viernes, 7 de noviembre de 2025

Manuel Enrique Pérez Díaz

 

El año 1987, flotando sobre el rio Danubio al regresar de vuelta a la popa, donde el viento seguía siendo el mismo fabricante de heladas agujas que en la proa, iba cuidadoso con un vasito de plástico, pero lleno con vino blanco, y fue entonces cuando tarareando, murmuraría algo que llegaba a mi mente, y decidido cantaría... “Mi canción de amor, viene a turbar, la calma y el silencio, y mi pobre voz, alzándose en la noche te despierta”… Era aquella, la “Serenata” que me aprendería desde niño… “debes perdonar y comprender mi corazón tan necio, que por arrullar al azul de tus ojos, te desvela”... 

 

                                           En

1911, nació en Puerto Cabello, Carabobo, el guitarrista, músico, pedagogo y compositor venezolano Manuel Enrique Pérez Díaz. Esposo de la actriz chilena-venezolana Amalia Muñoz, que luego adoptaría para siempre el apellido de su esposo, por lo que todos la conocimos como Amalia Pérez Díaz. Manuel Enrique ejerció la docencia en la Escuela de Música y Declamación, impartiendo clases de guitarra clásica. Se casaría en 1940 años con la actriz de cine, teatro y televisión de origen chileno, Amalia Muñoz Davagnino, nacida en Valparaíso, Chile, el 15 de junio de 1923. Manuel Enrique y Amalia se casaron en Lima, Perú, cuando él ya era un guitarrista, compositor y profesor carabobeño, y el enlace tuvo 3 hijos: Amalia, Carlos y Manuel Antonio. Amalia se residenció en Venezuela desde 1952 y fue una actriz muy importante en el teatro, cine y televisión. La actriz de teatro, docente, y locutora falleció en Caracas, el 26 de diciembre de 2003.


Manuel Enrique fue el compositor de numerosas canciones, entre las que destacan, Ahnelos (valse venezolano), En la negra espuma (serenata), La palabra amor (serenata), Llanto, Serenata y Serenata pueblerina. Compuso guasas y merengues, entre otras. El guitarrista, compositor y músico-pedagogo Manuel Enrique Pérez Díaz murió el 31 de mayo de 1984. La hermosa canción venezolana, que mencione al inicio de este breve artículo, aunque se le conoce popularmente como Serenata, tiene el título poco conocido de “Serenata pueblerina”:


“Mi canción de amor, viene a turbar la calma y el silencio./
Y mi pobre voz, alzándose en la noche te despierta.//
Debes perdonar, y comprender mi corazón tan necio,/
que por arrullar el sueño de tus ojos te desvela.

La luna en el azul, oyendo está mi ardiente serenata./
Y, de la noche de tul rasgando va con su puñal de plata.//
Para bañarte de luz cuando, asomada a tu balcón florido/
escuchas a tu amado cantor enamorado/
que tu sueño turbó, con su gemido”.

 

Existe ya publicada la biografía de Manuel Enrique Pérez Díaz, en la Colección Guitarras de Venezuela, volumen N° 7, a color o en blanco y negro, de la Editorial La Castalia, de Mérida. Si bien, como intérprete Manuel Enrique no tuvo el prestigio de Alirio Díaz y Rodrigo Riera, ni una obra como la de Antonio Lauro, fue quien heredó tanto la cátedra como la tradición pedagógica instaurada por Raúl Borges. Esto fue fundamental, pues además de haber estudiado con él, en el Conservatorio Nacional de Santa Capillas, que hoy se llama, la Escuela de Música José Ángel Lamas (que aunque «reparada», todavía debe ser recuperado su sentido histórico) se fue a Argentina a recibir lecciones de María Luisa Anido, la gran compañera de Miguel Llobet y discípula de la escuela de Francisco Tárrega, cuya verdadera presencia está en Latinoamérica.

 

Pérez Díaz combinó ambas experiencias y además dirigió la que se llamaría Escuela de Música Lino Gallardo. De sus clases surgiría la mayor cantidad de guitarristas profesionales del país y sus discípulos son mayoría en la historia nuestra del instrumento. Esto no sólo en la guitarra de concierto (Leopoldo Igarza, Ricardo Iznaola, Álvaro Álvarez, Valmore Nieves, Alejandro Vásquez y muchísimos otros), sino en el jazz (los hermanos Planchart, los primeros, y Alex Rodríguez, además compositor), y en la música popular (por ejemplo, Arturo Terán y Luis Ferrebús, famosos requintistas y miembros de tríos románticos importantes).

 

Su importancia pedagógica es tan significativa que, si se toma la labor de su maestro Borges, y se suma la de su discípulo Igarza, es el más relevante seguidor de su labor docente, tenemos casi 90 años de enseñanza de la guitarra en Venezuela en una sólo genealogía. Además, fue miembro de Cantores del Trópico, acompañante y guía de Alfredo Sadel, y compositor de obras que se convirtieron en referencias, como "Serenata", el valse "Anhelos", y quizás todavía por reconocerse, su canción "En la negra espuma". Queda de él un disco con Sadel (quien lo llamaba “Su guitarra”, que contiene su amor por la guitarra. De nuestros guitarristas locales, me place mencionar a mi colega y gran amigo, Rafael “Rafito” Molina Vilchez.

 

Hernando, mi amigo entrañable, quien me acompañaba sobre el Danubio, entonaría con mucho sentimiento una canción que en mis oídos sonaba muy colombiana, y que luego, al finalizarla, él me diría que esa era su Amapola. Tú le dirías sorprendido, que no sabías que existiese otra Amapola que no fuera la que tú adoras en los hierros de su reja, aquella, la del, que escuché la triste queja, pero él te explica que es una muy vieja canción de la época colonial… 

 

Él, como tú, vivía un episodio fortuito, cuando en el año 1987, cantando en la cubierta de aquella lancha rápida, se transportaron a la infancia lejana, recordando Hernando, su niñez en Ibagué, mientras ambos, él y vos, miran a Claudia quien se asoma por la puerta de madera de la nave que surca veloz las aguas del río, y aparece luciendo su disfraz de húngara que la hace parecer una verdadera tarjeta postal para estimular el turismo. “Viaje por el Danubio desde Viena hacia Hungría con Claudia Hirsch”.

