domingo, 22 de septiembre de 2013

De una novela ya publicada y distribuida...



De la novela “El año de la lepra” 20012
Editorial   elotro@elmismo          Distribuye en el país: EdicVen
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Fragmento del CAP 19

“18 deNoviembre 2005: Querido diario, pareciera que nos ha caído la pava macha. Brino y Rubén, ambos han perdido totalmente su estabilidad económica. Rubén con su familia padecen esta época de agobio por estar desempleado y evidentemente, sin haber recibido ninguna compensación salarial. Tengo mucha rabia porque estamos viviendo una mala racha, justamente cuando ya creía que iba a estar totalmente realizada, recién graduada de Medicina y con deseos de hacer investigación, sí, entonces nos llegó el accidente y atravesamos este calvario. Es que en esta crisis se han venido a sumar muchas cosas y se presentan diferentes. Cambiantes… No me debo quejar, me toca estar de regreso, casi obligada por las circunstancias, pero sin problemas de trabajo pues de nuevo estoy haciendo investigación bajo la protección del profesor Sarmiento. Al menos estoy otra vez con mi viejo, mi padre, y él está feliz de tenerme a su lado. Es lamentable, pero la razón de nuestros males, no es casual, yo insisto en que es de otro orden. Puede que sea lo que le sucede a mucha gente en el país, o puede que todo se deba a la política, a esta especie de maldición que nos arropa, quien sabe si es porque soy hija de un “adeco” quien insiste en que morirá siendo “adeco” y yo he aprendido sin ser fanática, sin querer meterme en la política, que la frase emblemática de mi padre debe tener un significado importante…”

Fragmento del CAP 20

“El gordo Pinilla se encuentra mal, está periqueao y se ha bebido toda la botella de “Something Special”. No suelta su Beretta y mira desconcertado al cura. Tiene un humor de perros (…que clase evaina me ha echado el coñoemadre de Don Cheo…). La cara desencajada de Omar quien ya ha dejado de sangrar por la brecha en la frente está muy pálida. Él, está tembloroso, con las magulladuras en nariz y pómulos (…este güón, creo questácagao…) producidas por los cachazos y su cuerpo se estremece adolorido por las patadas (…parece un machorro…). El gordo piensa en lo que le ha comunicado Don Cheo (…¡que bolas!, que se lo lleve a Goncalves, nojoda!...). Él sabe que sería más fácil “despachar” al curita. Con meterlo en la maleta del auto “FiatUno” y hacerlo desparecer bastaría (…¡auf!, ya lo tendría resuelto…), una chatarra ahumada en “palito Blanco” o en la vía de La Paz, y fuera cacho, pero ¡mielda no!, (que ladilla DonCheo, en vez de apurar lo de “su boloña” ponerme a mi en estagüevonáa…). Las instrucciones fueron muy certeras y él, casi prefiere hablar con su cautivo golpeado (…stácagao el mardito este…) para pedirle una colaboración mínima, puesto que es lo menos que puede exigirle. Al fin y al cabo, no lo va a mandar para el otro mundo. Mira a Omar y golpeándolo en la pierna con la Beretta le dice exigente…
-A ver malparío, te estáis salvando de verguita, pero tenéis que pararte, ya, porque vamos a salir.
Omar comenzaba a enderezar su cuerpo y los dolores lo obligaron a replegarse quejándose. Mientras gime y se lleva las manos a la cabeza, mira como el gordo da un brinco, se pone de pie y pistola en mano sale rápidamente de la sala, para un momento después estar de vuelta. Ha ido hasta el dormitorio y le trae un pantalón y una franela, negras.
-Ponéte esta mierda que está seca, porque tenemos que dar unas vueltas para visitar a unos amigos.
Omar se levantó y tembloroso comenzó a vestirse, y cuando ya se había puesto la franela, el gordo sacó su gorra de pelotero del bolsillo de atrás y se la encasquetó hasta los ojos. Después lo miró y se rió a carcajadas, señalándolo, con la mano derecha sin soltar la pistola
-Te veis como un carajo fino y casi que ni se te notan los coñazos. Atendeme. Ve güevon, vamos a salir en mi carro y vos vais a conocer a unos coños amigos míos, pero tenéis que tener la jeta cerrada. Vos solo actuá como si fueras mi pana. Si te portáis bien, puede que salgáis vivo de esta. ¿Comprinfais?
Omar hizo gestos afirmativos y el gordo tomó su paquete bajo el brazo. Apagó la luz y fue abriendo la puerta de la casa.
-Vámonos rápido pues- le dijo y sin soltar la Beretta lo llevó delante de sí, clavándosela en las costillas hasta su auto “Ford Fiesta”…

