LAS ORDALÍAS
Jorge García Tamayo
Bocanadas grises de vómito
descendían del cielo salpicando la tierra e impregnando las piedras porosas del
campanario. Los prebendados en el refectorio pugnaban por olvidar las siete
cabezas de la bestia asomadas entre la espuma del mar y se entretenían
saboreando las aceitunas rellenas, husmeando las lonjas de carne de ovejo,
revolviendo con sus manos desnudas los palominos al salmorejo y dispersando descuidadamente
los granos del arroz con ají, pimientos, almendras y perejil. El ventanal
empañado por el aroma burbujeante de la espesa salsa que hervía en el caldero,
trepidaba con los embates de la lluvia. Silenciosos, los clérigos escanciaban
botellas de licor de toronjil y garrafones de vino de ciruela de hueso, sin
prestarle mucha atención a las monsergas que desde la cabecera de la mesa
repetía el obeso prelado envuelto en el muaré purpurinoescarlata de su fino
balandrán. Empecinado en recordar para todos los singulares poderes de
simulación que caracterizan al Maligno, la voluminosa figura lograba estremecer
a los menos distraídos, quienes de reojo le veían orlado por sangrientos
destellos, entre el parpadear de los candiles frente a él y el brillo helado de
los trazos que surcaban de un lado a otro el vitral a sus espaldas.
En el sótano maloliente no se sentía
la tormenta. El viejo bergante, prior del Santo Oficio, miraba a las negras
recorriendo calenturiento sus redondeces; iba de las ancas a las nalgas
calipígicas, pasaba de las tetas a las piernas y a las entrepiernas y regresaba
lúbrico el tonsurado, a los ojos brillantes, a las blancas dentaduras, los
gruesos labios entreabiertos, el aliento tibio, las lenguas rosadas. Su braga
goteaba un semen tibio y espeso como el del mismísimo diablo. Envuelto en su
jubón que olía a macho cabrío, mezcla de ajos y chorizo rancio, emanaba un
hálito de carroña y almizcle. ¡Qué rico sabor debe tener tu leche y como ha de
ser espesa tu miel, mambisa! Con un tremor fino, las manos del viejo somormujo
llenas de tofos gotosos y bubas sarmentosas tomaron el látigo.
-Negras, peste maldita, ¡venid a
mi follones!, azotazdlas, ¡fueteazdlas sin compasión!
Ha dado la orden, y los azores están
enjaulados y los altanares confiscados y ya cercados estaban los mandingas,
pues habían hecho presos a casi todos los esclavos. Aquella jauría de podencos
que el capitán de los arcabuceros arrojara sobre los negros, latía afuera bajo
la lluvia. La soldadera los había convertido en un amasijo de carne, estropajos
y ahora era él mismo quien los retenía. Estaban a la orden del prior... Miraba
oblicuamente a las niñas, a las zambas jovencitas, a las mulatas carnosas, a
todas ellas, apelmazadas, semiocultas entre los cimarrones corpulentos,
capturados todos durante la interminable madrugada de aquel ansiado sabath.
Ahora en el foso pestífero, donde no se escuchaba el fragor lejano de la
tempestad, tan solo rumoroso se sentía como un eco, congolá, congoró, ae,
otalám ochúm, obalá, batubáeaee. Los esclavos que lograron escapar, seguramente
se escondieron en sus cumbes...
Los mofletudos monaguillos y los
pajizos sacristanes escuchaban de pie, recostados a la pared de piedra del
refectorio el sartal de anatemas teologales, mezcla de zalemas y charadas
crípticas, sobre la conjura de los cimarrones y la señal ominosa del Maldito
amenazando el orbe desde la orilla del mar. El estridor de un trueno lejano
hizo temblar los vitrales y Monseñor elevó el tono de su voz evacuando horrores
sobre súcubos y cambiones, profiriendo airados improperios, vituperios y
vitriólicas imprecaciones contra Lucifer y sus huestes mandingas. Por un
instante se detuvo para tomar aire y en aquel momento de suspenso, todos
pudieron reconocer lejano el golpe de la kukurbata. Crujieron goznes y
postigos, se santiguaron los sacristanes, cerraron sus párpados los monaguillos
y con los ojos en blanco, los prebendados oyeron el estruendoso crujido del
ventanal golpeando contra las piedras y el viento helado que espasmódicamente
traía el tam tam, tam tam, impregnado de una lluvia espesa como mazamorra.