 

Ella los ve en cubierta, friolentos, y se ríe… ¿De cuál signo del zodíaco será esta catirita sangre liviana? Entonces vos pensáis que curiosamente, el 21 de noviembre es el cumpleaños Hernando y que, por tanto, son sagitarios limítrofes él y los del 22 de noviembre como vos, y así, analizareis el asunto de las coincidencias, y pensáis que quizás si hubiesen sido compatriotas, no congeniarían tan bien. La amistad no puede expresarse con palabras, y te parece curioso que sea, con un colega del hermano país, con quien hayáis encontrado tantos puntos de identificación, y para colmo, él tiene más de veinte años viviendo en los Estados Unidos, pero es a todas luces más colombiano que el difunto Gaitán.

 

Vos solo tenéis que verlo: mijito, y si lo oís, ya no te caben más dudas. Venga le cuento y vea, ¿y cómo así?, yo no se lo digo, pero él es un colombiano exiliado, y entonces piensas que también eres un exiliado… Es que vives en la capital, pero eres de Maracaibo, de la República del Zulia… Exilio.  ¿Más cosas en común? La amistad es también recíproca y por ello estás convencido de que ha valido la pena viajar con Hernando sobre el Danubio azul, rumbo a Budapest.

 

En 1594 el Papa Gregorio XIII nombró a Santa Cecilia, patrona de los músicos. Se celebra los 22 de noviembre y se dice que ella había demostrado una atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los instrumentos y así, su espíritu sensible y apasionado por este arte convirtió su nombre en símbolo de la música.

 

Pero es que todas estas cosas, o casi todas, ya las había comentado en este blog (lapesteloca) en unos días de mucho frio, vividos con Julita, “a que Belén”, en Mississauga, Ontario, justamente un 21 de noviembre del año 2018.

 

En Maracaibo, el viernes 7 de noviembre del año 2025

jueves, 6 de noviembre de 2025

De pintura y películas

 

Voy a proseguir en mi onda de relatar detalles vividos que quizás no son del dominio público y como ya dije, vengo haciéndolo desde el pasado mes de octubre cuando decidí que era mejor hablar sin tapujos para relatar algunas situaciones curiosas por las que he transitado en mi vida.

Desde niño me gustaba dibujar y cuando tuve pinturas a mi alcance, mi madre estimulaba estas tareas, algunas veces poniéndola marco a mis “cuadritos” con incipientes pinturas; nunca estuve en escuelas de arte ni mucho menos, pero me gustaba pintar. Ya he dicho en ocasiones que en el Liceo Baralt gané un concurso “Espontáneos Obligados” que promovía el profesor Ramos (Chichí) y aprovecho para mostrar la pintura. Usaba inicialmente oleo con pinceles y años más tarde decidí usar el óleo con la espátula.

Al iniciarme en el IAP de la UCV en 1976, venía de cumplir un año sabático en LUZ trabajando como neuropatólogo en el hospital Vargas y debería haber ingresado en la UCV homologando mi cargo de Profesor Asistente en LUZ, sin embargo, esa gestión se demoró casi tres años en hacerse efectiva por lo que mi sueldo era el mínimo correspondiente al de un instructor y con 5 hijos en colegios privados el dinero no me alcanzaba. Esta situación iba a prolongarse durante mis primeros tres años en el IAP de la UCV … Fue entonces cuando decidí “ponerme a pintar”.   

Llegaría a vender más de un centenar de cuadros, los cuales lucían marcos dorados que conseguía a muy bajo precio y que hacían vistosas mis pinturas, de paisajes con guajiras, o montañas andinas, pero usualmente con personajes que caracterizaban situaciones locales; recuerdo uno titulado “A que Rosa…” que posee mi amigo Héctor Rincones… También pintaría una “pelea de gallos” muy colorida que reconocería años después en el Colegio de Médicos del DF, donde en un par de ocasiones expuse mis pinturas y siempre el Colegio se reservaba una de ellas. En un viaje a Maracaibo, monté una exposición en el Colegio de Médicos del Zulia y vendí todos los cuadros.

He dicho por allí que “yo viví de mi arte” aunque no suene bien, pero fue muy cierto. Pintaba en las noches en la tranquilidad de mi apartamento donde con los años nacerían mis dos hijos menores, pero en aquellos años de precariedad, la pintura se dio para poder pagar los colegios y la gasolina de mi auto, un Dodge usado… Cuando se reorganizó mi salario, pasaría a ser nombrado subdirector y dos años después director del IAP, un cargo reelegido del 84 al 95, que sirvió para poder dedicarme a la docencia del postgrado y a la investigación en la patología ultraestructural; pero esa es otra historia…

Quien me haya leído en este, mi Blog (lapesteloca) sabe que soy cinéfilo y desde que estuve haciendo postgrado en EUA en cuanto pude, me compre una pequeña filmadora de 8 mm (Bell &Howell). Ya radicado en Caracas (período que he dado en llamar “mi exilio capitalino”) decidí mejorar mi equipo y me compré una filmadora Super-8 con un potente lente que tenía gran capacidad de acercamiento y que terminaría regalándosela a uno de mis hijos, a Francisco, conocido en el medio del cine y la TV como murmullo”.  

Pero esta historia que comencé por la pintura, y ahora mezclo con el tema de las películas, tiene una connotación particular, pues filmando y en contacto con familiares de mi joven esposa -me había casado en 1977- un aspecto sociológico me llamaba poderosamente la atención. No era mi gente la que habitaba en la capital, no existían los tipos que yo pintaba, con rasgos wuayuus, ni de yupkas o apreiras y sus mezclas marcaban para mí una diferencia notoria que me llevó a empaparme leyendo a Miguel Acosta Sainges y sus estudios antropológicos y así terminaría filmando las fiestas de San Juan y los bailes de tambor recorriendo poblaciones desde Barlovento hasta diversos pueblos en los alrededores de la capital.

