¡Fernández
Morán! (3)
Durante el año 1974, Fernández Morán presentó un Proyecto
Global ante la Academia Nacional de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales
de Venezuela sin obtener respuesta. En esos días estuvo en Maracaibo y volvimos
a vernos personalmente. Conversé con él en el Centro Médico de Occidente y le
confié mis preocupaciones. El Sanatorio Antituberculoso se había transformado
en el Hospital General de Sur. En el curso de siete años desde la creación del
Laboratorio de Microscopía Electrónica yo no había logrado interesar a los
patólogos sobre la utilidad diagnóstica de nuestro trabajo. Por el contrario, a
pesar de tener numerosas publicaciones existían desavenencias con el jefe de
Patología y los recursos para hacer investigación eran absorbidos por las
obligaciones del nuevo hospital general. El doctor Iturbe estaba dejando la
dirección del hospital entusiasmado con la Medicina Familiar
y en esta situación me estaban proponiendo que me fuese a Caracas a trabajar en
Neuropatología.
Conservo una tarjeta personal de Fernández Morán fechada el
29 de octubre de ese año 1974. La recibí unos días después de nuestra
entrevista. En ella con su minúscula caligrafía me decía: "He estado pendiente de sus trabajos y le felicito por sus
recientes trabajos sobre virus neurotrópicos, especialmente rabies; yo puedo
asegurarle que próximamente instalaremos parte de mi laboratorio de
electromicroscopía en esta región. Desearía mucho hablar con usted, para
considerar que podamos lograr una colaboración satisfactoria sin necesidad de
trasladarse a Caracas. Perdóneme si sugiero que nos veamos en el Hotel del
Lago, cuarto 468, si es posible a las 5.00pm. Reciba un cordial saludo
extensivo a su apreciada familia. Humberto Fernández Morán." Esta, en lo personal es una parte dolorosa de
mi historia. Estaba yo convencido de que nuestro sabio Quijote como el
Libertador, parecía estar destinado a “arar
en el mar”. Esta percepción la había visto venir in crescendo a medida que
las dificultades para hacer investigación se multiplicaban en nuestro
laboratorio. Los problemas surgían paralelamente a la bonanza petrolera que ya
mostraba destellos de lo que habría de ser la llamada "Gran
Venezuela".
En el año 73, Carlos Andrés Pérez ya era el nuevo
presidente y la
Venezuela Saudita del derroche y del consumismo delirante,
emergía plena de proyectos faraónicos, en los que todo hacía pensar que los
sueños del científico más importante que había existido en el país, estarían
excluidos por razones obvias. Asistí a la cita en el Hotel del Lago. En su
habitación, hablamos un largo rato. Me pidió que no cometiese el mismo error en
el que él había incurrido años atrás, que no saliese de mi terruño, que irme a
la capital era un disparate, pues él estaba convencido, y creo que me hablaba
con toda sinceridad, estaba seguro de que a más tardar en dos años ya sus
laboratorios estarían instalados y marchando en el occidente del país. A pesar
de mi incredulidad no quise ser drástico, callé sobre mis temores y acepté
esperar, uno o dos años: serían suficientes, eso le dije, pero internamente
tenía el doloroso convencimiento de que otra vez le estaban engañando con
falsas promesas.
Aquella conversación, muy sentida, me estrujó el corazón.
Busqué con la ayuda del doctor Iturbe una salida Salomónica. Esperé meses
durante la tramitación de un año sabático de mi universidad para hacerlo en
Caracas. Propuse a un investigador, el doctor Etanislao del Conte para que me
supliera al frente de mi laboratorio. Esperé impaciente por los sueños del sabio
sin escuchar más noticias. Sueños son, parecían decirme las semanas y los
meses. A comienzos del año 1975, ya el Rubicón estaba cruzado. Después de
trabajar un año como Neuropatólogo en el hospital Vargas de Caracas, debí
trasladarme al Instituto Anatomopatológico de la Universidad Central de
Venezuela y logramos con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICIT)
un microscopio electrónico nuevo para desarrollar, entre otros, mis proyectos
de investigación con el virus de la encefalitis equina venezolana. Estaba en un
Instituto de Investigación de la Universidad Central y, finalmente, interactuaba
con patólogos que entendían que la patología ultraestructural era
importante.
