lunes, 24 de febrero de 2014

Imaginación y/o realismo en la novela venezolana actual



Imaginación y /o realismo en la novela venezolana actual
Sobre “El año de la lepra” y Yulia Timoshenko.

“Desde la época cuando se dio la tragedia de Chernobyl, él había visitado de nuevo los lagos y bosques contaminados de su país y pudo palpar en uno de sus familiares cercanos lo que significó la desgracia de ser uno de los “liquidadores” en la lucha para descontaminar la planta ucraniana y las áreas afectadas por la radiación. Desde entonces había conservado el gusanillo de un creciente malestar por Ucrania y regresaba mentalmente a la idea de que Belarus tendría que ser resarcida de alguna manera por sus vecinos del sur. Pero si bien es cierto que su país mantenía una conexión maternal con Rusia y con todo lo ruso como valor cultural y humano, éstos deberían ser comunes con las del gobierno de Kiev. Pero no parecía ser así. El distanciamiento y la inconformidad con todo lo ucraniano se acrecentaron en él durante el proceso de las llamadas tendencias pro-occidentales del presidente Yushchenko. Durante la Revolución Naranja del año 2004, Dimitri Yakolev estuvo en Kiev como enviado especial del gobierno de Minsk para palpar la situación ucraniana y vio el arribo de Yulia Timoshenko catapultada por aquel movimiento casi subversivo, inaceptable para un agente de la KGB como él. Su trabajo en la KGB en su país, valía para apretar cada vez más los sistemas de control del gobierno de Lukashenko. Su determinación y disciplina, sin duda habían forjado en él una peculiar personalidad. Había vivido durante más de tres años en La Coruña y estos le habían proporcionado una fluidez particular en el lenguaje castellano y una especial preparación en psicología que lo hacía un candidato ideal para cualquier proyecto que pretendiese acercamientos con los países hispanoamericanos. Unos meses antes de conversar por vez primera con su amigo Victor Sheiman y con el presidente Lukashenko sobre su posible misión en Suramérica, el teniente Yakolev había corroborado sus temores al conocer de los acuerdos entre la Timoshenko como primer Ministro de Ucrania y Vladimir Putin. Las posibilidades de intervenir en los problemas gasíferos ucranianos parecían esfumarse para Belarus, y esto le molestaba al eficiente Dimitri por cuanto él sostenía varias conexiones con funcionarios del grupo de mafiosos provenientes de la Naftogaz quienes en Suiza estaban comandando la nueva empresa RusUkrEnergo. Quizás para apartarlo de las tensas situaciones generadas en el país por las acciones de la KGB con algunos periodistas disidentes, fue su amigo personal el poderoso Sheiman quien le propuso al presidente Lukashenko que Dimitri debería ser el hombre ideal para una misión como agente especial en el país más rico en gas y en petróleo de América.
En esos días, su tocayo Dimitri Medvedev el nuevo presidente de Rusia hablando durante más de dos horas terminó achacándole a Putin algunas fallas y dijo que éste había sido un líder caracterizado por sus políticas agresivas. De momento, Yakolev no sabía cuanta influencia podría seguir teniendo Vladimir Putin si acaso el joven presidente de Rusia, se atrevía a responsabilizarle por la mala situación económica de su nación. Según Medvedev, Rusia tenía que cambiar el estilo del hombre fuerte que todos deberían obedecer con los ojos cerrados. El teniente Yakolev meditó preocupado, pensando que el presidente parecía hablar de otra Rusia. ¿Qué pensará el presidente Lukashenko sobre ese disparate? Recordó entonces la fecha, el  26 de abril de1986, el accidente nuclear de Chrenobyl, el cual debería haber marcado negativamente el futuro de Ucrania y sin embargo, el viento hizo de Belarus el país más afectado al contaminar extensas áreas boscosas con miles de lagos y desoladas zonas pantanosas al noroeste del área de desastre. Después del accidente, Belarus atravesó una crisis energética, época ésta cuando Rusia presionaba al presidente de Ucrania Yushchenko en la llamada “guerra del gas”. El gas utilizado por las naciones orientales de Europa llegaba hasta ellas por gasoductos que corren a través de Ucrania el país vecino, poseedor de una poderosa industria pesada, productor de automóviles, autobuses, aeroplanos, coches de subterráneo y hasta naves para el espacio. Mientras Rusia y Ucrania se disputaban el aporte energético derivado del gas para su desarrollo industrial, Belarus, seguía siendo un país primariamente agrícola aunque comenzaba lentamente a industrializarse. Las vecinas naciones de la Europa oriental, Rumania, Hungría, Polonia y Bulgaria, padecían por las reducciones del suministro de gas natural, cuando llegó el momento para la compañía rusa Gazprom y esta dejó de enviar gas natural a Ucrania. Moscú y Kiev iniciaron una disputa donde Rusia esperaba convencer a los inversionistas de Praga, París, Berlín y Londres de que era Ucrania la culpable de la carestía del gas. En el fondo aquella “guerra del gas” se daba entre dos poderosas compañías, la rusa Gazprom y la ucraniana Naftogaz, pero la situación evolucionó hasta el mes de mayo del año 2009, cuando Vladimir Putin y Yulia Timoshenko resolvieron el conflicto con la creación de una firma intermediaria RusUkrEnergo, con sede en Suiza, cuya inversión era compartida a partes iguales por los poderosos rusos de Gazprom y por un grupo de oligarcas ucranianos. La necesidad de los bielorusos de entrar en la competencia petrolera comenzó a clarificarse luego. Sus hábiles negociadores políticos, especialmente su amigo Sheiman, pusieron en marcha los acuerdos con la nación caribeña más rica en hidrocarburos del hemisferio occidental. Un año antes de la aparente resolución del conflicto gasífero, fue justamente cuando Dimitri Yakolev llegó a enterarse a través de noticias de agencias de prensa internacionales, de que en aquel país caribeño existían grupos de investigadores que estaban desarrollando una vacuna para el mal de Hansen”.
(Texto extraído de “El año de la lepra”, novela).

Lo que no sabía nadie para la época ( ni siquiera el autor de la novela ), era que a Yulia Timoshenko, luego de tan buenas migas con Vladimir Putin como relata la novela, la política le haría una trastada y después de haber fungido como primera ministra de Ucrania sería derrotada en elecciones por Víctor Yanukóvich quien fue electo presidente de Ucrania, y menos aún podría pensarse que Yulia sería encarcelada para pagar una pena de siete años de cárcel en la ciudad de Jarkiv. Pero como la historia es cíclica y repetitiva, tampoco se podía preveer que ahora en el 2014, el pueblo de Ucrania derribaría Yanukóvich, transformado por el regusto del poder en dictador, quien ahora anda escondiéndose, y liberaría a Yulia, luego de  algo más de dos años de prisión, y como si ella estuviese reviviendo los años de la Revolución Naranja, la Timoshenko estaría nuevamente al frente del movimiento que aspira mirar con mayor interés y esperanzas  hacia la Unión de Naciones Europeas que hacia la antigua posesiva mala madre, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, ahora sencillamente: Rusia.
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Esta actualización, la hace hoy en febrero del 2014, mientras el pueblo venezolano protesta frente a un gobierno que quiere imponer a juro un sistema socialista y usa a las fuerzas militares para reprimir a los estudiantes,  el propio autor de  “El año de la lepra” (Jorge García Tamayo), una novela editada por “elotro@elmismo”, y distribuida por EdicVen, en algunas ciudades de Venezuela.

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