De cuando el presidente Castro se peaba por el
pito
En su habitación
de la quinta Doña Zoila en el Paraíso, súbitamente despertó el Presidente
Castro. Estaba sudando copiosamente. No podía entender el por qué tenía una
pesadilla, llena de enfermos encapuchados, de negros y de frailes con un
inquisidor que le recordaba al doctor Revenga. Entonces reflexionó... Tiene que
ser todo este maldito asunto de la peste bubónica y la correspondencia del
bachiller Rangel. Todavía se estremeció al vislumbrar como en un lejano
relámpago los destellos de la mirada del Prior de la Santa Orden. ¡Sin ninguna
duda, es por toda esta pendejera de la peste y la vaina de la Aduana! Lo pensó
sin querer ni moverse en la cama pues le estaba de nuevo sobreviniendo un
escalofrío y unas ganas apremiantes de orinar. En la oscuridad de su alcoba se
levantó y tomó la bacinilla que mantenía al lado de la mesa de noche. En las
ventanas se notaba ya cierta claridad y pensó que en esa época del año quería
decir que se acercaban ya las seis de la mañana. Estaba orinando cuando por vez
primera notó un burbujeo en su uretra y sintió con la salida del chorro un
burbujeo naciendo desde el pene flácido que sostenía con su mano derecha,
mientras percibía un fuerte olor a podredumbre. Con cierto asombro, pujó al
final y con el último chorro de orina vino de nuevo el fenómeno esta vez
haciendo ruido. Maldición, se dijo a sí mismo en voz baja. Pujó de nuevo, y
notó más burbujas. Entonces al aspirar el olor en el aire sentenció ¡Me estoy
peando por el pito! ¡Alas! ¿Qué vaina será esta?
***
Durante el mes de
junio el Presidente Castro volverá a sentirse febril y decidirá consultar sobre
sus inquietantes síntomas urinarios a sus amigos los doctores Acosta Ortíz y
Rafael López Baralt: El cirujano y el canciller conversaron y decidieron observar
ellos mismos el fenómeno. Así, mientras el Restaurador de la Patria orinaba en
su bacinilla de peltre, los galenos mirando con atención su glande violáceo
notaron el burbujeo en el meato al final de la micción. Luego de un discreto
pujido vino una fetidez insufrible. Ambos se mostraron alarmados y le
recomendaron que se dejase examinar por el joven doctor Iturbe quien estaba
recién llegado de Europa. Sabía Acosta Ortíz que Iturbe había traído dos
citoscopios nuevos marca Nitze y con ellos se le podría examinar la uretra y la
vejiga urinaria al señor Presidente.
***
A comienzos del mes de Julio el Señor
Presidente fue presa de una actividad febril.
Diario y vespertino venía siendo también y desde hacía dos semanas, el
ascenso de su temperatura corporal. En realidad, las presiones internacionales
le estaban provocando calentura al General y esta se transformaba en una furia
relampagueante. En el país, existía una especie de caos orquestado que parecía
acrecentarse y confluir como queriendo hacer eclosión. Todos los sucesos iban
complicándose in crescendo desde el momento mismo cuando él tomó la
determinación de romper relaciones con el gobierno de los Estados Unidos. Esa
decisión política, firme e impertérrita, la había tomado el General Presidente
desde el día veinte de junio haciendo caso omiso a las quejas enardecidas del
Ministro Norteamericano por una multa de veinticuatro millones de bolívares
impuesta por el gobierno venezolano a los asfalteros del lago de Guanoco. El
Ministro de Los Estados Unidos se había negado enfáticamente a pagar. ¡Ni un
céntimo! Sin que le temblase el pulso, el General Castro rubricó su mensaje.
¡Dígales que si no pagan se vayan a joder a su país! Así el Presidente se lo comunicó a su
Canciller el doctor López Baralt y eso fue más que suficiente para que el
gobierno de los Estados Unidos rompiera sus relaciones con el de Venezuela.
***
En el curso del mes
de julio, el gobierno acordó otorgarles al bachiller Rafael Rangel y al doctor
Rosendo Gómez Peraza, la Orden del Busto del Libertador en Tercera Clase y a
los bachilleres Francisco Mendoza y Tomás Landaeta Sojo la misma Orden en
Cuarta Clase. Finalmente. A finales de ese tormentoso mes de julio, llegó el
momento cuando el Presidente Castro fue examinado citoscópicamente por el
doctor Juan Iturbe. La pequeña humanidad del General Presidente soportó sin
quejarse las maniobras citoscópicas del galeno. Mirando por el rígido tubo
metálico del citoscopio que le atravesaba el miembro viril al Señor Presidente
y en presencia del Canciller y del doctor Acosta Ortiz, el joven urólogo fue
describiendo sus observaciones y pronto se le hizo evidente una fístula que
horadaba la cara posterior de la vejiga. Iturbe les comentó a sus colegas que
algo serio estaba ocurriendo y un rato después solicitó le permitieran ir a su
laboratorio y estudiar la muestra de orina en un microscopio. Una hora después,
ya en su consultorio de Principal a Conde, el doctor Iturbe comprobó que
existían huevos de ascaris en los meados del Presidente. Con este hallazgo y el
aspecto fecaloide de la orina corroboró su diagnóstico.