En el año 1978 tuve la oportunidad de conversar de nuevo
con el doctor Fernández Morán. Él, otra vez visitaba a Venezuela. Había estado
en Maracaibo en el Primer Congreso de Neurociencias y sus brillantes
conferencias eran destacadas en la prensa nacional. Parafraseando a nuestro
colega el neurólogo Humberto Gutiérrez, ya estábamos ante un "…lamentable
resultado, el que prácticamente hayamos perdido las enseñanzas y la ilustración
de este auténtico valor científico nacional…”. Como dijera Acosta Sainges del Libertador, Fernández Morán parecía
ser en su tiempo "el hombre de las
dificultades."
En esos días, supe que estaba en Caracas y me acerqué hasta
el hotel Ávila para conversar con él. Yo le conté sobre la ayuda lograda con el
CONICIT y le hablé del nuevo microscopio electrónico, de mis colegas del
Instituto en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y de los trabajos que
estábamos publicando. Sin mucha convicción, porque dudaba sobre las ofertas que
parecían hacerle, le ofrecí de nuevo regresar con él si algo se concretaba en
el Occidente del país. Fue un mero formulismo; regresar a Maracaibo, era un
sueño... Fernández Morán seguía dictando conferencias. "Es de hacer notar, que no es el IVIC quien
lo invita", diría Jiménez Maggiolo. En Pequiven y en el Centro Médico
Docente La Trinidad, habló sobre Virus Oncogénicos, Biología Molecular,
Microscopía Electrónica y la Medicina Clínica y sobre los Bancos de datos,
computadoras y satélites.
Era impresionante, haber podido percibir como a pesar de la
importante y privilegiada posición de nuestro científico en el mundo, su
destino de Ulises irredento parecía perseguirle. El genial investigador de la NASA, el inventor del
cuchillo de diamante, el descubridor de las partículas elementales de las
mitocondrias, persistía en sus esperanzados sueños y al hablarme, insistía en
que yo debería regresar a mi tierra, pues todo estaba ya dispuesto para él; que
estaba casi casi a punto… Con gran respeto y admiración ante aquel hombre
genial, asentí ante sus planteamientos, confundiendo la tristeza con la
desesperación, y sentí furia contra quienes desde las sombras maquinaban
fríamente y comprendía yo que al final impedirían para siempre sus ilusionados
proyectos. En el curso de los años que
siguieron a esta conversación, llegaría a enterarme de que el microscopio
electrónico del laboratorio del hospital General del Sur de Maracaibo sería
abandonado e impunemente destruido, pero esa otra historia, que también
lamentable demostraría por escrito en “Desidia vs crimen” uno de los artículos
presentes en “Reflexiones de un anatomopatólogo”, un libro de ensayos que
finalmente publicó la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica el año
1991.
Siete años más tarde, en 1985 de nuevo visitando a su
ciudad natal, Maracaibo, Fernández Morán hablaría ante los investigadores
médicos de la Universidad
del Zulia y sobre esta plática, citaré las impresiones de Américo Negrette
quien consideró que la ocasión memorable pareció ser "un momento de
magia": ... “Escuchando a este hombre en esa noche, viendo el entusiasmo por la
ciencia, cualquiera puede ser mezquino, pero solamente los grandes saben ser
generosos a tal grado, - el hombre que descubrió las partículas elementales de
las mitocondrias... que ha desarrollado adelantos de la tecnología científica
que son utilizados por científicos en todo el orbe, bajó del pedestal que le
han forjado sus propios méritos, tan llanamente, tan espontáneamente, para
estimular a unos hombres simples, - que su grandeza se hizo mayor... Esa será
una noche inolvidable, increíble. Ver aplaudiendo a sus científicos, un pueblo
que ha sido entrenado para aplaudir solamente a deportistas, políticos y
faranduleros, es increíble. Esa es otra Venezuela. Una Venezuela que aunque
fuera una noche, hizo posible la magia de un científico grande, la generosa
magia de Humberto Fernández Morán."
