“Adiós Muchachos”
9/12/2003
Jorge García Tamayo
He leído y releído el
libro “Adiós Muchachos” de Sergio
Ramírez, conocido escritor y político nicaragüense, quien con gran objetividad
ha descrito su visión personal y muy sentida sobre la revolución sandinista.
Algunos capítulos son realmente conmovedores, sobretodo al percibir el
sacrificio de toda una generación de jóvenes nicas empeñados en lograr la
libertad plena de su patria, y de veras, no resisto la tentación de compartir
con los posibles lectores de estos comentarios, algunas de las ideas vertidas
en sus páginas.
La lectura de “Adiós Muchachos” nos obliga a los venezolanos de hoy a establecer
comparaciones, y es un dicho cierto que, éstas “siempre son odiosas”. Dada la
importancia histórica de este escritor,
laureado en varios certámenes literarios, y a su vez político y protagonista de
los hechos relatados, es difícil sustraerse de pensar las vicisitudes de “el
proceso”, este término Kafkiano de
nuestra pseudorevolución, que nos metamorfosea inclementemente desde hace
cuatro años.
Las diferencias históricas y de todo
tipo son múltiples. Nicaragua era un país intervenido directa e indirectamente
por los Estados Unidos desde la aventura del filibustero Walker al proclamarse
presidente en 1856, hasta el primer desembarco de “marines” para conservar en
el poder al presidente conservador Díaz en 1917. Las propuestas de un canal
para Centroamérica por el río San Juan trajeron de nuevo los intereses
norteamericanos, hasta 1926 cuando de nuevo al regresar Díaz a la primera
magistratura hará que vuelvan los “marines” y Augusto César Sandino decidirá
irse a las montañas y comenzar su guerra de guerrillas. Todas éstas situaciones
terminarán por consolidar en el país una clara conciencia antiimperialista. En
1933 se marcharán los “marines” y Sandino cesará su lucha armada para ser
asesinado por Anastasio Somoza. Ya proclamado presidente en 1937, “Tacho” con
el apoyo de los Estados Unidos y luego toda la familia Somoza se mantendrá en
el poder hasta finales de los años setenta. En 1978 el asesinato de Pedro
Joaquín Chamorro editor de “La
Prensa” acelerará las acciones del Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN) hasta “La Ofensiva final” y el triunfo de la revolución
contra la feroz dictadura somocista. Por todas estas cosas, no puede existir un
punto de comparación entre aquella epopeya de todo un pueblo por liberarse del
yugo de una dictadura sanguinaria con el apoyo incondicional de una potencia extranjera,
con nuestra historia patria contemporánea.
Salvada pues esta diferencia, hablemos
de Sergio Ramírez (1942). Escritor, abogado, activo militante clandestino,
miembro de la dirigencia del FSLN, quien luego del asalto al Palacio Nacional
en 1978, llegará al poder a finales de julio de 1979 para ser uno de los
miembros del Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, con Violeta
Chamorro, Daniel Ortega, Alfonso Robelo y Moisés Hassan. En aquel entonces,
Sergio se entregó a la pasión revolucionaria con la seguridad de quién bien
conocía “El pensamiento vivo de Sandino” sus escritos políticos recogidos por
él en 1975 y traducidos a más de diez idiomas y quien ya había publicado un
volumen de cuentos en 1963, “De tropeles y tropelías”(1978), “Chales Atlas
también muere”(1976) y “¿Te dio miedo la sangre?” y “Tiempo de Fulgor”, ambas
novelas editadas por Monte Avila en 1977.
Las circunstancias políticas
condujeron a un rápido acercamiento con Cuba, a la alineación de Nicaragua con
el bloque de repúblicas socialistas y a vivir las tensiones del final del
comunismo soviético y los estertores de “la guerra fría”. La llegada de Ronald
Reagan a la presidencia de los Estados Unidos, y la ayuda con aportes de la Cámara del Congreso a la
contrarrevolución desde 1982, no podrán ser frenados por los esfuerzos de la
reunión de Contadora en 1983. Entonces como las llamas de un incendio
indetenible, producirían en medio de una guerra desatada, la victoria electoral
del FSLN en 1984, la cual llevaría a Sergio Ramírez a la Vicepresidencia de
su país. Luego de un Acta de paz, acordada en Contadora en 1984, Daniel Ortega
y Sergio Ramírez comenzarán a vivir años de esfuerzos para consolidar sobre los
cadáveres de cientos de jóvenes soñadores, lo que había de ser el triunfo de
una verdadera revolución socialista en América.
