sábado, 15 de febrero de 2014

FERNANDO TAMAYO, poeta tachirense.



FERNANDO CARLOS TAMAYO
POETA TACHIRENSE

 Fernando Carlos Tamayo fue uno de los poetas líricos más firmes y expresivos del Táchira. Hijo primogénito de Don Lorenzo Tamayo de la Madriz y de Doña Albina García de Tamayo, Fernando, nació en Valencia el año 1890 y antes de cumplir el año se trasladó con sus padres a San Cristobal.  

 Fernando fue el mayor de una familia de nueve hermanos, la menor, Amelia conocida cariñosamente como Maruja, fue mi madre. Fernando era el mayor de una familia de poetas. Su hermano Francisco, y sus hermanas Josefina y Amalia compartían desde muy jóvenes la pasión por la literatura, escribían y publicaban sus poemas en revistas literarias y en las páginas culturales de los periódicos del Táchira. El con sus hermanos poetas, aparecen en el libro de Antonio Arellano Moreno, “Poetas y versificadores Tachirenses” publicado en 1979 por la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses dirigida por el Dr. Ramón J. Velasquez.  Fue en la revista literaria “La Idea” donde Fernando dio a la luz pública su primer poema titulado “Parábola”, reproducida en 1908 en diversas publicaciones de los círculos literarios de Caracas, Maracaibo y de Quito. Fernando Tamayo formó parte de un grupo de jóvenes tachirenses, inquietos y talentosos, muchos de ellos agrupados en torno a la revista “Bloques”, escritores de poemas y de ensayos quienes mantenían viva la actividad cultural en la San Cristobal de comienzos de siglo. En aquellos duros días, en una Venezuela rural, acogotada por guerras y dificultades económicas, Fernando Tamayo, con José Abel Montilla, Ramón Leonidas Torres, Eduado López Vivas, y su hermano Francisco Tamayo, comenzaban a descollar en la actividad literaria del Estado Táchira y del país nacional. La vida de Fernando, habría de cambiar radicalmente en su adolescencia. Su padre, Don Lorenzo Tamayo, quiso ofrecerle al joven poeta un destino diferente al que parecía esperarle en su país. Venezuela había padecido la tragedia de las guerras de la Independencia y de la Federación, y venía de sufrir  por las contiendas de los caudillos, empobrecida por deudas externas e internas  provocadas por los pésimos gobiernos de turno. Se vivían los últimos años del régimen de Cipriano Castro y alboreaba la larga dictadura gomecista. Las circunstancias de ser Don Lorenzo amigo del Cónsul de Venezuela en Nueva York, Don Pedro Rafael Cárdenas, o quizás Rincones, hizo gestiones y con los buenos oficios del Cónsul amigo, le otorgaron una beca al joven Fernando para cursar estudios en los Estados Unidos. 

 En el año de 1907 tenía Fernando 17 años y la posibilidad de abandonar el suelo nativo agitaría sin duda su corazón de soñador y poeta, él seguramente sopesaría la idea, dejara a sus padres, sus hermanos, y decidiría aceptar el reto. A finales de ese mismo año, a lomo de mulas, en tren y luego embarcándose en varios vapores, marcharía para irse a estudiar en Norteamérica En el Colorado College, de Colorado Springs habría de iniciar Fernando su periplo de personaje novelesco.  Durante sus años de estudio y  con los avatares de su existencia, el poeta siempre tuvo presente su tierra tachirense, las montañas andinas, sus gentes, su familia, y será esa nostalgia del terruño la que formará la médula de su poesía. Fue estudiante de ingeniería civil, profesor de español, deportista, dibujante. Cuando estalló la primera guerra mundial, se enroló como voluntario en el ejército de los Estados Unidos y se fue a la guerra con sus compañeros y sus discípulos. En realidad, los Estados Unidos no se involucraron en la contienda mundial, hasta el mes de Abril del año 1917, cuando el Congreso norteamericano por gran mayoría y el presidente Thomas Woodrow Wilson así lo decidieron. El Tío Sam llamaba a los muchachos para irse a la guerra, y se alistaban sus discípulos y sus compañeros del Colorado Collage. Así, el poeta, dibujante y profesor de español, tomó la determinación de hacerse ciudadano americano para poder irse con sus camaradas, decisión disgustó enormemente a su padre, Don Lorenzo, quien no podía estar de acuerdo, pues su hijo perdía la beca de estudiante de la que dependía para costear su carrera en los Estados Unidos. Pero la suerte estaba echada y Fernando se alistó en el ejército y se fue a Europa con la Infantería de Marina. Los Aliados tenían ya  casi cuatro años combatiendo en una extenuante guerra de trincheras cuando los Estados Unidos enviaron a sus tropas al mando de John Pershing, el mismo militar que persiguiera durante muchos meses a Pancho Villa en territorio mexicano. El mariscal francés Foch y el Jefe de las Fuerza Expedicionarias Británicas Douglas Haig habrían de recibir a Pershing al frente de las 9 divisiones de soldados norteamericanos para ayudar a las 164 divisiones de franceses e ingleses que luchaban por contener la invasión de las 207 divisiones del ejército germano. Los jóvenes “marines” acostumbrados a la estrategia de grandes cargas de la guerra de Secesión, armados con fusiles y ametralladoras, sufrieron grandes bajas en los campos de Francia, minados, llenos de trincheras y nidos de ametralladoras enemigas, padecieron los rigores de los gases tóxicos y entre lluvias de obuses y de morteros, pronto aprenderían de los soldados aliados a moverse en grupos, y a inventar estrategias convergentes para destruir las posiciones del enemigo. Estaría en Francia adscrito al Cuerpo de Ingenieros, y ya en el frente de batalla estuvo dirigiendo una compañía de Infantería. Estuvo al principio, en el “sector defensivo” y pasó luego al frente activo. Tomó parte en varios combates de importancia y concurrió a la última batalla de la guerra poco antes del armisticio y en la cual ganó la medalla de guerra de la “Meuse Argonne”, condecorado por servicios de guerra.  