Foete en mano el anciano inquisidor
aullaba vociferante, él estaba persuadido de que ese era el día y esa la hora,
pues la luna llena tenía que estar saliendo roja como una inmensa gota de
sangre y las ordalías se estaban dando sin detenerse y no importaba que vientos
de galerna parecieran agitarse por encima de la abadía encrespando el incienso
de los aquelarres.
-Por Lucifer y sus mil demonios,
os digo que hay un cimarrón que tiene a todos estos grifos endiablados y no
está aquí, es lo que presiento. ¡Coños! ¡Hallázdmelo! Revolved cielo y tierra
si es necesario pero traezdlo aquí. ¡Encended los candiles, triglifos! Es la
hora del conjuro. ¿A quién ofreceréis vuestros bebedizos? Mandingas
cachidiablas, ¡mojigatos!, ¡granujas!, Cimarrones sediciosos, brujas, negras
brujas...
Tam tam, tam tam, tam tam a lo
lejos, tam tam como un eco, tam tam la plegaria, tam tam libertario, tam tam
arrullante, tam tam filtrándose en las piedras porosas hasta el tuétano, hasta
el fondo del foso...
Cerraron las hojas de roble, los
truenos se aletargaron y en sordina se dejó oír el lamento vibrante de los
cumbes lejanos. Los acólitos trajeron nuevas botellas de licor, mientras
imperturbable el prelado proseguía su perorata aleccionadora sobre la lujuria y
las triquiñuelas de Asmodeo. Salmodiando les informaba sobre los estigmas de
las huestes de Belial, piernas de grifo, grandes manos negras de seis dedos,
mandingas del color del infierno, salamandras de cuero cambiante, el olor de la
peste, el color del ojo de los escorpiones venenosos, negros... Rebosante en
las jícaras, el manjar blanco era cuchareado y degustado con deleite por los
calóndrigos que se chupaban los dedos empingorotados de grasa y volvían a meter
la mano en el vientre de los corderos rellenos con pasas y picadillo de carne
de cerdo y esculcando el interior de los cabritos de carapacho rosado y
humeante desbordaban el guiso con desparpajo desparramándolo sobre las
bandejas... El obeso príncipe escarlata mascullaba sobre felones abyectos e
impúdicos faunos del Averno, deteniéndose tan solo para propinarle voraces
dentelladas a su pata de chivo asado que deglutía con sorbos de vino desde el
borde mismo de su gran copa dorada.
El viejo prior, anegado en el
estercolero del foso no deseaba escuchar más el maldito tam tam tam y aullaba
dando órdenes a diestra y siniestra.
-Venid a mí, ¡azotazd a estas
negras brujas,¡farfollas!, que entiendan que yo soy el Orden Divino, marranas,
brujas cornudas, mulatas espolonas, eructazd vuestro condumio... Es la carne,
murmuraba airado mientras su mirada libidinosa recorría los cuerpos. Se sentía
rijoso el vejete y entretenido acariciaba el foete cuando apretando el cuero lo
esgrimió en alto y chilló a todo pulmón.
-Arrancazdles esos trapos, dejazd
en cueros a estas mujerucas pedorras, azotazd a los machos, es la hora de
Lucifer, diablas ladinas, degollzdlos si es preciso, escuchazd como gruñen,
¿graznan?, ¿que hacéis?, ¿cantáis si?, por San Vito ¡bribones!, fueteazdlos ya,
quiero una danza macabra, zambos inmundos, mestizos chivatos, ¡pero coños!, es
que quiero verlas sangrar, ¡así coños!, así, ¡cricas de sus madres!
El tam tam llegaba siseante, escindía la
oscuridad del sótano, hendía con espasmos el aire opaco del foso. El prior lo
sentía latir sin remedio y se enfurecía más aún...
-Negro, ¿qué me miras?, ¿es que
acaso me entiendes?, ¡ojos de basilisco! ¿Cuál lengua del infierno habláis? Por
Belcebú. ¿Confesaréis acaso? ¿Habréis de explicarme como es que estabais todos
en esta conjura? ¡Oh greñudas! ¡Ah posesas de Satán! Yo os he visto remontar el
vuelo por las noches, yo os conozco negras brujas del demonio, os escondéis
bajo la carne de Satanás. ¡Sabandijas! Confesad de una buena vez. ¡Jolines!
¡Hablazd ya!
