jueves, 4 de abril de 2024

Tomas Eloy recordando a Borges


“Para los adolescentes de los años 50 Borges era, además, un escritor secreto, de culto. Creíamos que uno solo de sus relatos o de sus poemas -el "Poema de los dones", por ejemplo, o el conmovedor "Límites"- equivalían a toda la literatura. Hace pocos meses, un profesor de Rutgers, que había leído un solo cuento de Borges, "La busca de Averroes", -en traducción al inglés-, me dijo que esas pocas páginas habrían bastado para que le dieran el Nobel.  Leer a Borges sin que ese placer sea enturbiado por el personaje Borges es algo que parece estar vedado ahora a los argentinos”.

Hasta aquí, lo que escribiera el narrador, cronista y crítico argentino Tomas Eloy Martínez, (Tucumán, 1934-Buenos Aires, 2010), (https://tinyurl.com/3ehc4nm5) a quien Ibsen Martínez en mayo del 2017 describió como quien ha sido hasta hoy el mejor periodista del mundo de habla hispana; una leyenda para nosotros”.

Tomas Eloy nos hablaría de su personal amistad con el escritor Jorge Luis Borges  en los años 60 y de cómo incorporaría a la Antología personal de Borges algunos textos que para él eran invalorables... Cuando Tomas Eloy tuvo que irse al exilio, tan solo se llevó El libro de arena el cual dijo haber leído “interminablemente”...

En este blog lapesteloca, hemos hablado sobre la obra de Jorge Luis Borges desde el año 2017 (https://tinyurl.com/ycyk6dr5), de su fijación con los espejos en el año 2019 y en 2021 volvimos a escribir sobre Borges, el tango y Gardel (https://tinyurl.com/mwczsdtm), y regresamos a hablar sobre el genial invidente, en mayo y julio del 2022, siempre indagando sobre el significado de sus temas que siempre fueron recurrentes, conceptos abstractos o tal vez curiosas acciones de determinados personajes, y aquellas ideas que lindaban con la metafísica, historias que podían sonar ficcionales, o simplemente alucinatorios donde “Los laberintos” simulan metáforas de un futuro, quizás cada vez más oscuro...

En 1979 regresando a una entrevista que le hiciera Tomas Eloy Martínez a Borges en Caracas, al describirla nos contó como en aquellos días, el equívoco se abatía sobre el propio Borges; con el tema del centenario, y existía tal profusión de ensayos, exégesis, conversaciones, recuerdos personales, anécdotas vanas y hasta la reedición de obras que Borges había prohibido reproducir, que “paradójicamente parecía como si la inmensa fama de Borges estaba impidiendo leer al inmenso Borges”.

Si intentásemos resumir, el orden de los textos no sería el cronológico, sino -como Borges apuntaba- es preferible el de "simpatías y diferencias". "La muerte y la brújula", "El Sur", "Funes el memorioso", "El Aleph", "La busca de Averroes", "Las ruinas circulares", "El fin", y faltan al menos tres igualmente obvios: "Pierre Menard, autor del Quijote", "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" y "El jardín de senderos que se bifurcan".

Un hombre nunca es el mismo hombre al día siguiente, -como el río de Heráclito- pero Borges se mantuvo, como pocos, fiel a los temas y los tonos de sus textos de madurez, los de la década del 40. Su obsesión era entonces -y lo fue hasta el final- la eternidad, la repetición infinita de los hechos y de las cosas bajo otras formas y con otros nombres.


Dos décadas más tarde, en una selección encomendada por la editorial Celtia, Borges eligió los mismos ensayos, los mismos poemas, y los mismos cuentos de la primera antología -con pocas variaciones-, pero añadió una larga sección miscelánea de discursos, conferencias y apuntes de circunstancias, que tornan más llamativa la ausencia de dos textos esenciales: "Borges y yo" y "Nueva refutación del tiempo".


Nos relataría Tomas Eloy como sintió que: “Las dos últimas veces que vi a Borges ya no era Borges, sino su gloria. Primero fue en Venezuela, hacia 1979 cuando en el Ateneo de Caracas los reflectores se volvieron hacia él y la gente lo coronó con una ovación de diez minutos y un escritor venezolano que estaba allí, de pie y al lado de Tomas Eloy le codeó y le dijo: "Míralo bien. Es Homero, es Dante, es toda la literatura".

Cinco años después de aquel encuentro en Caracas, volvería Tomas Eloy a encontrar a Borges en la Universidad George Mason, en Virginia, donde miles de estudiantes lo oyeron de pie, en devoto silencio. Le oiría decir entonces que “el aplauso de los hombres era una forma inmerecida de felicidad. En esas dos ocasiones relataría Tomas Eloy Martínez de su incomodidad e inquietud al verificar, que muchos de los que aclamaban a Borges no habían leído jamás a Borges, había algunos que suponían que era el autor del Ulises y juraban que su elegante inglés había sido aprendido en el Trinity College de Dublín, otros, más certeros pero evidentemente despistados, lo confundían con Cervantes.

La opinión meditada de Tomas Eloy Martínez la expresaría diciendo que: “tal vez no haya mejor homenaje a Borges que olvidar los artículos de circunstancias escritos en el apuro de las redacciones y los libros de juventud que descartó de sus obras completas, y volver a leer los textos por los que él prefirió ser juzgado”.

 De todo autor siempre quedan algunas imágenes, una estrofa imprescindible, sólo unas pocas páginas, una trama que otros reproducen sin saber que es ajena. Borges perdura en esas líneas inmortales.

Maracaibo, jueves 4 de abril del año 2024

 

No hay comentarios: