martes, 4 de noviembre de 2025

Manejando


Conducir, es un término usado como sinónimo de “manejar” y así decimos cuando llevamos el control de un automóvil. Esa sencilla acción, de uso común, fue una de las pasiones de mi vida… Recorrí casi todo el país manejando por decenas de pueblos y ciudades… Frecuentemente, casi siempre, me tocó hacerlo con muchos niños en el asiento trasero. Las vivencias que poseo de tantos sitios visitados, de paisajes con esteros y montañas, en ocasiones se entremezclan en mis sueños y muchas de ellas se fundieron en mis novelas…

 

Escribir sobre el tema de, -manejar un auto- quizás sea, porque soñé nuevamente que estaba en una carretera… Aunque mis sueños no eran pesadillas, recordé a Viggo Mortensen... y como flash-backs que regresaban vi al sufrido padre sobreviviente y a su hijo, a pie, por una interminable carretera, padre e hijo, en el desierto post apocalíptico de “La carretera” (The Road), el filme del 2009, basado en la novela homónima (2006) de Cormac McCarthy.

 

Regreso a leer un retazo del Capítulo 2 de mi novela La Peste Loca (Maracaibo, 1987)… “Llegando a Barquisimeto ya casi él lo había decidido. En las curvas de San Pablo, detrás de un camión, creyó tener consigo la verdad; era como un riachuelo claro que circulaba bajo una gruesa capa de arena y lodo, la tenía encharcada dentro de sus ojos. Después de Carora, algunos araguaneyes comenzaron a llenarle la vista de reflejos dorados. ¡Curarires floreados! Él o pensó y recordó entonces a su padre, quien le llevaba de la mano, un día de sol en el Moján, la vez primera cuando conoció a los guajiros y se extasió ante los curarires de oro… …Cansado, manejando por aquel camino interminable, salpicado de curarires de oro puro, la carretera Lara-Zulia era una cinta luminosa y brillante, infinita, bordeada por cientos de árboles floreados que parecían recibirlo”.

 

Siempre me gustó manejar por la carretera trasandina con sus numerosas curvas, subiendo hacia el páramo, o bastante antes de llegar al pico del Águila desviándonos hacia Jajó y al páramo de Tuñame, o hacia La Mesa de Esnujaque; estos paisajes de la carretera trasandina con cada uno de sus pueblos, están permanentemente en mis recuerdos. Ascender desde Timotes hasta el pico del Águila-en ocasiones hasta con nieve- y la delicia de percibir el aire frío, viendo los frailejones del paisaje paramero, y luego, al ir descendiendo, y siempre detenerse, aunque sea un instante, en el monumento a Luz Caraballo, o más adelante en el Castillo de San Ignacio ya entrando en Mucuchíes…

 

También es posible llegar hasta Mérida desde El Vigía, y pasando los túneles, después acercarse hasta “la plaza Bolívar merideña”, y se te ocurre “donde jure no dejarte de amar”, ¡si vos queréis!, podéis desviarte hacia el sur y seguir hacia Tovar, e ir hasta La Grita, o continuar por Bailadores y pasar el páramo de La Negra, hasta llegar a la capital del Táchira… ¡Oh San Cristóbal!

 

Mi novela “Ratones Desnudos” (Mérida, 2011), se inicia así: “Viajé por tierra hasta Ciudad Bolívar con la intención de lograr una entrevista con Eduardo Soriano. Caía la noche al cruzar el puente sobre el río Orinoco”… …“Evocando algunas vivencias de mis anteriores visitas a la región guayanesa, conduje mi auto lentamente por calles empedradas y balcones protruyentes, creyendo reconocer parajes olvidados, hasta llegar a encontrarme perdido. Me fui acercando hasta la dirección que me habían indicado, siempre marchando hacia la izquierda, cual si estuviese buscando la orilla del gran río”...