 Recuerdo en mi niñez distante, las palabras de mi tío Fernando relatando el significado de la palabra miedo, cuando se ha vivido una guerra dentro de las trincheras, y en la noche se ha tenido que arrastrar sorteando cráteres en un terreno empantanado y tener que pasar sobre los muertos descuartizados por la metralla, me decía, era para él, lo más difícil y lo que más terror le inspiraba. Al regresar de la guerra a los Estados Unidos, el poeta volvió pleno de experiencias, condecorado, pero muy enfermo. Una infección pulmonar y la inhalación de los gases tóxicos de fosgeno y cloruro de carbonilo, actuando probablemente sobre una lesión pulmonar antigua ya que en Colorado había padecido de una neumonía, lo mantuvieron en cama en un hospital para Veteranos en Boston y el poeta soldado, sintió no poder estar presente en el desfile del ejército triunfante por las calles de Nueva York. Finalmente logró restablecerse y regresó a Colorado a sus clases de español y se graduó en Filosofía y Letras en el Colorado College. En ese entonces se casó con Katherine McShane, mayor que él, “esposa y camarada” le diría en la dedicatoria de su libro de poemas del año 1945. Trabajó como obrero en molinos para la extracción de oro, lavó platos en un restaurante neuyorkino, fue actor de cine, cowboy, guionista de películas, asesor de Producción de la Fox, ejerció un importante cargo que en la industria cinematográfica al frente de la Publicidad en la Columbia Pictures, premiado con un OSCAR de la Academia de Artes Cinematográficas de Hollywood en 1935  a Fernando C. Tamayo por “Sombras de Gloria” con el protagonismo de José Boor le valió al poeta esta distinción, la cual fue reseñada en la edición del X Aniversario del Diario de Occidente de Maracaibo en 1959. La estatuilla de 14 centímetros tiene una inscripción  que dice “Academy of Motion Picture Arts and Sciences First Award Columbia Pictures for the Best Picture of the Year” y se la regaló Fernando a su hermana Mercedes, en 1947, antes de irse enfermo a los Estados Unidos. Ejerció el periodismo en Nueva York y con una sólida cultura humanística, se transformaría en un erudito, versado en literatura y filología. Hablaba y escribía en inglés y en francés con la misma perfección que en español, colaborador de numerosos periódicos y revistas de América Latina y España con los seudónimos de “Tom Ayala” y “El Conde de San Javier”, sus crónicas se titulaban “ Vistazos Neuyorkinos” y “Salpicón Cosmopolita”. Escribía y publicaba poemas en inglés y en español.  

