EL COMPAÑERO
Jorge García Tamayo
Jorge García Tamayo
Las cajas de plástico, azules y rojas, repletas de botellas vacías creaban una falsa pared. El vibrante estridor de la rockola disimulaba el barullo de los hombres rodeando las dos mesas. Los tiros nacían de las piedras. Cena tres. Tres cinco. ¡Cinco dos, no joda! Las botellitas ambarinas parecían multiplicarse unas al lado de las otras y llenaban las mesas y algunas tintineaban en el piso de cemento pulido. Cerraste los ojos y creíste escuchar la aguja cuando rasgó la pasta negra del 45 arañándola y Caslitos comenzaba a balbucear, "sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando"... Tú estás en el bar “La Loca” rememorando los tiempos idos mientras atisbas el patio sombreado por las matas de mango. Él te hablaba sobre los frentes populares, la abstención electoral, la célula del partido. Liceístas pensando en digepoles, ñángaras suspirando por una metralleta, el discurso sobre los marginales y como olvidar las plañideras de El Moján, en aquel velorio. Los monstruos de hierro rellenos de tombos y los desgarradores lamentos de las mujeres. Después, tan solo el aullido de las patrullas... Has colocado la botellita sobre el linóleo y miras tras los barrotes de madera el fulgurante mundo exterior. Los círculos húmedos en la mesa te distraen y crees escuchar a Lila susurrándote al oído, "mi vidita si tú sabes que te quiero yo por ti me desespero por besarte en la boquita". Así era, sí. Recuerdas sus palabras como el regurgitar de tu conciencia. "Compañero, acaso no sabéis que un traidor nos está mandando y nos está jodiendo. Venite que nosotros ya estamos restiados, vos tenéis que entender que una guerra está comenzando." Entonces tuviste que irte. ¿Que podías hacerle? Era la oportunidad de tu vida, te daban una beca e iba a durar casi cinco años. ¡El norte era una quimera, que atrocidad! Allá te llegaron las prédicas de tu compañero. Una carta venía detrás de la otra... "Tratarán de callarnos, ellos nos quieren imponer sus ideas, tienen clavados a las mayorías proletarias con sus políticas económicas, que vergüenza nuestra reforma agraria!" El sol ha creado un rectángulo sobre el piso de cemento y se te ocurre que pudieran freírse un par de huevos en el enlozado. ¡Chinco, dame otra Regional bien fría, haceme la caridad! Se sienten las piedras girando bajo las manos en la mesa vecina. ¿Quién es mano? Vai, terminá de revolver. "Nos están llenando de desechos y de porquerías que enseñan por la televisión. No todo está perdido. El desempleo es grave y las cárceles se están abarrotando. Ya se murió Camilo, mataron a Fabricio y el Ché está desaparecido!" Con un nuevo trago largo a tu cerveza helada, te has quedado mirando las luces de la rockola y decidiste pensar en los muchachos... Les digo adiós, marcharon a la espesura, yo ya me voy para la guerra, la vida si es bien dura, hambrientos, cargados de peroles, los perseguían de cerca los digepoles, ¿hemos perdido la base popular?, la selva inclemente se traga cualquier contingente, es un asunto de paciencia, no se percibe ahora la conciencia de nuestra dirigencia, puede que escapemos al cerco, decretaron estado de emergencia, ¿ajusticiar?, es la ley, ¿como matan a los vietnamitas en Haipong?, aquí nosotros nos salvamos de vainita, la guerra es una cosa perra si te fijáis... ¡Dame otra Chinco, dame esa, no se te vaya a congelar! Que Mambrun ya se ha muerto y lo llevan a enterrar, si lo echan en el agua lo saca una piragua, atado con cadenas, que dolor que dolor que pena, comido por pescados, que dolor que dolor que enfado, los cables, metele la corriente, llegó la policía, conecten los alambres, las gorras, los sombreros, una cachucha, ¡carajo!, ¿ya es de día?, son hombres de la CIA, se esconden, disimulan y ¿quien se atrevería? En caja de terciopelo con tapa de cristal, se callarán, nada dirán, las campanas repicarán, a punta e plan, los llevarán, talán talán... A tu regreso no volviste a verlo. Llegaste a creer que lo habían eliminado. Cuando lograste entrar en el penal y te permitieron llegar hasta las celdas de máxima seguridad, nunca pensaste que tu compañero era realmente aquel personaje que te describían como el comandante Remberto. El de los explosivos, un ñángara coñoemadre, apresado, confinado, atrapado al fin, el enemigo público número uno, enrrejado. Me contará una de vaqueros, si acaso es él... Eso pensabas tú en el instante cuando apareció en la puerta entreabierta, enflaquecido, ojeroso, con su piel cetrina y el blanco de los ojos más amarillo que la flor del abrojo. Abrazaste al negrito, al compañero de tu infancia y del liceo sin entender como la vida se le había desleído en aquella aura ambarina... "Vos te fuiste y nosotros nos quedamos largando el forro. Me hubieras acompañado al mitin con las gorras como bolsas de hielo. En esos tiempos hasta en Gumer creíamos... Estábamos tan ilusionados con la revolución cubana... Es cierto, pero después de la Bahía de Cochinos y al arreciar la guerra de Vietnam, las cosas se nos pusieron más difíciles. La guerrilla urbana estaba enconchada y tuvimos que irnos a las montañas porque la