viernes, 10 de octubre de 2014

HIDROFOBIA (drama de los 70 del pasado siglo XX)



HIDROFOBIA :
Drama  maracaibeño de los años 70 en el pasado siglo XX

Pieza teatral en tres escenas, con juglar y un bufón, ambos entusiasmados, quienes harán al comenzar el drama, su aparición, y al final, rematarán la trama, acongojados, tal vez, sí, pues juglar y bufón aunque alienados han de servir como pretexto, de pórtico y final a un drama teatrero, sobre lo que puede ocurrir en nuestro medio, si una pasión rabiosa y desquiciada, se engendra, crece y fructifica, originando un cancerbero mental, en un ser, quien dentro de la entropía tropical, puede que se las de, de sabrosón, pero de una manera por demás taimada, toma una decisión, evidentemente equivocada, frente a las veleidades de la investigación...

Antes de subir el telón, un juglar en su atuendo medieval, laúd en mano, sube al escenario, sus calzas están rotas más su apariencia desgalichada, no implicará lo vibrante y sonora de su voz de tenor. Detrás de él, renqueando avanzará un ser de estatura inferior, es jorobado, sin calzas sí mas en chinelas, luce un vestido pleno de colorido, es un bufón de lo más embutido en un radiante traje de polichinela, viene soneando cascabeles y sonriente, se sienta ante el juglar, pelota en mano y estará listo para su cháchara escuchar...

ESCENA I
JUGLAR: Respetable público, por ser fuente de dulzura, en hora malahada, estas las notas de mi canto airadas, canción sonora, ¿desesperada?, va a descubrir, ¿un nido de ternura?, ¡oh no!, ¡jamás!, de todos conocido, ¡es el manto!, han de romper su velo misterioso, rasgar, hender, he de gritaros mi verso cadencioso, desesperada entonación sublime, aquí clavó su daga Casio, para que conozcáis los hechos, aunque estos sean, ¡es de terror!, producto del despecho, ¡oh pasión desquiciada!, sucesos lúgubres y odiosos. Estime usted, amable y entusiasta espectador, público amigo, la calidad de esta obra infausta, ha de dar manque péseles, deciros debo, sobre el busto de Palas, a lo hecho pecho, palos como el puerto, ¿y la cornisa?, dudo que conocer puedan, señores, por ahora será la única premisa, la problemática de lo más llana y lisa, de este drama singular, con su trama, su terrible temática, por demás cruel e inhumana, es sencillo y natural, versa sobre el mal de rabia, la hidrofobia que es el horror al agua, ache dos o, ácua prístina, rabia que no es lo que otros mientan arrechera, sobre eso he de cantaros, cántaros de agua  lanzados con airado tono, sí, al final y cuanto lo deploro, más lo acepto, lo diréis en coro, es fatal, está mal, cierto, es pésima a mi juicio, la obra, sí, como pieza dramática refiérome, removeros debe el corazón, obra emblemática, de vicio y de pasiones, con una exaltación paradigmática de la figura protagónica, vendrá a poneros encima del tapete, ¿no era un manto?, y en eso este bufón zoquete me ayudará con sus entonaciones, con su encanto, con sus canciones, sones, suavizarán el tema de la rabia, y las investigaciones, con su bel canto, recreará la envidia y hasta la desidia, más las buenas razones aducidas, serán en singulares personajes, ¡Dios bendito!, en franco maracucho yo diría, sin duda que la mayoría, cual avechuchos, andan de mollejón, el hombre es en cuestión, el de las llaves, el cuasiausente, el pobre, es un demente, ¡pero es el personaje clave! 