 En la poesía de Fernando Tamayo, es posible siempre asociar el espíritu combativo e intrépido del poeta y el soldado que viviera las cruentas experiencias en la guerra, con ese acendrado amor y veneración por su terruño montañoso pleno de neblinas y de recuerdos. Se transparenta en el curso de su vida una compenetración con sus gentes y sus montañas andinas. Poeta de rítmica prosodia y versos brillantes con una sintaxis que igual permiten introspectivas visiones bucólicas como, el lenguaje coloquial o  desgarradoras expresiones del acontecer diario. Con  su esposa, el poeta regresará a San Cristobal el año 1935. De vuelta al terruño, ha ver a sus padres ya ancianos. En ese entonces se volverían a encontrar Fernando el poeta y su hermana menor, Maruja quien ya era una joven de 27 años y tenía un novio maracaibero, Jesús García Nebot, con quien se casaría el mes de julio del siguiente año, 1936. El 18 de octubre del año 1937 nacería su primer hijo a quien llamarían Fernando en honor al hermano mayor poeta, de nuevo ausente. Fernando y Katherine, durante el viaje a Venezuela del año 1935, pasaron unas semanas en San Cristóbal, estuvieron de visita en Maracaibo y regresaron a  Norteamérica.  En 1937 volverían a su tierra con la intención de instalarse definitivamente, y vivieron en San Cristóbal, en una casita alquilada. Ese año, Maruja visitaría a sus padres en San Cristóbal desde Julio hasta Noviembre y con ellos y sus hermanas y hermanos celebrarían el 18 de octubre, el primer cumpleaños del primogénito Fernando García Tamayo, mi hermano mayor. Madre e hijo regresarían a Maracaibo en Noviembre, en el vapor “Libertador” y Jesús, mi padre, estaría esperándoles en el puerto. A finales de ese año, morirá Don Lorenzo Tamayo de la Madriz y pocos meses después en 1939 fallecerá la madre del poeta, Doña Albina. Treinta y dos años después de haber dejado su tierra, para  iniciar su vida de aventurero, Fernando, de vuelta en su casa recibe estos dos golpes del destino y se comporta  “como un viejo soldado”,  sin claudicar ante la vida y ante las letras... 

  Continúa escribiendo poesía y acepta el cargo de  director de un liceo, el “Rafael María Morantes” en el barrio San Carlos en las afueras de San Cristóbal.  En 1945  Fernando Tamayo, verá coronada una gran aspiración. A través de sus amigos del Grupo Literario “Yunke” se publicará su libro “Romances de mi Montaña”, el cual se inicia con un poema dedicado a su esposa, titulado “Intimo”, fechado en octubre de 1944: Un año después, Katherine se caería accidentalmente sobre un rosal y moriría de tétanos en San Cristóbal. La primera parte del libro lo constituyen seis poemas sobre su tierra, sus gentes y  las montañas andinas y adicionalmente el “Romance de Miguelón Contreras”, ya comentado previamente. Después vendrán  seis poesías tituladas “Romances de Guerra y otros Poemas”, páginas en las cuales alternan cuatro poesías de los años 1915, 1916 y 1918 cuyos títulos hablan por si solos, “En Flandes crecen las amapolas”, “En la Cruz Roja”, “Uno de tantos” y “Sola”. Con “Tarde otoñal” y  “La Inefable”, el poeta retoma el tema de la lejanía de sus gentes y la nostalgia para finalmente brillar en el “Romance del Camarada Muerto”, ya comentado parcialmente en esta ocasión. Finalmente hay varias poesías en inglés, de las cuales con modestia, dice el poeta, deberían llamarse en inglés, en vez de “Atempts” intentos o intenciones, mas bien “ atentados”... Los poemas en inglés de Fernando C. Tamayo, fueron escritos, dos de ellos en 1925, en los Estados Unidos,  a los 37 años,  ambos plenos de nostalgia con esa permanente ilusión de un amor eterno que habrá de sobrevivir a las catástrofes, a las guerras, y a  la soledad del distanciamiento y que parece insuflar en él una fuerza interior, el amor  eterno, ese que aviva su flama y le ofrece la oportunidad para seguir luchando. Son ellos, los poemas “Arcades Ambó! “ y “Post Bellum”.  El tercer poema en inglés, se intitula “The Port of Broken Ships”, escrito el año 1943, ya en su tierra, cuando de nuevo el horror de otra conflagración mundial está en marcha, y de nuevo “los marines”, después de Pearl Harbor, han zarpado para ir a morir en Battan, en Corregidor, en Guadalcanal, o en Las Filipinas, en el Pacífico Sur. El poeta revive el enfrentamiento entre sus más puros sentimientos antibélicos y ese terrible sino de los hombres, quienes acaso han de mirar hacia el cielo, conscientes de que las aves se han tornado en pájaros de acero y en el puerto, los barcos semihundidos en sangre estarán seguramente a la espera de ver salir el sol, o quizás de poder volver a divisar en el cielo la quietud eterna de las estrellas... 

  Fernando Tamayo, luego de la muerte de su esposa, empeoró de su condición pulmonar crónica. Regresó a la casona de sus padres en San Cristóbal y su hermana Mercedes se mudó para atenderlo y cuidarlo. Con su hermana Mercedes, el poeta estará un tiempo en Maracaibo, allí deberá ser hospitalizado en el hospital Central Dr Urquinaona varios días por su enfisema y fibrosis pulmonar.  Logró contactar con el Hospital de Veteranos en Miami y con la ayuda de una enfermera venezolana, la Sra. Pino, viajó finalmente de nuevo a los Estados Unidos. Tenía una gran ilusión para estar en un desfile de Veteranos de la II da Guerra que se daría en Miami, pero por motivos de salud no logró estar presente. El Hospital VE de Miami lo trasladó al Hospital de Veteranos de Nueva York donde moriría el 22 de agosto de 1948.

Maracaibo, marzo del año 2013

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