“Bañados en las aguas
lustrales de la ortodoxia ideológica”... al comienzo, fue
necesario proceder con discreción... “... negar ante aliados y enemigos
la identidad del FSLN como un partido marxista leninista”... En sincera confesión el escritor
expresa: “En realidad nunca llegó a serlo ( marxista-leninista ) más
allá de las intenciones porque el ejercicio vertical de la autoridad que
caracterizó sus estructuras internas y sus actos de poder, más que una
aportación leninista, ya era parte de la más arcaica cultura política del país,
amamantada en el caudillaje”.
La dictadura de los Somoza no se había
apoyado en el populismo, no necesitó de la cháchara divisionista y plena de
odio de nuestro vernáculo “proceso”. Su poder se afianzó en la fuerza de un
aparato militar y represivo, cruel y despiadado. Las hordas de asesinos y
torturadores sostenidas por el régimen en la denominada La Guardia Nacional,
luego del derrumbe de la dictadura, se reagruparán en grupos sostenidos por
millones de dólares destinados por el gobierno de Reagan para en una cruenta
guerra que costaría muchas vidas, tratar de impedir el éxito del proceso
revolucionario nicaragüense. Por todas estas cosas, ni el léxico comunistoide,
ni las consignas de los “pseudorevolucionarios criollos”, logran engañar a
nadie, el lema es el mismo de siempre “que me pongan donde haiga”, o quizá, “antes estábanos mejor, pero ahora
manda el pueblo y quien quita...” Las esperanzas fallidas comienzan a hacer
mella en “el proceso” y los días de hambre acercan cada vez más el final del
mismo. Pareciera que el atraso de nuestro “Tercer Mundo” se basa más que en el
usufructo de los explotadores, en los absurdos delirios mesiánicos de nuestros
dirigentes que miran equivocados hacia la noche del pasado, oscura y triste,
sin dolerse mucho del hambre y de los padecimientos de sus conciudadanos.
En aquellos años difíciles, dice
Sergio Ramírez que: “...la dirigencia de la revolución vio siempre con
desconfianza encubierta a los países capitalistas en general, por mucho que
hubieran estado cercanos al esfuerzo por derrocar a Somoza y en la lista muy
pocos se ponían a salvo”... Una
muestra de lo que aconteció con Cuba, nos obliga a una reflexión local :
“No solo la revolución cubana fue el modelo, sino Fidel como figura. Para
algunos, copiar sus gestos en los discursos, su tono de voz, sus giros, sus
silencios reflexivos manteniendo la mano en el aire, cerca de la barbilla y aún
la forma de apoyarse en el podio, se volvió un vicio mimético que llegó a rayar
en la caricatura”... En la página
116 dice: “Fidel ... pensaba en un
socialismo distinto al de Cuba y veía quizás un campo nuevo de experimentación
para que no fueran repetidos errores que en Cuba él no podría nunca reconocer,
ni enmendar. Los peores enemigos de esta concepción fuimos sin embargo nosotros
mismos, reacios a escuchar advertencias”... Culmina Sergio Ramírez este
comentario en la página 117 expresando :
...y fue Fidel el único en advertirnos que corríamos un grave
riesgo de ser derrotados en las elecciones de 1990”...
Como es bien sabido, en 1990 Doña
Violeta Chamorro ganó las elecciones y derrotó al FSLN para el asombro e
incredulidad de ellos mismos. Las explicaciones de esta derrota, están
plasmadas en las páginas de “Adiós
Muchachos”. Se plantean las tirantes relaciones con la iglesia y con
Monseñor Obando Bravo. Las visitas del papa Juan Pablo II a Nicaragua, los
acuerdos de Esquipulas II, de la Conferencia Episcopal
y el Congreso Eucarístico de Puebla. “La opción preferencial por los pobres”
era vital en una revolución donde muchos de sus dirigentes eran curas, como los
hermanos Ernesto y Fernando Cardenal, Tomás Borge y Miguel de Escoto. Todos
estos temas son examinados objetivamente, con anécdotas personales y que
muestran facetas de gran interés. Igual conocemos de cerca actitudes y
decisiones de personajes políticos de la talla de Gadaffi, de Omar Torrijos, de
Carlos Andrés Pérez, de García Márquez, de Carter, de Edén Pastora, de Reagan y
hasta los intríngulis del caso Iran-contra con Oliver North, y los planes de la CIA, o de los apoyos del FSLN
a la guerrilla del Salvador...