En 1986, Fernández Morán regresaría a Venezuela con nuevos
proyectos. Esperaba lograr apoyo de la Universidad del Zulia y de la Universidad de Los
Andes para crear un Laboratorio de Astronomía que debería estar situado al sur
del lago de Maracaibo. Todo era retórica pues la situación política del país no
se había modificado. En 1989, en la oportunidad de estar dictando un Curso
sobre Ultraestructura de Tumores en un Congreso Iberoameroamericano de Biología
Celular en La Habana,
me enteré a través de la doctora Haydée de Castejón de la enfermedad que
aquejaba a nuestro sabio. Un accidente cerebrovascular en diciembre del año
1988 había revelado una malformación vascular en el cerebro medio y casi nadie
sabía mucho sobre su salud. Sus compromisos en la Universidad de Chicago
ya habían concluido y Humberto Fernández Morán había decidido regresar a Suecia
con su mujer y sus hijas. En 1992,
a pesar de sus dolencias que progresivamente iban
incapacitándolo para cumplir algunas funciones, volvería al país y en Mérida
durante el Primer Congreso Atlántico de Microscopía Electrónica hablaría sobre
sus inquietudes de toda la vida. Cito sus palabras: "…La Microscopía Electrónica ha
sido y será siempre una disciplina fundamental de todos los ramos del saber
humano en este planeta y en el espacio extraterrestre…" …"He tenido
la suerte de trabajar en varios continentes y de conocer a casi todos los
protagonistas a lo largo de los cinco decenios transcurridos desde los
comienzos de estas pesquisas... " …"La obra inmortal de Cajal ha sido
continuada por los descubrimientos del argentino Eduardo De Robertis, y por
nuestra propia descripción de las fibras nerviosas submicroscópicas, de las
vesículas sinápticas, las partículas elementales de las mitocondrias y de otros
complejos macromoleculares”.
El 19 de julio de 1995, desde su casa en Suecia, Humberto
Fernández Morán le escribiría una carta a su condiscípulo del Colegio Alemán de
Maracaibo, Enrique Auvert. En ella le relataba como…: "los inviernos aquí son muy
largos, oscuros y fríos". Le comentaría luego sobre sus
dificultades para escribir a mano, cada vez mayores. En esta misiva de dos
páginas escritas a máquina, el sabio nuevamente se muestra visionario sobre el
futuro de la ciencia y de la humanidad. Quisiera concluir, citando algunos
párrafos de esta carta que es la del científico a su amigo de la infancia.
Estos detalles han sido tomados del libro del doctor Roberto Jiménez Maggiolo y
no guardan la secuencia original, pero creo que pueden ayudarnos a cerrar esta
sucesión de trágicas vivencias que he enumerado sobre la vida del gran
venezolano que fue el doctor Humberto Fernández Morán.
"…Si sabiduría radica en conocer lo vasto de la
ignorancia, entonces yo soy bastante sabio, pues soy ignorante
experto…" "…Yo si me he
equivocado y eso garrafalmente, pero al darme cuenta he reaccionado; y hasta el
final de mis días trataré de rectificar, corrigiendo entuertos…."
"…Yo soy optimista, y aunque esta era semi-oscura e inclemente parece
negar todo lo positivo del pasado, la especie humana seguirá evolucionando con
la ayuda de Dios y pese a los cataclismos planetarios. Lejos de una visión
apocalíptica - tan popular en nuestro siglo - creo que el futuro nos reserva
desarrollos insospechados. El milenio que se avecina contará con grandes
dolores, pero también con profundas alegrías, pues apenas experimentamos un
principio en esta expansión cósmica."
"…El haber pasado por este valle de lágrimas, no me ha dejado
confuso y desamparado, pues intuyo límites incandescentes donde otros ven
barreras…".
Estas palabras plenas de optimismo en medio de tanta
adversidad, expresadas al final de su vida por nuestro genial científico,
quizás pueden servir para darle fin a esta sucesión de trágicas vivencias
padecidas por un gran venezolano, un hombre de ciencia para toda la humanidad,
el doctor Humberto Fernández Morán. El 17 de marzo de 1999, fallecería en
Estocolmo.