Es una lástima que todas aquellas películas, algunas realmente maravillosas, rollos de Super-8 que filmara con gran devoción (excusen mi inmodestia) ya no existan. Me quedaron los recuerdos y las experiencias al entender en una breve frase la pluralidad del gentilicio venezolano cuando se dice que: “en toda familia, quien no tira flechas toca el tambor”.

A pesar de tener culturas e idiomas diferentes, las 28 etnias que siguen habitando en el territorio nacional, hoy tienen una participación en la llamada sociedad civil y forman parte de la mezcla racial venezolana diluyéndose entre la inmigración absorbida de diversos países en la tierra de gracia, y la marcada por los negros traídos de África con la de los originales conquistadores venidos de la península.

Desde las selvas amazónicas a las ardientes planicies goajiras, la incompetencia del socialismo en este cuarto de siglo ha sumido en una tragedia a todo un país que proclamaba revoluciones, pero que no ha sido capaz de mejorar la vida diaria de sus ciudadanos. Lamentablemente vemos constantes ejemplos de asaltantes y bandidos que esculcan el tesoro público, mientras cómplices y testaferros, tratan de aprovecharse de la población inerme que padece con salarios cada día más miserables.

En Maracaibo, el jueves 6 de noviembre del año 2025

miércoles, 5 de noviembre de 2025

Kennedy el antivacunas


Robert Kennedy, es el secretario de Salud de la Administración de Donald Trump, y ha logrado unir a políticos demócratas y republicanos, de manera tal que los senadores de las dos bancadas se han lanzado a arremeter contra él, y contra su política de vacunas y contra su desprecio por los datos médicos y las contrataciones de personas con posiciones científicas alejadas de lo habitual.

La sesión estaba ya fijada en el calendario desde hace meses, pero había cobrado actualidad después de que Kennedy sembrara el caos en el mayor organismo de investigación médica de Estados Unidos, los Centros para el Control de Enfermedades (CDC), al despedir a su directora, Susan Monarez, por desacuerdos sobre la política de vacunas. En una muy contenciosa sesión de control en el Comité de Finanzas de la cámara alta estadounidense ante quienes el secretario de Salud ha comparecido en el Senado tras despedir a la directora de los Centros de Control de Enfermedades por desacuerdos sobre las inyecciones…

La marcha de Monarez precipitó la de otros altos cargos de los CDC y una carta de apoyo de nueve de sus predecesores, remontados hasta la era de Jimmy Carter (1977-1981). Ella, quien ha presentado una demanda para conservar su puesto y no se considera cesada, sostiene que Kennedy dio el paso porque ella no quiso aceptar cambios en la política de vacunas que cree contrarios a la ciencia.

El secretario de Salud ha sembrado la polémica desde que asumió el cargo a principios de este año. Un escéptico sobre la validez de las vacunas, ha cancelado en torno a 500 millones de dólares en fondos para la investigación sobre tecnología de ARN mensajero, ha promovido restricciones en las recomendaciones de la autoridad para la Alimentación y los Medicamentos sobre quién debe recibir dosis de recuerdo de la vacuna contra la covid.

Robert Kennedy, ha reemplazado a todos los miembros del comité asesor sobre vacunación para colocar en su lugar a personas de su agrado, incluidos notorios miembros del movimiento antivacunas. Ese comité tiene prevista una reunión los próximos 18 y 19 de septiembre, en la que podría emitir nuevas recomendaciones sobre quiénes deben recibir esas inmunizaciones o su calendario.

Además, en parte debido a las posiciones del Departamento en Washington, el Estado de Florida se convertía el miércoles en el primero que se desmarca de la obligatoriedad de vacunar a los niños para que puedan ir a clase. La comparecencia del alto cargo de Salud ante el comité se mantuvo en esa línea. Kennedy acusó a los CDC del número de muertes en Estados Unidos durante la pandemia de covid, cerca de 1,2 millones de personas.

También Robert Kennedy, se declaró más que escéptico sobre los datos que demuestran que las vacunas de ARN mensajero salvaron millones de vidas tanto en el país como en el exterior, tras haber recibido un fuerte impulso de la primera Administración Trump en la llamada Operation Warp Speed (Operación Velocidad del Rayo). Un estudio publicado en The Lancet calcula que esas inmunizaciones salvaron más de 14 millones de vidas en todo el mundo.

El secretario de Salud Kennedy, también ha sostenido que ninguna de sus medidas, hacen más difícil que el público tenga acceso a las vacunas, aunque tras la emisión de las nuevas directrices sobre la covid, dos grandes cadenas de farmacias han dejado de tener disponibles las nuevas dosis en sus establecimientos en más de una docena de Estados.      El alto cargo también ha negado, erróneamente, que la ambiciosa ley presupuestaria de Donald Trump que aprobó el Congreso de Estados Unidos, de mayoría republicana, este verano y conocida oficialmente como la “Ley Grande y Bonita”, contuviera recortes a la cobertura de salud pública para los más desfavorecidos, Medicaid.

La posición de Kennedy puso en una situación complicada a los legisladores republicanos, entre la espada de arriesgarse a contradecir a Donald Trump -que ha dejado claro que mantiene toda su confianza en su responsable sanitario- y la pared de respaldar una política antivacunas con la que ni ellos, ni la mayoría de los estadounidenses según los sondeos, está de acuerdo. Pese a ello, varios decidieron sumarse a los demócratas en su tunda verbal al alto cargo.

Fue el caso del senador por Luisiana Bill Cassidy, un ferviente defensor de las vacunas, pero que trata de alinearse con Trump. “Yo sí diría que, efectivamente, estamos negando vacunas a la gente”, espetaba a Kennedy. Cassidy, médico de profesión, emitió el voto decisivo para confirmar a Kennedy en el Senado en febrero, tras haber condicionado su “sí” a que el sobrino del presidente John F. Kennedy no impidiera el acceso de los ciudadanos a las vacunas.

