El año de la lepra
CAPITULO 4
Arístides Sarmiento cumplió 70 años un día del año 2010.
Durante más de una década, había dirigido el Centro de Investigaciones sobre
Enfermedades Tropicales de la Universidad Occidental, institución ésta que fue
reconocida en la “ciudad de fuego” por haber logrado algunos hitos importantes
en el historial científico de la región. Arístides Sarmiento siempre había sido
un personaje apreciado en el ambiente académico regional, y también respetado
nacionalmente como científico. Al menos eso comentaban algunos de sus pares,
quizás gracias a la divulgación de varios trabajos publicados en el extranjero
por él y por su equipo de investigadores. Años atrás, Sarmiento colaboró con un
médico tisiólogo, el doctor Piero Itriago en la organización de los primeros
laboratorios de bacteriología de la región a cargo del microbiólogo polaco, Silvester Korzeniowski, dedicado investigador
quien descubrió varias cepas de bacilos tuberculosos letales, cepas autóctonas
causantes de alta mortalidad entre los indígenas de la etnia wayúu. Arístides y
Piero Itriago diseñaron con el microbiólogo, algunas vacunas contra aquellas
cepas mientras el incansable doctor Itriago desarrolló intensas campañas para
detectar a los indígenas que estaban enfermos de los pulmones siguiendo una
estrategia de pesquisa en camiones equipados con aparatos de Rayos X. Los
camiones con personal adiestrado se movían por las polvorientas trillas
arenosas de la región, hasta que se logró acabar con la tuberculosis que
diezmaba las tribus de los indígenas wayúus.
Dentro de su universidad, Arístides Sarmiento también
trabajó afanosamente con la doctora Wurtlitzer y con su jefe, el profesor
Crisanto Navarro en el estudio epidemiológico de los brotes encefalíticos que
afectaban periódicamente aquel Estado fronterizo. Aprendió mucho sobre el rudo
trabajo de campo, del cual se derivó el mapeo enzoótico de las zonas afectadas
por los virus Nariva, Sindbis, de la Encefalitis del Este y del Oeste, y en particular
se pudo establecer con precisión la extensión de los brotes epizoóticos y
epidémicos provocados por el virus encefalítico local. El virus es trasmitido
por mosquitos del género Culicidio y producía en burros y caballos un mal de
tal naturaleza que les hacía temblar y girar en círculos por lo que los
lugareños le denominaron la peste loca de las bestias. Durante años estuvieron
investigando sobre los hábitos de numerosos zancudos que pululaban entre los
reservorios naturales, animales salvajes moradores de lagunetas y manglares ubicados
en los territorios al noroeste de la nación, y así fue como varios zoólogos y
entomólogos crearon un importante bloque de investigadores alrededor del
Profesor Navarro quien tenía un verbo encendido y cáustico. Lamentablemente el
profesor desapareció en una avioneta cuyo siniestro en la Sierra de Perijá cuando
aspiraba asumir el Decanato de su Facultad se asoció a oscuras motivaciones de
orden político. Desde entonces, las epidemias encefalíticas de los años 59, 62,
85 y 95 del siglo XX, no se habían vuelto a repetir y se pensaba en la región
que esto había sido una consecuencia de los esfuerzos de aquellos
investigadores de Maracaibo dedicados a esas pesquisas bajo la tutela de
Navarro y de Sarmiento. A fi nales del pasado siglo XX, Arístides y Silvester
Korzeniowski ya contaban con la ayuda del joven Víctor Pitaluga cuando
incorporaron en sus proyectos a Rodrigo Gartán, un anatomopatólogo que había
desarrollado un modelo experimental en ratas preñadas para demostrar el daño
intrauterino provocado por el virus encefalítico. Estos trabajos de
investigación introdujeron al joven Víctor Pitaluga, recién graduado de
Biólogo, en un mundo de ratones, ratas, fetos y placentas en diversas especies
animales examinadas por Rodrigo Gartán y por él mismo, con el microscopio. Los
resultados eran cotejados con los virólogos del equipo del doctor Navarro. Así,
habían logrado corroborar las teorías de un viejo profesor austriaco ya
fallecido, el doctor Hans Wagner, propuestas en la década de los sesenta luego
de haber demostrado casos de fetos con necrosis cerebral masiva nacidos de
madres wayúus quienes habían padecido de fiebres en la Guajira durante el
embarazo. La experiencia de Pitaluga como investigador se amplió
considerablemente con estos trabajos experimentales. Finalmente su interés
derivaría hacia el estudio de la patogenia de la lepra bajo la tutela de
Silvester Korzeniowski. Itriago y Sarmiento, y un poco más tarde Korzeniowski,
habían trabajado desde el inicio de los años cincuenta en el leprocomio de la
isla de Lázaros dirigidos por el profesor Fernández, un médico leprólogo con
alma de investigador interesado en la bacteriología, quien durante muchos años
decidió ausentarse para aprender más sobre el bacilo de Hansen en el Instituto Pasteur de París. Diversos
aspectos sobre la historia local y nacional de las corinebacterias
autóctonas, los había aprendido Arístides Sarmiento del
doctor Fernández. A su regreso de Europa, juntos habían revisado en detalle los
trabajos realizados en el siglo XIX por Luís Daniel Beauperthuy sobre la
curación de la lepra, por lo que algunas observaciones interesantes de
Fernández y Sarmiento, procedían de la lectura cuidadosa de las notas escritas
por el doctor Beauperthuy, quien también fuera conocido como “el médico de
Cumaná” y quien describiera detalladas indicaciones sobre el tratamiento del
mal de Lázaro cuando trabajaba en un leprocomio que crearon para él los
ingleses en la isla Kaow, en medio del río Esequibo. Sarmiento había
examinado con Korzeniowski algunos
cultivos de bacilos locales e intentaron diversas técnicas para alterar la
cubierta celular de las bacterias sin obtener respuestas favorables. En la isla
de Lázaros frente a la “ciudad de fuego”, ellos habían ensayado aplicando los
tratamientos propuestos por Beauperthuy, pero tampoco lograron mejorías
aparentes de la enfermedad. A su regreso de Francia el consagrado investigador
leprólogo Arquímedes Fernández, quien volvía a dejar sus huesos enterrados en
su tierra natal, según él mismo lo había declarado, se entrevistó
con el profesor Sarmiento, y tras elogiar los trabajos sobre las cepas del
bacilo de Koch que su amigo Arístides había logrado descubrir con Korzeniowski,
les propuso dedicasen sus esfuerzos a examinar el bacilo de Hansen. Sarmiento,