Aparece al subir el telón una oficina, pintada de amarillo ñema, hace silencio la orquesta, el juglar ha escapado, no per la finestra, ha salido por un lado, el bufón que ya sabemos es jorobado hará mutis por la salida lateral opuesta. Un escritorio de metal en el centro del escenario está cubierto de torres de papel, hay una silla giratoria y al fondo dos ventanales, con sus vidrios chorreados, están cerrados, pues en el centro de la pared un aparato de aire acondicionado, trabaja, mientras muchas tiritas de papel, tiemblan, se agitan y flotan con el gélido viento, tan solo para dar fe de su funcionamiento. Sentado en su silla, ante el escritorio, un médico de lo más serio, un sanitarista, firma un petitorio, es el doctor Eligio Salazar, luce una bata blanca, y al comenzar el acto, él se pone de pie, es decir se levanta, al escuchar que llaman a la puerta, en ese instante subirá el telón. Se abre una puerta lateral, en el lado derecho de la habitación y entra un patólogo, ¡palarrevergación!, es Rodrigo Gartan, su apariencia, en camisa de manga corta a cuadritos y un pantalón de caqui, es de cualquier cosa, menos de la de un médico, de esos normales, de los que ven pacientes, de esos que bien conoce toda la gente...
ELIGIO: Extendiendo la mano. Qué tal Rodrigo, ¿cómo te va?
RODRIGO: Aceptando el saludo y estrechándole la mano. Bien gracias. Aquí me tenéis, como los boys scouts, siempre listo. Me dijeron por teléfono que me necesitabas con urgencia y me vine más rápido que inmediatamente. Decíme pues. ¿Que tenemos ahora?
ELIGIO: Nos pasa Rodrigo, que otra vez tenemos un grave problema. Ya es la tercera vez en este mes, pero creo que en esta ocasión si es verdad que solo vos nos vais a poder ayudar. Mirá. Hace una semana se murió una niñita con mal de rabia. Ella se murió en el hospital Clínico, pero en realidad ella venía del otro lado del Lago, de la costa oriental. Como siempre en estos casos, hubo un inconveniente con la autopsia, se la hicieron, pero como que no guardaron material en fresco, ni se hizo el Sellers, ni dieron para hacer la inmunofluorescencia, menos aún la prueba biológica. Como comprenderéis, no tenemos manera de corroborar el diagnóstico clínico. Sabemos del caso desde que el perro mordió a la niña, fallamos en la vacunación por problemas con la familia y ahora fallamos en el diagnóstico a la autopsia, ¡una verdadera tragedia!
RODRIGO: ¡Cuño!, eso sí es lo que se llama poner la torta. ¡Suena Eligio, como un error imperdonable! ¡Una cosa tan elemental como enviar las muestras a la Sanidad!, eso todo el mundo lo sabe.  ¿Qué les pasó a los patólogos? ¿Por qué no congelaron el material?
ELIGIO: Nada Rodrigo. Pasó, pasó. Ese es el caso y ahora dependemos de que vos nos digáis con el microscopio electrónico si de verdad hay virus de rabia en las muestras que tenemos del cerebro de la niñita. Lo peor del caso es que la niña era hija de un policía y él le está echando la culpa al médico rural de Quisiro, aunque hay unos familiares que lo culpan a él porque en vez de vacunar a la niña, dizque se la llevó a un brujo. Son de Quisiro, vos sabéis como es esa gente con los asuntos de los espíritus. Solo se le pudieron poner tres dosis.
RODRIGO: ¡Pero que cachaza! ¿La dejaron morir? Así no más. Casi igual al caso de Milady hace tan solo unos meses, ¿te acordáis? Razón tenía el doctor Boissart al decir que la rabia entre nosotros es como el olor de la orina, sui generis. Con la rabia cualquier cosa pasa. ¡Es impredecible! ¿Te acordáis del paciente de la clínica psiquiátrica? Internado por psicópata y era un rabioso! En ese caso también el microscopio electrónico nos sacó las patas del barro. ¡Qué buena vaina! Cuando no es porque al niño no lo vacunaron, porque pobrecito, ¿para que le van a puyar la barriga?, es el patólogo que no pensó en guardar material del cerebro congelado, o se pierden las muestras en el camino hacia la Sanidad. ¡Caray, vamos patrás como el cangrejo!