Otro republicano, John Barrasso, de Wyoming y también médico, se sumó a las posiciones de Cassidy. “En su confirmación, prometió respetar los estándares más altos para las vacunas, pero desde entonces me he quedado cada vez más preocupado”. “El público ha visto brotes de sarampión, cómo los directivos de los Institutos Nacionales de Salud ponen en duda las vacunas de RNA mensajero y el cese de la directora del CDC recién nombrada”, ha agregado el senador.

Kennedy también adoptó una actitud desafiante sobre su despido de Monarez, y apuntó la posibilidad de despedir a aún más personal en una entidad sanitaria a la que acusó de haber mentido a los ciudadanos estadounidenses al recomendar el uso de mascarillas, la distancia social y la vacunación como modos de combatir la pandemia de covid.

Tengo que despedir a alguna de esta gente y asegurarme de que eso no vuelve a ocurrir”, sostuvo el secretario de Salud. También refutó las declaraciones de Monarez, y negó que le hubiera exigido dar su visto bueno por adelantado a las recomendaciones del comité de vacunas.

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Maracaibo, miércoles 5 de noviembre del año 2025

 

martes, 4 de noviembre de 2025

Manejando


Conducir, es un término usado como sinónimo de “manejar” y así decimos cuando llevamos el control de un automóvil. Esa sencilla acción, de uso común, fue una de las pasiones de mi vida… Recorrí casi todo el país manejando por decenas de pueblos y ciudades… Frecuentemente, casi siempre, me tocó hacerlo con muchos niños en el asiento trasero. Las vivencias que poseo de tantos sitios visitados, de paisajes con esteros y montañas, en ocasiones se entremezclan en mis sueños y muchas de ellas se fundieron en mis novelas…

 

Escribir sobre el tema de, -manejar un auto- quizás sea, porque soñé nuevamente que estaba en una carretera… Aunque mis sueños no eran pesadillas, recordé a Viggo Mortensen... y como flash-backs que regresaban vi al sufrido padre sobreviviente y a su hijo, a pie, por una interminable carretera, padre e hijo, en el desierto post apocalíptico de “La carretera” (The Road), el filme del 2009, basado en la novela homónima (2006) de Cormac McCarthy.

 

Regreso a leer un retazo del Capítulo 2 de mi novela La Peste Loca (Maracaibo, 1987)… “Llegando a Barquisimeto ya casi él lo había decidido. En las curvas de San Pablo, detrás de un camión, creyó tener consigo la verdad; era como un riachuelo claro que circulaba bajo una gruesa capa de arena y lodo, la tenía encharcada dentro de sus ojos. Después de Carora, algunos araguaneyes comenzaron a llenarle la vista de reflejos dorados. ¡Curarires floreados! Él o pensó y recordó entonces a su padre, quien le llevaba de la mano, un día de sol en el Moján, la vez primera cuando conoció a los guajiros y se extasió ante los curarires de oro… …Cansado, manejando por aquel camino interminable, salpicado de curarires de oro puro, la carretera Lara-Zulia era una cinta luminosa y brillante, infinita, bordeada por cientos de árboles floreados que parecían recibirlo”.

 

Siempre me gustó manejar por la carretera trasandina con sus numerosas curvas, subiendo hacia el páramo, o bastante antes de llegar al pico del Águila desviándonos hacia Jajó y al páramo de Tuñame, o hacia La Mesa de Esnujaque; estos paisajes de la carretera trasandina con cada uno de sus pueblos, están permanentemente en mis recuerdos. Ascender desde Timotes hasta el pico del Águila-en ocasiones hasta con nieve- y la delicia de percibir el aire frío, viendo los frailejones del paisaje paramero, y luego, al ir descendiendo, y siempre detenerse, aunque sea un instante, en el monumento a Luz Caraballo, o más adelante en el Castillo de San Ignacio ya entrando en Mucuchíes…

 

También es posible llegar hasta Mérida desde El Vigía, y pasando los túneles, después acercarse hasta “la plaza Bolívar merideña”, y se te ocurre “donde jure no dejarte de amar”, ¡si vos queréis!, podéis desviarte hacia el sur y seguir hacia Tovar, e ir hasta La Grita, o continuar por Bailadores y pasar el páramo de La Negra, hasta llegar a la capital del Táchira… ¡Oh San Cristóbal!

 

Mi novela “Ratones Desnudos” (Mérida, 2011), se inicia así: “Viajé por tierra hasta Ciudad Bolívar con la intención de lograr una entrevista con Eduardo Soriano. Caía la noche al cruzar el puente sobre el río Orinoco”… …“Evocando algunas vivencias de mis anteriores visitas a la región guayanesa, conduje mi auto lentamente por calles empedradas y balcones protruyentes, creyendo reconocer parajes olvidados, hasta llegar a encontrarme perdido. Me fui acercando hasta la dirección que me habían indicado, siempre marchando hacia la izquierda, cual si estuviese buscando la orilla del gran río”...


¿Por qué escribir sobre andar manejando? Quizás, pensé; que si, que tengo un motivo, -y no es el de la rosa pintada de azul de Pizolante-... Hoy en día, mi auto, que era un KIA, un automóvil muy especial, durante años, flamante, siempre rodando sin parar, hasta que le tocó incendiarse estando estático, en su estacionamiento, y espontáneamente, desaparecer flameante… ¡No miento! El fenómeno, está descrito como una falla en estos autos (KIA y Hundai) hasta quedar incinerado… Es que, aun no siendo un sueño apocalíptico, estas son las cosas que día tras día- suene o no a Héctor Cabrera-, sucedieron y son recuerdos del año de la pandemia de Covid-19, -querida mía, amada mía…


En el Capítulo 35, de la novela “RatonesDesnudos” yo escribiría“Salió del Instituto y se dirigió a su auto. Había decidido no volver a su laboratorio. No quería hablar con nadie. Enfiló hacia el norte, dejó atrás la plaza de toros y tomó el rumbo de Santa Cruz de Mara, hacia las playas del norte. Entonces volvió a pensar con una cierta nostalgia en Luisita Kauffman mientras la carretera se le iba transformando en una larga cinta gris que se perdía en el horizonte”.

