rápidamente sepsis con focos purulentos. Al extraérseles la linfa, microscópicamente mostraban miríadas de bacilos leprosos. La situación era tan interesante y el peligro tan crítico, que el profesor Silvester decidió clausurar las áreas hasta tanto se examinase la situación genética de estas especies atípicas del corinebacterum leprae. Víctor recordó entonces la llegada de un grupo de expertos, profesores venidos directamente de los Estados Unidos para ayudarlos en la situación de emergencia que se les presentaba. Todos estos acontecimientos se habían desarrollado tan solo unos meses atrás, y se sucedieron con la discreción que ameritaba el caso. El planteamiento y las propuestas de los científicos se apoyaban en el criterio de uno de los laboratorios norteamericanos especializado en lepra y tuberculosis. Este Centro de investigaciones ubicado en la Universidad de Columbia en el Estado de Nueva York, era sucedáneo del CDC de Atlanta. Su representante llegó a conversar con el profesor Sarmiento planteándole hechos muy concretos y señalándole la urgencia de las decisiones a tomar. Le ofrecieron darle el apoyo requerido a Arístides, con las más avanzadas técnicas para el examen y la tipificación de los bacilos, todo no obstante, estaba sujeto a una muy precisa condición única. Los norteamericanos propusieron llevarse todas las muestras y hacer los experimentos necesarios fuera del país. La razón parecía obvia. No creían que los investigadores locales fuesen capaces de evitar contaminarse a corto plazo en medio de una situación experimental tan curiosa, por lo que ellos ofrecían todo lo necesario para evitar una impostergable tragedia. Silvester lo conversó con Arístides, y ambos, sin pensarlo mucho, decidieron no aceptar la oferta. Los investigadores gringos se fueron molestos y protestando sin haber podido conocer a fondo los detalles de cómo se habían llevado a cabo los experimentos que condujeron a la enfermedad en los dasypus. Víctor recapitulaba las vivencias de aquellos días, poco tiempo atrás, y de cómo inmediatamente, desde hacía ya un par de meses existió la firme decisión de retomar el trabajo. Este se había transformado en una febril actividad de investigación que sin duda habría de conducirles, no sin dificultades, a demostrar el locus cromosómico donde se estaba produciendo la mutación de los bacilos de Hansen. Tras conversar detenidamente con su mentor, el profesor Silvester Korzeniowski, Víctor se sintió seguro. Aprovechó entonces el momento para rememorar trozos de su vida. Recordó a su madre y su pasión por la enseñanza, ella y la precisión de las letras, pensó entonces que él, definitivamente era también un poco como su padre, un hombre muy terco. Quiso creer que lejos de ser la tozudez uno de su mayores defectos, la seguridad en si mismo valía para darle la esperanzadora corazonada de que estaban en una gesta tendiente a demostrar un increíble y trascendental hecho de la naturaleza que habría de valer para lograr avances en el campo de la investigación microbiológica. Al rememorar a su padre, Víctor volvió a verse en la capital, un año antes de graduarse de Biólogo en la Universidad Central de Venezuela, cuando recibió la noticia de la muerte de Pedro Elías Pitaluga. Él regresó rápidamente a su tierra natal y acompañó a Natalie, durante un par de semanas en el dolor de la súbita partida de su padre. Había sido todo muy apresurado, Pedro Elías vivía apaciblemente cuando fue sorprendido por un infarto masivo de corazón. Víctor regresó a la capital para terminar su carrera, y continuaría en la apasionante actividad de investigación en la que se hallaba involucrado con los colegas del Profesor Convincit quienes estaban en aquellos días tratando de elaborar una vacuna para el mal de Hansen. Él recordó que siempre se había sentido muy unido a su padre, no solo por ser hijo único, también por el carácter emprendedor de Pedro Elías y su amor por Natalie y por la música. Estas dos pasiones habían caracterizado la existencia de Pedro Elías Pitaluga y habían sido siempre ejemplos de vida para Víctor. Desde muy temprana edad, su padre asistió a un conservatorio y durante sus estudios de primaria y bachillerato continuó su formación musical, de manera que cuando ingresó al Instituto Pedagógico, Pedro Elías dominaba casi todos los instrumentos de cuerda siendo un virtuoso con el violín. Utilizó la música y una buena dosis de romanticismo para enamorar a Natalie quien cursaba su carrera profesional en el mismo Instituto. Ella era una joven hermosa, hija de dos conocidos maestros de la educación secundaria en Maracaibo, Aquiles Boscán brillante profesor de química y María Antonieta García una profesora de Ciencias Biológicas y de