El tam tam murmuraba tropezando y
devolviéndose entre los resquicios pétreos de las fétidas galerías y llegaba
acezante al foso. Asombrado el prior miraba a sus bestezuelas de color,
aquellas sus mujerucas infernales capturadas por lebrel, podencos y
arcabuceros, ellas, ¡pardiez!... ¡Las
brujas y los bribones zambos se abrazaban! Los cimarrones rasgados por el foete
se restregaban contra ellas, se unían a ellas... El prior les veía
apelotonarse, ¡los corpulentos mandingas se fusionaban con ellas!, y ya no
emitían quejidos por efecto de los latigazos, gemían con tibios suspiros, ellos
las protegían con sus anchas espaldas y perlados todos de sudor se besaban, se
daban largos besos, se intercambiaban tibios besos, besos húmedos, ellas les
besaban sin pudor alguno, allí, frente al prior quien observaba todo
boquiabierto, las caricias, como les lamían sus heridas, como los succionaban
con sus lenguas rosadas, sorbían con estrépito sus partes endurecidas, se
tropezaban entrellos y poco a poco procedían a chuparlos con arrobadora ternura
y suavidad insólita en medio del tumulto, y el prior trataba de gritar
espantado, llamaba en silencio a sus arcabuceros, pero tan solo escuchaba
dentro de sí el tam tam, tam tam y musitaba silente… -Venid a mí garduños
cagados hideperras. Sin emitir ni un ronquido, vacilaba estremeciéndose cuando
reviró para convocar a sus alguaciles, más ellos en un solo embeleco no hacían
ni decían cosa alguna, tan solo escuchaban el tam tam y procedían a estrujarse
rascándose sus verijas. Los órdagos del Oficio babeaban desorbitados cual
súcubos indigestos sintiendo como latían sus ingles y se reventaban sus cojones
y se chorreaban sus jubones y sus bartolas de mezclilla, contemplando alelados,
cual si algún poder oculto les obligase a ello, sin desear otra cosa en el
fondo que ser un conjurado en el foso y poder participar en el apelotonamiento
de carne húmeda y sudorosa, sentirse oliendo a sábila, henchidos de dolor y de
deseo.
- ¡Idemil cagadas! ¡Al aire los
trinquetes y tirazd a matar! ¡Disparazds ya coños! ¡Por mil cojones!
Mas nadie actuaba. Existía una
parálisis petrificante y muy pronto estuvieron los arcabuces por el suelo y en
un instante una media docena de tonsurados reventaron felices salpicándose
entrellos la esperma luciferina en tanto que escalofriantes aullidos retumbaban
dentro de la cabeza del anciano prior de la Santa Orden. El tam tam y la miel,
el tam tam y la leche, anegadas en un charco ambarino, las siete cabezas
languidecían. El tam tam estremecía a los seniles cachondos calóndrigos y
monaguillos y sacristanes que venían de atiborrarse en el refectorio y
eructaban zaheridos por el tam tam maldito, descendieron pasitrotando por las
escalinatas hasta el foso para quedar asombrados y en autos. Rápidamente fueron
los prebendados ahogándose cual zamacucos de mierda y los más bisoños se
comportaban como una mismísima chusma de las mil leches, erizados y enhiestos o
flácidos ya, no cesaban de contemplar la gemidora turbamulta que suspiraba
escuchando aquel tam tam inclemente, tam tam incesante, tam tam susurrante, tam
tam, tam tam, tam tam.
Su ilustrísima, irguiéndose entre los
cojines se enredó en su roja batola de seda y casi gateando salió del
refectorio para descender renqueando hasta las profundidades del foso. Cuando
sintió el característico aroma del estercolero ya había comprendido la sinrazón
de los designios del Maligno y racionalizó el cómo y el porqué era el tam tam
el Alfa y el Omega del orbis revolutionibus. Ante todo el absurdo desatino,
especie de broma del destino y expuesto frente a él aquel espectáculo grotesco
del desencajado inquisidor, se fue deapatrás, literalmente hablando se cayó de
culo y no obstante, a pesar del golpe de su mullida chocozuela con el duro
pisopetreo, su edéntulo rostro se hendió de oreja a oreja y comenzó a carcajearse
con espasmos cuasiorgásmicos ante la dicha de los cimarrones y de sus mujeres,
frente el temblor empegostado de los calóndrigos y la complacida apariencia de
los acólitos, sacristanes y monaguillos y era tal su dicha que se ahogaba de la
risa con emocionada opresión precordial al ver la desmadejada figura del prior
con su faz cetrina, la pelambre en desorden, su mirada extraviada y sobre todas
las cosas, el verle llorar copiosamente emitiendo lúgubres y desgarradores
gimoteos.