Finalizando ya con el tema, llama la
atención el comentario de Sergio Ramírez sobre un hecho que nos pudiera llenar
de esperanzas en medio de tanta incongruencia política:
“La gran paradoja fue
que, al fin y al cabo, el sandinismo dejó en herencia lo que no se propuso: la
democracia; y no pudo heredar lo que se propuso: el fin del atraso, la pobreza
y la marginación”... pp115
Algunos comentarios adicionales
pueden darnos explicaciones sobre este fracaso aleccionador. En el fondo todo
gira alrededor de la corrupción. “El
modelo de acumulación basado en la idea del Estado dueño, no fue viable desde
el principio” Al referirse a las
empresas del Estado, dirá : “No tuvieron congruencia en términos
productivos. Tampoco lograron funcionar en términos competitivos”. Sobre las empresas del sector privado
expresará: “...fueron tratadas siempre bajo amenaza, con lo cual no podía
tener ninguna seguridad y a la vez con paternalismo, con lo cual no podía tener
ninguna eficiencia... Sus deudas terminaban siendo perdonadas no por razones de
orden económico sino políticas”...
Las conclusiones derivadas de la
lectura de tan interesantes reflexiones y venidas precisamente de un excelente
escritor y luchador por las causas justas de su pueblo, hacen de “Adiós Muchachos” una obra de singular
valor literario y político. Para quienes en este país estamos presenciando el
sainete de “el proceso”, sirve para recordar que si bien la historia es cíclica
y hasta repetitiva algunas veces, los pueblos sin educación y sin moral son
pasto de su propia destrucción. Esperemos que estos breves años, nos sirvan
como una gran lección de patria y civismo y que no tengamos que llegar a
guerras fratricidas para llenar de muerte y de dolor el seno de nuestras
propias familias. La irresponsabilidad notoria de quienes apoyan los delirios
mesiánicos de algunos resentidos sociales, no debería prevalecer. Si van a
perecer aplastados por el carro de la historia, no puede ser posible que insistan
en arrastrar con ellos a todo un pueblo noble e inocente de las culpas y los
desafueros mentales de algunos politiqueros y pseudorevolucionarios.
Este artículo fue publicado
en Internet a través de la edición de El Gusano de luz número 33 del año
2003
El año 2008, a
5 años de haber escrito este artículo, y a 10 años del inicio de “El Proceso”, Ortega de
nuevo se halla en la presidencia de Nicaragua, y en Venezuela todavía vivimos la pesadilla de una nación
que a pesar del increíble incremento de los precios del petróleo ha
cuadruplicado su deuda externa, sus ciudadanos padecen de desempleo y viven de
importaciones, produce menos petróleo que hace diez años y continúa con un gobierno que ejerciendo un “capitalismo
de Estado”, reparte la riqueza del país en otras naciones para ganar adeptos a
una causa supuestamente revolucionaria, y mantiene al país sumido en una grave
crisis financiera con la mayor tasa de inflación de Latinoamérica, mantiene
presos políticos en las cárceles y mantiene las tasas de criminalidad más altas
de América, mientras todos los poderes están subyugados a los designios de un
autócrata teniente coronel que irrespeta
continuamente la
Constitución y los Derechos Humanos. El gobierno se mantiene en una tónica
populista, despotricando del Imperio Norteamericano mientras se sostiene y le
alcanza para repartir la riqueza que le proporciona su principal comprador de
petróleo, Los Estados Unidos.
El año 2014 a once años de haber escrito el artículo sobre Sergio
Ramírez y su libro “Adiós muchachos”, he tenido la suerte de volver a visitar
la patria de Sandino. La misma de Sergio, de doña Violeta y de
Daniel Ortega. Estuve 10 días por la imposibilidad de lograr un boleto aéreo
que me permitiese volver antes, y fueron días muy instructivos. Por una parte pude
asistir a un excelente evento de mi especialidad (XXXI Congreso Centroamericano
y del Caribe de Patología) y compartir
con colegas amigos de Latinoamérica. Pude celebrar entre ellos mis 75 años
cumplidos el 22 de noviembre, y luego, viajamos con Vilma Isabel Pérez Valle mi
esposa Julia y yo, por el país para encontrarnos con una Nicaragua pujante, donde
Daniel Ortega, con todo y su pésima fama que arrastra en lo personal y quien
por sobradas razones fuera derrotado en las elecciones presidenciales de los
años 1996 y 2001, es el nuevo presidente de ese país, desde el 5 de noviembre
de 2006, a través de un pacto que también es reconocido por muchos nicas como
una marramucia poco decente, pero a Nicaragua, la de los amables y aguerridos
nicas, la hallamos cambiada. El país le ha dado apertura a la empresa privada y
hay inversiones extranjeras, de manera que tuvimos la oportunidad de presenciar
escenas como si viviésemos en nuestra Venezuela de los 90, supermercados
llenos, libertad de prensa, automóviles nuevos, gente viviendo en la
tranquilidad y felicidad de quienes si han conocido en carne propia lo que es
una mala situación, de guerra, pobreza y claudicación de muchos conciudadanos
por ello, insisto yo en que aprecian mejor que nosotros la libertad y aprovechan
las oportunidades que ahora tienen, éstas que tristemente los venezolanos cada
vez más estamos viendo conculcadas.
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