siempre dispuesto estuvo de acuerdo y fue entonces cuando decidió darle más
responsabilidades en el proyecto al joven Pitaluga. Al entrar en contacto con
Silvester Korzeniowski, Víctor y su tutor polaco, se entusiasmaron con el
estudio de los bacilos de la lepra cultivando los bacilos
en las almohadillas plantares de ratones, pero
nuevamente, los resultados que obtuvieron fueron muy poco alentadores. Víctor
Pitaluga se fue a la capital y discutió estas ideas con los investigadores que
trabajaban con el famoso profesor Jacinto Convincit de quien se decía había
inventado una vacuna para el mal de Hansen. Fue él quien allá les planteó la
posibilidad de experimentar con los cachicamos. Así fue como surgió la idea de
crear un laboratorio para reproducir cachicamos en cautiverio y el profesor
Sarmiento entusiasmado, decidió iniciar sin escatimar esfuerzos la construcción
del laboratorio con ese propósito en la Cañada de Urdaneta al sur de la “ciudad de
fuego”.
Con del advenimiento de las Sulfonas, y en particular de la Dapsona desde la década de
los 50 del pasado siglo XX, la resolución acordada por los organismos de
Sanidad del país desde el año 1947 comenzaría a aplicarse. Al utilizar éstos y
otros medicamentos locales y sistémicos, los tratamientos ambulatorios tenían
que haber suplantado la política de confinamiento de los pacientes en
leprocomios. Estas razones hacían que el lazareto en la isla ubicada a la
entrada del lago Coquivacoa, desde ese entonces, estuviese irremediablemente,
destinado a desaparecer. Habrían de ser derribados los 17 pabellones para
mujeres y para hombres, los locales para la hospitalización capaces de albergar
cerca de un millar de enfermos, las 60 casas para las parejas de enfermos que
hacían vida marital, la casa de los médicos construida en 1951, las dos
iglesias, una para católicos y otra para los protestantes, la escuela de artes
y oficios, el cine, la oficina de correos, la cárcel, el cementerio, las
plazoletas y demás estructuras físicas que así como las monedas de uso interno,
se fueron organizando en aquella isla, desde el año 1828 cuando Simón Bolívar,
presidente de la República
de Colombia ordenó la edificación de un leprosario en la isla llamada “de los
Mártires” luego denominada de “Providencia” o de “Lázaros” y dejó establecido
que para su funcionamiento se contaría con las rentas derivadas de los derechos
aduanales de los barcos que fondearan en La Vela de Coro y el proveniente de las numerosas
galleras que existían en el Departamento del Zulia. En viejos papeles
amarillentos, propiedad de Alejo Plumacher, hay evidencias de una lejana época
cuando su pariente lejano, Cónsul de los Estados Unidos de Norteamérica en
Maracaibo, había estado interesado en el problema de la isla en el lago
Coquivacoa. Uno de estos
documentos reza así: “In 1841 the
National Government, under the direction of President Bolivar,
purchased an island four miles east of Maracaibo, and erected an hospital
and dwelling–houses for the accommodation of these afflicted people. A
report made by the United States Consul at Maracaibo, Mr. F. H. Plumacher, to
the American Government in 1890, leprosy began to be felt as early as 1828. In 1876 the cases
had assumed alarming numbers, so as to seriously to endanger the sanitary
future of the State. In the year 1890 there were 125 patients in the lazaretto,
and many more at large in the city and environs, and all attempt to segregate
them is thwarted by the eff orts made by friends for their concealment”. Luego
de haber transcurrido más de 168 años
desde su creación y 35 años desde la decisión de terminar
con la política de confinamiento para los leprosos
nacionales, en el mes de agosto del
año 1985, se decidió la evacuación de la isla de Lázaros
en el lago Coquivacoa. Con tan solo tres kilómetros de
largo por dos de ancho y la forma de una tortuga
plana y contrahecha, ubicada a 14 kilómetros
frente a Maracaibo y a 3
kilómetros de Los Puertos de
Altagracia, la isla se halla ubicada en la margen
oriental del lago. Así fue como los
pacientes leprosos, pasaron a ser colocados en regímenes
de terapia ambulatoria en la “ciudad de fuego” y en otros
destinos más lejanos, y la isla en forma de
tortuga contrahecha se transformó en un desolado
desierto donde los restos de los edifi cios derruidos y del camposanto,
tan solo fueron sobrevolados por alcatraces y gaviotas, y
poco a poco fueron envueltos por
tentaculares brotes de enmarañada maleza. El profesor Fernández ya había
fallecido cuando el joven Pitaluga y su maestro microbiólogo Korzeniowski
decididamente quisieron penetrar en los secretos de los armadillos. Comenzarían
a trabajar con aquellos extraños animales de caparazón calcáreo adornado con
nueve bandas protectoras, investigando la presencia natural en ellos de los
bacilos de la lepra. Estando siempre en contacto con el importante grupo de investigadores
de la capital quienes eran famosos porque desarrollaron la vacuna contra la
lepra y de acuerdo a un convenio entre científicos con similares metas,
decidieron instalar un bioterio para criar armadillos al sur de la “ciudad de
fuego”. Sería durante la integración de este proyecto y estando en la capital,
cuando Víctor Pitaluga convencería a Ruth Romero de Plumacher, una joven médico
también oriunda de la región del lago y los palmares, para que terminase su
tesis de Maestría sobre la lepromina en los Laboratorios de la Escuela de Medicina Dr
José María Vargas en la capital, mientras todos se preparaban para trabajar en
los experimentos con los cachicamos en su tierra natal. Por todas estas cosas
ya expuestas, y si bien el leprocomio del lago Coquivacoa había desaparecido
desde el año 1985, no así el interés de los investigadores del profesor
Sarmiento, y en particular de Pitaluga y de Korzeniowski por saber más sobre
los bacilos de Hansen. Un serio estudio sobre la patogenia, les llevó a examinar
el desarrollo de la enfermedad, a través del examen de los tejidos de aquellos
mamíferos dasipódidos con su caparazón protector cubierto de duras escamas,
animales estos capaces de albergar cientos de bacilos de lepra sin que se
pudiesen detectar en ellos manifestaciones de la terrible enfermedad. Ellos
habían trabajado afanosamente hasta fi
nales del año 2010 para lograr crías de armadillos en
cautiverio, y lo hicieron en aquel laboratorio alejado de
la ciudad, hacia el sur, en terrenos de la población de La Cañada de Urdaneta.