-Hideputas, gilipollas, upf,
pazguatos de la mierda, ¡hipff!, ¿que no veis acaso que es Lucifer quien os
ciega?, ¡groof!, os da un soponcio por cualquier pipirijaina que inventa
Luzbel, ¡hupff!, que la peste os lleve a todos, por Belcebú, ¡hipf!, que se os
transmute en pus hirviente toda vuestra leche, ¡froff!, que os llenéis de
incordios, ¡orghf!, mil cagadas, que un rayo del coño os parta y os achicharre,
¡arghf!, hidecricas malparidos, ¡hipf, hupf, ofgssz!...
A lo lejos, el golpe de la kukurbata
comenzó a ceder. El latido lentamente fue palideciendo con el amanecer y
sonreída la bestia satisfecha margullose rebulléndose en las profundidades de
la mar océana. Cuando amainó la tormenta, un fino rocío de plata sustituyó la
espesa lluvia y bruñó los negros riscos que orlados de espuma brotaban en la
orilla. Sin cesar, el tam tam siguió sonando per omnia secula...
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ESCRITORES
JORGE GARCÌA TAMAYO Y LAS ORDALÌAS
por el Lic. Roberto Simancas
Cuento difícil. Busco el
significado de Ordalía y se refiere a los juicios de consciencia y cosas
parecidas, que la iglesia de varios países efectuaba a los creyentes como para
eximir la fe. Llama la atención que haya sido la Europa Oriental, donde por
último esta práctica se deja. Pluma marabina en la mano del médico y científico
de la salud. Jorge García Tamayo.
La ubicación espacial del cuento
se hace cuesta arriba. Al comienzo creemos estar en la España clerical con sus
curas rechonchos y lujuriosos, atizando con la fè; mientras la negrada bambolea
su figura. De pronto al mismo comienzo y al final, todo se confunde, me imagino
que ex profeso; pues aquí el animal marino, de tamaño descomunal: la Orca,
aparece y reaparece, como cerrando final.
El deleite con el lenguaje literario aflora en imágenes como piedras
porosas del campanario. Nos adentramos a una Europa, América o África tomada
por el mito cristiano. El poder clerical azotando con sus demonios, muy bien
digerido por el obeso prior; quien representa más que el bien, el mal hecho
poder en medio de unos borregos e indiferentes.
El escenario, al menos a mí, me remite a esas asadas de vikingos o la
pandilla Robin Hood, después de los combates; petrificados de miedo, que
comienza a apoderarse de los presentes. Más que un mundo de inquisición, el
monasterio lo habita el miedo en la figura alienante y alienada del prior; más
el miedo a perder el poder.
Se nota un manejo de calidad de
esos tiempos, reconozco que tuve que apelar por el diccionario en palabras como
prebendarlos, refectorio, escanciar, muaré, entre otros; que le dan vida a la
descripción sicológica y espacial de personajes y ambiente. El deleite con el
lenguaje literario aflora en imágenes como piedras porosas del campanario. Buen
adjetivo para calificar el pompi de las negras, buscando referencia en
calipedia: Nalgas calipígicas. La expresión de viejo bergante es de calidad. En
un primer momento nos remite a barco negrero, comandado por el esclavista vía a
Europa o la América; para luego precisar el significado como el viejo pícaro,
precisamente el truhán, el sin escrúpulo, que debe ser todo traficante de
humanos. Celebro la imagen encrespando el incienso de los aquelarres. La traslación del significado de esculcar
está bien lograda. Imaginar los glotones curas espiando el interior de los
cabritos, atiborrados de aceitunas y demás especies, queda como muy buena
imagen. Aplaudo la imagen de ojos basilisco, que busca retratar la mirada de
diablo y de muerte de los negros en la mente del prior.
El poder político, en este caso
fusión con lo clerical, no puede con el deseo. Existe un poder cotidiano que
trastoca esa metafísica que aún persiste, que quiere hacernos creer que ante el
poder nada se puede; en el personaje, ejemplo de aberración de una creencia, se
desnuda el hombre que languidece por los
pompis y tetas de negras y mulatas; mas sigue conjurándose, azotándolas. Bien trabajada la idea del azor, pues,
evidentemente el esclavo en su mente imaginamos que quería ser un ave, un ser
volante por los cielos; para no caer en manos del esclavista, el negrero. Pero
si mal no entiendo cuando se habla de altanares, estos me remiten a los
halcones, símbolo del poder imperial que son confiscados; es decir, el negro
queriéndose convertir en un azor, finaliza atrapado por un halcón, el mismo que
se le confisca. El sabath, entendido
como el séptimo día coincide con las siete bestias que asoman en el mar, premio
ansiado por el prior. Observo una recurrencia por lo mágico-esotérico, juego
con lo mítico para deleite o bien manera de perdernos en lo arcaico humano; día
que contrasta con los nombres africanos de los negros implorando en el
sufrimiento por sus tierras y dioses, sólo llevado a cuesta en el cumbè, de
donde después con el tiempo saldría la cumbiamba, el baile cadencioso y lento
de la negrada, que puebla ciudades como Barranquilla y Cartagena. Como antiguo creyente y después observador
de la farsa estructura eclesiástica, veo que la descripción de los personajes
que pueblan el convento es muy cercana a la realidad, el caso de los
monaguillos asemejándose con sus cachetes cual sapos y los sacristanes, amigos
hasta el cansancio de manuela; coincide con el adjetivo de pajizos, por sus
amenias endémicas al calor del vicio… solitario.