 

Cuando me acerqué por primera vez a Cumaná lo hice por su única ruta, la que deja a la izquierda el mar desde antes de la cementera y Playa Colorada hasta Mochima y un poco más allá, para sentirse uno, que va orillando La fosa de Cariaco, y luego, ya en la vetusta ciudad del Mariscal, de Andrés Eloy y del Manzanares, ver que te dejará pasar, más no sin antes otear la costa de enfrente y creer divisar a Manicuare, el pueblo del poeta del “Azul”. Uno puede avanzar hacia Carúpano y Río Caribe o decidirse por el paisaje lunar de la península rumbo a las salinas de Araya. Siempre será difícil desde allí, hacerle creer a cualquiera que si regresa y decide subir monte arriba, hallará un clima frío, serpenteando hacia Cumanacoa o en la vía de Caripe y así el viajero podrá sentirse como Humboldt al visitar la impresionante Cueva del Guácharo.

 

Una de mis rutas en múltiples viajes de Maracaibo a Caracas y a la vis-conversa, fue en un tiempo por el norte, a través del Estado Falcón. La carretera tenía muchas subidas y bajadas y recuerdo que mejoró bastante gracias a un gobernador copeyano. Yo viajaba en una camioneta Ford, hasta que un día con lluvia dimos un patinazo y la camioneta giró dos veces quedando de nuevo como si nada… Por esa ruta, vía Sanare y Tucacas, terminabas en El Palito para entrar en Valencia, fácil y rápidamente, pero, un tiempo después, decidí viajar por la Lara Zulia, de Carora a Barquisimeto, y seguir hacia Nirgua y Bejuma para llegar a Valencia por el parque zoológico. Con tantísimos viajes, nunca tuve a Dios gracias ni un accidente importante que lamentar.

 

También en la novela “RatonesDesnudos”, yo escribiría: ¿A Santa Cruz de Mara?... …Basta de hablar, el escarabajo ya ha torcido su rumbo, para beber agua de coco, el plan perfecto, estará todo bien, escuchar los marullos de las ondas del lago, muy lejos de la gente, el viento ya despeina su cabellera lacia, el pequeño auto amarillo, ¿o era dorado?, enfila por una larga carretera, se desplaza con rumbo definido, y a la izquierda están las lagunetas de Las Peonías, a la derecha los cocoteros en hilera, rueda el escarabajo, ambos, los dos, juntitos, se dirigen a las playas del norte y el resplandor ha transformado la carretera en una cinta de plata incandescente.

 

Ya viviendo en Caracas, era toda una aventura querer salir hacia el Oriente por la ruta de Guarenas, Guatire y seguir después de Higuerote, ahora que la vía ha mejorado, está bien (creo…), pero siempre fue una ruta peligrosa por los accidentes... Después de Barlovento uno sabía que iba en paralelo al mar Caribe y poder en Boca de Uchire entrarle a un manamana con casabe o con arepas. Luego, ya en la ruta de Clarines, percibir la inmensidad del Unare hacia el sur, para luego, al divisar en el cerro la iglesia de Píritu, o llegar después Puerto Píritu, para detenerse a descansar, o si quisieras acercarte por la ruta del Criogénico hasta Barcelona y Puerto La Cruz, era para después de la cementera irse a bañar en Playa Colorada.

 

Finalizo nostálgico, sabiendo que ya no conduzco autos, ya “no manejo”, pero recordar tantos paisajes y aventuras por las carreteras de mi país, ha sido un ejercicio que bien ha valido la pena.

Maracaibo, martes 4 de noviembre del año 2025

 

 

lunes, 3 de noviembre de 2025

El lápiz


Manejando una camioneta desde ciudad Guayana hacia Puerto Píritu, una tarde hace ya varios años, me sucedieron varias cosas de esas que es mejor no contarlas. La camioneta era una Chevrolet Blazer, y nunca había dado que hacer, de manera que ya enfilando la larga autopista tras cruzar el puente sobre el Orinoco y más allá de El Tigre, súbitamente la luz del aceite se encendió. Me orillé y tras abrir la capota comprobé que, estaba full de aceite. 

Es una broma. Si, debe ser algún bombillito loco que se encendió, pero hay aceite para rato… Comprobamos que según el mapa estábamos muy cerca de Anaco. Al arrancar de nuevo, la camioneta no era la misma, redujo su velocidad y con lentitud fuimos bastante atemorizados, avanzando lentamente hasta salir hacia la izquierda al ver la señal de que pronto entraríamos en Anaco.

Al preguntar por una gasolinera nos indicaron que, en la parte más alta del pueblo, había una, la mejor, pero que no esperara hallar por allí un mecánico pues era sábado y todos debían estar bebiendo desde hacía rato… La camioneta lentamente se acercó hasta la bomba de gasolina y efectivamente, nos dijeron que el mecánico estaba en el pueblo, pero ya seguramente borracho. Los del pueblo deben estar ya “rascaos”, pero pruebe bajando y cruce por entre aquellas casitas y siga derecho, como a medio kilómetro que allí está la casa del señor Serafín. Él es buena gente y tiene un hijo que si es mecánico de verdad. 

No he dicho nada, pero mis hijos menores de edad y mi mujer comenzaban también a preocuparse, ellos estaban enterados de que yo venía desde hacía tres días padeciendo por una crisis hemorroidal y sabían que aquello no era lo mejor para mi salud, mental y física. La Blazer gemía, la luz del aceite en rojo parecía una fresa encendida, me atreví a volver a medirle el aceite y estaba full. Nada, nos sale Serafín, no creo que sea Masparrote le dije a Eduardo quien comenzó a entender que yo estaba enloqueciendo.

