FERNANDO CARLOS TAMAYO
POETA TACHIRENSE
Fernando Carlos Tamayo
fue uno de los poetas líricos más firmes y expresivos del Táchira. Hijo
primogénito de Don Lorenzo Tamayo de la Madriz y de Doña Albina García de Tamayo,
Fernando, nació en Valencia el año 1890 y antes de cumplir el año se trasladó
con sus padres a San Cristobal.
Fernando fue el mayor de una familia de nueve
hermanos, la menor, Amelia conocida cariñosamente como Maruja, fue mi madre. Fernando
era el mayor de una familia de poetas. Su hermano Francisco, y sus hermanas
Josefina y Amalia compartían desde muy jóvenes la pasión por la literatura,
escribían y publicaban sus poemas en revistas literarias y en las páginas
culturales de los periódicos del Táchira. El con sus hermanos poetas, aparecen
en el libro de Antonio Arellano Moreno, “Poetas y versificadores Tachirenses”
publicado en 1979 por la
Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses dirigida por el Dr.
Ramón J. Velasquez. Fue
en la revista literaria “La Idea”
donde Fernando dio a la luz pública su primer poema titulado “Parábola”,
reproducida en 1908 en diversas publicaciones de los círculos literarios de
Caracas, Maracaibo y de Quito. Fernando Tamayo formó parte de un grupo de
jóvenes tachirenses, inquietos y talentosos, muchos de ellos agrupados en torno
a la revista “Bloques”, escritores de poemas y de ensayos quienes mantenían
viva la actividad cultural en la San Cristobal de comienzos de siglo. En aquellos
duros días, en una Venezuela rural, acogotada por guerras y dificultades
económicas, Fernando Tamayo, con José Abel Montilla, Ramón Leonidas Torres,
Eduado López Vivas, y su hermano Francisco Tamayo, comenzaban a descollar en la
actividad literaria del Estado Táchira y del país nacional. La vida de Fernando, habría de cambiar
radicalmente en su adolescencia. Su padre, Don Lorenzo Tamayo, quiso ofrecerle
al joven poeta un destino diferente al que parecía esperarle en su país.
Venezuela había padecido la tragedia de las guerras de la Independencia y de la Federación, y venía de
sufrir por las contiendas de los
caudillos, empobrecida por deudas externas e internas provocadas por los pésimos gobiernos de
turno. Se vivían los últimos años del régimen de Cipriano Castro y alboreaba la
larga dictadura gomecista. Las circunstancias de ser Don Lorenzo amigo del
Cónsul de Venezuela en Nueva York, Don Pedro Rafael Cárdenas, o quizás
Rincones, hizo gestiones y con los buenos oficios del Cónsul amigo, le
otorgaron una beca al joven Fernando para cursar estudios en los Estados
Unidos.
En el año de 1907 tenía Fernando 17 años y la posibilidad de abandonar
el suelo nativo agitaría sin duda su corazón de soñador y poeta, él seguramente
sopesaría la idea, dejara a sus padres, sus hermanos, y decidiría aceptar el
reto. A finales de ese mismo año, a lomo de mulas, en tren y luego embarcándose
en varios vapores, marcharía para irse a estudiar en Norteamérica En el
Colorado College, de Colorado Springs habría de iniciar Fernando su periplo de
personaje novelesco. Durante sus años de
estudio y con los avatares de su
existencia, el poeta siempre tuvo presente su tierra tachirense, las montañas
andinas, sus gentes, su familia, y será esa nostalgia del terruño la que
formará la médula de su poesía. Fue estudiante de ingeniería civil, profesor de
español, deportista, dibujante. Cuando estalló la primera guerra mundial, se enroló
como voluntario en el ejército de los Estados Unidos y se fue a la guerra con
sus compañeros y sus discípulos. En realidad, los Estados
Unidos no se involucraron en la contienda mundial, hasta el mes de Abril del
año 1917, cuando el Congreso norteamericano por gran mayoría y el presidente
Thomas Woodrow Wilson así lo decidieron. El Tío Sam llamaba a los muchachos
para irse a la guerra, y se alistaban sus discípulos y sus compañeros del
Colorado Collage. Así, el poeta, dibujante y profesor de español, tomó la
determinación de hacerse ciudadano americano para poder irse con sus camaradas,
decisión disgustó enormemente a su padre, Don Lorenzo, quien no podía estar de
acuerdo, pues su hijo perdía la beca de estudiante de la que dependía para costear
su carrera en los Estados Unidos. Pero la suerte estaba echada y Fernando se
alistó en el ejército y se fue a Europa con la Infantería de Marina. Los Aliados tenían
ya casi cuatro años combatiendo en una
extenuante guerra de trincheras cuando los Estados Unidos enviaron a sus tropas
al mando de John Pershing, el mismo militar que persiguiera durante muchos
meses a Pancho Villa en territorio mexicano. El mariscal francés Foch y el Jefe
de las Fuerza Expedicionarias Británicas Douglas Haig habrían de recibir a
Pershing al frente de las 9 divisiones de soldados norteamericanos para ayudar
a las 164 divisiones de franceses e ingleses que luchaban por contener la
invasión de las 207 divisiones del ejército germano. Los jóvenes “marines” acostumbrados a la estrategia de grandes cargas de
la guerra de Secesión, armados con fusiles y ametralladoras, sufrieron grandes
bajas en los campos de Francia, minados, llenos de trincheras y nidos de ametralladoras
enemigas, padecieron los rigores de los gases tóxicos y entre lluvias de obuses
y de morteros, pronto aprenderían de los soldados aliados a moverse en grupos,
y a inventar estrategias convergentes para destruir las posiciones del
enemigo. Estaría en
Francia adscrito al Cuerpo de Ingenieros, y ya en el frente de batalla estuvo dirigiendo una
compañía de Infantería. Estuvo
al principio, en el “sector defensivo” y pasó luego al frente activo. Tomó
parte en varios combates de importancia y concurrió a la última batalla de la
guerra poco antes del armisticio y en la cual ganó la medalla de guerra de la
“Meuse Argonne”, condecorado por servicios
de guerra.