Las enseñanzas de Gartán fueron aplicadas por Víctor
Pitaluga durante meses para examinar los cachicamos recién paridos y sus crías
sin resultados convincentes, hasta que se produjo un incidente inesperado en el
laboratorio. De los experimentos en aquellos animales dasipódidos, nació la
amistad de Pitaluga con Brinolfo Romero y con Sergio
Montiel, ambos médicos veterinarios. La doctora Ruth Romero, quien era la mujer
de Alejo Plumacher, también era la hermana de Brinolfo, y para la fecha formaba
parte importante del equipo de investigadores que luchaban por aprender más
sobre la patogenia de la lepra. Ruth desde la capital, había regresado con
Alejo a la “ciudad de fuego” y había ingresado llena de entusiasmo al equipo de
investigadores de Arístides Sarmiento. Tras regresar durante una temporada a
Caracas para terminar una Maestría, problemas familiares les habían obligado
retornar definitivamente a su tierra y fue esta la temporada cuando Ruth Romero
se encontró cada vez más involucrada en el trabajo de Korzeniowski y de Víctor
Pitaluga sobre la biología de los cachicamos, y sus crías, conocidos saludables
reservorios de los bacilos de la lepra.
***
Ahora aún cuando me hallo sumergido en esta especie de
caos desde hace ya varios meses, he querido regresar a mis anotaciones sobre la
obsesionante idea del “médico de Cumaná” empecinado en lograr un tratamiento
para la lepra. Me encuentro también en la necesidad de escribir sobre mi
situación personal. Para hacerlo, creo ya lo dije antes, le he dado mil vueltas
al asunto y si busco apoyarme en el diario de Ruth, si muestro sus cuitas de
adolescente durante mi irrupción en la vida de su familia (ya me atreveré a
relatar mis lazos de cariño con su madre durante años de visitas a la casa de la
pequeña Ruthica), lo hago, por que pienso que servirá para darle claridad a los
hechos. Sin lugar a dudas, tendré que explicar las vivencias que me llevarían a
correr detrás de ella a la capital y a luego a regresar para ir y venir y tras
padecer una serie de absurdos contratiempos, defi nitivamente cambiar el curso
de mi vida. Es por esto que, además de los retazos de su diario,
entiendo que no podré pasar por alto algunos detalles que son míos, muy
personales. Tan solo confío en que escribiré sobre ellos guardando cierta
ecuanimidad.
Retazos
del diario de Ruth
8 de febrero, 1991: Querido diario. Regreso a tus páginas
confundida y llena de dolor. Todavía no puedo creer que sea cierto esto que nos
está sucediendo, y rezo mucho para que no sea verdad, pero parece que no hay
manera de ocultarlo y papá nos ha reunido hoy en la mañana y nos ha dicho, a
Rubén, a Brinolfo y a mi que soy la zurrapa, tan solo con mis trece añitos, que
para que sepamos, y para que podamos entender lo que ha venido pasando con
mamita, es que ella tiene un cáncer. Parece que esto es lo que se sabe. Después
de unas semanas de exámenes, el diagnóstico es ese, cáncer y hay que operarla.
Esto quiere decir que mamá se nos va a morir, y papaíto, aprovechando que ella
no estaba en casa, nos lo dijo con lágrimas en los ojos, por que parece que es
la verdad, pero no sabemos cuando, pero también nos dijo que no se pueden
perder las esperanzas. Esto del cáncer es horrendo. Hasta hace unas semanas,
mamá era una persona normal, y ahora la veo diferente, parece estar
sentenciada. Sabemos que hay que rezar mucho y yo sé que los milagros si
existen. Diosito, tengo mucho miedo, por ella y por nosotros, por que si ella
se nos va, si se muere, nos quedaremos solos y ¿como podremos vivir así?, ¿a
donde irá a parar todo lo que somos?, lo que nos queremos, ¿no puede nuestro
amor salvarla?, y ¿que haremos ahora con lo que nos puede faltar por vivir?
¿Cómo podrá ser vivir sin ella? No quiero aceptarlo, no puedo hacerlo, me niego
a pensarlo tan siquiera.