ELIGIO: Si, y ocurre que de pronto, pues no funciona la inmunofluorescencia y nos enteramos de que se debe a que no conjugamos bien los anticuerpos, o más bochornoso es el hecho de que nos veamos obligados a esperar por la muerte de los ratones inoculados, la muerte en Caracas, porque la prueba biológica, la hacen en el Instituto de Higiene, en la capital. Si no fuera por el microscopio electrónico tuyo Rodrigo, te digo que ya nos hubiera llevado CristoPadre.
RODRIGO: Si, verdad que estamos trastocados, ¡¡mondinga!!, ¡todo es como al revés!
ELIGIO: ¿Te acordáis hace un par de años cuando teníamos la incidencia tan alta de rabia en la región de la costa oriental del Lago? ¿Recordáis como mejoramos la situación con las campañas de vacunación casa por casa? Eso sirvió para demostrar que entre nosotros se imponen esquemas nuevos, más agresivos, diferentes. Pero seguimos teniendo casos y las fallas siguen dándose en las cosas más sencillas, las más ridículas...
RODRIGO: Es que todavía hay mucha rabia animal en los montes de los caseríos que rodean el Estado. Tal vez los conductores de automóviles en la intercomunal de Cabimas nos han ayudado más que nadie, sin saberlo, especialmente de noche, cuando se echan al bigote por lo menos a una docena de perros, identificados al amanecer, adornando la autopista, de lado y lado, aventándose bajo la canícula, hasta la hora del medio día...
ELIGIO: ¿Cuándo explotan bajo el sol? Sí. Esa es la parte tragicómica de la rabia canina, pero cuando vivís situaciones como esta de la niñita que te cuento, se te amuñuña el corazón...
RODRIGO: Despreocupate Eligio, hoy mismo voy a hablar con el doctor Wagner y no habrá ningún inconveniente, con el material en formol, que estará en el frasco, podemos solventar la situación y en un par de días tenemos el diagnóstico.
ELIGIO: Manteneme informado, ve que ya el doctor Wagner está en cuenta.
RODRIGO: Despidiéndose. No te preocupéis, en cuanto sepa algo, te aviso. Chao. Hace un gesto con la mano derecha y sale por la puerta.
Cae el telón.
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ESCENA II
En el escenario aparece la oficina del doctor Wagner, muestra un gran escritorio con un microscopio de luz en el centro, y está rodeado de láminas de vidrio con preparaciones coloreadas, colocadas sobre carpetas de cartón que esperan ser examinadas en el microscopio. En una silla, el doctor Wagner aparece sentado frente a su microscopio. Sobre el escritorio, también sentado pero con las piernas cruzadas e indudablemente en una condición no visible para el patólogo, se encuentra el bufón. Las paredes muestran estantes con muchos libros y un sinnúmero de frascos de los más variados tamaños, dentro de ellos flotan especímenes de distinto tamaño formas y colores, hay dedos, trozos de pellejo y grasa, fetos, y en uno de ellos hay un corazón. Todos los frascos están identificados por etiquetas en las cuales herr proffesor ha escrito de su puño y letra un diagnóstico y un número. Detrás del doctor Wagner, el juglar apoyado en un estante, hace sonar cadenciosamente su laúd y gime una triste melopea que ha de sonar durante toda la escena, la tonada recuerda una que dice...   “ de noche si es que me acuesto le rezo a la virgen de la Macarena”....
Al subir el telón, el doctor Gartán entra en escena, hace irrupción, y el profesor Wagner sentado ante el microscopio, en su sillón, sonreído  le mira...
WAGNER: ¿Cómo está amigo Gartan? Ya me contó el doctor Salazar por el teléfono toda la historia, así que no me diga nada, lo tengo todo resuelto. He averiguado todo y el diagnóstico dejará de ser una cosa del azar. El error estuvo allá abajo, en la sala de autopsias. Usted sabe cómo es esa gente, son descuidados, botaron lo que tenían que congelar. No le ponen atención al trabajo, porque solo están pendientes de los funerarios y de cuanto le van a cobrar a los familiares del muerto, los dizque honorarios. También le reclamé al patólogo, es su responsabilidad, pero déjeme que llame un momento al doctor Cesar Aranda, él es el responsable del caso y ya está en cuenta. Pulsa un botón rojo. El bufón salta al sonar estridente un  timbre. El bufón hace morisquetas alrededor del doctor Wagner, quien ni se inmuta, ni lo siente...