Existe toda una literatura, que
ya forma parte del subconsciente colectivo mundial, de asociar la negritud con
el diablo y cosas parecidas. El mismo Cumboto de Díaz Sánchez se recrea en lo
mismo; cuando sabemos que esa negritud era, por ejemplo, la que en el viejo catre
le practicaba la fellatio al señor amo; que su esposa, anclada en la asepsia lo
descodificaba como pecado sumo; o bien la niña de la hacienda suspirando por el
músculo del negro fornido ante el romanticismo decadente de su novio venido de
Europa; en sí, mucho de mito, al punto que se asocia por esas generalizaciones,
la mayoría de las veces falsas, que los negros tienen un falo descomunal y las
negras un trasero de batea; que son sexualmente inconmensurable y cosas por el
estilo; en tanto que la realidad nos dice que son otro humano cualquiera, con
la desventaja que en el proceso histórico fueron en la mayoría los negros los
esclavos; pues, también hubo esclavos blancos y no decir de indio, los sin
dioses.
Vientos de galerna me sirve para
ubicar definitivamente el cuento, refiere a los vientos de mar cantábrico;
entonces estamos en la Cantabria Española, donde es famoso el Monasterio de
Santillana y donde nació por allá en el siglo viii d.c. el beato Lièbano, autor
de Comentario al Apocalipsis. He allí la figura trasmutada del prior de la
abadía. No por casualidad en un ambiente de esclavitud y fanatismo ideológico
con suma alineación de la fe, se ubica la acción. La actual Cantábrica Española
sufrió los embates de la esclavitud romana, luego vikinga, más adelante
musulmana; fue punto para la reconquista por los cristianos; y en ese mismo
hilo, hijos de su tierras fueron Juan de la Cosa, quien elabora el primer
mapamundi y el arquitecto Camargo, arquitecto diseñador del monasterio del
Escorial en Madrid; para rematar allí se encuentra la cueva de Altamira.
Encuentro otro asidero para decir que el cuento tomó como referencia España,
pues, lebrel es un tipo de perro catalán.
Muy buena descripción del
despertar del deseo en los superiores de la orden, quienes creen ver el demonio
convertido en mujer, orgasmando con
ellos en sus mentes; deseo hecho baba
seminal, que traspasa la vestimenta de
los clérigos, y nos acerca a comprender quién es verdaderamente el ruidoso tam
tam: ni más ni menos que el deseo solapado, queriendo esconderle entre sermones
y cruces; pero que en el arrebato de las emociones humanas, en la entrega
amorosa de los negros en cayapa, finalizaba por devorar a los glotones hombres
de fè…
Pienso que es un cuento muy muy
bueno aunque difícil. El ambiente y los personajes no lo hacen digerible para
el común lector; incluso para quienes tenemos cierto coqueteo con la
literatura. Observo como novedoso ese tratamiento diferente que el galeno le da
a la negritud; sin ese adocenamiento que caracteriza a muchos escritores que
asumen la negritud para deleitarse en sus miedos y demás resabidos de racismo.
La trama está bien estructurada, creo no equivocarme que García Tamayo tomó la
Cantabria Española para recrearse, como ya le apunté en supra comentarios.
Veo también novedoso el uso del
castellano antiguo, que bien está trabajado para darle una ambientación más
real al cuento. En conclusión un buen cuento que se adentra en el comienzo en
lo mágico, nos recrea en el trayecto por lo bien concreto de la esclavitud de
los negros, el poder de la sotana, la liberación por el encanto de la ternura y
los cuerpos desinhibidos de negros y mulatas; que demuestra cómo el poder
coercitivo jamás cede en sus pretensiones de perpetuarse, caso del prior, quien
en vez de lanzarse al aquelarre amoroso de los negros, sigue maldiciendo con
sus gritos solitarios, de quien le huyo al deleite de los sentidos y la carne.
