miércoles, 27 de septiembre de 2023

Un antropólogo en Marte

 

Oliver Sacks (1933-2015), el neurólogo y escritor británico de origen judío de quien ya conversamos en este blog (https://tinyurl.com/dhvrxms7 ) nos presentaría en el libro “Un antropólogo en Marte” siete casos de pacientes neurológicos al cual más interesante.
Un pintor que tras un accidente de coche deja de ver el color; un cirujano cuyos continuos tics y compulsiones sólo remiten cuando opera o pilota su aeroplano; un hombre que tras toda una vida de ceguera recupera la vista sólo para darse cuenta de que no sabe ver; y una profesora autista capaz tan sólo de tratar y comprender a los animales, y quien ante la complejidad de las emociones humanas queda tan perpleja, que se siente como “un antropólogo en Marte”.

Sacks, en cierto modo también se sentiría compartiendo esa condición de sentirse como antropólogo en Marte, ante sus “relatos paradójicos” e insistiría en que no se trataba tanto de qué enfermedad tenía la persona, sino de cómo la persona se hallaba atrapada en su enfermedad. La tesis del autor es que el asunto no es “curarse” ya que algunas de esas enfermedades como el autismo, el síndrome de Tourette, la acromatopsia, entendemos que no admiten curación; se trataba entonces de aprender a vivir con ellas, a pesar de lo grotescos que sean algunos de sus síntomas y de lo diferente que puedan sentirse los pacientes respecto a los que denominamos seres normales.

El doctor Sacks no era sólo un médico atento, intuitivo y perspicaz, además era una persona que compartía las vidas de sus pacientes y aplicaba el método empático en su investigación. En siete parábolas sobre la mutabilidad de la condición humana, Oliver Sacks demostraría su excepcional talento como narrador, su vastísima cultura y su capacidad para hacer que estos personajes a primera vista estrambóticos, acaben pareciéndonos familiares y normales.

Otro de los libros de Oliver Sacks muy interesante se titula “Musicofilia. Relatos de la música y el cerebro” (Anagrama, 2009). Como es sabido, el tema del significado de la música es uno de los problemas más viejos y controvertidos alrededor de este misterioso arte, y ha dado muchos quebraderos de cabeza entre aquellos autores que se han interesado en la música; compositores, filósofos, sociólogos, antropólogos, musicólogos y escritores, cada uno desde sus respectivas áreas y enfoques, se han visto arrastrados por los cantos de sirena de la pregunta sobre que es realmente la música…

Oliver Sacks al comienzo de este libro, insiste en que la música es necesaria y fundamental para la vida humana. Sacks plantea que “seres alienígenas enormemente cerebrales si deciden descender a la Tierra para asistir a un concierto, no entenderán que les ocurre a los humanos cuando hacen o escuchan música, pues a ellos no les pasa nada. Para Sacks, son escasos los humanos que carecen del aparato nervioso que les permite apreciar tonos y melodías. Un fenómeno que Sacks denomina “la musicofilia”, surge desde la infancia, y es algo que va más allá y que está arraigado en la naturaleza humana. “La musicofilia” se define como nuestra afinidad con la música, algo que es fundamental y central en todas las culturas.

A esta apreciación estructural y en gran medida inconsciente de la música se añade una reacción emocional muchas veces intensa y profunda. Vladimir Jankélévitch, como filósofo opina que la música actúa sobre nosotros, sobre nuestro sistema nervioso, e incluso sobre nuestras funciones vitales. Durante esta travesía el ser humano es susceptible de sufrir diversas distorsiones, excesos y averías musicales, el autor relata un gran número de casos clínicos en los que describe diversas dolencias neurológicas relacionadas con la música. Un antropólogo en Marte, es un libro que el autor dedica enteramente a los efectos de la música en el cerebro, y por tanto, en la vida.