RODRIGO: Fíjese doctor Wagner, yo no quiero que el doctor Aranda se vaya a molestar porque yo tenga que meterme a examinar las muestras de este caso. Se lo digo porque yo sé que él es un poco delicado...
WAGNER: Mire Rodrigo, eso del doctor Aranda es problema mío. Una señorita en minifalda aparece en la puerta. El bufón la mira y haciendo gestos sobre sus curvas se va acercando hacia ella mientras sigue haciendo muecas. Al hablar el doctor Wagner, el bufón volteará a mirarlo. Maigualida, escúcheme un momento, encuéntreme al doctor Aranda, donde quiera que esté y le dice que venga inmediatamente. Se dirige a Rodrigo en cuanto sale Maigualida y el bufón escapa de la escena detrás de la joven secretaria.  Yo soy el jefe y si doy una orden, él tiene que cumplirla. ¿No es verdad amigo Gartan?
RODRIGO:  Si es cierto, bueno, yo creo...
WAGNER: Acérquese al microscopio Rodrigo, quiero mostrarle una lesión muy interesante que recibimos hace unos días. Rodrigo se acerca y Wagner se levanta dejándole la silla. Mientras Rodrigo enfoca y Wagner parece relatarle la historia del caso, el juglar detrás de ellos cambia el gemido de su melopea por unas estrofas.
JUGLAR: Con suavidad y encanto,/ al dar inicio a las trágicas secuencias, / les canto, para endulzar la audiencia. / El banano, guineo-cambur, / puede pasar a ser cargo protervo, /”desmaye el peso de su dulce carga”, / topocho-puesto-titiaro, / la codicia puede ser mortal arma, / armaros, de paciencia compañeros, / recién comienza el drama, / la inconciencia y el azar señero, / en la tierra infeliz de los palmares, / convertirán a un caballero, /quizá de antigua adarga, / en pájaro inseñero, / los avatares, lo dejarán en un ruinoso alero, / pero, a la larga persistirá en aquello, / de decir como Bello,/...”el banano primero”.
Con las estrofas finales, hace su aparición, por una de las entradas laterales, moreno, gordo y cachaplón, el médico patólogo requerido en cuestión.
ARANDA: ¿Dígame doctor Wagner?, me dijo Maigua que me estaba llamando...
WAGNER: Mi secretaria se llama Maigualida, doctor Aranda... Necesito que me traiga del frasco donde está el cerebro de la niña Yamelis Soto, tráigame muestras del material fijado, del Asta de Amón, del cerebelo y de la corteza. Lo necesito ya. Estas muestras, el doctor Gartan debe llevárselas para estudiarlas con el microscopio electrónico.
ARANDA: Ese frasco está todavía abajo doctor Wagner, yo no he tenido tiempo de subirlo, pero, de aquí a un ratico, puedo pedirle a alguien que me lo traiga para acá.
WAGNER: Usted haga como quiera, pero necesito aquí esas muestras, ¡¡inmediatamente!!
En ese momento, entra el bufón haciendo muecas y gira corriendo como loco alrededor del doctor Aranda quien, a pesar de que no lo puede ver, se detiene, como si estuviese suspendido en el tiempo, mientras analiza la respuesta de su jefe. Al fin, hace un gesto de desagrado, levanta los hombros  y sale tirando la puerta, el portazo le da al bufón en las narices y lo hace caer sentado. El doctor Wagner sonríe mirando a Rodrigo y le habla mientras el bufón grita llorando y sobándose las narices.