¿Por qué escribir sobre andar manejando? Quizás, pensé; que si, que tengo un motivo, -y no es el de la rosa pintada de azul de Pizolante-... Hoy en día, mi auto, que era un KIA, un automóvil muy especial, durante años, flamante, siempre rodando sin parar, hasta que le tocó incendiarse estando estático, en su estacionamiento, y espontáneamente, desaparecer flameante… ¡No miento! El fenómeno, está descrito como una falla en estos autos (KIA y Hundai) hasta quedar incinerado… Es que, aun no siendo un sueño apocalíptico, estas son las cosas que día tras día- suene o no a Héctor Cabrera-, sucedieron y son recuerdos del año de la pandemia de Covid-19, -querida mía, amada mía…


En el Capítulo 35, de la novela “RatonesDesnudos” yo escribiría“Salió del Instituto y se dirigió a su auto. Había decidido no volver a su laboratorio. No quería hablar con nadie. Enfiló hacia el norte, dejó atrás la plaza de toros y tomó el rumbo de Santa Cruz de Mara, hacia las playas del norte. Entonces volvió a pensar con una cierta nostalgia en Luisita Kauffman mientras la carretera se le iba transformando en una larga cinta gris que se perdía en el horizonte”.

 

Cuando me acerqué por primera vez a Cumaná lo hice por su única ruta, la que deja a la izquierda el mar desde antes de la cementera y Playa Colorada hasta Mochima y un poco más allá, para sentirse uno, que va orillando La fosa de Cariaco, y luego, ya en la vetusta ciudad del Mariscal, de Andrés Eloy y del Manzanares, ver que te dejará pasar, más no sin antes otear la costa de enfrente y creer divisar a Manicuare, el pueblo del poeta del “Azul”. Uno puede avanzar hacia Carúpano y Río Caribe o decidirse por el paisaje lunar de la península rumbo a las salinas de Araya. Siempre será difícil desde allí, hacerle creer a cualquiera que si regresa y decide subir monte arriba, hallará un clima frío, serpenteando hacia Cumanacoa o en la vía de Caripe y así el viajero podrá sentirse como Humboldt al visitar la impresionante Cueva del Guácharo.

 

Una de mis rutas en múltiples viajes de Maracaibo a Caracas y a la vis-conversa, fue en un tiempo por el norte, a través del Estado Falcón. La carretera tenía muchas subidas y bajadas y recuerdo que mejoró bastante gracias a un gobernador copeyano. Yo viajaba en una camioneta Ford, hasta que un día con lluvia dimos un patinazo y la camioneta giró dos veces quedando de nuevo como si nada… Por esa ruta, vía Sanare y Tucacas, terminabas en El Palito para entrar en Valencia, fácil y rápidamente, pero, un tiempo después, decidí viajar por la Lara Zulia, de Carora a Barquisimeto, y seguir hacia Nirgua y Bejuma para llegar a Valencia por el parque zoológico. Con tantísimos viajes, nunca tuve a Dios gracias ni un accidente importante que lamentar.

 

También en la novela “RatonesDesnudos”, yo escribiría: ¿A Santa Cruz de Mara?... …Basta de hablar, el escarabajo ya ha torcido su rumbo, para beber agua de coco, el plan perfecto, estará todo bien, escuchar los marullos de las ondas del lago, muy lejos de la gente, el viento ya despeina su cabellera lacia, el pequeño auto amarillo, ¿o era dorado?, enfila por una larga carretera, se desplaza con rumbo definido, y a la izquierda están las lagunetas de Las Peonías, a la derecha los cocoteros en hilera, rueda el escarabajo, ambos, los dos, juntitos, se dirigen a las playas del norte y el resplandor ha transformado la carretera en una cinta de plata incandescente.

 

Ya viviendo en Caracas, era toda una aventura querer salir hacia el Oriente por la ruta de Guarenas, Guatire y seguir después de Higuerote, ahora que la vía ha mejorado, está bien (creo…), pero siempre fue una ruta peligrosa por los accidentes... Después de Barlovento uno sabía que iba en paralelo al mar Caribe y poder en Boca de Uchire entrarle a un manamana con casabe o con arepas. Luego, ya en la ruta de Clarines, percibir la inmensidad del Unare hacia el sur, para luego, al divisar en el cerro la iglesia de Píritu, o llegar después Puerto Píritu, para detenerse a descansar, o si quisieras acercarte por la ruta del Criogénico hasta Barcelona y Puerto La Cruz, era para después de la cementera irse a bañar en Playa Colorada.