La Blazer rodó lentamente por una tortuosa trilla hasta hallarnos frente a un par de casas en un terreno cercado, rodeadas de frondosos árboles. Preguntamos por don Serafín y salió un señor mayor, muy amable para decirnos que teníamos muchísima suerte…  Mi hijo el mecánico debe llegar en un ratico, porque hoy le toca visitarnos, lo esperamos cada dos semanas con ansiedad…

Llegó el hombre. Willy era un tipo joven, había estudiado mecánica automotriz en la Universidad y tras hacer las preguntas necesarias: ¿Desde hace cuantas horas están en esta situación?, ¿Cuánto ha rodado la camioneta así? Puso cara de preocupación. Procedió a encender el motor, medir el aceite y decir: Es el lápiz Eso dijo. ¿Prismacolor o Mongol? Fue la pregunta que vino a mi mente. El problema será conseguir un sitio donde comprar un lápiz (“el vástago de la bomba de aceite”) a esta hora. Un lápiz, y Eduardo se imaginó las librerías cerradas, pero peor nos sentimos al escucharle decir que las ventas de repuestos seguramente estaban todas cerradas porque sus dueños andaban echándose palos.

Era el consabido sábado sensacional de Anaco. Aprendí entonces que el lápiz es el vástago de la bomba de aceite y que se había fracturado. Cuantas vueltas dimos a que fulano y donde perencejo, por varios botiquines y entre humo, cerveza y aguardiente nos llegó la noche, afortunadamente, íbamos en el auto del hijo del señor Serafín, porque ya sinceramente mi trasero no daba para más, hasta que, al fin, un viejito aceptó abrir su almacén, y nos mostró 2 lápices que nos los cedió para ver cuál podía servirle a la pobre camioneta. 

Acortaré el asunto señalando que al cambiarle el lápiz y ponerle aceite nuevo y encender el motor, Willy con un vaso lleno de cerveza, espero que el tremor de la capota fuese nivelándose con su ajuste y al estar como un plato la superficie de la cerveza, nos dijo: ahora hay que probarlo. Lo lógico es que la máquina haya sufrido, así que vamos a correr para ver qué pasa. De nuevo sentado, esta vez, Eduardo iba atrás y Willy era mi copiloto. Como un bólido, después de correr unos diez minutos y volver a probar el nivel del vaso de cerveza, el comentario fue: es un milagro. 

La Blazer estaba “como una uva” y Willy no quiso aceptar dinero, solo las gracias y el señor Serafín se veía dichoso cuando nos vio partir, rumbo al norte, hacia Puerto La Cruz que era nuestro destino más cercano. Eran las once y media de la noche. Todos estábamos muy cansados, ya ni siquiera Eduardo tenía ganas de cantar y enrumbamos por una vía buscando la autopista principal, pero rumbo al norte…

Ahora que existe Google earth he visto cual fue mi error. Hay una carretera, que cruza Anaco de cabo a rabo, y que corre paralela a la autopista, pero que solo tiene una conexión con la misma -que si se pela, hay que rodar hasta San Mateo- para retomar la vía rápida. Rodaba yo en aquella noche sin luna, en total oscuridad cuando de repente encima y delante de nuestra Blazer apareció una luz que fue creciendo en intensidad, yo reduje la velocidad hasta casi detenerme, todos nos mirábamos, encandilados y asustados sin saber qué hacer, y así como había aparecido, un momento después desapareció ascendiendo en segundos hasta dejarnos en la más completa oscuridad…

Todos nos miramos, no era una alucinación. Es lo que llaman un OVNI fue el lógico comentario. Mis hijos no podían creerlo, éramos unos de los pocos seres afortunados que vivirían aquella experiencia. Seguí marchando, cada vez más rápido y comenzó a caer en aguacero que me llevó a detectar la autopista más lejos de lo que debía. Así, en una especie de diluvio universal, llegaríamos a la autopista y por ella a Puerto La Cruz y a nuestro destino final por ese sábado cuando ya era domingo, a Puerto Píritu que estaba sin energía eléctrica. Fue una noche horribilis

Existe “la noche de anoche”, “la noche que me quieras”, “la noche de la iguana”, esta era la noche del lápiz y se nos había transformado en la noche del OVNI.

Finalizo esta historia que como todas las que no son cuentos se está haciendo ya demasiado larga. Poco pude dormir en Puerto Piritu, a oscuras y al día siguiente, después de regresar a Caracas ese domingo, el lunes tuve que ser intervenido por las complicaciones peores de una situación hemorroidal que ni el Martín Romaña de Brice Echenique pudiera imaginarlo, aunque sobreviví, el postoperatorio con “el Setón” incluido, fue una tortura que soportaría durante varias semanas y quizá es la responsable de que durante tantos años ocultase la verdad de haber tenido la suerte de ver un OVNI.

Maracaibo, el lunes 3 de noviembre del año 2025

domingo, 2 de noviembre de 2025

Susan Tai


Hace ya unos cuantos años que el doctor José Antonio Serrano me propuso que prologara su libro “La microscopía electrónica en Venezuela” donde resumiría casi sesenta años del trabajo cumplido por mucha gente que vivió y padeció en diversos laboratorios de Venezuela las dificultades que conllevaba hacer investigación de calidad con el uso del microscopio electrónico (ME). Allí aproveché la ocasión para hablar sobre la doctora Susan Tai y de su labor en la Universidad de Oriente (UDO)

 

La profesora Susan SW Tai, era para comienzo de la década de 1980, una PhD graduada de la Universidad Leeds del Reino Unido, con postgrado de investigación en la Universidad de Berkeley en California EUA; en aquel tiempo, la Dra Tai Se había casado con un profesor de la UDO y sería incorporada a esta universidad nacional, como personal administrativo. 


Con un tesón increíble, la doctora Tai logró los recursos para que se construyese una edificación nueva, de tres plantas, hecha según sus propios planos, equipada y con cubículos diseñados para albergar los cursantes de un postgrado de Maestría y Doctorado y en 1982, fundó el Centro de Microscopía Electrónica del Núcleo Sucre de la UDO que contaba con un ME de barrido, un ME de transmisión (1986), y para 1987 también con un ME de emisión de campo, analítico.

 

El Centro de ME pasó a ser el Instituto de Investigaciones y Ciencias Aplicadas (IIBCA) de la UDO. Las conexiones nacionales e internacionales de la Dra Susan Tai, contribuirían a la formación de más de una docena de jóvenes profesionales, quienes terminarían siendo excelentes técnicos o investigadores en diversos campos de la ultraestructura en el país y fuera de Venezuela.