WAGNER: No se preocupe, que él es así, grosero, pero ya regresará muy pronto con lo que usted necesita. Vuelva a mirar la lámina del caso por el microscopio, y dígame, que le parece ese tumor... Se voltea sacando unos libros de una pequeña biblioteca. A su lado el juglar consuela al bufón y volviendo a hacer sonar su laúd, ambos gimen mumurando cadenciosamente la antigua melopea de la virgencita gitana...
RODRIGO:  Después de mirar bien este tumor, doctor Wagner, creo, me parece, que debe ser un coriocarcinoma, es muy hemorrágico!... Levanta la vista y mira al doctor Wagner quien se voltea y se acerca hacia él.
WAGNER: Una cosa así es el diagnóstico, sí, un tumor germinal, y lo quiero llevar a las Jornadas de Anatomía Patológica este año, ya va a ver que va a ser una sorpresa.
Hace irrupción el doctor Cesar Aranda y coloca ruidosamente un frasco sobre el escritorio de su jefe; el bufón hace gestos queriendo estrangularlo, pero el juglar lo contiene, se enfrascan ambos  en un forcejeo.
ARANDA: Aquí está el frasco que me pidió. Se da media vuelta y sale tirando de nuevo la puerta. El bufón se calma.
RODRIGO: Tomando el frasco. Gracias por su ayuda doctor Wagner. Lo primero que haré es procesar estas muestras para histología, así podré orientarme mejor antes de ir al microscopio electrónico. En cuanto tenga un resultado, yo le aviso. Sale por la puerta y cae lentamente el telón mientras juglar y bufón escapan cada uno por un lado del escenario.
Cae el telón.
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 ESCENA  III
Antes de subir el telón, el bufón se acerca y se sienta en el borde del escenario. Súbitamente chifla con los dedos en la boca llamando al público.
BUFON: Aprovechen este instante, el juglar mi compañebrio está en el baño, vamos a sonreírnos o a carcajearnos, solo un momento, antes de que el cantante, con su cara de jumento, límpiese su cargada, mente, de tunante, ¿os reís?, ¡unas risitas vacilantes!, diviértanse señoras y señores, antes de que regrese mi estimado juglar, su cante es deprimente, ¡puachff!, si acaso no se ha ido por el caño!, para allá me voy yo! Se pone de pie y prosigue.    ...¡Antes de que me suban el telón, haré mutis por el forro! ¡Oh! ¡Horror! ¡Ya asciende el cortinaje, ¡telón develador!  Escapa, corre, renqueando, y sale por un lado del escenario.
Al subir el telón aparece un área del laboratorio del doctor Rodrigo Gartan. Las paredes están pintadas de verde y muestran estantes con muchos libros y papeles, en el medio de la sala, hay una gran mesa llena de papeles y en el centro, un microscopio de luz. Rodrigo y su asistente técnico Chuchú Terán, están sentados ante el microscopio y examinan varias láminas de vidrio con preparaciones histológicas. A medida que transcurre la escena, el juglar y el bufón entrarán juntos y acompañando tristes notas que nacen del laúd, ambos caminarán de un lado a otro murmurando una tonada melancólica que suena a cante jondo. Sonará como aquella de “ ay barrio de Santa Cruz con su lunita plateada”...
RODRIGO: Bueno Chuchú. ¿Vos te acordáis de los cortes que dimos ya para microscopía electrónica del cerebro de la niñita? ¿Te acordáis que los dividimos en cinco números, porque teníamos cinco fragmentos de cerebro distintos? Bueno, caete de a patrás. ¿A que no sabéis que es lo que estoy viendo ahorita mismo? ¡Que bolas! Vení, asomate por el microscopio que yo te voy a ir diciendo lo que veis.
CHUCHU: No sé, pero, para mañana ya salen todos los bloques y los podrá ver en el electrónico.
RODRIGO: No te preocupéis, sentate y mirá por ese bicho que ya te digo lo que vais a ver. Mirá bien, porque lo que te voy a mostrar son los cinco trozos de cerebro que me dic el doctor Aranda, sabéis que?, son de tres casos diferentes, casos que no tienen nada que ver con el cerebro de la niñita con rabia. ¿¡Cómo te quedó el ojo!?