Literatura, admirada, idolatrada casi por sus numerosos jóvenes alumnos. De sus padres heredó Natalie el gusto por el estudio de las ciencias exactas y el color moreno de Aquiles, así como de su madre recibió el don de poseer una belleza imponente y la pasión por las asignaturas humanísticas y por la Biología que caracterizaron a María Antonieta. Pocos años después de graduarse, Natalie Boscán era conocida ya como una destacada profesora de castellano y literatura. Pedro Elías, sin abandonar la música y en medio del trato cordial que caracterizaba todas sus acciones, tomó varios cursos de gerencia magisterial, que lo conducirían a la jefatura de la Dirección de Personal de una importante empresa petrolera, cargo que afortunadamente proveería de estabilidad económica a su familia. En unos años ascendió a la Gerencia de la Shell Petroleum Company en la Costa Oriental del Lago, razón por la cual la infancia de Víctor, si bien un tanto itinerante pues transcurrió en los campos petroleros de Mene Grande, Cabimas, Ciudad Ojeda y Lagunillas, estuvo plena de cariño, de estudios y de música. Mientras continuaba incentivando y estimulando la lectura permanentemente en su hijo, Natalie con tesón autodidacta ascendió a posiciones directivas en el sistema escolar local. El año 1984 ya siendo Víctor un adolescente e iniciando el bachillerato, Pedro Elías fue jubilado de la Shell y la familia se trasladó a Maracaibo donde habitarían en una casa nueva adquirida en una urbanización “de clase media acomodada”. Pedro  Elías con un auto recién comprado, decidiría dedicarse a la enseñanza de la música en su casa y Natalie pasaría a ser una activa profesora de castellano y literatura, en varios liceos de la ciudad, admirada por sus capacidades docentes, su belleza y la dulzura de su carácter. Las conversaciones con su abuelo Aquiles, y el ejemplo permanente de su madre dedicada al estudio y a la enseñanza, insuflaron en Víctor una curiosidad natural por temas relacionados con las ciencias, en los que invertía horas de lectura en los numerosos libros en la biblioteca de sus abuelos. Allí en casa, su curiosidad terminaría por orientarlo a diversos aspectos relacionados con la Ciencias Biológicas. Al finalizar el bachillerato tomó la decisión de irse a la capital para estudiar en la Escuela de Biología de la Universidad Central y ésta fue asimilada por todos como una necesidad impostergable, la cual al fin y al cabo iba a ser pasajera pues al graduarse, él habría de regresar a su tierra natal. Víctor sacudió su cabeza como para alejar los recuerdos del pasado que llegaban a su mente distrayéndole de su inmediata preocupación por aquello que posiblemente habrían de hallar al día siguiente en la visita nocturna a la isla, una incursión que ya habían planificado con antelación y de la cual no se había atrevido aún a informarle nada a Ruth. Tendría que hacerlo esa misma tarde, o en la noche, antes del día sábado.

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Belarus, el país de Dimitri Yakolev se encuentra enclavado en medio de la Europa Oriental entre Polonia, Ucrania, Lituania y Rusia. Belarus es una nación surgida de la disolución de la URSS y Dimitri siempre se consideró él mismo y a través de la historia de varios familiares, como uno de los ciudadanos bielorusos afectado por el accidente de Chernobyl. El teniente Dimitri Yakolev, funcionario de la KGB, había nacido en Soltanishki una pequeña ciudad en la Región del Grodno y tenía familiares en Lakhva y en pequeñas aldeas enclavadas en los húmedos bosques de Belarus occidental. Estos extensos parajes salpicados de lagos habían sido recorridos por él en su niñez y juventud, por lo que se vanagloriaba de conocer bien aquella región siempre disputada en una larga historia de guerras, luchas fratricidas y desencuentros, entre polacos y rusos, alemanes y judíos, así como por sus vecinos lituanos y ucranianos. A Dimitri si había algo que le fastidiaba, era la República de Ucrania, tan grande, al sur de su país y nacida también por el desmembramiento de la Rusia Soviética. Los ucranianos no habían sido nunca más rusos que ellos, así lo pensaba él. Belarus mantenía un estricto control de su gente gracias a la KGB funcionando en sus estamentos más primitivos, cual si la Rusia estalinista nunca hubiese desaparecido y Dimitri precisamente era parte de ese aparato que controlaba todo cuanto acontecía en su país. Más de una década antes del terrible accidente en la planta nuclear de Chernobyl, cuando ya en el año ochenta y cuatro, Aleksander Lukashenko era reconocido como un activo propagandista de la disuelta Unión Soviética y pronto se transformaría en el nuevo presidente de Belarus. A través de reformas constitucionales, Lukashenko