11 de Mayo,1991: Aquí en tus páginas querido diario, como
siempre, siento que necesito dejar mis emociones en palabras, describir la
seguridad que me llena hoy, y que desde hace unos meses vengo repasando, te lo
he venido diciendo y para mi misma, convenciéndome de que mamita está sana, que
no tiene nada de cáncer, ni está enferma de nada, de nada. Yo sé que si tú
piensas y rezas mucho y te compenetras con una idea, esta se te da. Las cosas
pueden suceder como una las desea y si tú te esfuerzas, se que es así. Tiene que
ser. Mamita ya tiene que estar curada. Hace ya más de dos meses que la operaron
y nos lo dijeron, le sacaron el tumor. Una operación que le quito un trozo de
intestino y fue fuerte, estuvo mal por una semana, después comenzó a mejorar y ya
recuperó casi los kilos que perdió, como doce kilos y ya está linda de nuevo mi
mamita. Le están dando unas quimioterapias que la ponen mal, pero ella prepara
unos batidos de fresas y de moras que le traen de Los Andes y eso le sube la
hemoglobina, lo mismo hace el tomate de palo. Ella ha leído bastante sobre
estas cosas de la medicina naturista y toma vitaminas y un extracto de una
planta que hay en la
Polinesia. Hace rato estaba con ella en la cocina y nadie
podría creer querido diario que ella esté enferma. Yo la ví tan normal y
cantando uno de esos boleros de Los Panchos que tanto le gustan a ella y a
papá, que no es posible que alguien pueda pensar que ella tiene un cáncer. Si
lo tuvo, ya se curó. Se lo sacaron. Todo tiene que volver a ser como antes en
esta casa, siento que así tendrá que ser.
10 de agosto, 1991: Me da como cosita querido diario
porque a veces me parece que no me atrevo a confiarte mis cosas íntimas. Yo ya
soy una mujer. Ya lo sabes, aunque solo soy una mujer de catorce años, y para
esto estás aquí, siempre, para que pueda escribir y decirte lo que me pasa.
Cuando mamita me enseñó este secreto, esto de traerte mis confidencias y
mantener esta correspondencia contigo, hablábamos de la poesía. Parece mentira
pero en esto de conversar contigo tengo ya casi un año. Escribo, te cuento y me
cuento. A mamita le encanta la poesía y a través de ella creo que he aprendido
muchas cosas hermosas. Esto de leer poesía no solo me ha servido para escribir
mejor y para poder mejorar mi memoria, es que me sé cualquier cantidad de
poemas, ¡tantos!, desde que era una bebita y se los he escuchado recitar a
mamita. Sin esfuerzo sale el verso, ya lo ves. Ni te puedes imaginar cuantos poemas
me sé. A ella le encantan varios poetas, los románticos, además de algunas
poesías venezolanas que me aprendí desde chiquita, como la Silva Criolla, la Renuncia, la vuelta a la Patria, Flor y hasta
estrofas de la Silva
a la Agricultura
de la zona tórrida. Mamá me enseñó varios poemas, cantos, de Rubén Darío, no
solo aquella de Margarita está linda la mar, con la tienda hecha del día y el
rebaño de elefantes; también la
Sonatina de la princesa triste ¿que tendrá la princesa que
suspiros se escapan de su boca de fresa?, y Los motivos del Lobo con la
historia de San Francisco de Asís. Ayer yo le estuve recitando a Brino “El día
que me quieras”, el poema de Amado Nervo, ese que dice “las fuentes cristalinas
irán por las laderas saltando cristalinas el día que me quieras”, ese que yo
prefiero cambiar por, brillando saltarinas, para no repetir lo de cristalinas.
No creo que importe mucho mi cambio, puesto que ya le cambiaron todo en el
tango, en realidad casi todo el poema está cambiado y es un tango famoso. Se lo
conté a Brinolfo para que vea que el tango de Gardel fue sacado de una poesía
de Nervo, el mexicano poeta. También me parece extraño, saber que él mismo
Amado Nervo escribió otro poema que dice, “Si tu me dices ven lo dejo todo” y
creo que uno de Los Panchos (Papaíto es el fanático número uno de Los Panchos, por
eso sé tanto sobre este asunto panchérico) fue quien compuso la canción que
dice igual. Te digo, esto de “si tú me dices ven”, pero tengo más cosas que
contarte querido diario. Lo que es más curioso está en un libro de poesías de
Amado Nervo que tiene mamita con el título de “Elevación” como la canción
aquella que cantaba Mayra Martí con esa voz brillante y bella, (y es que ambos
papaíto y ella,–oyendo a Mayra desde el disco, claro está, jaja– la cantaban
mucho cuando yo era niña, digo, más pequeñita). Tú eres mi elevación… Así quisiera
tener la voz yo, que pudiese trinar más que cantar. Lástima. Brino me
dice que Dios no le da cachos al burro…
16 de noviembre,1991: Mamita despertó en la noche
quejándose. Yo la sentí desde mi cuarto y me levanté. Papaíto estaba allí a su
lado y la cama era un desastre. Mamita había vomitado y las sábanas y el
cobertor estaban manchadas de rojo, pensé en las fresas y las moras, no quería
creer que era sangre. Ella estaba muy pálida y se quejaba como si tuviera mucho
dolor. Papá me pidió que saliera y me llevé la ropa y fui a la cocina y la puse
en la lavadora. Era ya de madrugada y Papaíto llamó al doctor Durán. Yo regresé
con Brinolfo al cuarto, donde mamita se quejaba llorando con mucho dolor. El
doctor dio instrucciones por el teléfono, pero no vino. Le dijo a papá que la
vería hoy en su consultorio, al mediodía. Papá se quejaba de que ya no es como
antes que los doctores iban a las casas a ver a los enfermos. Yo regresé con
Brinolfo a la cocina, y esperamos que la lavadora terminara su ciclo, después
pusimos a secar la ropa de cama y nos echamos a llorar. No me gusta ver a Brino
así. ¡Él siempre es tan alegre!, pero era que al recordar a mamita y cuanto
parecía dolerle, se encogía del dolor la pobre, nosotros no podíamos hacer otra
cosas que llorar y esperar. Cuando papá salió del cuarto ya la ropa se había
secado y ya no llorábamos más. Papaíto nos dijo que nos fuéramos a dormir
porque le había dado a mamita un calmante y ella se había tranquilizado y
estaba dormida. Yo pensé en muchas cosas y me dio mucha lástima ver a papaíto
tan triste, y tan agobiado, lo noté envejecido y muy lloroso. Recen mucho. Eso
fue lo que nos dijo. Rubén no se despertó y convencí a Brino que no le
dijéramos nada hasta el otro día. Él está presentando exámenes esta semana y
estudió hasta tarde. Hablamos Brino y yo bastante, con mucho miedo. Puede ser
que el cáncer quiera aparecer otra vez y eso me aterra. Hoy mismo, ya de día,
cuando mamita y papaíto ya salieron para donde el médico y estoy sola en la casa,
tengo tanto temor que solo me atrevo a venir a conversar contigo diario
querido, para contarte estas cosas terribles que nos están sucediendo.