CHUCHU: Mirando por el microscopio. ¿Pero usted está seguro? ¿Cómo pudo ocurrir eso?
RODRIGO: Ya te voy a ir diciendo. Poneme atención. ¿Veis ese corte? Es una corteza cerebral de un recién nacido, al lado hay un cachito de cerebelo, buscalo, se reconoce por una capita de células que muestra en la periferia, la veis?, se llama la granular externa. Bueno, recordá que la niñita del caso tenía más de dos años, esa lámina que estáis viendo es de un recién nacido. ¿Me entendéis? Bueno sacá la lámina y poné ahora esta otra, sí. Le entrega una lámina de vidrio con un corte histológico y toma la que Chuchú le alcanza. ¿Veis unas masitas doradas alrededor de los vasos? Dejame que te las busque. Mira un instante y se retira luego del microscopio. Chuchú vuelve a mirar por los oculares.  ¿Las podéis ver? Bueno, eso es lipofuscina, pigmento de las neuronas que se han muerto, porque ese cerebro es de una persona mayor de edad, se nota también algo de arterioesclerosis en los vasos cerebrales. Estas cosas dicen que este corte viene de un cerebro de una persona vieja y arterioesclerótica. Le entrega una nueva lámina a Chuchú quien la coloca en la platina del microscopio y mira de nuevo.  ¿Veis una cosa azul, con nidos y cordones de células, casi en la mitad de la preparación? Eso es un adenocarcinoma metastásico, puede que sea del colon, o del pulmón, pero se ve que el cerebro es de un hombre o de una mujer de más de treinta años, tal vez de cincuenta. Ahora decime vos Chuchú... ¿Cómo coños vamos nosotros a hacer en estas muestras el diagnóstico de rabia? Decímelo.
CHUCHU: Solamente como dice José Luis, con las de Billy Queen. Lo que no comprendo es como pudo ocurrir esto.  Es ese instante, súbitamente, el juglar y el bufón sueltan una estruendosa carcajada y comienzan a cantar a duo una ranchera que dice: “Ando volando bajo”. Rodrigo y Chuchú, parecieran oírlos, miran hacia un lado y al otro, parecieran no comprender que es lo que sucede, hasta que la ranchera entra en la frase de:” tú y las nubes me traen muy loco, tú y las nubes me van a matar”... Ambos entonces miran hacia el techo, hacia el cielo?
RODRIGO: Son cosas locas. ¿Verdad? Esto no es ni tan siquiera una broma de mal gusto, es un disparate, una mala jugada que refleja el grado de locura y de estupidez de Cesar Aranda. El pensará que nos engañó y estará muerto de risa imaginándonos en la búsqueda de un virus inexistente. ¡Esta locoebola mi hermano!
CHUCHU:  ¿Será que él no sabe lo de la niñita y las vacunas y los familiares? ¿No habrá pensado que le pueden clavar una porción de ampolletas en la barriga a un puño de muchachitos en el pueblo? ¿Eso jué lo que usted me dijo, verdad?
RODRIGO: ¡De bola que es verdad Chuchú! Por eso es que la Sanidad está tan urgida de que lleguemos a un diagnóstico rápido. No sé qué hacer, esto no es un error, es un horror y no debo, ¡no puedo silenciarlo! Tendré que avisarle de inmediato al doctor Wagner...  En este momento ya ha cesado la ranchera y el juglar abandona la escena por un lado, el bufón se adelanta al borde del escenario y chifla gesticulando para que bajen el telón.
CHUCHU: Ahora sí que estoy convencido de que Cesar se volvió loco. Mira a Rodrigo con cara de resignación.
RODRIGO:  Locoebola, de huevito tiene que estar, si Chuchú, de huevito, está...
Cae el telón.
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Haciendo gestos para que cesen los aplausos, el juglar camina hacia el centro de escenario de espaldas al telón. Por detrás de él, silencioso y sonriente también llega el bufón.
