sábado, 24 de diciembre de 2022

Navidad del 2022


El pesebre venezolano se origina de las tradiciones españolas traídas a América por los colonizadores. El pesebre se arma antes de la Navidad, generalmente el día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, y se deja en pie hasta el 2 de febrero, fiesta de la Candelaria. La Navidad en el país es una festividad que se acompaña con la música de villancicos y en el Zulia con las gaitas y existen las “misas de gallo” y hasta hubo una tradición de patinadores, ya casi todas estas tradiciones muy debilitadas o desaparecidas…

El pesebre siempre fue una tradición en Venezuela. El primer domingo de diciembre, comenzaban las celebraciones en los diferentes estados de Venezuela. En los estados andinos Táchira, Mérida y Trujillo entre el 24 de diciembre y el 2 de febrero se realiza la Paradura del Niño, que consiste en pasear al Niño Jesús en un pañuelo de seda, con cantos y procesiones con complejos y elaborados pesebres. El día de la celebración, músicos, cantantes, rezanderos y padrinos entonan coplas pidiendo al Niño Dios que bendiga las casas y los campos. Cuando termina el paseo de “la paradura”, el Niño es regresado y vuelto a colocar en el Pesebre, pero de pie.

En casa, mi madre revelaba sus ancestros tachirenses y todos sacábamos las telas arrugadas y los bártulos del pesebre cada año, para con engrudo coloreado con anilinas ir preparando las serranías donde colocaríamos los conjuntos de casitas y pequeños personajes y animales, con calles en el coleto, creando valles de aserrín pintado, con pastorcitos, ovejitas de anime y muñequitos que estaban presentes, emergiendo cada año. Las figuras principales del pesebre, la Virgen María, San José, la mula y el buey, esperaban ya ubicados hasta la medianoche del 24 por el Niño Jesús. Además, estarían los tres Reyes Magos que acostumbrábamos ir acercándolos hasta hacerlos presentes el 6 de enero del año siguiente. Una cueva o la casita para albergar las figuras centrales se lograba siempre y el piso de lama y musgo que teníamos la precaución de haber guardado recogiéndolo en los páramos andinos durante las vacaciones. De esa manera, todo el año, nos preparábamos para la próxima Navidad.

Así lo hacíamos en casa, también mi madre usaba algo que era común según sus tradiciones ya heredadas por nosotros, ocultaría al principio al niño Jesús (retirado físicamente de la escena), hasta la medianoche del 24 de diciembre, cuando se haría presente pues se consideraba que por fin Jesucristo “había nacido”. Así era la navidad en mi casa y lo hacíamos con un ritual de llevarlo al Niño Dios en un pañuelo por la casa catando villancicos y tocando campanitas hasta colocarlo en su sitio en medio del pesebre entre San José y la Virgen María… Así era nuestra Navidad…




Escuché a mi madre recitar muchas veces una poesía, y no puedo hacer menos que recordarla. Son palabras del genial poeta nicaragüense Rubén Darío. Las publiqué en el blog el 25 de diciembre del año 2015 y las repeti para finalizar el terrible año de la pandemia, el 2020 con la esperanza y el deseo para todos de tener un 2021 mejor y hoy en 2022 las añado a mis recuerdos de “el pesebre” que hacíamos en casa…



Cristal, oro y rosa. Alba en Palestina. Salen los tres reyes de adorar al rey, flor de infancia llena de una luz divina que humaniza y dora la mula y el buey. Baltasar medita, mirando la estrella que guía en la altura. Gaspar sueña en la visión sagrada. Melchor ve en aquella visión la llegada de un mágico bien. Las cabalgaduras sacuden los cuellos cubiertos de sedas y metales. Frío matinal refresca belfos de camellos húmedos de gracia, de azul y rocío. Las meditaciones de la barba sabia van acompasando los plumajes flavos, los ágiles trotes de potros de Arabia y las risas blancas de negros esclavos.

¿De dónde vinieron a la Epifanía? ¿De Persia? ¿De Egipto? ¿De la India? Es en vano cavilar. Vinieron de la luz, del Día, del Amor. Inútil pensar, Tertuliano. El fin anunciaban de un gran cautiverio y el advenimiento de un raro tesoro. Traían un símbolo de triple misterio, portando el incienso, la mirra y el oro. En las cercanías de Belén se para el cortejo. ¿A causa? A causa de que una dulce niña de belleza rara surge ante los magos, todo ensueño y fe. ¡Oh, reyes! ¿les dice?. Yo soy una niña que oyó a los vecinos pastores cantar, y desde la próxima florida campiña miró vuestro regio cortejo pasar. Yo sé que ha nacido Jesús Nazareno, que el mundo está lleno de gozo por El, y que es tan rosado, tan lindo y tan bueno, que hace al sol más sol, y a la miel más miel. Aún no llega el día... ¿Dónde está el establo? Prestadme la estrella para ir a Belén. No tengáis cuidado que la apague el diablo, con mis ojos puros la cuidaré bien.

Los magos quedaron silenciosos. Bella de toda belleza, a Belén tornó la estrella y la niña, llevada por ella al establo, cuna de Jesús, entró. Pero cuando estuvo junto a aquel infante, en cuyas pupilas miró a Dios arder, se quedó pasmada, pálido el semblante, porque no tenía nada que ofrecer. La Madre miraba a su niño lucero, las dos bestias buenas daban su calor; sonreía el santo viejo carpintero, la niña estaba temblando de amor. Allí había oro en cajas reales, perfumes en frascos de hechura oriental, incienso en copas de finos metales, y quesos, y flores, y miel de panal. Se puso rosada, rosada, rosada... ante la mirada del niño Jesús. (Felizmente que era su madrina un hada, de Anatole France o el doctor Mardrús). ¡Qué dar a ese niño, qué dar sino ella! ¿Qué dar a ese tierno divino Señor? Le hubiera ofrecido la mágica estrella, la de Baltasar, Gaspar y Melchor... Mas a los influjos del hada amorosa, que supo el secreto de aquel corazón, se fue convirtiendo poco a poco en rosa, en rosa más bella que las de Sarón. La metamorfosis fue santa aquel día (la sombra lejana de Ovidio aplaudía), pues la dulce niña ofreció al Señor, que le agradecía y le sonreía, en la melodía de la Epifanía, su cuerpo hecho pétalos y su alma hecha olor.

En Maracaibo, el sábado 24 de diciembre del año 2022

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