***
Vos mismo, Víctor Pitaluga, te
estaréis sintiendo amodorrado, echado allí en tu cama, escuchando el zumbido
del aire acondicionado, mientras pensáis en que quien sabe que vaina será la
que les espera, calculáis que a las dos pasadas descubrirán algo muy turbio
cuando penetren en la isla, cuando logréis incursionar en ella, esta vez y eso
lo sabéis bien, no estaréis allá con Ruth, pero en esa situación preferiréis
creer que así será mejor, y es que es muy probable que vos y los que te
acompañen corran algún peligro, será un riesgo mal calculado, siempre lo será,
al fi n y al cabo, serán solamente algunos quienes se atreverán a meterse con
vos en ese disparate, otra loca aventura, al menos vos no tenéis razones para
dudar de tus informantes, pero si de algo estáis convencido es de que se
meterán en una vaina…
La isla, nuestra isla, la de Ruth y mía, la de ambos, la
visitamos juntos, más de tres años hace ya, pero no hemos vuelto, una larga
ausencia, como todo lo nuestro, son unos espacios largos, unos silencios angustiantes,
mientras tanto nos hablamos, nos miramos, como si todo fuese normal, ¡absurdo
es!, así pues, yo he de volver, esta vez solo, es decir sin ella, y ya llegará
la hora, el sábado en la tarde, todo estará dispuesto, atracaremos al
anochecer, y regresaré, Genívero habrá ya precisado a su amigo, el viejo
Fernández, un pescador que ya estará avisado, él nos llevará en su bote,
remando iremos, sin motores, no convienen estridencias nocturnas, seremos
prudentes, con sigilo, nadie sabe cuanto hay de cierto en el asunto, algo
velado existe, es un misterio, ¿porqué tanto silencio?, ¿porqué las
restricciones?, nadie puede acercarse, desde hace más de un año, nuestra isla
es ahora área proscrita, vedada, ¿coto de quien?, absurdas prohibiciones, ¿para
desarrollar un parque?, ¿para asentar un laboratorio de genéricos?, pareciera
una medida exagerada, nosotros mismos esclareceremos los rumores, lograremos
desvelar la situación, nos compete, somos los investigadores de la lepra, y es
nuestra isla, la isla de ambos, de todos, ¿porqué va estar restringida su
visita?, tal vez muy pronto, unas semanas nada más, y en nuestro bioterio habrá
una fiesta, nacerán las primeras camadas, las dasypus preñadas, parirán y me
digo, Dios proveerá, pero Rubén que sabe más que muchos, Rubén cree que en todo
este negocio, el de la isla de la fantasía, hay algo más profundo, no le
convence el tema de las transnacionales, puede que esto sea una obsesión en él,
conocí sus entrañas, eso me dice al hablarme de la que fue su empresa, la de
todos era antes, por eso pienso que exagera, sobretodo con el asunto del
uranio, ni hablar de los misiles, tiene que ser un cuento, vos estáis picao le
dice Brinolfo, yo también se lo digo, sois un escéptico me dice, él fue uno
más, otro de tantos, fue un empleado brillante, eficiente, expulsado, botado de
la petrolera nacional, de allí sus teorías tan exageradas, mucho resentimiento,
eso me digo yo, pero él insiste, dice que allí en la isla no se producirá
ninguna medicina, lo repite, gente de Irán, ellos en el asunto están, y todos
son fanáticos, eso me dice muy seguro, a veces me da risa, si queréis te lo
juro, lo sé recalca, otras cosas harán, esto yo le insinúo, no hay modo, él
quiere descubrir que es lo que traman, hay que hacerlo, y es ese nuestro plan,
puede ser peligroso, ¡claro que sí!, y él vuelve con el tema y es que me insiste,
casi me ha convencido, no ha sido fácil, ahora ya está todo dispuesto, un
pescador amigo de Genívero ya aceptó, él irá a llevarnos en su bote, Rubén
también irá, así tendrás que convencerte, yo se lo digo, él nos acompañará, él
puede que ande inventando, tiene imaginación, da clases en liceos, un brillante
ingeniero, pero no se decide a dejar el terruño, desde Alaska y Hawai le han
ofrecido cargos, en Colombia estaría devengando un buen sueldo, el hermano país
ha repuntado produciendo petróleo, nuestra gente, la mejor preparada, allá
viven e impulsan la nación vecina, los mejores del mundo en la industria, son
todos exiliados, y nuestra producción ha decaído,¡de que manera!, Rubén no se
decide, debes irte, le digo yo, su mujer y los hijos han pasado trabajos, Eusebio
y la familia, también Ruth y Brinolfo, sus hermanos, todos la pasan mal, pero
Rubén es muy porfiado, con ese cuadro familiar, él espera, y el que espera
desespera, eso le digo yo, obsesionado, casi peor que Alejo, el pobre Alejo,
están todos jodidos, es mejor picar cabos, se lo he dicho, alejarse ante una
situación que es tan difícil, la patria congelada, una docena de años y sin
cambio aparente, le he sugerido claudicar, largarse a otra nación, trabajar en
su profesión que es tan buscada, pero él insiste en que ha de ver el final, él me
