FRANKENSTEIN Abbot y Costello y William Ospina
Antes de haber
leído el libro de Mary Shelley “Frankenstein o el Moderno Prometeo” la magia
del cine en mi infancia me presentó a Frankenstein en un film del año 1948 que
mis hermanos y yo vimos muchas veces. En esa película conoceríamos también a Béla Lugosi, el real y verdadero Drácula y a
Talbot, el sufrido personaje interpretado por Lon Chaney Jr en la película
titulada en español “Abbot y Costello contra los fantasmas”. En ella sucintamente
se narraba cómo los cuerpos del Conde Drácula y de Frankenstein viajaban a los
Estados Unidos desde Londres para ser exhibidos en un Museo del Terror y para
disfrute y risa veíamos al flaco Chick (Bud Abbot) y en particular al gordito
Wilbur (Lou Costello), los dos desastrosos transportistas encargados de llevar los
cuerpos inertes hasta el museo, mientras ya la luna estaba llena y seguramente el
acónito había florecido, y estas situaciones llevaban a Talbot a transformarse en el hombre lobo.
Pero en la noche, las temibles criaturas volverían a la vida: el Conde Drácula
(Béla Lugosi) escaparía del Museo y se llevaría al monstruo de Frankenstein (Gleen Strange) para
buscarle un nuevo cerebro. Después para poder atraparlos, Chick y Wilbur con la
ayuda de Larry Talbot y el problema de la luna llena, llegarán al castillo donde sucederán las escenas de
terror y de risa que nos llevaban a ver el film cada vez que lo ponían en
cartelera. Han transcurrido muchos años y todavía, la expresión de Wilbur
repitiendo que sí, que había visto al monstruo, o a Drácula, “vi lo que vi, lo
que vi, lo ví”, está presente en el recuerdo tanto como cuando al final de la
película en un bote, una figura con un cigarrillo le dice “permítame
presentarme, soy el hombre invisible”…
Pensé en esa película de nuestra lejana infancia
en estos días, a enterarme de que Frankenstein realmente existió y que había un
castillo que terminaría por transformarse en una leyenda. Se llamaba Konrad
Johann Dippel, y había nacido el 10 de agosto del año 1673 en el Castillo de
Frankenstein, cerca de Darmstadt, Alemania. Konrad Johann Dippel fue, o intentó
ser un científico. Le interesaba la física, la química, y la alquimia; había
estudiado teología, filosofía y alquimia en la Universidad de Giessen,
obteniendo el grado en teología en el año1693 y crearía un laboratorio en su
Castillo de Frankenstein donde practicó la alquimia, Entre otras cosas,
descubrió un aceite animal conocido como aceite empireumático, el aceite de
Dippel, empleado como antiséptico y para desnaturalizar los alcoholes. Luego trabajando
con nitroglicerina, Dippel destruyó una torre, sin lograr probar que el
compuesto podría aplicarse con fines medicinales. La gente decía que Dippel
realizaba cruentos experimentos con cadáveres en el castillo y se hablaba de
que intentaba transferir el alma de un cadáver a otro. Estos rumores llevaron a
que los pobladores decidiesen expulsarlo del castillo y debió finalmente abandonar
la región. Luego lo veremos en el año 1704, residiendo en Berlín, donde
volvería Dippel con Heinrich Diesbach a utilizar su aceite de Dippel para
substituir el carbonato potásico trabajando con textiles para producir tintes
rojos y obtuvieron un tinte azul que se conoció como azul berlinés, azul
prusiano o azul de Prusia, de manera que ambos, Dippel y Diesbach crearon en
París, una fábrica del colorante azul de Prusia, hoy día muy conocido y
utilizados por los pintores. A pesar de todas estas peripecias, nuestro
personaje, Konrad Johann Dippel, nunca abandonó sus recuerdos ya que firmaba
las cartas con el addendum "Frankensteinensis". La leyenda sobre su
vida en el Castillo de Frankenstein se fue expandiendo entre los pueblos vecinos.
