Rodrigo Borgia, ocupó el solio
pontificio como Alejandro VI, y es
uno de los papas más polémicos y recordados de la historia. Aunque sus acciones
fueran muy distintas a las de otros que le precedieron o le sucedieron, él,
Rodrigo Borgia, no trató de disimularlas.
Cuando su tío Alfonso -conocido
como Calixto III- se convirtió en papa en 1455, Rodrigo tuvo muy claro que algún día, él también se
sentaría en el trono de San Pedro. Calixto
III solamente ocupó el solio pontificio durante tres años, pero le bastó y
sobró para dar a su sobrino una sólida posición en el Vaticano, nombrándole
cardenal y vicecanciller y sería favorecido por los cuatro papas sucesivos -Pío
II, Paulo II, Sixto IV e Inocencio VIII- aunque era un cardenal no italiano.
Rodrigo nunca escatimó esfuerzos
para conseguir lo que quería, ni escondió sus propósitos y muchas de las faltas
que se le reprochaban -su carácter arrogante, su nepotismo o su vida disoluta-
eran práctica común en la Iglesia de aquellos años y de ellas pecaban también
muchos de quienes le acusaban. Lo que no le perdonaron sus enemigos
fue que se comportara como señor en tierra extranjera y especialmente que
lo hiciera con toda desfachatez, sin preocuparse como mínimo de guardar las
apariencias.
La fecha exacta de nacimiento es desconocida y de manera arbitraria se ha fijado el primer día del año 1431. Nace como Roderic Llançol i de Borja, perteneciente a una rica familia de Játiva en el Reino de Valencia, miembro de la nobleza más antigua de la Corona de Aragón. Quizás por ello, para él la familia fue siempre el motivo y el propósito de sus acciones.
Cuando
Alfonso de Borja fue elegido papa llamó a su sobrino a Italia para que
terminara en la prestigiosa universidad de Bolonia sus estudios de derecho
canónico, e “italianizó” su nombre
como Rodrigo Borgia, en un intento de ser mejor aceptado en
tierras itálicas. En esos tiempos Rodrigo ya dio muestras de lo que
siempre le criticarían; su afición a las mujeres, (aunque el celibato no era
obligatorio para un cardenal tuvo
al menos siete hijos conocidos con más de una mujer), aunque su preferida fue Vannozza
Cattanei, una dama lombarda que le dio cuatro vástagos que fueron
los únicos que Borgia reconoció como herederos, aunque no estaban casados: Juan, César, Lucrecia y Jofré.
A todos sus hijos los favoreció con
honores, títulos y tierras, hasta el punto de falsificar una bula papal para permitir
la boda de Isabel de
Castilla con Fernando de
Aragón a cambio del título de duque de Gandía para uno de sus
hijos. César fue su preferido y el que cosechó más fortuna, especialmente
cuando Rodrigo fue elegido papa. Lucrecia fue la que salió peor parada, pues las
ambiciones políticas de su padre la forzaron a casarse tres veces y se creó una
leyenda negra que incluía acusaciones de asesinato e incesto.
El descarado nepotismo de Alejandro
VI le valió el desprecio de sus colegas los cardenales, especialmente de su más acérrimo rival,
Giuliano della Rovere, con quien competiría por la tiara papal en el cónclave
de 1492. Borgia resultó vencedor y, Della Rovere siempre le acusó de haber
sobornado a los cardenales, aunque nunca pudo demostrarlo.
Alejando VI- usó el Estado
Pontificio para su propio interés y para el de su familia y trató de
consolidar su poder en Italia como nobles y no como eclesiásticos. César, se
convirtió en señor de muchos territorios en la Romaña que estaban bajo la
autoridad del Vaticano. Los tres matrimonios de Lucrecia le garantizaron una
sólida posición en la nobleza italiana, tras hacerla infeliz y arrastrar por el
fango el nombre de la familia a causa del asesinato de su segundo marido, el
hijo ilegítimo del rey de Nápoles.
Alejandro
VI fue siempre muy criticado y en vida, Maquiavelo escribió
de él que “no hizo nunca otra cosa que
engañar al prójimo”, y cuando tuvo ocasión de conocer a César, él le
inspiró para escribir El príncipe. Los Borgia
reflejaban exactamente la maquiavélica convicción de que el ejercicio del poder,
cuando era efectivo no respondía a criterios éticos, sino prácticos.
No es exagerado decir que fue
el papa Borgia quien escribió el destino de América. En 1493 publicó las Bulas
Alejandrinas, que daban a la Corona de Castilla -pero no a la de Aragón, puesto
que había sido Isabel quien había financiado la expedición- “el
dominio sobre tierras descubiertas y por descubrir en las islas y tierra firme
del Mar Océano, por ser tierras de infieles en las que el Papa, como vicario de
Cristo en la Tierra, tiene potestad para hacerlo”. Alejandro VI
delegaba esta potestad en los reyes de Castilla, lo que en la
práctica sancionaba la conquista de América con la condición de evangelizarla.
Rodrigo Borgia murió en agosto de
1503 tras un banquete en el que todos los invitados cayeron enfermos, algo que
siempre ha suscitado sospechas; incluso se ha dicho que formaba parte de un
complot del propio Borgia para asesinar a sus enemigos y que él mismo resultó
envenenado por error. Con su desaparición se esfumó todo el poder de su hijo César,
que tuvo que renunciar a sus feudos de la Romaña ante la amenaza del antiguo
rival de su padre, Giuliano della Rovere, sería elevado a la dignidad de papa
con el nombre de Julio II.
Rodrigo Borgia fue ambicioso,
traicionero, manipulador y cruel si era necesario, cualidades más propias de un
príncipe del Renacimiento que
del que se llamaba a sí mismo Vicario de Cristo. El ascenso y caída de su
dinastía, así como el recuerdo que dejó, curiosamente parecen contradecir a
Maquiavelo cuando defendía que, ante la duda, era mejor ser temido que amado.
Maracaibo. sábado
4 de enero del año 2025