habla de una terrible mascarada, sabe bien que si escapa, todos saldrían
favorecidos, se lo he planteado a Ruth, hemos corrido con gran suerte, nosotros
digo, poder trabajar con el sin par Silvester, con Arístides Sarmiento a la
cabeza, ¿se puede pedir más?, sí, si se puede, yo pudiera, podría sí, yo
pudiese aspirar, decir quiero tener, el deber ser, pero son en el fondo vanas
ilusiones, lo sé, también se vive de ellas, recibo desengaños, necesito
recordar, debo vivir recordando, revivir, si antes fue posible, si una vez
sucedió, años atrás, esquiva es la felicidad, existió, real o no, remembranzas
que duelen, al menos yo me creí el asunto, vivir ahora recordando, pensé que
duraría, estaba loco, completamente enamorado, absolutamente, y han pasado los
años, ¿y a dónde fue a dar todo?, ahora obligado estoy, recurro a mis
recuerdos, me retrotraigo, los veo regurgitar, me auto flagelo, vomitar y
digerirlos de nuevo, preciso de ellos, me sostienen, son mi esperanza, sí, es
lo último que se pierde, es así, quiero creer en imposibles, cenizas quedan,
eso dicen, serán algunos, felices, sí, ¿volveremos a serlo?, ¿llegará algún
día?, mantener mi fe, sí, debo hacerlo, ¿podrá ella atreverse?, me esnucaré
cual chivo, soy yo quien se devuelve, pero desde hace años, y estoy en esto, yo
sigo regresando, ¿confiando en algo más?, retrotrayéndome, pensando que llegará
el momento, el instante supremo, habrá de ser con ella, y volverá a mirarme, de
una cierta manera, un guiño bastará, yo habré de percibirlo, ella lo sabe, me
impregnaría de felicidad, me empaparía, ¿de amor?, no lo sé, agua bajo ese
puente, tanta, ¿cuánta se necesita?, lograremos un día ¿volver a sentir
juntos?, más allá de la emoción de la ciencia, mejor que compartir nuestros hallazgos,
que diseñar experimentos, la excitación de alguna discusión metodológica, fisicoquímica
de la cubierta bacteriana, mirar sus ojos, radicales de ácido siálico, y la
manosa, al fi n ella me deja ver una sonrisa, no cejaré en mi empeño, he de
hallar el camino, ¿el cuarto camino de Gurdjieff ?, ¿cuál ha de ser la vía?,
tal vez ella la ha descubierto, nunca hay nada que no pueda ser verificable por
uno mismo, en mi mente lo que está es otra cosa, es siempre ella, e insisto
silencioso, para nosotros habrá de existir algún mañana, que suerte cruel esta
la nuestra, ¿porqué habremos de compartirla?, a veces pienso que es un castigo,
tal vez por largarme de casa, la excusa fue irme a estudiar, mi madre sola, yo
allá en la capital, nos ha ocurrido todo por pura suerte, ¿un destino fatal?, es
pasado cercano, casual, ¿causal?, ella lo sabrá valorar, o quizá ya ha olvidado
todo cuanto fue, pasan los meses y los años pasan…
***
Dimitri Yakolev se había preparado durante muchos años
cumpliendo con un exigente entrenamiento a través de numerosos trabajos especiales
asignados por el Komitet Gosudárstvennoy Bezopásnosti, que no es otra cosa que
el mismo Comité para la
Seguridad del Estado, abreviadamente conocido como la KGB. Su competencia como
ex agente ruso mereció reconocimientos en las postrimerías de la época staliniana
y durante el Glasnot. Siendo nativo de Belarus, tras la disolución de la Madre Rusia, Dimitri
se había reencontrado con su tierra. Su madre y un par de hermanos vivían
todavía en Soltanishki. Sus conceptos sobre
la autodeterminación de Belarus eran muy firmes por lo que desde finales de la
década de los ochenta se sintió muy apegado a las ideas de Lukashenko
y cuando éste asumió la presidencia, él contribuyó intensamente
en la organización de la KGB
local. En el otoño del año 2003, el conflicto Georgiano activó en Dimitri
viejos proyectos que llevaba arrastrando sobre sus áreas de competencia y las
estrategias que deberían desarrollar los bielorusos para no ser avasallados por
las tendencias occidentalistas de la vecina Ucrania. Desde la época cuando se dio
la tragedia de Chernobyl, él había visitado de nuevo los lagos y bosques contaminados
de su país y pudo palpar en uno de sus familiares cercanos lo que significó la
desgracia de ser uno de los “liquidadores” en la lucha para descontaminar la
planta ucraniana y las áreas afectadas por la radiación. Desde entonces había
conservado el gusanillo de un creciente malestar por Ucrania y regresaba
mentalmente a la idea de que Belarus tendría que ser resarcida de alguna manera
por sus vecinos del sur. Pero si bien es cierto que su país mantenía una
conexión maternal con Rusia y con todo lo ruso como valor cultural y humano,
éstos deberían ser comunes con las del gobierno de Kiev. Pero no parecía ser
así. El distanciamiento y la inconformidad con todo lo ucraniano se
acrecentaron en él durante el proceso de las llamadas tendencias
pro–occidentales del presidente Yushchenko.