el líder del nacionalismo bieloruso admirado y respetado por Dimitri, en poco tiempo logró subordinar todas las instituciones amordazando los medios, vulnerando los derechos y libertades públicas, hasta proponer en el año 2001 un referéndum para prorrogar su mandato hasta el año 2006. Declarado fraudulento por todos los países de la Unión Europea, la consulta funcionó para él. En el fondo, las motivaciones y las ideas de Dimitri Yakolev, eficiente agente de la KGB, provenían de su amistad personal con Víktor Sheiman, antes oficial del Ejército ruso y uno de los expertos en seguridad de la exURSS, quién fungió como Consejero de Seguridad del presidente Lukashenko desde el año 1994. Dimitri respetaba a Víctor Vladimirovich casi como a un padre y en ocasiones llegó a afirmar que él formaba parte de su familia. Después de la disolución de la URSS,
la amistad o el supuesto parentesco de Dimitri con Sheiman facilitó su afianzamiento en la KGB bielorusa. En realidad la familia de ambos provenía de la misma aldea, Soltanishki en la provincia de Grodno. La cooperación de la dictadura de Lukashenko con la revolución bolivariana, y sus intereses para preparar gente de Belarus en el sector petrolero y gasífero del país caribeño, se transformó después de una entrevista personal entre los presidentes de los dos países, en un hecho cierto. A pesar de que la mayoría de las naciones occidentales, habían considerado al gobierno de Belarus como “la última dictadura de Europa”, entre otras cosas por la represión del presidente Lukashenko sobre los disidentes políticos y la prensa opositora, el presidente de la nación caribeña no dudó en proponer una “asociación estratégica” con Belarus y públicamente afirmó que su homólogo era “un compañero de armas”. Más de dieciocho tratados fueron inicialmente suscritos entre las dos naciones para lograr la activa cooperación de los bielorusos con la industria petrolera, la petroquímica, el desarrollo agrícola, la vivienda, la ciencia, la tecnología y hasta en la defensa nacional. En octubre del año 2005 ya el presidente Lukashenko había promovido otro referendo en su país que le permitiría su reelección continuada e indefinida de por vida y fue en esos días, cuando los cancilleres de ambas naciones hicieron contacto para concretar sus proyectos conjuntos. Sheiman había sido el intermediario para lograr la designación de uno de los ex directores de la KGB como embajador de Belarus en aquel país caribeño rico en petróleo. Desde el año 2007 Venezuela le compraría armas a Belarus  y a Rusia, a cambio de lucrativos contratos para la exploración de petróleo y de gas. Los bielorusos poseedores de la tecnología de la antigua Unión Soviética le vendieron inicialmente al país petrolero veinticuatro aviones cazas SU–30 Sukhoi como parte de un paquete de armas, un hecho que fue criticado por la prensa, pues ante el mundo entero, inexplicablemente aparecía como si el país petrolero del Caribe
estuviese preparándose para una posible guerra. En esa época el presidente bolivariano hablaba constantemente del imperialismo, de la CIA y de una supuesta invasión yanki. Otra cuantiosa inversión de tres mil millones de dólares en equipos bélicos comprados a Rusia, incluían 53 helicópteros militares, 100,000 rifl es Kalashnikov, diversas armas y se habló de la instalación de fábricas de armamentos en su territorio. Mientras aires de guerra parecían soplar en aquellos días sobre el país caribeño, su presidente padecía de una incontrolable y agresiva verborragia, particularmente contra el presidente del vecino país Colombia y el imperio norteamericano. Dimitri ingresó al país del petróleo trayendo algo más que los convenios gasíferos en su mente. El teniente Yakolev estaba inmerso en su obsesiva búsqueda de información sobre las investigaciones alrededor del tema de la lepra. Ya en tierras suramericanas, estuvo Dimitri disfrutando de tranquilidad y de las delicias de la capital donde a pesar del desborde del hampa, el funcionario bieloruso después de varios meses se sitió aclimatado en aquella ciudad cosmopolita. Todas estas circunstancias se dieron favorablemente sin que él terminase de aceptar que todo aquello parecía transformarse en una especie de receso en su trabajo como agente de la KGB. Él se negaba a pensar que por una razón oscura lo habían alejado de su país, prefirió no obstante imaginar que lo estaban tratando benévolamente, quizás por su amistad con Sheiman. En Caracas, lo habían trasladado del Eurobuilding a una casa señorial alquilada en La Florida, muy cerca de la casona del Country Club, con varias personas para atenderlo. Cocinera, mucamas y jardinero servían en la mansión dirigidos por Matilda una voluminosa gobernanta