Daniel J. Levitin cuyo último libro, El cerebro y la música, ha sido traducido recientemente al español y ofrece una visión unificada de este tipo de experiencias de fácil lectura y de modo coherente, permitiendo con ello su comprensión por parte del lector común. Sacks elaboraría un extenso análisis de la identidad humana a través de fenómenos como la amusia (o incapacidad para sentir la música), la imaginería musical excesiva e incontrolable, las alucinaciones musicales, las melodías pegadizas que se repiten incesantemente en nuestra cabeza, o los “trastornos de destreza” que afectan a los músicos profesionales.

La música, es un factor clave para la identidad, ya sea de una manera patógena o como un agente positivo a la hora de tratar enfermedades como el Parkinson, el síndrome de Tourette, el síndrome de Williams, la demencia, la afasia, la amnesia o el autismo. Para Sacks, todos los pacientes con estas enfermedades y muchas otras podrían reaccionar de manera intensa y específica a la música la idea de una terapia musical surgiría a finales de los años cuarenta, relacionadas con la gran cantidad de soldados que regresaban de los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial con heridas en la cabeza y lesiones cerebrales traumáticas o lo que clínicamente se denomina “fatiga de combate” o “neurosis de guerra” (el equivalente a “estrés postraumático”).

Sacks relata cómo la terapia musical afecta especialmente a pacientes con la enfermedad de Parkinson. Los movimientos y percepciones de la gente con Parkinson son demasiado rápidos o demasiado lentos, si la música está presente, su tiempo y velocidad tienen prioridad sobre el parkinsonismo mientras dura la música, a la velocidad de movimiento que les era natural antes de la enfermedad la terapia musical es muy útil para las personas que sufren la enfermedad de Alzheimer. La música que ayuda a los pacientes con Parkinson posee un fuerte carácter rítmico, no tiene por qué resultar familiar o evocativa. En Alzheimer su objetivo son las emociones, las capacidades cognitivas, los pensamientos y los recuerdos, si bien este objetivo podría parecer demasiado complejo y casi imposible en pacientes con un Alzheimer avanzado), la percepción musical, la sensibilidad, la emoción y la memoria musicales pueden sobrevivir mucho después de que otras formas de memoria hayan desaparecido. Cuando los pensamientos y mundos que parecían haberse perdido del todo” música, existe en ese “yo” que sobrevive en alguna parte de sus cerebros.

La imaginación musical es rica y variada casi todos somos capaces de imaginar, interpretar y canturrear melodías en nuestras cabezas. la música interna, la que suena en nuestras cabezas. Muchos compositores, no componen en un instrumento, sino mentalmente, con el instrumento de su imaginación. Beethoven, siguió componiendo años después de haberse quedado sordo. no hace falta ser compositor o intérprete para desarrollar las facultades de una vívida imaginación musical puesto que todos, en mayor o menor grado, tenemos música dentro de nuestras cabezas, y podemos imaginar, escuchar y (re)producirla mentalmente todos tenemos música sonando sin parar dentro de nuestras cabezas.

El libro de Sacks ofrece una vasta panorámica de las complejas relaciones entre la música y el cerebro, ya sea a través de casos clínicos, de anécdotas de músicos profesionales o de ejemplos extraídos de la vida cotidiana. No hace falta tener estudios musicales ni ser una persona especialmente “musical” para disfrutar de la música o responder a ella en los niveles más profundos. Existen zonas específicas del cerebro que están al servicio de la inteligencia y la sensibilidad musical pero se diría que las respuesta emocional a la música está muy extendida, de manera que incluso en una enfermedad como el Alzheimer la música aún puede percibirse, disfrutarse y provocar una respuesta.

Para los pacientes de Alzheimer la música no es un lujo sino una necesidad. Oliver Sacks insistiría en la necesidad de no trivializar la música, el hecho de que podamos oírla en cualquier sitio y momento, no nos haga olvidar la suerte que tenemos al poder disfrutarla, sentirla y vivirla de forma natural.

Maracaibo, jueves 28 de septiembre del año 2023

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