-El Presidente
presenta una comunicación fistulosa entre el recto y la vejiga urinaria y esa
fístula es la causante de la salida de gases y de heces con la orina a través
de la uretra.
Acosta Ortiz y Rafael López Baralt le
escuchaban con preocupación.
-La fístula es bastante grande y ameritará una
corrección quirúrgica, pero debe hacerse lo antes posible para evitar más
infecciones urinarias.
***
Al día siguiente de
su exploración citoscópica, el Presidente amaneció sin fiebre. Llegó temprano al palacio y la cuenta que le
presentó el Canciller López Baralt le provocó la primera calentura del día. En
una serie de recortes de la prensa europea aparecían los comentarios hechos por
el Embajador de Holanda en el país sobre las decisiones internas del Gobierno
Restaurador. Malhumorado, el Presidente Castro fue poco a poco enfureciéndose
con la lectura. Llegó un momento en que
se puso de pié y ordenó colérico que se le declarase al Embajador persona
non-grata y que se requisaran todos los barcos holandeses que se encontrasen en
aguas venezolanas. Además... Luego le dijo al Canciller con tono airado que les
impondría un arancel tan alto que se acordarían para siempre de su persona.
-Vamos a hacerles
pagar todos los gastos que se han producido en La Guaira con el problema de la
peste bubónica; ya verán esos carajos... ¿De modo qué estamos locos? ¡Pues que
paguen los holandeses! Así sabrán lo que le pasa al que anda chachareando de lo
que no debe como un pingo. ¡Que no digan tantas pendejadas, alas!
***
La prensa de la
vecina isla Curazao en varios artículos aparecidos durante el mes de julio,
también dio a conocer su opinión contraria a la decisión del gobierno
venezolano. Era notorio considerar que cualquier menoscabo de las relaciones
entre Venezuela y Curazao, iban en desmedro de la actividad comercial de la
isla. Se estaba produciendo un descalabro económico para decenas de
comerciantes que exportaban sus bienes hacia los puertos venezolanos. El 25 de
julio el Consulado de Venezuela en Curazao fue apedreado. Finalmente, el 28 de
julio el Presidente Cipriano Castro decidirá romper relaciones con Holanda.
***
El amanecer
sorprendió al señor Presidente casi sin dormir. A pesar del brandy que tomaran
en el puente hasta la media noche, el movimiento del mar le despertó desde
antes de que comenzara a clarear el día. Se asomó por la escotilla y divisó la
línea de la costa en la penumbra. Algunas luces brillaban a lo lejos. Debe ser
Tucacas, pensó. En la litera, Zoilita dormía apaciblemente. El Presidente se
dirigió al chifonier empotrado en la pared y sacó de una de las gavetas su
bacinilla. Pensó que había sido una gran idea haber acondicionado al vapor “El
Restaurador” con todas las comodidades de un barco moderno y de lujo... Orinó
temeroso y al final sintió cierto ardor, pero no ocurrió nada más. Se quedó un
rato sacudiéndolo con suavidad, expectante. Ya no se quería pear más por su
antes eficiente paloma. No sintió ninguna molestia y pensó que las medicinas
del doctor Acosta le habían mejorado. ¡Pero qué vaina! Nada de excesos le había
dicho el médico y a pesar de lo bien que le estaban funcionando las medicinas,
añoró sus días y noches de parranda con Don Tello y las valencianas... Años de
orgías y de desaforada concupiscencia... Bailar hasta el agotamiento con las
tiernas doncellas, y luego... ¡Alas, que gozadera tan barata! Durante unos
instantes se sintió temeroso de caer en tentaciones. Pensó entonces cual si
fuese un zute, “no más échelo a volar” y sin dolor exprimió su próstata con un último
gemido miccional. Se limpió la punta con un pañuelo de seda y se acercó hasta
la luz para comprobar complacido que no existía ninguna secreción. Su
recuperación iba progresando pero ya el viaje a Alemania estaba decidido. Casi
le habían convencido de que tenía que irse a Europa para operarse. Le habían
escrito al famoso doctor Israel, un cirujano de Berlín y además, sus médicos le
prometieron que después de ser operado por el especialista alemán quedaría como
nuevo... ¿Cómo un jovencito? Recordó haberle preguntado con picardía al doctor
Iturbe. Con una sacudida final, lo metió dentro del pantalón y regresó a la
ventana, pegó la nariz en el ojo de buey protegido por el vidrio y miró las
palmeras en la costa. Llegamos... Eso pensó escrutando las luces. Es Tucacas.
Se puso a repasar entonces las observaciones del doctor Acosta Ortíz. En la
noche pasada le había regañado por la bebedera... ¡Se atrevió el catire! Ahora
él se daría el gusto de decirle que estaba ríspero y convencido además de que
el brandy no le afectaba para nada. Ya iba a tener dos semanas sin síntomas...
Quizás no era tan necesario irse a operar en Alemania... ¿Qué estará haciendo
ahoritica mismo mi compadre Juan Vicente?
Fue un buen gesto que fuese a despedirme en la estación... Se había aparecido
con toda la familia, había ido el Gobernador, el Prefecto, sus Ministros...
¡Ladino el capagatos! De reojo notó que Zoilita se despertaba.
Tomado de la sexta y séptima
parte de la novela “El movedizo encaje de los uveros”, de Jorge García Tamayo. Ediluz,
2003
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