Son numerosas las
películas sobre el monstruo de Frankenstein, más de un centenar desde el film
de 1910 de J. Searle Dawly, destacando algunas, como la ya mencionada de 1948
de Charles Barton y “El joven Frankenstein” de Mel Brooks 1974, por cuanto han
tomado el asunto en una vena cómica, y decenas de films para la televisión. Evidentemente
es controversial pensar que existe alguna relación entre Dippel como personaje
real y la inspiración del mosntruo prometeico de la novela de Mary Shelley. Los
historiadores germanos creen con mejor criterio que la leyenda sobre este
hombre que hacía experimentos en el castillo de Frankenstein se extendió entre
las poblaciones en los alrededores y habiéndola conocido, el escritor de
cuentos infantiles Jacobo Ludwig Karl Grimm quien con su hermano Wilhelm crearía
las historias infantiles de Blancanieves, La Cenicienta, Barba Azul, Hänsel y
Gretel, La Bella Durmiente, La fuente de las hadas, Juan sin miedo y Pulgarcito.
Jacobo le haría llegar la leyenda a la traductora de sus cuentos, Mary Jane
Clairmont quien estaba casada con el escritor inglés William Godwin y era la
madrastra de Mary Wollstonecraft. El escritor Godwin fue inicialmente
anarquista y liberal también fue famoso por las mujeres con las cuales estuvo casado.
Primero con la escritora feminista Mary Wollstonecraft en 1797 con quien tuvo
una hija, también llamada Mary, que sería la compañera del poeta Shelley y la autora
de la novela “Frankenstein o el Moderno Prometeo”, después, en 1801 se casó con
Mary Jane Vial Clairmont y a partir de entonces, Godwin habría de escribir cuentos
dedicándose a la literatura infantil. En 1805 fundó una librería, que dirigió
durante casi 20 años.
Mary y Percy
Shelley con su hijo, habían viajado a Ginebra con Claire Clairmont, para pasar
el verano con el poeta Lord Byron, pues su reciente romance con Claire había
devenido en el embarazo de ésta. El grupo llegó el 14 de mayo de 1816 a
Ginebra, en donde Mary comenzó a llamarse a sí misma «Sra. Shelley». Byron se
les unió el 25 de mayo, con su joven médico y secretario, John William Polidori,
y alquilaron la Villa Diodati. Entre otros temas, las conversaciones de los
veraneantes en la Villa Diodati se basaban en los experimentos del filósofo del
siglo XVIII Erasmus Darwin, del cual se decía que había animado materia muerta,
y de la posibilidad de devolverle la vida a un cadáver o a distintas partes del
cuerpo. Sentados alrededor del fuego de la chimenea en la villa de Byron, el grupo
también se entretenía leyendo historias alemanas de fantasmas. Esto llevó a
Byron un día a sugerir que cada uno escribiese su propia historia sobrenatural.
Años
después, en 1831, Mary Shelley describiría aquel verano como «húmedo y poco
amable en lo que respecta al clima, ya que la lluvia incesante nos obligó a
encerrarnos durante días en la casa». Hoy sabemos que las tormentas violentas
de ese año 1816 considerado uno de los más fríos de la historia, fueron la
repercusión de la erupción volcánica del monte Tambora en Indonesia, ocurrida
el año anterior. (Sunstein,
Emily W. Mary Shelley: Romance and Reality. 1989. Baltimore: Johns Hopkins
University Press, 1991). Esta circunstancia climatológica
y geográfica daría origen al título de la reciente novela (2015) del escritor
colombiano William Ospina “El año del verano que nunca existió”.
Fue entonces cuando
Mary Shelley escribió Frankenstein y Polidori su relato El Vampiro, que han
dado pie a numerosas lucubraciones sobre monstruosas criaturas nacidas de la
literatura fantástica y presentes en el cine. La reciente novela de William
Ospina es una recreación de esta anécdota y se transforma apoyándose en sucesos
históricos en un ensayo literario de corte autobiográfico. El escritor, ganador
de un Rómulo Gallegos, sin rechazar ninguna de las herramientas que le ofrece
el proteiforme espacio de la novela, ahondará en la vida y personalidad de los
personajes asistentes a la villa Diodati y en las repercusiones que la creación
de Frankenstein y de los vampiros suponen en la actualidad a través de una
brillante y compleja obra literaria.
Más adelante ya habrá oportunidad para conveersar sobre el joven doctor Polidori, sobre los vampiros de Bram Stoker o Las piadosas de Andahasi. Por ahora, es suficiente.
Gracias por leerme.
JGT
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