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Fragmentos del CAP 21

“Cheo Ortega maldice nuevamente. Tampoco el portugués Gocalves responde en su teléfono. Por el contrario, vuelve a sonar el repique del celular que era el contacto con el gordo Pinilla con una insistencia tal que decide atender la llamada. El serbio Martinovic le mira de soslayo y ve encenderse su rostro y lanzar contra el suelo el aparato, luego lo pisotea con furia, salta sobre él vociferando, ¡con la verga si creen que por aquí me van a localizar!, malditos policías. Agitado mira al serbio quien no le dice ni pío mientras indiferente se bebe un largo trago del cubalibre que le sirvió Yolanda y voltea a mirarla. El show de la gordita “vedette” ha concluido y hace ya un rato que Nicolai, avisado de la muerte de Germán el gordo, tan solo bebe mientras contempla la desesperación de Cheo Ortega quien continúa luchando con los dos teléfonos para localizar al General Henares. Súbitamente, aparece Manú en la puerta del ChiquitaNais Bar y Cheo se hace el que no lo ha visto mientras se pregunta maldiciendo que donde andará metido el coñoesumadre y remardito Alcides que a estas alturas de la negociación aún no aparece. El tuerto se le acerca y le pregunta que si ya se van. Cheo enfurecido le grita que se vaya a la mierda y regresa de nuevo a concentrarse en los teléfonos en la búsqueda del General Henares, una acción sin sentido porque él ya casi está seguro de que no habrá respuesta alguna. El Manú le pedirá un ron a Yolanda y Nicolai terminará de beberse el cubalibre cuando Cheo Ortega tomará una decisión que por expiatoria se le ocurre a él que pueda traerle suerte. Llamará a Nicolai, lo tomará del brazo y saldrá con él del local.  Ya son casi las tres de la mañana. 
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Dimitri voltea a mirar hacia atrás, divisa el pasillo y las tres puertas de vidrio que él ha dejado abiertas. A su derecha están las jaulas y él observa a los cachicamos enfermos, su aspecto es deplorable, le inspiran cierto temor. A pesar de la máscara percibe un vaho fétido y piensa en las glándulas odoríferas de los dasypus y en sus efluvios aceitosos.  Apestan. Abre una refrigeradora y puede divisar un sin fin de tubos con tapones de goma y con siglas escritas en el vidrio con marcador negro. Dentro existen algunas masas de material granular y friable, otras de aspecto mucoso muestran pegostes de color gris que parece crecer en capas y en algunos tubos parecen ir cubriendo sus paredes internas. Toma varios que aparentemente están repletos. Abre el maletín y los coloca dentro. Continúa seleccionando más tubos, los que ve más llenos de algo que a la vista es repugnante, los separa y luego los guarda en el maletín. Mira su reloj, luego busca algo con la mirada y encuentra sobre el mesón un par de inyectadotas y un bisturí. Con el escalpelo en la mano se acerca a uno de los cachicamos que yace postrado con apariencia monstruosa y hiende con la lanceta el tejido amarillo grisáceo del lomo del dasypus. Un chorro de un líquido seropurulento fluye y salpica su bata. Con alguna dificultad le quita un fragmento de tejido blando que nace entre las placas del lomo. Lo sostiene en la mano y acerca el mismo a la luz de una lámpara para observarlo cuidadosamente. Extrae de la maleta unas bolsas de plástico y coloca dentro de ellas varios fragmentos de los tejidos. El animal hace ruidos y pareciera mirarlo, sus gruñidos obligan a Dimitri a voltearse y acercarse de nuevo hasta la jaula. Súbitamente el cachicamo enfermo produce un chillido agudo. Dimitri se retira asustado y por ende molesto. Se acerca hasta los congeladores. Los abre y de uno de ellos, extrae algunas placas con muestras que parecen ser tejidos pero están congeladas. Coloca varias en los empaques de plástico, los cierra y los pone igualmente dentro de la pequeña maleta. Voltea a mirar hacia todos lados. De nuevo comprueba la hora. Son las dos y media de la mañana. Regresa por donde llegó pero al abrir la puerta de salida se tropieza con el vidrio que había partido para abrirla y siente que se ha cortado en el dorso de la mano con el borde del cristal astillado. Maldice y se sacude, se le han roto los dos guantes de látex que cubrían su mano derecha y sangra”…

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