rusa. Parecía como si todo estuviese dispuesto para que él no tuviese que preocuparse de otra cosa más que de sus conexiones para los negocios sobre el petróleo, y sin embargo Dimitri persistía en su idea de indagar cada vez más sobre la vida y las actividades de los investigadores criollos que trabajaban sobre el mal bíblico. Había llegado a pensar que su presidente y Sheiman lo favorecieron al apartarlo del trabajo de control y supervisión de los disidentes en Minsk después del accidente con cierto periodista que desapareció. Consecuentemente él se decía que la oportunidad de estar viviendo en la nación caribeña, no la podía desperdiciar. El destino parecía ofrecerle tiempo suficiente para concretar sus proyectos en el país petrolero donde paradójicamente el desmadre de violencia y corrupción en que se vivía, era explicado por sus autoridades como parte de la carrera emprendida rumbo al socialismo. Yakolev sonreía fumando un puro a la espera de que se diesen todos los acuerdos para la aprobación de ciertas concesiones gasíferas en el oriente del país. Mientras tanto, leía sobre las variantes del corinebacterium leprae y trataba de lograr noticias a través de sus informantes sobre la situación de los investigadores nacionales que trabajaban sobre la lepra. Finalmente, interesantes informaciones filtradas y de fuentes que no eran precisamente las de sus agentes, llegaron hasta él. Día a día, mientras iba disfrutando de la vida en la capital, Dimitri fue aprendiendo detalles interesantes sobre la vacuna y las bacterias, pero esencialmente se preocupaba cada vez más sobre la vida de los investigadores de la región occidental. El teniente Yakolev en unos meses lograría hacer ciertos contactos con los directivos petroleros de PDVESA hasta concretar su decisión de trasladarse al occidente del país. Pensó que el momento era de buen augurio y decidió visitar la llamada “ciudad de fuego”, mientras las negociaciones de Belarus y la nación caribeña entraban en su etapa más floreciente. Quiso hacerlo personalmente ya que sus informantes nunca pudieron responder a todas sus inquietantes preguntas. Escuchó historias sobre hermosos laboratorios dirigidos por el profesor Arístides Sarmiento, creados para
estudiar los bacilos de lepra en cachicamos y mientras meditaba sobre aquellas investigaciones desde su casona cercana al Country Club capitalino, imaginaba a los personajes, pero no lograba acceder con claridad a respuestas concretas. Su interés se centró entonces en la persona de Silvester Korzeniowski, un individuo cuyo lugar de nacimiento le tocaba muy de cerca y tras hacer varias consultas e investigaciones en los archivos de la KGB, había logrado resultados muy interesantes. Sus informantes locales, el gordo Pinilla y Nicolai Martinovic, quienes habían demostrado ser ineficientes, parecían no encontrar el extremo del hilo que le permitiese desenredar una madeja de curiosas situaciones habidas en la calurosa ciudad a orillas del lago Coquivacoa. Un cura ambicioso, un romance entre la mujer de un inválido y uno de los investigadores, la historia del anciano profesor Korzeniowski quien resultó ser un judío polaco nacido en los territorios occidentales de su querida patria. Dimitri presentía que algo extraño esperaba por él. Imaginó algún asunto con los cachicamos, aquellos curiosos animales habitantes silentes en una especie de bunker ubicado al sur de Maracaibo y hasta llegó a conocer detalles alrededor de la vida de unos veterinarios que trabajaban para Sarmiento en La Cañada, quienes se jactaban de conspirar contra el gobierno, de manera tal que todas estas informaciones terminaron por desesperarle. Para completar la situación, también existía la isla. Durante siglos había sido asiento de un importante leprocomio y ahora aquel territorio en forma de tortuga aplastada y considerada como un área arrasada desde hacía más de veinte años, según algunos, ya no era una isla desierta. Se decía que en ella se construían extrañas edificaciones, algunas subterráneas. Cuando Dimitri Yakolev teniente de la KGB, tomó la sabia decisión de trasladarse a “la tierra del sol amada”, llamó a sus agentes, Pinilla y Martinovic y les dijo, con el acento gallego de su lenguaje coloquial, que se fuesen a tomar por el culo, puesto que ante tal cúmulo de disparates él había decidido viajar al occidente del país y