base estaba muy comprometida, pero la dirigencia era una mierda y entonces fue cuando comenzamos a padecer una persecución que fue implacable. Conocimos la delación, el quiebre y la renuncia en todos los estilos. No eran ficciones, eran muchos los sapos y dolía la traición vil de quienes debían estar al frente. Ahora en la oscuridad de la noche, despierto y se me aparecen las caras de tantos compañeros que ya no existen, compatriotas y amigos con sus madres y hermanas. De cabeza en el tobo, la pistola en la boca, el ring, la corriente, el garrote. Huyendo de la ciudad nos fuimos por Cúa y San Sebastián hasta San Carlos, después a las montañas de Campo Elías. Teníamos que huir hasta de los campesinos, éramos casi todos demasiado jóvenes y el ejército con los digepoles nos respiraba detrás de las orejas”... Te estremeces como si hiciera frío y le haces un gesto al Chinco con tu botellita vacía. Desde tu taburete de cuero de chivo miras la pared amarilla del manicomio recordando a tu amigo, el viejo compañero, un asiduo del bar “La Loca” y te dejas arropar por un sentimiento nostálgico. Perdieron el parque, los siguieron, los acorralaron, se escaparon, a ellos les sobraban cojones. Entonces miraste el techo con ganas de ponerte a llorar y contando las cañabravas te pareció escucharle decir. "Somos la fuerza emergente que cambiará al país, desataremos las amarras que atan al pueblo desde la Colonia, somos los herederos de Zamora y del Mariscal Sucre, en el tope de cada cerro criollo hay un Escambray para quien quiera escalarlo"... Haciendo gorgoritos con la nueva botellita helada recordaste sus historias sobre el oleoducto, sobre los asaltos a los bancos, sobre la balacera con el destacamento de la guardia nacional y luego su huida desesperada, encaramado en un camión, hasta Niquitao, después el trabajo rudo en los arrozales de Araure. Al fin lo doblegó la hepatitis y lo reconocieron en un Centro de Salud, en Acarigua. El Comandante fue hecho preso y pasaría de la isla del burro a la prisión de San Juan de los Morros. Con los años vendría la pacificación... Ahora estáis en el mismo sitio de siempre y miráis la orla ocre de la pared mostaza del manicomio y detrás de vos, la rockola te dice y te repite la misma melodía, "que veinte años no es nada, que febril la mirada errante en la sombra..." Tu mirada recorre las cajas de cerveza y al fondo en el solar, todavía en la pared puede leerse la palabra "urinario" y la flecha casi borrada señala el sitio donde estuvo la letrina detrás de una mata de mangos. Piensas en tu amigo, tu compañero y entonces te dices a ti mismo, "así son las cosas de la vida"... Después de la rehabilitación fue electo para la Asamblea Legislativa. Con los años hizo carrera y pasó a ser uno de los diputados más pintorescos del partido del pueblo. Ya no vivió más en su ciudad, se mudó a la capital. No hace mucho, te comentaron sobre su casa, un verdadero palacete, o mansión de lujo, en La Lagunita Country Club. El sol está como para freír unos huevos en el enlozado, el cielo azul no muestra ni una sola nube. Vos estáis mirando hacia la calle que da al manicomio y es como si lo estuvieses viendo ahí mismo. Hacía ya unos dos años cuando te lo tropezaste en el centro, cerca del Congreso Nacional, en la mera capital de la República. ¡Caracha compañero!, él te saludó efusivo. Estaba gordo, con doble papada... Se asombró cuando le contaste que todavía te lo pegabas en “La Loca”. ¡Tenéis que evolucionar coñito! Te lo dijo con aires de lástima. Entonces te explicó como había retomado sus viejos ideales y emocionado estuvo conversando contigo casi media hora sobre la revolución y como había logrado enchufarse en “el proceso”... Pareció impresionarle el hecho insólito de que todavía no hubieses visitado a Disney World. “Pana, no estás en nada”. Su lenguaje adoptaba giros insospechados para tus oídos. Tu viejo amigo, el compañero, parecía orlado por costumbres capitalistas, su elegante traje, la corbata de seda y el grueso reloj de oro macizo, curiosamente también había modificado su discurso. Evidentemente había regresado al lenguaje de corte revolucionario pero ya no hablaba como antes, matizaba su palabrerío con dejos capitalinos y refranes absurdos. Al final se sinceró contigo y te ofreció conseguirte “algodón con yodo” y brevemente te explicó que lo haría para sacarte de esa pelazón sin sentido en que estabas viviendo.¡No ves que el petróleo sigue entrando a chorros! Eres un pendejo si sigues mamandini como antes. Sus palabras reflejaban una verdad amarga porque sin que te cupiera ninguna duda, el país estaba peor y la corrupción iba in crescendo. Entonces no aguantaste las ganas y al pensar que tu compañero se había puesto de nuevo las botas, le dijiste con sorna... Si compa, ya sabéis, acordate de que lo mejor que podéis hacer es ponerme donde haiga.... Lo más desagradable fue comprender que ni siquiera había captado tu ironía. Entonces fue cuando pensaste en la vieja Eulalia y sus sabias palabras. “el que nunca ha tenido y llega a tener, loco se quiere volver”..
Noviembre 2002
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