Lo
que ocurrió después de su muerte, con sus pertenencias, manuscritos, trabajos
inéditos y hasta microscopios electrónicos legados por él a su querida patria
Venezuela es también una tragedia. Su herencia fue rechazada sistemáticamente,
porque nadie quería hacerse cargo de los costos del traslado, hasta que por fin
pudieron llegar sus bienes a manos de la Universidad del Zulia. La verdadera historia es
insólita. Estuvieron olvidados en unos "containers" en la Aduana de Maracaibo,
expuestos al sol y la lluvia durante meses. En la actualidad, en la Universidad del Zulia,
se intenta recuperar parte de la malquerida herencia del sabio, deteriorada por
la indiferencia de sus conciudadanos. Es algo ciertamente triste, pero,
quisiera creer que sus palabras podrán, de alguna manera servir para mitigar el
dolor de lo pasado y para que nunca más olvidemos las crueles realidades de
nuestra historia. Ojalá podamos enfrentar, atreviéndonos a aceptar la realidad
histórica de nuestro pasado cercano, los retos que el desarrollo científico y
tecnológico del país nos depara hacia el futuro, el cual deberá estar, como lo
veía nuestro brillante científico, lleno de esperanzas.
Recientemente
el doctor José Esparza con Raúl Padrón, ambos calificados investigadores del
IVIC, han revisado la historia del doctor Fernández Morán tratando de
despojarla de las tantas versiones controversiales alrededor de su actuación
personal, así como sobre el tema del premio Nobel y la supuesta negativa del
mismo por no haber sido apoyado HFM por su país. Las referencias están en la
Gaceta Médica de Caracas para los interesados en ampliar el tema: (Esparza J, Padrón R. Un análisis de la obra
científica de Humberto Fernández-Morán, a los veinte años de su muerte. Gac Méd
Caracas 2018;126 (4):304-325; Esparza J, Padrón R. La Nominación de Humberto
Fernández-Morán al Premio Nobel en Fisiología o Medicina de 1968. Gac Méd
Caracas 2019;127(1):29-31)
Finaliza aquí la 3ra y última parte de “¡Fernández Morán!”, en este
año 2020.
Maracaibo, sábado 15 de febrero, 2020
NOTA: En este blog (lapesteloca.blogspot.com) he citado varias veces en diversos
artículos al doctor Humberto Fernández Morán:
(diciembre de 2014 https://bit.ly/2vevCLN, enero de 2014 https://bit.ly/2HaQd6q, https://bit.ly/2UFfOw2, octubre de 2015, https://bit.ly/31BNhJo abril
2018, https://bit.ly/39d21B0 noviembre 2018). El texto
original utilizado para la realización de este documento, fue presentado como
conferencia con apoyo audiovisual dictada inicialmente en : 1-Primeras Jornadas de
Actualización Citohistológicas y de Ciencias de la Salud en la Facultad de
Ciencias Veterinarias y Agronomía de la Universidad Central de Venezuela, del
21 al 23 de junio del año 2000, en Maracay, Edo. Aragua, Venezuela. 2-Jornadas
Nacionales de la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica en Puerto Ordaz,
Estado Bolívar, , en octubre del año 2001.3-Conferencia dictada en el
auditórium del Instituto de Investigaciones Clínicas en Maracaibo en febrero
del año 2002. 4-Festival Juvenil
de la Ciencia de ASOVAC en el año 2002, en Maracaibo. 5-Rotary Club de San
Francisco, Maracaibo, octubre, 2006. 6-Reunión Anual de la Latin American
Pathology Foundation, durante el Congreso Norteamericano y Canadiense de
Patología, en Denver, Colorado, EUA, febrero, 2008. 7-Conferencia dictada en el
XIII Congreso Venezolano de Microscopía y Microanálisis, en Cumaná, Edo. Sucre,
Venezuela, en noviembre del año 2008… Después dejé de apuntar donde decía estas
cosas…
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