 

La doctora Susan Tai, desarrolló toda esta, su increíble labor ubicada como personal administrativo de la UDO y muchos investigadores de diversos Laboratorios de microscopía electrónica del país nacional, colaboraríamos con aquel avanzado proyecto de Maestría y Doctorado y viajaríamos a Cumaná, en varias ocasiones para ofrecer nuestro aporte, dando clases y dictando cursos. El año 1992 la Dra Tai organizó la Conferencia Atlántica de Microscopía Eelctrónica, en Mérida, la cual fue todo un éxito con la asistencia del Dr. Fernández Morán.

 

Las razones de por qué nunca pudo gozar del privilegio de ser personal docente y de investigación, quizás la podrán explicar las autoridades que estuvieron al frente de la UDO en aquellos años. Cuando tuvo que abandonar el país, Susan Tai lo hizo dejando toda una obra en el campo de la investigación y la docencia en ultraestructura la cual nunca recibiría el merecido reconocimiento. 

 

Del destino final de todas estas instalaciones, el equipo y el personal igualmente quien se interese, tendrá que averiguarlo en el Oriente del país. Yo, francamente lo desconozco, pero con gran dolor, nunca más volvimos a oír hablar de Cumaná como el paraíso de la ultraestructura que habíamos conocido durante más de una ilusionada década.

 

En la actualidad Susan SW Tai, PhD, es la Presidente del Mochtar Riady Instituto para Nanotecnología, donde desde el año 2006 forma parte de los programas de Salud Pública y Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad Pelita Harapan, en Indonesia.

 

Estas reflexiones las hice y hablé de ellas en este Blog residiendo en Mississauga, Ontario, cerca de Toronto, Canadá, el lunes 16 de septiembre del 2019 y lo traigo de nuevo en noviembre del año 2025 en el contexto ya comentado de “hablar sin pelos en la lengua”, por cuanto estamos conscientes de que no todo lo que brilla es oro, y no se deben callar ni menos olvidar, las verdaderas realidades, pues regresaremos al dicho de mi primo Ernesto, de que quien tenga ojos que vea y oídos que oiga.

 

PD: La Dra. Carmen Bastidas de Figuera, cetanís figurera@gmail.com  es Profesora Titular Jubilada de la UDO-Sucre, respondería en 2029 por las redes, informando que:

 

La Dra. Tai sigue siendo pionera e inspiración del Paradigma de Maestrías y Doctorados impartidos desde entonces y hasta ahora en la UDO, todos creados gracias al ímpetu del amor a la investigación de quienes como ella, somos amantes de nuestra labor científica y con nuestro corazón y tesón personales nos propusimos generar conocimiento de cuarto y quinto nivel para nuestra casa más alta, sin ningún respaldo ni reconocimiento de las autoridades de turno, siempre ocupadas en la burocracia administrativa e incompetentes para la verdadera Gestión del Conocimiento. La historia de estos Postgrados continuó tal cual, durante las dos últimas décadas del siglo XX hasta estas dos primeras, ya casi consumidas del siglo XXI. Afortunadamente, la historia es tan magnífica como el caracol telegrafista que reproduce el honor y la justicia.

 

Gracias a estos canales tecnológicos, hoy se expande la oportunidad de otorgar honor a quien honor merece, al dar a conocer estos hechos para resaltar tanta dedicación y tanto mérito desinteresado, puesto de manifiesto en el nombre del instituto creado por ella, el cual hoy lleva su nombre a petición de esos colegas que nunca han olvidado la labor de la Dra. Tai a favor de la Universidad de Oriente.

 

En Maracaibo, el domingo 2 de noviembre del año 2025

sábado, 1 de noviembre de 2025

La instalación


Estaba recordando aquel maravilloso microscopio electrónico de alta resolución, JEM 7A, instalado en el Sanatorio Antituberculoso de Maracaibo el año 1989. Aquel año pasó como un torbellino. El trabajo estaba todo por hacerse. Enviamos a Chucho Vivas a la capital para que se entrenara en la parte técnica mientras llegaban los equipos, que al fin llegarían…

Con el compresor de un congelador olvidado en la cocina del hospital fabricamos un tanque de refrigeración y utilizando un gigantesco lavaplatos de acero inoxidable, con una tubería de cobre hicimos una especie de serpentín, circuito cerrado de agua helada que quedó listo para refrigerar el agua que habría de circular enfriando el microscopio electrónico. Así, de la nada parecían irse creando las cosas y se transformaban aquellos ambientes que hasta hacía pocas semanas no eran más que unos depósitos de materiales inservibles, abandonados y afortunadamente olvidado por casi todos. La manufactura criolla, era producto de la imaginación del jefe de mantenimiento del hospital, y de sus eficientes obreros. Era un entusiasmo desbordante.

Las mesas de fórmica se pegaban en nuestra carpintería, las losas de las paredes palmo a palmo, la pintura de aceite para que nunca se ensuciasen los ambientes, el piso era de vinilo azul... Para el ultra micrótomo y las balanzas fabricamos mesas de concreto, aisladas en cuartos con paredes de vidrio y rejillas en las puertas para mantener la presión, Ideamos una campana extractora e instalamos ductos y tuberías que pintamos de los colores que tenían que ser y con entusiasmo se instaló el sistema del aire acondicionado. No sé de cuantos “Beteues” era, pero, ¡como refrigeraba! El equipo principal - el ME - estaría separado del piso, era necesario e hicimos un gran hueco después de despegar el linóleo del piso y aislamos el centro con láminas de anime y rodeamos con cabillas y concreto para crear una gran base que habría de soportar el gigantesco aparato.

Allí iba a crecer, a florecer y fructificar, el más hermoso laboratorio para hacer investigación con un microscopio electrónico de alta resolución, un aparato que habría de llegar desde el lejano Japón, y nos visitarían los señores Takahashi y el técnico Asao Komine, quienes compartirían la experiencia de la instalación del ME de JEOLCo.