 

Finalizo nostálgico, sabiendo que ya no conduzco autos, ya “no manejo”, pero recordar tantos paisajes y aventuras por las carreteras de mi país, ha sido un ejercicio que bien ha valido la pena.

Maracaibo, martes 4 de noviembre del año 2025

 

 

lunes, 3 de noviembre de 2025

El lápiz


Manejando una camioneta desde ciudad Guayana hacia Puerto Píritu, una tarde hace ya varios años, me sucedieron varias cosas de esas que es mejor no contarlas. La camioneta era una Chevrolet Blazer, y nunca había dado que hacer, de manera que ya enfilando la larga autopista tras cruzar el puente sobre el Orinoco y más allá de El Tigre, súbitamente la luz del aceite se encendió. Me orillé y tras abrir la capota comprobé que, estaba full de aceite. 

Es una broma. Si, debe ser algún bombillito loco que se encendió, pero hay aceite para rato… Comprobamos que según el mapa estábamos muy cerca de Anaco. Al arrancar de nuevo, la camioneta no era la misma, redujo su velocidad y con lentitud fuimos bastante atemorizados, avanzando lentamente hasta salir hacia la izquierda al ver la señal de que pronto entraríamos en Anaco.

Al preguntar por una gasolinera nos indicaron que, en la parte más alta del pueblo, había una, la mejor, pero que no esperara hallar por allí un mecánico pues era sábado y todos debían estar bebiendo desde hacía rato… La camioneta lentamente se acercó hasta la bomba de gasolina y efectivamente, nos dijeron que el mecánico estaba en el pueblo, pero ya seguramente borracho. Los del pueblo deben estar ya “rascaos”, pero pruebe bajando y cruce por entre aquellas casitas y siga derecho, como a medio kilómetro que allí está la casa del señor Serafín. Él es buena gente y tiene un hijo que si es mecánico de verdad. 

No he dicho nada, pero mis hijos menores de edad y mi mujer comenzaban también a preocuparse, ellos estaban enterados de que yo venía desde hacía tres días padeciendo por una crisis hemorroidal y sabían que aquello no era lo mejor para mi salud, mental y física. La Blazer gemía, la luz del aceite en rojo parecía una fresa encendida, me atreví a volver a medirle el aceite y estaba full. Nada, nos sale Serafín, no creo que sea Masparrote le dije a Eduardo quien comenzó a entender que yo estaba enloqueciendo.

La Blazer rodó lentamente por una tortuosa trilla hasta hallarnos frente a un par de casas en un terreno cercado, rodeadas de frondosos árboles. Preguntamos por don Serafín y salió un señor mayor, muy amable para decirnos que teníamos muchísima suerte…  Mi hijo el mecánico debe llegar en un ratico, porque hoy le toca visitarnos, lo esperamos cada dos semanas con ansiedad…

Llegó el hombre. Willy era un tipo joven, había estudiado mecánica automotriz en la Universidad y tras hacer las preguntas necesarias: ¿Desde hace cuantas horas están en esta situación?, ¿Cuánto ha rodado la camioneta así? Puso cara de preocupación. Procedió a encender el motor, medir el aceite y decir: Es el lápiz Eso dijo. ¿Prismacolor o Mongol? Fue la pregunta que vino a mi mente. El problema será conseguir un sitio donde comprar un lápiz (“el vástago de la bomba de aceite”) a esta hora. Un lápiz, y Eduardo se imaginó las librerías cerradas, pero peor nos sentimos al escucharle decir que las ventas de repuestos seguramente estaban todas cerradas porque sus dueños andaban echándose palos.