Recuerdo en mi niñez distante, las palabras de mi
tío Fernando relatando el significado de la palabra miedo, cuando se ha vivido
una guerra dentro de las trincheras, y en la noche se ha tenido que arrastrar
sorteando cráteres en un terreno empantanado y tener que pasar sobre los
muertos descuartizados por la metralla, me decía, era para él, lo más difícil y
lo que más terror le inspiraba. Al regresar de la guerra a los Estados Unidos, el
poeta volvió pleno de experiencias, condecorado, pero muy enfermo. Una
infección pulmonar y la inhalación de los gases tóxicos de fosgeno y cloruro de
carbonilo, actuando probablemente sobre una lesión pulmonar antigua ya que en
Colorado había padecido de una neumonía, lo mantuvieron en cama en un hospital
para Veteranos en Boston y el poeta soldado, sintió no poder estar presente en
el desfile del ejército triunfante por las calles de Nueva York. Finalmente
logró restablecerse y regresó a Colorado a sus clases de español y se graduó en
Filosofía y Letras en el Colorado College. En ese entonces se casó con
Katherine McShane, mayor que él, “esposa y camarada” le diría en la dedicatoria
de su libro de poemas del año 1945. Trabajó como obrero en molinos para
la extracción de oro, lavó platos en un restaurante neuyorkino, fue actor de
cine, cowboy, guionista de películas, asesor de Producción de la Fox, ejerció un importante
cargo que en la industria cinematográfica al frente de la Publicidad en la Columbia Pictures,
premiado con un OSCAR de la
Academia de Artes Cinematográficas de Hollywood en 1935 a Fernando C. Tamayo por “Sombras de Gloria”
con el protagonismo de José Boor le valió al poeta esta distinción, la cual fue
reseñada en la edición del X Aniversario del Diario de Occidente de Maracaibo
en 1959. La estatuilla de 14 centímetros tiene una inscripción que dice “Academy of Motion Picture Arts and
Sciences First Award Columbia Pictures for the Best Picture of the Year” y se
la regaló Fernando a su hermana Mercedes, en 1947, antes de irse enfermo a los
Estados Unidos. Ejerció el periodismo en Nueva York y con una sólida cultura
humanística, se transformaría en un erudito, versado en literatura y filología.
Hablaba y escribía en inglés y en francés con la misma perfección que en
español, colaborador de numerosos periódicos y revistas de América Latina y
España con los seudónimos de “Tom Ayala” y “El Conde de San Javier”, sus
crónicas se titulaban “ Vistazos Neuyorkinos” y “Salpicón Cosmopolita”. Escribía y publicaba poemas en inglés y en
español.
En la poesía de Fernando Tamayo, es posible siempre
asociar el espíritu combativo e intrépido del poeta y el soldado que viviera las cruentas experiencias en la
guerra, con ese acendrado amor y veneración por su terruño montañoso pleno de
neblinas y de recuerdos. Se transparenta en el curso de su vida una
compenetración con sus gentes y sus montañas andinas. Poeta de rítmica prosodia
y versos brillantes con una sintaxis que igual permiten introspectivas visiones
bucólicas como, el lenguaje coloquial o
desgarradoras expresiones del acontecer diario. Con su esposa, el poeta regresará a San Cristobal
el año 1935. De vuelta al terruño, ha ver a sus padres ya ancianos. En ese
entonces se volverían a encontrar Fernando el poeta y su hermana menor, Maruja
quien ya era una joven de 27 años y tenía un novio maracaibero, Jesús García
Nebot, con quien se casaría el mes de julio del siguiente año, 1936. El 18 de
octubre del año 1937 nacería su primer hijo a quien llamarían Fernando en honor
al hermano mayor poeta, de nuevo ausente. Fernando y
Katherine, durante el viaje a Venezuela del año 1935, pasaron unas semanas en
San Cristóbal, estuvieron de visita en Maracaibo y regresaron a Norteamérica.