personalmente hallaría una clave lógica para todo aquel embrollo. Como corolario de todo lo expuesto, Dimitri Yakolev llegó en por primera vez en un vuelo de la aerolínea “Conviasa” al aeropuerto de “La Chinita” que sirve a la ciudad de Maracaibo, a finales de septiembre del año 2010 y ya en el mes de noviembre, había visitado varias veces al profesor Korzeniowski en su casa. Se había enterado a través de Martinovic, sobre la supuesta aparición de alteraciones físicas con deformidades en los cachicamos y supo sobre la visita de algunos investigadores gringos quienes habían venido para hablar con el profesor Sarmiento. Él no quiso parecer demasiado interesado en el asunto pues sobre el tema de la lepra, él confiaba que indagaría a mediano plazo los detalles necesarios extrayéndole la información al microbiólogo polaco. Si acaso ocultaban un secreto sobre los bacilos y los cachicamos, seguramente solo lo conocería la gente muy ligada al profesor Sarmiento. Dimitri analizaba el asunto y se decía que si existían cambios en los animales inoculados, éstos solo podrían deberse a mutaciones en los genes bacterianos. Lo repetía para si Dimitri, mientras todo cuanto sucedía desde finales del año 2010 en el Laboratorio de La Cañada de Urdaneta al sur de la tierra del sol amada, le había llegado gota a gota a su mansión capitalina, hasta lograr que su mente planificase la manera decisiva de complementar su obsesionante idea. Desde la primera vez que se entrevistaron, consiguió capturar la atención del profesor Korzeniowski y se supo controlador de la situación. Se presentó ante él como un psicólogo, profesor egresado de una universidad europea, quien había vivido varios años en La Coruña, y de allí la entonación de su español, pero antes que nada, Dimitri dijo ser un bieloruso amante de su patria la cual consideraba como si fuese la misma que el país vecino, la
Polonia natal de Silvester. En ese momento, él era sencillamente un hombre de negocios interesado en sacar adelante varios convenios entre su país y el emporio petrolero que representaba la nación caribeña. Dimitri, destacó igualmente estar interesado en la historia de los judíos polacos durante el Holocausto y le confió al profesor Korzeniowski estar escribiendo un libro sobre este tema. El teniente Yakolev viajó desde Caracas de vuelta a su país y estuvo un par de meses en Belarus a comienzos del año 2011. Regresaría durante el mes de marzo, época cuando decidió volver a la carga sobre la “ciudad de fuego”. Él volvería para reiniciar sus pláticas con su amigo, el anciano profesor polaco. Para ese momento ya Dimitri tenía en su poder la información obtenida de la KGB y se sentía capaz de manipular al microbiólogo. Un proyecto como el que Yakolev había diseñado, contaba con la seriedad científica que le aportaba su conocimiento sobre bombas en racimo y de cuanto ya sabía acerca de la posible utilización bélica de las bacterias mutadas. Él estaba seguro, de que deslumbraría a su admirado gran jefe Aleksander Lukashenko y de aquella manera, suconexión personal con él volvería a restablecerse. Pensaba que pronto estaría de vuelta en su patria, con algo muy concreto. Dimitri estaba convencido de poder ofrecerle a su presidente una muestra, un regalo, una propuesta, que podría ser lo que precisaba el gobierno de Belarus para negociar con la Madre Rusia. Los deseos secretos de Dimitri eran llegar a ver a Belarus tratada de igual a igual, como a su vecina Ucrania. Belarus necesitaba un trueque como el que había logrado ya Putin en el negocio del gas años atrás con la primer Ministro de Ucrania, la bella Timoshenko. El teniente Yakolev sabía que podía contar con la discreción de varios amigos en la KGB quienes mantenían nexos de amistad con algunos de los oligarcas ucranianos dueños la nueva Central Gasífera en Suiza, la RusUkrEnergo. En el país caribeño sus contactos se estuvieron moviendo todo el tiempo para lograr detalles específicos y sabía que podía intentar negociar con ellos una oferta prometedora sobre las plataformas gasíferas de la nación americana. El hombre de la KGB bielorusa, en aquel momento, al hallarse en el occidente del país, presentía que gracias a sus contactos con las autoridades de la Estadal Petrolera se le estaban abriendo las mejores posibilidades para lograr lo necesario de manera que sus amigos de la KGB le conectasen con los negociantes de la RusUkrEnergo en Suiza. No obstante, su sueño iba más allá, y lo lograría, estaba seguro, a través de su amistad con Korzeniowski. Convencido estaba Dimitri de que iba a hacer una doble jugada que se resolvería en un par de meses. Ya empapado de todo lo necesario para poder cuadrar su proyecto, requeriría tan solo obtener una muestra de las bacterias mutadas y podría ofrecerle un regalo muy especial a su presidente. Cual si fuese un hermoso presente, Dimitri Yakolev disfrazaba cariñosamente como “el regalito” su proyecto de arma biológica secreta. La ilusión de Dimitri en el fondo, era poder aplastar definitivamente al gobierno de Kiev.


 

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