Con la ayuda de Enrique Murcia el fotógrafo de los eventos sociales del Sanatorio, a quien el doctor Iturbe mantenía muy activo, fue una persona clave. Él y yo, íbamos a organizar una sección de fotografía anexa al laboratorio. Enrique, era fotógrafo, especie de arma secreta de mi padrino quien era, nada más y nada menos que el maravilloso doctor Pedro Iturbe, el director del hospital. Enrique corría tras él y detrás de sus invitados y en un santiamén se encerraba en el cuarto de revelado y tenía listas las fotografías de las entrevistas con los visitantes, algunas veces las preparaba como en un librito para los visitantes quienes siempre se llevaban aquel recuerdo.

Era que, venía mucha gente a conocer la maravilla del Sanatorio y eran visitas, tanto a los eventos científicos o socioculturales de aquel hospital pleno de actividades volcadas hacia la laborterapia y rehabilitación de los enfermos crónicos de tuberculosis pulmonar. Desde esos corre-corres venía Enrique y se encerraba en el cuarto oscuro y cuando ya existía el microscopio electrónico (ME) habilitamos un cuarto oscuro al lado del JEM7A e íbamos pesando la hidroquinona, el elón, el hiposulfito, gramo a gramo, en una vieja balanza hasta obtener las fórmulas químicas ideales para los más perfectos revelados y las fotografías ultraestructurales comenzarían a surgir óptimas, e iban todas pasando y saliendo reveladas y copiadas en nuestra vieja y eficiente ampliadora Omega.

A los dos años de estar trabajando en esto, en 1971, nos visitó quien era como “el padre de la criatura”, nuestro genial sabio, el Dr Humberto Fernández Morán y quedó gratamente impresionado y complacido por el ME del Dr Pedro Iturbe su amigo y compañero de diatribas y calumnias desde los tiempos del perezjimenismo. Ese año 1971 también fuimos capaces de montar una exposición de fotografías hechas con casos examinados en el microscopio electrónico en noviembre dentro del Congreso Latinoamericano de Patología, que se dio en el hotel del Lago, donde ya habíamos en abril, instalado el Primer Simposio Venezolano de Patología Ultraestructural. Después, seguimos trabajando…

Tuvimos que trabajar con las uñas y mucha gente ni se enteró porque afortunadamente éramos pocos los interesados en este tipo de trabajo, porque para la mayoría era tan solo un pasatiempo de locos. Echamos las bases de nuestro laboratorio de microscopía electrónica, contra viento y marea, en un sótano olvidado del viejo hospital para tuberculosos que dirigía mi padrino. Corito, Sierra Maestra, Sabaneta Larga, La Pomona y San Francisco eran los barrios que giraban alrededor de nuestro laboratorio.

Fueron años difíciles y si me lo preguntan, no vacilaría en afirmar que aquella lucha fue titánica. Mis colegas y amigos patólogos no creían en lo que hacíamos y dudaban de la utilidad del microscopio electrónico. Me espetaban cosas como: “no es rentable”, “con eso no vais a comer”, “es irresponsable de tu parte perder el tiempo en eso”,  “preocúpate por lograr una buena clientela entre los cirujanos porque de las biopsias de ellos es que vais a tener que vivir”, y un montón de cosas más que durante muchos años preferí no recordar.

El jefe del Servicio de Anatomía Patológica, pronto bautizo el microscopio como “el elefante gris”. Desde el mismísimo momento en que vio como descargábamos aquella inmensa caja bajo la canícula del mediodía y con horror observó cómo tuvimos que derribar una pared para poder ubicar el equipo en el sitio destinado para protegerlo de vibraciones periféricas, aquello fue para el Jefe, como una maldición cual si un rayo lo hubiese fulminado. Para él, aquel era un juguete caro que me había regalado mi padrino, un artefacto sin utilidad alguna y para su desagrado, ocurría en su territorio, ya que él, era el mero Jefe del Servicio de Patología.

Los comentarios llegaban ensayando una sonrisita meliflua, chispeando sus ojos iridiscentes y levantando sus cejas flechudas, sin que hubiese un ser capaz de lograr una modificación de su diagnóstico in pectore y evacuado ante sus colegas. No fue posible hacerle creer en el prestigio que adquiriría su Servicio con el nuevo aparato, ni con la publicación futura de trabajos científicos, ni con la investigación o el enfoque diagnóstico aplicado a problemas de salud pública, la posibilidad de mejorar el diagnóstico de los tumores o de las biopsias del riñón tampoco fue posible. Aquello era, una endemoniada terquedad.

Tratamos de incorporar a otros colegas patólogos a nuestra aventura, pero fracasamos rotundamente, y quedábamos estrellados ante la mirada oblicua y centellante del jefe. Era impresionante ver como los aspirantes a ingresar en nuestro laboratorio de ME, aunque hubiesen solicitado tan solo ser pasantes, rebotaban; los de fuera por foráneos, los de la casa para que no perdieran su tiempo. El interés era ir sacando biopsias, las cuales por otra parte las pagaban bastante bien produciendo pingües dividendos repartibles aunque a partes desiguales. Todo esto, tan solo para que no se distrajeran jugando a la investigación.

Esos criterios obtusos fueron objeto de múltiples discusiones. No existía una pasividad de parte nuestra, ni mucho menos. En aquellos tiempos no se hablaba de bozales de arepa y uno ni disecaba muy bien las situaciones, quizás porque había mucho de ilusión o de tonterías en todas las actuaciones de los que éramos todavía unos soñadores. No sospechábamos que podían darse toda una gama de desviaciones psico crematísticas entre los queridos colegas…Eramos ingenuos. Con el devenir del tiempo, estas anomalías iban a demostrar hasta la saciedad, ser el modus vivendi de casi toda una nación obcecada por la conquista del dinero fácil, pero esa es otra historia...

Para finalizar, debo acotar un hecho: no estoy con esta manera de conversar que puede sonar de pocos pelos en la lengua, repito que no estoy “descubriendo el agua tibia” como decía mi admirado colega José Ángel Suárez, ya todo está escrito antes y publicado desde hace ya muchos años en la novela “La Entropía Tropical”.

Maracaibo, sábado 1 de noviembre del año 2025