Durante la
Revolución Naranja del año 2004, Dimitri Yakolev estuvo en
Kiev como enviado especial del gobierno de Minsk para palpar la situación
ucraniana y vio el arribo de Yulia Timoshenko catapultada por aquel movimiento
casi subversivo, inaceptable para un agente de la KGB como él. Su trabajo en la KGB en su país, valía para
apretar cada vez más los sistemas de control del gobierno de Lukashenko.
Su determinación y disciplina, sin duda habían forjado en
él una peculiar personalidad. Había vivido durante más de tres años en La Coruña y estos le habían
proporcionado una fluidez particular en el lenguaje castellano y una especial
preparación en psicología que lo hacía un candidato ideal para cualquier
proyecto que pretendiese acercamientos con los países hispanoamericanos. Unos
meses antes de conversar por vez primera con su amigo Victor Sheiman y con el
presidente Lukashenko sobre su posible misión en
Suramérica, el teniente Yakolev había
corroborado sus temores al conocer de los acuerdos
entre la
Timoshenko
como primer Ministro de Ucrania y Vladimir Putin. Las posibilidades de
intervenir en los problemas gasíferos ucranianos parecían esfumarse para Belarus,
y esto le molestaba al eficiente Dimitri por cuanto él sostenía varias
conexiones con funcionarios del grupo de mafiosos provenientes de la Naftogaz quienes en Suiza
estaban comandando la nueva empresa RusUkrEnergo. Quizás para apartarlo de las
tensas situaciones generadas en el país por las acciones de la KGB con algunos periodistas
disidentes, fue su amigo personal el poderoso Sheiman quien le propuso al
presidente Lukashenko que Dimitri debería ser el hombre
ideal para una misión como agente especial en el país más rico en gas y en
petróleo de América. Existían muchas aristas. ¡Como para sacarles brillo! Esto
pensaba Yakolev. Habían sido muchos y variados los convenios firmados entre
ambas naciones. En sus primeras indagaciones sobre el país que habría de
visitar, le tocó la suerte de conocer noticias sobre la lepra, un tema que
desde hacía muchos años le había cautivado. Sus agentes deberían tenerle
preparado un dossier sobre el asunto del desarrollo de una vacuna en el país
caribeño, pero éste no estuvo listo, en parte porque él había adelantado su
llegada a la capital de Venezuela. El teniente de la KGB no admitía titubeos. Él
estaba acostumbrado a lograr prontamente resultados. Sentado, tecleando el
ordenador sobre su piernas, se detuvo un instante para recordar como y cuanto se
había enfurecido un momento antes, cuando el gordo Pinilla trató de argumentar
sobre las dificultades que padeció para cumplir con lo planificado por el
serbio Martinovic. Una semana más, se atrevió a pedirle Martinovic a su recién
llegado jefe y en ese instante habría de retroceder unos pasos, reculando, ante
la mirada acerada de Yakolev que parecía querer írsele encima y cuyas
imprecaciones en español resonaban extrañas por su marcado acento gallego.
Dimitri pareció maldecirles mascullando improperios. Le molestaba terriblemente
tener que enfrentar a su Primer Ministro sin haber recabado toda la información
que había solicitado. Algunas cosas no parecían darle apoyo a sus proyectos in
pectore. Nadie sospechaba que él en el fondo de su alma buscaba un acercamiento
con la Madre Rusia,
una manera de interactuar que le parecía crucial para el avance de su país. En
esos días, su tocayo Dimitri Medvedev el nuevo presidente de Rusia hablando durante
más de dos horas terminó achacándole a Putin algunas fallas y dijo que éste
había sido un líder caracterizado por sus políticas agresivas. De momento,
Yakolev no sabía cuanta influencia podría seguir teniendo Vladimir Putin si
acaso el joven presidente de Rusia, se atrevía a responsabilizarle por la mala
situación económica de su nación. Según Medvedev, Rusia tenía que cambiar el
estilo del hombre fuerte que todos deberían obedecer con los ojos cerrados. El
teniente Yakolev meditó preocupado, pensando que el presidente parecía hablar
de otra Rusia. ¿Qué pensará el presidente Lukashenko sobre
ese disparate? Recordó entonces la fecha, el 26 de abril de 1986, el accidente
nuclear de Chernobyl, el cual debería haber marcado negativamente el futuro de
Ucrania y sin embargo, el viento hizo de Belarus el país más afectado al contaminar
extensas áreas boscosas con miles de lagos y desoladas zonas pantanosas al
noroeste del área de desastre. Después del accidente, Belarus
atravesó una crisis energética, época ésta cuando Rusia
presionaba al presidente de
Ucrania Yushchenko en la llamada “guerra del gas”. El gas utilizado por las
naciones orientales de Europa llegaba hasta ellas por gasoductos que corren a
través de Ucrania el país vecino, poseedor de una poderosa industria
pesada, productor de automóviles, autobuses, aeroplanos, coches de subterráneo
y hasta naves para el espacio. Mientras Rusia y Ucrania se disputaban el aporte
energético derivado del gas para su desarrollo industrial, Belarus, seguía
siendo un país primariamente agrícola aunque comenzaba lentamente a
industrializarse. Las vecinas naciones de la Europa oriental, Rumania, Hungría, Polonia y
Bulgaria, padecían por las reducciones del suministro de gas natural, cuando
llegó el momento para la compañía rusa Gazprom y esta dejó de enviar gas natural
a Ucrania. Moscú y Kiev iniciaron una disputa donde Rusia esperaba convencer a
los inversionistas de Praga, París, Berlín y Londres de que era Ucrania la
culpable de la carestía del gas. En el fondo aquella “guerra del gas” se daba
entre dos poderosas compañías, la rusa Gazprom y la ucraniana Naftogaz, pero la
situación evolucionó hasta el mes de mayo del año 2009, cuando Vladimir Putin y
Yulia Timoshenko resolvieron el confl icto con la creación de una firma
intermediaria RusUkrEnergo, con sede en Suiza, cuya inversión era compartida a
partes iguales por los poderosos rusos de Gazprom y por un grupo de oligarcas ucranianos.