García Tamayo un desconocido en
su tierra zuliana. Hombre con una trayectoria y méritos en su profesión de galeno
y científico en el área de la anatomía patológica. Ganador de premios
nacionales de literatura, como José David Curiel y José Ramón Pocaterra, sigue
escribiendo en solitario, no haciendo alarde de su superioridad ante tanto
mediocre premiada sobre todo en ámbito regional zuliano. Adentrémonos en sus
libros: Escrito en la Habana. Entropía Tropical, La Anatomía y el País y Para
Subir al Cielo, entre otras y por venir y de seguro llegaremos a la conclusión
que el Zulia al fin tiene un novelista con mayúscula.
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CARTA A GARCÌA TAMAYO
El trabajo que le envié como pudo
darse cuenta, no fue más que una fusión ex profeso de un artículo de prensa
donde fijaba posición en torno al mito del amor cristiano, queriendo devorar la
violencia. De plano buscaba confrontar el fofo humanismo cristiano con el
negocio del amor milenario y la violencia que, por desgracia, campea en la
tierra, hasta que amainen las contradicciones sociales.
En el caso del cambio del cual
por el quien, me estoy refiriendo al discurso; no al Nazareno. Con referencia a
la ideología, mito y tradición, es evidente que éstas son coartadas milenarias
para dejar de entrar no en la empresa del amor, sino en la maravilla del
deleite de los seres, que sienten la química de la atracción y querrán
devorarse sin medida pero con productividad.
Muy probable que en un momento
pareciese no haber relación entre la línea de la ideología y tradición, por
luego en punto y seguido hablar del negocio veneno de la sotana, cura de
placebo para una humanidad que cada día decapita su posibilidad de trascenderse
ella misma en plenitud y verdadera entrega en el otro y/o otra; sin que ello
signifique anularse. Pero demasiados milenios pasará esta humanidad para que la
cultura, la educación y el recto pensar, domine el lóbulo frontal del homo
sapiens.
Claro que consideraré sus
sugerencias. Pero debo señalarle que no creo en el textualismo, no deifico la
palabra; aunque entiendo y trato de ficcionar con ella, pero sin hacer de la
misma una metafísica. Si soy lacerante, cruel hasta conmigo mismo, no por
masoquista. Pienso que la palabra debe desnudarlo todo, mas no un desnudo
oprobioso sino sutil, engañoso y que ante todo que deleite.
Por último la hembra que tomó
como metáfora de literatura, es cierto, que tanto me hubiese gustado que fuere
la graciosa y bella niña que lo turbo a UD. en su primer día de encuentro en el
taller de narratividad. El conocer en lo concreto a esa modelo de mis fantasías,
en ese andar de profesional universitario a taxista, conocer tanto mundo, entre
los cuales está el de ella: prolífica escritora, con mente desalmada; me hace
pensar desde hace tiempo que los escritores, me refiero a quienes nadamos en la
literatura, podemos ser un humanista, un bellaco o un indiferente cualquiera.
En síntesis mi pluma profesor siempre vendrá con saeta y sin cruz
LA CARTA QUE ME ENVÌO EL PROFESOR JORGE GARCIA TAMAYO
Lic. Roberto Simancas:
Estimado amigo, me da la
impresión de que tenemos una concepción diferente de lo que es y para lo que
sirve la literatura. Dices en tu cuento: “La literatura es un ensueño, un
querer negar la realidad de nausea para caer al fin de bruces ante la maldad
humana”. Para mi podrá ser un ensueño,
más no creo que exista para negar una realidad de nausea y menos para caer de
bruces ante la maldad…
No es, no puede ser una tragedia
y un dolor en una indagatoria permanente, ni siento que es “sentirse lacerado”, o creer que siempre se
escribe para sufrir, con una saeta más que una pluma en la mano, horadando,
rasgando, y además pensar o parecer convencido de que: así tiene que ser… No me
parece que sea necesario, o indispensable “sufrir la escritura”, más bien
pienso que sobretodo se impone aquello que ya te decía antes, parafraseando a
Oswaldo Trejo, “lo menos que se le puede pedir a un escritor es que escriba
bien”…
Si no se cree en el textualismo,
se puede comenzar a dudar de la sintaxis o de la prosodia. Quien dice no
“deificar” la palabra pudiese en algún momento “darle una patada” a la
ortografía, y luego, hasta pensar que eso es una hazaña… ¿Como crear relatos,
cuentos o novelas con ritmo, con tono, y como al sostener estos parámetros sin
