“Sin amigos nadie querría vivir, aunque tuviera todos los otros bienes”, escribió Aristóteles. Sin embargo, aunque la amistad es desde tiempos inmemoriales una de las aspiraciones fundamentales de la vida, no solemos reflexionar sobre su naturaleza. ¿Cómo se hace un amigo? ¿Por qué algunas personas nos caen bien al instante? ¿Puede la amistad sobrevivir en la distancia? ¿Se aprende? ¿Es cultural? ¿Ha de ser recíproca? ¿Puede darse entre padres e hijos? ¿Cuándo y por qué se acaba? ¿Qué pasa cuando se mezcla con el deseo?
Rosa Montero hablaba hace ya unos días sobre “la amistad” y
contaba de Mariano Sigman un licenciado
en Física que acabó doctorándose en Neurociencias, convirtió su laboratorio en
un espacio donde se mezclan investigadores en computación, medicina, física,
biología, matemáticas, lingüistica, antropología, arte y música…Sigman tiene
opiniones muy precisas sobre el fenómeno de “la amistad”; él ha publicado
La vida secreta de la mente y el
año pasado publicaría otro libro llamado El poder de las palabras.
Con Jacobo Bergareche,
escritor español y productor audiovisual, recientemente Sigman coescribiría
Amistad, Debate/Libros, Asteriode, 2025. Sigman y Bergareche abordarían con
humor el valor de la amistad en la salud mental y el mundo digital
interrogándose desde una perspectiva neurocientífica. ¿Qué se sabe sobre cómo
procesa el cerebro la amistad? Según Sigman, la amistad está llena de tópicos diferentes: -que los amigos son la familia que se elige-, -que la amistad debe ser
eterna-, -que solo los de la infancia son los verdaderos amigos-, -que no puede
haber amistad si hay tensión sexual-, -que la amistad real no solo se basa en
la lealtad, sino que también debe soportar alguna dosis de traición-.
El
neurocientífico y el escritor, acudieron a la ciencia y la filosofía para
explorar este tópico y convocaron entonces a personas de todo tipo y condición
con las que conversaron en intimidad. Desde el octogenario presidente de un
banco, a un joven emigrante salvadoreño sin papeles, o la directora de una
residencia de ancianos, una actriz, un viticultor, una escritora y un colectivo
de grafiteros. Todos ellos componen un fresco inmenso de aquello que llamamos
“amistad”.
Mariano Sigman considera que: “No hay una buena neurociencia de la amistad. La amistad es algo muy
ambiguo y polimorfo, y algo tan difícil de definir es muy difícil de medir en
el cerebro. El amor romántico tiene fases más definidas en las que todo el
mundo se parece mucho. Pero la amistad es una experiencia muy distinta: su
amistad, mi amistad, incluso su amistad con gente diferente”.
Entonces, no hay una
forma en el cerebro que corresponda a la
amistad. Si se fija en ese proceso, el cerebro tiene una expresión bastante canónica,
entre distintas personas y culturas. Por su lado, conversar es como una caricia
también: cuando hablo, muevo mis cuerdas vocales que mueven el aire, que mueve
su tímpano. La voz es una manera de amplificar el tacto. Y cada una de estas
cosas -la voz, la risa- tiene sus componentes neurocientíficos, pero la amistad
como tal no, porque es un concepto que no está bien definido biológicamente, porque no hay hormonas específicas involucradas en este fenómeno.
Mariano Sigman diría… “No hay una hormona de la amistad, hay todo un
conglomerado; porque la amistad a veces es tensa, a veces lo relaja, a veces lo
desafía. Cada uno son estados psicológicos -y, por ende, neurológicos- muy
distintos”. En “La
pasión de los extraños”, Marina Garcés dice: “¿Qué palabra tenemos para referirnos a una persona ‘soltera’ de
amigos? Es una soledad sin épica y sin nombre”. Cuando se acaba una
amistad, ese duelo tampoco tiene épica, aunque sin nombre es un dolor profundo…
En “El poder de las palabras”, Mariano Sigman dice; “Yo trabajaba mucho esta idea de la necesidad de tener palabras para describir las experiencias emocionales. Cuando uno va teniendo un léxico más rico para describir lo que le pasa, lo entiende mejor y lo puede vivir mejor. Mucho del equívoco emocional es simplemente un problema de ponerle nombres. Amistad o “desamistad”… Esa confusión de ponerle la palabra equivocada a algo, o no tener una palabra para referirse a ello, hace que no se entienda, que no se pueda comunicar y que, en cierta manera, no exista; es el límite de Ludwig Wittgenstein (1889-1951)
el filósofo, matemático, lingüista y lógico austríaco, cuya primera teoría
plantea que existe una relación biunívoca entre las palabras y la cosas, y que
las proposiciones que encadenan las palabras constituyen “imágenes” de la
realidad.
El Tractatus
Logico-Philosophicus es una obra bastante breve en extensión
(alrededor de 70 páginas) pero muy compleja, y dio lugar a numerosas
interpretaciones. Mientras que el significado más profundo del texto era ético para
Wittgenstein, la mayor parte de las lecturas han destacado su interés para
la lógica y
la filosofía del lenguaje. No fue sino hasta
mucho más tarde, y estudios más recientes que han empezado a destacar el
aspecto místico de la obra como algo central.
El Tractatus logico-philosophicus,
influyó en gran medida a los positivistas lógicos del Círculo de Viena, movimiento del
que Wittgenstein nunca se
consideró miembro. El Tractatus fue severamente criticado por el
propio Wittgenstein en Los cuadernos azul y marrón y
en sus Investigaciones filosóficas,
así como en Observaciones filosóficas,
obras póstumas en beneficio de una concepción más restringida y concreta,
calificada de “juego de lenguaje”,
en la que destaca el aspecto humano del lenguaje, es decir, su imprecisión y
variabilidad según las situaciones.
Debo señalar que
el tema ha sido ya abordado en este blog en un par de ocasiones
y su conexión con el lenguaje y su connotaciones, e insistiría en que
tampoco era como para andar diciendo como Roberto Carlos “Yo quiero
tener un millón de amigos y así por siempre poder cantar”; lo de La Amistad
es un asunto interesante y serio y en esto de que entre los amigos puede haber cardos yo he
acuñado un dicho que además está escrito en mi novela “LaPesteLoca”: “…a
los amigos hay que quererlos no con sus defectos, sino por sus defectos”. Es
mi opinión y la he sostenido, aunque una vez fue refutada enfáticamente por mi
colega y amigo Pedro Grases, cuándo le planteaba que los
defectos, precisamente eran lo que los hacían especiales, y por ellos eran
diferentes, pero amigos…
Finalmente, la
importancia de los amigos es un tema, que como iniciáramos este breve escrito,
desde Aristoteles ha venido siendo de interés y se ha tratado de ahondar en sus
conexiones con la mente y con el lenguaje.
Maracaibo, jueves 16 de octubre del año 2025