martes, 9 de noviembre de 2021

Miguel Servet

 Miguel Servet

En el año 1530 el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos V, quien había jurado desde el día de su coronación en Aquisgran que iba a defender a la Iglesia Católica, convocó la Dieta de Augsburgo, y luteranos y católicos se enfrentaron en la primera reunión oficial con el luteranismo cuyos principios habían sido recién redactados por Philip Melanchthon. Estas ideas presentadas en la Dieta de Augsburgo en presencia de Carlos V confirmarían la excomunión para los luteranos ya establecida en el Edicto de Worms, desde el año 1521.

Tras la Paz de Augsburgo y la renuncia de Carlos V a arbitrar entre los príncipes protestantes y Roma, parecía muy difícil la conciliación de las diferencias religiosas entre los cristianos en Europa, cuando ya el protestantismo había alcanzado posiciones inexpugnables, y en Alemania e Inglaterra se iba organizando en iglesias nacionales, en Francia, su poder iba en aumento y desde Ginebra, el calvinismo empezaba a enviar misioneros y propaganda.

Ante el peligro de la evangelización calvinista, y la llegada de textos impresos tanto a los Países Bajos como a la Península Ibérica, la Inquisición iniciaría investigaciones para evitar los contactos y Felipe II optó por reforzar las defensas religiosas. La vieja generación de humanistas españoles ya había desaparecido cuando la Inquisición española, comandada entre 1547 y 1566 por Fernando de Valdés, con el apoyo del dominico Melchor Cano, incrementó su vigilancia en defensa de la ortodoxia de la fe, para evitar cualquier contagio de las ideas luteranas o calvinistas. Marcelino Menéndez Pelayo definía a la España de la época de Felipe II como martillo de los herejes, luz de Trento, espada de Roma y cuna de San Ignacio”.

En 1557 y 1558 fueron descubiertas en Sevilla y Valladolid dos comunidades que eran grupos de iluminados cristianos que creían que mediante la oración podían llegar a un estado perfecto. Decían que no necesitaban practicar los sacramentos y se sentían libres de pecado. Sus doctrinas de justificación por la fe, negaban del purgatorio y el valor de los sacramentos, rechazaban la confesión y la autoridad pontificia. El inspirador del grupo de Valladolid fue Carlos de Seso, un seglar italiano, llegado a España hacia 1550, y el doctor Agustín de Cazalla, quien era un canónigo de Salamanca que había acompañado a Carlos V en sus viajes por Alemania y por los Países Bajos.

Valdés logró el permiso pontificio para poder enjuiciar a los mitrados y condenar a muerte a los herejes, -aunque se arrepintiesen y pidiesen misericordia-. Terminó con ellos organizando dos autos de fe en 1559. Cazalla, Seso y otros 13 acusados fueron relajados al poder secular y ejecutados. Los que se retractaron fueron agarrotados y quemados muertos. El abogado Antonio de Herrezuela fue el único que no se retractó y fue quemado vivo. Felipe II asistió personalmente al este segundo auto de fe (ya comentado en mi novela “Vesalio el anatomista”)…  

Cuando Andrés Vesalio (1514-1564) cumplió 17 años se cambió de escuela en Lovaina y el año 1530, pasó al Colegio Trilingüe. Sería en septiembre de 1533 cuando llegó a París donde iba a permanecer tres años entre 1533 y 1536. El ambiente de la Universidad era denso y prevalecía el galenismo. Allí Andrés conocerá a Miguel Servet, y a otros estudiantes, Laguna, Charles Estienne y Gesnner. Entre los médicos brillaba Fernel colega de Sylvius, el anatomista quien era galenista pero Fernel decía que era más importante la observación personal que la vox magistri.

Andrés, descontento, pero profundamente seducido por la anatomía, trató de completar su formación osteológica con huesos sustraídos del Cementerio de los Inocentes y con sus amigos y compañeros estudiantes ayudó a realizar algunas disecciones. Sabemos que en estas labores participó su compañero de estudios Miguel Servet(1511-1553), llamado también Miguel de Villanueva, Michel de Villeneuve o, en latín, Michael Servetus y se discute aun si nació en Villanueva de Sigena (Aragón) o en Tudela (Navarra), y si su cambio de nombre a Miguel de Villanueva fue una vuelta a su apellido real tras su primera persecución, o si era un homenaje a su tierra. Miguel de Villanueva, alias Servet, nacido en Tudela; o Miguel Servet, quien quiso marcar su origen en Villanueva de Sigena y llamado también Michel de Villeneuve o, en latín, Michael Servetus (su nombre auténtico era Miguel Serveto y Conesa, alias “Revés”).