mostrar coherencia y precisión en el lenguaje?, ¿cómo ordenar las palabras
escritas nacidas de ideas en la mente de uno mismo de manera que puedan ser
interpretadas por otros? Esto no es fácil, no sale así como así, eso tú bien lo
sabes, es cierto, sí, hay que trabajar, es por esto que se habla de “el oficio
de escribir”…
Me cuesta mucho al leer un relato
imaginar que el autor busca con sus palabras “fijar posición en torno al mito
del amor cristiano”, mientras intenta “devorar la violencia”. Eso no es un
cuento o un relato, es otra cosa, es algo como un propósito ultra-super-máximo,
que va por encima de mi imaginación… Sobre todo por que debo repetirte que mi
idea es que al escribir (y esto lo aprendí hace unos cuantos años ya) que es
importante como te dije antes, “que se pueda sentir lo menos posible que existe
un compromiso personal”, una conexión directa entre lo que tu quieres y lo que
escribes, y que nunca debemos “dictar cátedra, o sea, nunca opinar para tratar
de dirigir los sentimientos del lector, porque esto trampea el asunto”. La
literatura no es, no debe ser, no está hecha para eso. Te recomiendo leer a
Cortazar, a Borges, a Fuentes, leer mucho y analizar menos, leer por el placer
de escuchar en tu mente las palabras, como música, mientras dejas fluir tu
imaginación sin querer saber para donde te quiso llevar el autor, porque la
literatura no es de los autores, es, tiene que ser, de los lectores, y será en
esos momentos cuando se crean los “vasos comunicantes” entre el escritor y sus lectores, es así como
funciona la magia de la escritura y la lectura….
Me parecen interesantes tus
análisis, algunos acertados sobre ciertos detalles puntuales, otros que se
sienten indagadores de la psiquis y hasta del subconsciente del escritor, y me
parecen absolutamente erráticos, y esto se debe, se produce, porque tal vez sería
posible hacer estos análisis si quien escribió el relato o el cuento analizado,
lo hizo con un fin, para inducir ideas, o guiar pensamientos, para señalar
caminos, pero afortunadamente, casi nunca es así, no debe ser así, y en el caso
que nos ocupa, pues, sencillamente no es así. Tal vez si conoces la historia
personal del escritor, puedas atreverte a discurrir haciendo análisis como los
que haces con Las Ordalías… Como ejercicio lúdico el análisis así conducido
está bien, pero al hacerlo de otro modo, te puedes equivocar de medio a medio,
sobre todo si quien escribió el relato lo hizo tan solo por el placer de
escribir, no para sufrir, ni para introducir metamensajes en el texto… Quizá es
por esa idea descifradora que te puedes crear laberintos e ideas equivocadas
donde solo hay palabras utilizando nuestro muy rico idioma sin querer caer en
una erudición exagerada (te decía en “Taller de Narrativa” sin querer ser
“erudito en exceso” cual Fernando Del Paso en Palinuro ni como nuestro Denzyl),
sencillamente adecuando el lenguaje al momento, a la situación, para mi frente al mar Caribe, tal vez en un
sitio como Cartagena de Indias… Voy a remitirte a Germán Espinoza, un escritor
colombiano de quien hace muchos años leí una novela “Los cortejos del Diablo”
sobre la inquisición en Cartagena “El personaje histórico debe conservar las
líneas de su carácter, pero, cuando se escribe novela histórica, lo que se
persigue no es la verdad del historiador (fundada en documentos oficiales
acomodados). El novelista puede explayarse en su fantasía. Y creo que muchas
veces está más cerca de la verdad o de lo que debió ser, que el historiador. La
función de la novela histórica es buscar una verdad más profunda y puede,
explicar mejor muchas cosas. El novelista es soberano. En 'Los cortejos del
diablo' El inquisidor Juan de Mañozga, personaje histórico, es un hombre lleno
de soberbia, que aspiraba a ser Papa. En 'Los cortejos del diablo', Mañozga se
niega a aceptar su decadencia. "Para
este personaje me basé en un español que conocía, muy anciano, abatido pero con
arrestos para demostrar juventud y poder. Así como se expresa Mañozga, hablaba
él. Por otra parte, tomé como modelo a un hombre con una soberbia enorme como
el maestro León de Greiff. Cuando pensé en hacer una novela sobre La
Inquisición en Cartagena, di con el Inquisidor de la época y dije este es el
personaje para darle esa personalidad”.