La necesidad de los bielorusos de entrar en la competencia petrolera comenzó a
clarificarse luego. Sus hábiles negociadores políticos, especialmente su amigo
Sheiman, pusieron en marcha los acuerdos con la nación caribeña más rica en
hidrocarburos del hemisferio occidental. Un año antes de la aparente resolución
del conf icto gasífero, fue justamente cuando Dimitri Yakolev llegó a enterarse
a través de noticias de agencias de prensa internacionales, de que en aquel
país caribeño existían grupos de investigadores que estaban desarrollando una
vacuna para el mal de Hansen. Yakolev con el grado de teniente, ya siendo un
eficiente funcionario de la KGB
bielorusa desde muchos años antes se había interesado en esos tópicos médicos.
Estando radicado en Afganistán acompañando a Viktor Vladimirovich Sheiman, para
la época uno de los comandantes de las fuerzas rusas destacadas en aquella
República, conoció lo necesario para obsesionarse con una idea para él
brillante. Tras un accidentado viaje por tierra desde Kabul hasta Peshawar en Pakistán,
Dimitri se vio confi nado, por motivos ajenos a su voluntad durante un par de
meses en aquella ciudad. Un accidente en la carretera, con un traumatismo
sospechoso de una lesión del fémur, lo obligó a hospitalizarse en Peshawar donde conoció e hizo amistad
con dos curiosos investigadores nipones Shinji Masanori y Hiroaki Kashiwabara.
Los amigos de Dimitri resultaron ser unos microbiólogos japoneses que
estudiaban la lepra en muestras provenientes de diversos países del mundo. Los
investigadores se habían radicado en aquella ciudad de Pakistán al haber
determinado que en las muestras de lepra proveniente de los hospitales Lady
Reading y Peshawar–Kai de Peshawar, se producían mutaciones que alteraban las
secuencias en diversos genes de las micobacterias. Shinji e Hiroaki le
explicaron a Dimitri, excelente conversador quien mostraba mucho interés en el
trabajo de sus nuevos amigos, como hallaron estos cambios en los genes folP1,
rpo B y gyrA de
los bacilos de la lepra, y como éstas mutaciones, que ellos lograban desatar, habían
modificado la estructura de la cubierta bacteriana que las hacía resistentes a los tratamientos. El agente de la KGB quien venía de estar presente
en una larga serie de reuniones y charlas dictadas durante tormentosos meses
vividos en Kabul, donde los jefes del Ejército Rojo habían planteado y
discutido con la KGB
el tema del uso de armas biológicas para acelerar las acciones del confl icto
local, comenzó a madurar una idea. Según el teniente Yakolev, Belarus
necesitaba algo que ofertar, algo que les ayudase a reintegrarla a la Madre Rusia y ambas
naciones, estaban obligadas a recuperar a la vecina Ucrania para borrar definitivamente
los absurdos sueños europeizantes de los ucranianos. Algunas de estas
inquietudes las conversaría Dimitri con sus amigos japoneses, mostrándose
interesado en el asunto de las mutaciones de los bacilos pues había surgido en
él la idea de que pudiesen usarse algunos de aquellos extraños fenómenos de la Biología Molecular
con propósitos bélicos. Bacilos leprosos que podían transformarse en un arma
potencial por su agresiva conducta secundaria a las alteraciones inducidas en
sus genes por las mutaciones. Esa era, para él, la sencilla razón de su
interés, y a pesar de la absoluta negativa de los investigadores japoneses
quienes tomaron a broma las propuestas del ruso blanco, él continuó empecinado en
examinar todas las puntas de aquel espinoso tema, y en ese maremagnum estuvo
sumido durante varios años. Al regresar a Belarus, lo había discutido con
algunos superiores de la KGB
de su país sin ningún resultado. Pasó la temporada larga de su preparación en
España y casualmente, se había dado la afortunada conexión con el país caribeño
productor de gas y de petróleo. Allí, curiosamente habitaban un par de grupos
de investigadores estudiando las corinebacterias responsables del mal de
Hansen. Dimitri se empapó sobre todo lo concerniente a una cierta vacuna, cuya
efectividad era discutible y pronto estuvo informado, no solo sobre la vacuna
elaborada en la capital del país, sino también de cuanto habían avanzado las
investigaciones del grupo dirigido por el profesor Arístides Sarmiento en la
región occidental. Dimitri Yakolev llegó a conocer detalles sobre otra
situación, el denominado “proyecto de la isla de la fantasía” en los terrenos
de un antiguo leprosario insular, proyecto en el cual le faltaban cabos por
atar. Ciertos detalles como una posible conexión del promotor con supuestas
empresas farmacéuticas del gobierno iraní, le incomodaban, por lo que Dimitri, como
funcionario de la Agencia
de Seguridad de su país, decidió investigar a fondo la real situación aunque
pareciese un asunto superficial. Requería evidencias en particular sobre las
inoculaciones de bacilos en cachicamos estudiados en los laboratorios en La Cañada de Urdaneta. Trabajaban
allí Korzeniowski y Pitaluga, dos microbiólogos del grupo de investigadores
dirigidos por Arístides Sarmiento. Había decidido que de ser necesario, él
utilizaría toda su labia, y llegaría hasta la “ciudad de fuego” para visitar al
profesor Korzeniowski. Internamente creía que al fin se acercaba para él la
hora de activar su proyecto para el uso de los bacilos de Hansen en provecho de
su país.
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