En 1937 volverían a su tierra con la intención de instalarse
definitivamente, y vivieron en San Cristóbal, en una casita alquilada. Ese año,
Maruja visitaría a sus padres en San Cristóbal desde Julio hasta Noviembre y
con ellos y sus hermanas y hermanos celebrarían el 18 de octubre, el primer
cumpleaños del primogénito Fernando García Tamayo, mi hermano mayor. Madre e
hijo regresarían a Maracaibo en Noviembre, en el vapor “Libertador” y Jesús, mi
padre, estaría esperándoles en el puerto. A finales de ese año, morirá Don Lorenzo
Tamayo de la Madriz
y pocos meses después en 1939 fallecerá la madre del poeta, Doña Albina. Treinta y dos años después de haber dejado su tierra, para iniciar su vida de aventurero, Fernando, de
vuelta en su casa recibe estos dos golpes del destino y se comporta “como un viejo soldado”, sin claudicar ante la vida y ante las
letras...
Continúa escribiendo poesía y acepta el cargo de director de un liceo, el “Rafael María
Morantes” en el barrio San Carlos en las afueras de San Cristóbal. En
1945 Fernando Tamayo, verá coronada una
gran aspiración. A través de
sus amigos del Grupo Literario “Yunke” se publicará su libro “Romances de mi
Montaña”, el cual se inicia con un poema dedicado a su esposa, titulado
“Intimo”, fechado en octubre de 1944: Un año después, Katherine se caería
accidentalmente sobre un rosal y moriría de tétanos en San Cristóbal. La primera parte del libro lo constituyen seis poemas sobre su
tierra, sus gentes y las montañas
andinas y adicionalmente el “Romance de Miguelón Contreras”, ya comentado
previamente. Después vendrán seis
poesías tituladas “Romances de Guerra y otros Poemas”, páginas en las cuales
alternan cuatro poesías de los años 1915, 1916 y 1918 cuyos títulos hablan por
si solos, “En Flandes crecen las amapolas”, “En la Cruz Roja”, “Uno de
tantos” y “Sola”. Con “Tarde otoñal” y “La Inefable”, el poeta
retoma el tema de la lejanía de sus gentes y la nostalgia para finalmente
brillar en el “Romance del Camarada Muerto”, ya comentado parcialmente en esta
ocasión. Finalmente hay varias poesías en inglés, de las cuales con modestia,
dice el poeta, deberían llamarse en inglés, en vez de “Atempts” intentos o
intenciones, mas bien “ atentados”... Los poemas en inglés de Fernando
C. Tamayo, fueron escritos, dos de ellos en 1925, en los Estados Unidos, a los 37 años, ambos plenos de nostalgia con esa permanente
ilusión de un amor eterno que habrá de sobrevivir a las catástrofes, a las
guerras, y a la soledad del
distanciamiento y que parece insuflar en él una fuerza interior, el amor eterno, ese que aviva su flama y le ofrece la
oportunidad para seguir luchando. Son ellos, los poemas “Arcades Ambó! “ y “Post Bellum”. El tercer
poema en inglés, se intitula “The Port of Broken Ships”, escrito el año 1943,
ya en su tierra, cuando de nuevo el horror de otra conflagración mundial está
en marcha, y de nuevo “los marines”, después de Pearl Harbor, han zarpado para
ir a morir en Battan, en Corregidor, en Guadalcanal, o en Las Filipinas, en el
Pacífico Sur. El poeta revive el enfrentamiento entre sus más puros
sentimientos antibélicos y ese terrible sino de los hombres, quienes acaso han
de mirar hacia el cielo, conscientes de que las aves se han tornado en pájaros
de acero y en el puerto, los barcos semihundidos en sangre estarán seguramente
a la espera de ver salir el sol, o quizás de poder volver a divisar en el cielo
la quietud eterna de las estrellas...
Fernando Tamayo, luego de la muerte de su
esposa, empeoró de su condición pulmonar crónica. Regresó a la casona de sus
padres en San Cristóbal y su hermana Mercedes se mudó para atenderlo y
cuidarlo. Con su hermana Mercedes, el poeta estará un tiempo en Maracaibo, allí
deberá ser hospitalizado en el hospital Central Dr Urquinaona varios días por
su enfisema y fibrosis pulmonar. Logró
contactar con el Hospital de Veteranos en Miami y con la ayuda de una enfermera
venezolana, la Sra. Pino,
viajó finalmente de nuevo a los Estados Unidos. Tenía una gran ilusión para
estar en un desfile de Veteranos de la
II da Guerra que se daría en Miami, pero por motivos de salud
no logró estar presente. El Hospital VE de Miami lo trasladó al Hospital de
Veteranos de Nueva York donde moriría el 22 de agosto de 1948.
Maracaibo, marzo del año 2013
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