"Los
sueños juveniles se corrompen en boca de los adultos", empieza
diciendo Juan Marsé (Barcelona 1933) el autor de “El embrujo de Shanghai” (1993),
en su novela que fue galardonada con el Premio Nacional de la Crítica y el
Aristón, y la cual Fernando Trueba llevaría al cine el año 2002. Relatada por
Dani, un joven que comparte con Susana
la ausencia de un padre que murió en la guerra y donde ella, como una odalisca
presa en un castillo, será su primer amor que lo marcará para siempre. Cuando el capitán Blay le encarga a Dani para hacer
un retrato de Susana, él encuentra por fin la manera de llegar a la torre donde
está recluida su princesa enferma de tuberculosis. Forcat aparecerá como un
personaje envuelto en el misterio de poseer extraños poderes y guardar graves
secretos, y les narrará a los jóvenes la historia de Kim, (el padre ausente de
Susana, y también el padre idealizado por Dani). Kim y sus aventuras en
Shanghai, pasarán a ser las un personaje imaginario especie de un héroe de tebeo y será entonces cuando
aparecerá Mascaró, apodado el Denis, la nube negra, detonante de la violencia que
los envolverá haciéndolos víctimas de una tragedia.
Según Vicente Molina Foix, Juan
Marsé es con la excepción de Shakespeare, y de Gustave Flaubert “el único autor
capaz de trasladar más de una versión de su libro propio a otro medio”, lo que logrará
hacer en la película de El embrujo de
Shanghai. Un precedente similar podría
ser la novela de Lowry Bajo el volcán,
convertida por Cabrera Infante en un brillante guión y filmada luego por John
Huston. Marsé tuvo la suerte de poder estar presente y Erice ha dejado
constancia de su trabajo con la publicación de su largo guión perteneciente al
limbo del cine invisible. La película iba a ser dirigida por Víctor Erice pero por
desavenencias con Andrés Vicente Gómez el productor el filme el filme terminaría
en las manos de Fernando Trueba quien no utilizaría el guion escrito y
preparado por Erice.
Marsé es experto en el arte de
narrar como muestra sus novelas Si te dicen que caí (1973); La
muchacha de las bragas de oro (1979); Un día volveré (1982); Ronda
del Guinardó (1984); El fantasma del cine Roxy (1985); La
fuga del río Lobo (1985); Teniente Bravo (1986); El
amante bilingüe (1990); El embrujo de Shanghai (1993); Rabos
de lagartija (2000); Cuentos completos 1957-1994 (2002); La
gran desilusión (2004); Canciones de amor en Lolita's Club
(2005);Caligrafía de los sueños (2011). Cuando Trueba, escribió su
propia adaptación de El embrujo de
Shanghai, Marsé estuvo allí para filmar con él dos embrujos distintos.
Marsé pudo leer la atrevida trasposición al papel firmada por Erice, y a
continuación sentarse en los cines para ver la hermosa película que Trueba extrajo
de las páginas de su novela. Ganadora del Goya 2002, con premios a la mejor
dirección artística para Salvador Parra; mejor diseño de vestuario para Lala
Huete y premio al mejor maquillaje y peluquería ganado por Gregorio Ros y
Pepito Juez. Recuerdo personalmente haber visto la película hace varios años tras
haber leído la novela, y francamente me gustó mucho.
En El
embrujo de Shanghai tuvo la suerte de participar en ese otro arte que es
crearnos ilusiones que nacen en la pantalla del cinematógrafo. Marsé, Erice y
Trueba, desde el inicio con una gran dosis de lirismo nos presentarían la
fachada del cine de barrio y su taquillera rubia con la angustia del
franquismo, y el hirsuto el capitán Blay en un armario cual ogro benéfico de un
cuento, y sentimos como el niño Dani la primera vez que con él descubrimos
voluptuosamente a Susana, la odalisca tuberculosa. Uno de los grandes logros de
Trueba fue desarrollar sutilmente su película a partir de la mirada del niño,
que no ve nada diferente a lo que observamos todos, excepto Shanghai que
resulta ser una falsificación interesada de lo real, eso que se llama un
ensueño. Erice en su libreto decidió mostrar a Shanghai en unos simulacros de
postales y novelitas populares, y Trueba abordará a Shanghai ayudado por ese
artista de la luz que es López-Linares construyendo atmósferas, temperaturas,
colores y marcos genéricos que marcan y hacen confluir armónicamente las dos
vías dramáticas de esta fiel adaptación de la novela de Marsé. Los discrepantes
relatos oídos sobre el asesinato al final destacarán la figura del capitán Blay
con toda la gracia y la densidad que Fernán-Gómez aportó siempre a sus
interpretaciones. Marsé creó una crónica de lo que era la podredumbre moral de
la posguerra, y un personaje que representa la conciencia que emerge como un
referente entre las fantasiosas tragedias de la Guerra Civil, las apariciones y
desapariciones de los maquis, apareciendo desde el otro lado de la frontera, con
las historias de sus aventuras que son lo único que anima el ambiente gris de
la posguerra, la de los exiliados y sus mutiladas familias viviendo bajo la
égida del dictador Franco.
Maracaibo, 22
de marzo de 2017
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