Miguel Servet era un joven con dotes sobresalientes para las letras, conocedor del latín, griego y hebreo, era estudioso de la Biblia y de la jurisprudencia, sabía de teología, física, matemáticas, astronomía, meteorología, de geografía, y de anatomía dentro de la Medicina. Su trabajo sobre la circulación pulmonar descrita en su obra Christianismi Restitutio, sería su descubrimiento más importante; la circulación pulmonar también llamada circulación menor. Servet explicó que la sangre llega al corazón proveniente de las diferentes partes del cuerpo, y transporta el dióxido de carbono, el corazón la impulsa hacia los pulmones, donde se produce el intercambio de gases, cargándose de oxígeno, y vuelve al corazón para ser bombeada al resto del cuerpo. 

 

Miguel abandonó su población de origen para ampliar estudios. Aceptado por fray Juan de Quintana, quien era confesor de Carlos I, Servet presenciaría en Bolonia la coronación de Carlos V como emperador. En 1531 publicó De Trinitatis Erroribus (De los errores acerca de la Trinidad), que provocó un gran escándalo entre los reformadores alemanes. Tampoco caló bien en su patria, ya que Servet tuvo la osadía de enviar una copia al obispo de Zaragoza, quien solicitaría la intervención de la Inquisición. Desde ese entonces sería perseguido.

Miguel Servet estuvo brevemente en París, y su encuentro con Calvino se transformó en el inicio de una relación epistolar entre ambos. Servet llegó a Lyon como Michel de Villeneuve, originario de Tudela de Navarra, evitando las persecuciones de la Inquisición. En 1537 se matriculó en la Universidad de París para estudiar medicina. Allí enseñaría matemáticas y medicina pero se encontró en dificultades, tras dictar un curso de astrología, donde defendía la influencia de las estrellas en los eventos futuros y describiría el uso de jarabes como remedios de la época, y todas estas cosas lo enfrentaron con la comunidad universitaria.

Residió en diversas localidades de Francia, hasta que en Lyon se encontró con el arzobispo de Vienne del Delfinado, Pedro Palmier, al que había conocido previamente en París, y en 1541 entró a su servicio como médico personal. ​ En Vienne de Isère, Servet se dedicará a proseguir sus estudios y publicaciones y prepararía en secreto su obra cumbre. En su correspondencia con Calvino, le enviaría una primera versión de su libro, Christianismi Restitutio, una obra fundamentalmente teológica, en la cual “demostraba, sobre la base de las Escrituras, que Cristo era solamente humano" y esperó por de los comentarios de Calvino sobre su concepto del cristianismo ahí expuesto y cercano al panteísmo.

En respuesta, Calvino le conminó a leer su propio libro Institutio religionis Christianae publicado en 1536. Cuando Servet leyó el libro de Calvino hizo anotaciones muy críticas en los márgenes del libro, devolviéndole la copia corregida, y el reformador, disgustado le avisó que si Servet ponía los pies en Ginebra “no saldría vivo de allá”. Christianismi Restitutio había sido publicado anónimamente  comenzando 1553, y un calvinista de Ginebra le escribió  a un amigo católico o podría ser el propio Calvino, avisando que el autor era el hereje Miguel Servet, bajo la falsa identidad de Villeneuve. La Inquisición de Lyon recibió la correspondencia intercambiada y Servet fue detenido, interrogado y encarcelado en Vienne. El 7 de abril, logró evadirse y el 17 de junio fue sentenciado a muerte in absentia, siendo quemado en efigie.

Servet sufrió grandes penalidades durante su cautiverio, como atestigua su carta al Consejo de Ginebra de 15 de septiembre de 1553. Durante el juicio, sostuvo diversos debates de carácter teológico. El 22 de septiembre, 1553, Servet escribiría una última alegación en la que culpaba a Calvino de hacer acusaciones falsas de herejía contra él y concluía: “Estaré contento de morir si no le convenzo tanto de esto como de otras cosas de que le acuso más abajo. Os pido Justicia, Señores, Justicia, Justicia, Justicia”. Finalizado el proceso, el acusado fue condenado y sentenciado a morir en la hoguera el 27 de octubre de 1553. En una carta fechada el día anterior, Calvino comentaba que Servet iba a ser condenado pero aseguraba que él había intentado cambiar la forma de su ejecución, aunque inútilmente.

Marian Hillar, polaco-norteamericano estudioso de la obra de Servet, opinaría sobre la ejecución del erudito español: «Fue el punto de inflexión en la ideología y mentalidad dominantes desde el siglo IV. [...] Históricamente hablando, Servet murió para que la libertad de conciencia se convirtiera en un derecho civil en la sociedad moderna».

Maracaibo, martes 9 de noviembre del año 2021

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