JUGLAR: En documento manuscrito, quedará para la historia, la verdad, expuesta por Rodrigo, verbalmente y por escrito ante la Sanidad. A la postre, como siempre, el diagnóstico final lo ofrecería, la electronmicroscopía. Caso cerrado. No obstante, queridos amigos y amigas buenas, habéis podido presenciar, unas absurdas escenas, donde, tendréis que aceptar que solo destacamos en la actuación, los presentas aquí prescritos, yo juglar y  él, bufón proscrito. Es posible que el mentir sea una cosa natural, para algunos lo es, pero en el caso aquí representado, pareciole a Rodrigo que el engaño era un hecho sin conciencia, y por ello, por inducir al error sin medir sus consecuencias, lo escribió, escribiolo con meridiana claridad, y así lo expuso ante las autoridades de la Sanidad. Fue estudiado, y se dictaminó que el engaño era una grave falta y que era necesario evitar futuros males. No sé si como un colofón o cual amargo colagogogo, puedo deciros que Cesar Aranda perdió su cargo asistencial como patólogo, perdiolo si, el cambur, pelolo.
BUFON:  Parece ser absurda esta aventura, ¿verdad amigos?, yo traté de hacerla más jocosa, pero ¡que difícil pueden ser a veces estas cosas! Provoca honda desventura el saber el colorario derivado de las tres escenitas de marras, las que les presentamos en el escenario, sí, esas las pasadas, esas que con paciencia estoica vosotros habéis logrado soportar. ¿Os lo digo? El patólogo despedido de su cargo se declaró culpable, por ello, lo acordado como castigo por la Sanidad fue lo más justo. Fue saludable. Pero yo quiero hablaros de lo que aconteciera tan solo dos añitos después. ¡Da susto!  El bromista, ya con un toque demencial un tanto más florido, consignó acusador una denuncia ante los médicos especialistas, sus colegas-queridos-colegiados, sugiriendo una investigación por ejercicio ilegal de la especialidad, pidiendo una incapacitación, ¿para quién?, pues nada menos que para Gartán, ¡no deberá ejercer como neuropatólogo!, no está capacitado!, esto pedía. Una Comisión, antiestética pero de ética, consideró que era importante la denuncia y ameritaba, que Rodrigo Gartan se defendiese, así pues le solicitó los comprobantes de su trabajo, siete años de ver casos y publicar escritos, fácilmente se podrán demostrar, bendito cielo!, eso pensó la gente!, mas esos años no pudieron, perdón no quisieron ser avalados por su jefe el diablillo Solano, faltaba más!, que se vaya bien lejos, al carajo!, fue el comentario entre conmilitones, tampoco actuaron los amigos del acusado, ni por la Dirección o las Subdirecciones se produjo un aval, tampoco sus hermanos?, anonadados, patólogos?, que se vaya al cipote!, pero los patólogos?, miedo cerval, ese que casi siempre, ha caracterizado sus más caras acciones, a quien le importa?, una ridiculez, escurramos el bulto, mas todos en cambote?, a nadie le viene ni le va la cosa!, pues la torta!, como Herodes el rey lavóselas, las de él, como el piloto Poncio, así mismito  hermano, así se lavaron las manos... Digo yo aquí, que es por eso, que a mí me estremece, me encanta y regocíjame, un dicho expreso,  preciso, matemático, el cual expone: ¿Amigo? ¡Bicho! ¡Solo el ratón del queso!
Haciendo sonar su laúd canta el juglar sereno con su voz de tenor...
JUGLAR: Églogas entonemos, canciones, sones, cantemos, ¿estamos?, ha concluido, ha terminado, finalizado, finiquitado está , este desaguisado. Podéis iros en paz.
Aquí marca punto final la obra en tres escenas titulada Hidrofobia. Generalmente a estas alturas, cuando se da en alguna sala, ya se ha salido casi toda la gente. Si acaso existe algún espectador, pueden jurarlo, se ha quedado dormido, o es familiar directo del autor.
Jorge García Tamayo

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