A pesar de que hacía muchos años que la leí y no he vuelto a leerla,
recuerdo que aquella novela destacaba en medio del horror descrito por la
musicalidad de un relato fundamentalmente barroco. De ella dijo el
autor…"Se me imponía por eso. Muchos comentaristas me han dicho que es una
novela muy oscura. Y la verdad es que fue escrita de noche, oyendo música de
Beethoven, Mozart y Brahms". Creo que esos recuerdos influyeron en mí
cuando escribí “Las Ordalías”, como algunas veces se me atraviesan escenas de
películas en mis relatos, o en las novelas (vg. En “Escribir en La Habana”,
puedes leer el prólogo de Ildemaro Torres donde señala mi amor por el cine),
siempre fui muy cinéfilo y por darte un ejemplo, “El séptimo sello” de Bergman
está en muchas cosas de las que he narrado…
A propósito de algunas de las
palabras que me preguntas, como kukurbata,
la use para referirme a la curbata,
que es un tambor pequeño que se coloca parado sobre sus
"patas"; es de la etnia africana dahomeyana y se percute con dos
palos, así mientras “la curbata” va
marcando los tiempos en forma acentuada, la “mina” va improvisando frases
rítmicas entre golpe y golpe. El mina es un tambor africano que se toca en las
fiestas de San Juan del mes de Junio en Venezuela. El Mina es un tambor largo
hecho de un tronco de árbol cilíndrico que se coloca inclinado sobre dos palos
cruzados y amarrados que sirven como soporte. “Barlovento” de Eduardo Serrano
fue compuesta en 1936 y dice
inolvidablemente “que se van de fiesta, su cintura prieta y al son de la
curveta y el taqui-taqui de la mina”.
Por último conviene recordar que
La Ordalía fue como dices, una “prueba que se usó mucho en Europa con las
personas acusadas de brujería, pero en todas las civilizaciones, las ordalías
tuvieron un origen mágico y estaban encargadas a los sacerdotes, como
comunicadores escogidos entre el hombre y la divinidad. Cuando la Iglesia
asumió junto a su poder espiritual parcelas del poder temporal, tuvo que pechar
con la responsabilidad de una costumbre que era difícil de hacer desaparecer
rápidamente, y no pudiendo prohibirla bruscamente se esforzó en modificar su
uso para hacerle perder el aspecto mágico que la Iglesia consideraba demasiado
vecino a la brujería. El denominado Santo Oficio de la Inquisición fue creado
por el Papa Gregorio IX en el año de 1233, extendiendo su acción a toda la
cristiandad Europea. Hacia el año 1480, los Reyes Católicos de España
establecieron la Inquisición en todo el reino, para utilizarla como uno de los
instrumentos en su estrategia para la unificación religiosa y política de la
nación. El tribunal de la Inquisición de Cartagena fue establecido en 1610.
Finalmente debo decirte que
precisamente fue por mi consubstanciación con lo africano, y con el sincretismo
religioso que se puede percibir en “Escribir en La Habana”, con la defensa de
la negritud y de esos verdaderos hijos sufridos de la revolución cubana, los mismos
habitantes de las cumbes en la novela primigenia de Carpentier “Ecue Yambao”,
una de las razones por las que como escritor recibiera en 1994 el José Rafael
Pocaterra en narrativa, pero además me ha tocado vivir fuera de Maracaibo, en
el centro y el oriente del país y desde compenetrarme con Acosta Saignes hasta
disfrutar de los tambores de San Juan en Barlovento o en otros pueblos
venezolanos, conozco algo sobre nuestra negritud, esto lo digo en lo personal.
Te aclaro estas ideas por que posiblemente no tienes una clara idea de lo que
realmente pienso ni siento sobre ciertos temas… Te sugiero leer de “Escribir en
La Habana” la páginas final de la 31 y 32 y parte de la 33, están fáciles, y
puede que me entiendas como alguien diferente…
Para finalizar creo que debes
examinar de nuevo las dos afirmaciones que haces: “La literatura es cuento, la
ficción una evasión”. Otro día podemos conversar sobre esto, pues, no me
parecen acertadas, en particular creo que sin la ficción, la literatura puede
ser historia, o sucesos, o llegar a ser como decía Lavoe, un periódico de ayer,
y entonces, ¿para qué leer?
Un saludo, mañana martes es 22 y
si vamos a tener una reunión, espero saber la hora y me imagino que el sitio
será la Librería del Sur… Espero confirmación, pues había entendido que nos
reuniríamos los miércoles o los jueves…
Avísame.
Un saludo
Jorge García Tamayo
PD: Va, "Bar La Loca"
Van sin fechas, pero la correspondencia es de hace bastante
más de 6 años, ahora, aparece aquí para distraer a los lectores que se metan en
mi blog ( La Peste Loca blogspot.com
)
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