Era el consabido sábado sensacional de Anaco. Aprendí entonces que el lápiz es el vástago de la bomba de aceite y que se había fracturado. Cuantas vueltas dimos a que fulano y donde perencejo, por varios botiquines y entre humo, cerveza y aguardiente nos llegó la noche, afortunadamente, íbamos en el auto del hijo del señor Serafín, porque ya sinceramente mi trasero no daba para más, hasta que, al fin, un viejito aceptó abrir su almacén, y nos mostró 2 lápices que nos los cedió para ver cuál podía servirle a la pobre camioneta. 

Acortaré el asunto señalando que al cambiarle el lápiz y ponerle aceite nuevo y encender el motor, Willy con un vaso lleno de cerveza, espero que el tremor de la capota fuese nivelándose con su ajuste y al estar como un plato la superficie de la cerveza, nos dijo: ahora hay que probarlo. Lo lógico es que la máquina haya sufrido, así que vamos a correr para ver qué pasa. De nuevo sentado, esta vez, Eduardo iba atrás y Willy era mi copiloto. Como un bólido, después de correr unos diez minutos y volver a probar el nivel del vaso de cerveza, el comentario fue: es un milagro. 

La Blazer estaba “como una uva” y Willy no quiso aceptar dinero, solo las gracias y el señor Serafín se veía dichoso cuando nos vio partir, rumbo al norte, hacia Puerto La Cruz que era nuestro destino más cercano. Eran las once y media de la noche. Todos estábamos muy cansados, ya ni siquiera Eduardo tenía ganas de cantar y enrumbamos por una vía buscando la autopista principal, pero rumbo al norte…

Ahora que existe Google earth he visto cual fue mi error. Hay una carretera, que cruza Anaco de cabo a rabo, y que corre paralela a la autopista, pero que solo tiene una conexión con la misma -que si se pela, hay que rodar hasta San Mateo- para retomar la vía rápida. Rodaba yo en aquella noche sin luna, en total oscuridad cuando de repente encima y delante de nuestra Blazer apareció una luz que fue creciendo en intensidad, yo reduje la velocidad hasta casi detenerme, todos nos mirábamos, encandilados y asustados sin saber qué hacer, y así como había aparecido, un momento después desapareció ascendiendo en segundos hasta dejarnos en la más completa oscuridad…

Todos nos miramos, no era una alucinación. Es lo que llaman un OVNI fue el lógico comentario. Mis hijos no podían creerlo, éramos unos de los pocos seres afortunados que vivirían aquella experiencia. Seguí marchando, cada vez más rápido y comenzó a caer en aguacero que me llevó a detectar la autopista más lejos de lo que debía. Así, en una especie de diluvio universal, llegaríamos a la autopista y por ella a Puerto La Cruz y a nuestro destino final por ese sábado cuando ya era domingo, a Puerto Píritu que estaba sin energía eléctrica. Fue una noche horribilis

Existe “la noche de anoche”, “la noche que me quieras”, “la noche de la iguana”, esta era la noche del lápiz y se nos había transformado en la noche del OVNI.

Finalizo esta historia que como todas las que no son cuentos se está haciendo ya demasiado larga. Poco pude dormir en Puerto Piritu, a oscuras y al día siguiente, después de regresar a Caracas ese domingo, el lunes tuve que ser intervenido por las complicaciones peores de una situación hemorroidal que ni el Martín Romaña de Brice Echenique pudiera imaginarlo, aunque sobreviví, el postoperatorio con “el Setón” incluido, fue una tortura que soportaría durante varias semanas y quizá es la responsable de que durante tantos años ocultase la verdad de haber tenido la suerte de ver un OVNI.

Maracaibo, el lunes 3 de noviembre del año 2025

domingo, 2 de noviembre de 2025

Susan Tai


Hace ya unos cuantos años que el doctor José Antonio Serrano me propuso que prologara su libro “La microscopía electrónica en Venezuela” donde resumiría casi sesenta años del trabajo cumplido por mucha gente que vivió y padeció en diversos laboratorios de Venezuela las dificultades que conllevaba hacer investigación de calidad con el uso del microscopio electrónico (ME). Allí aproveché la ocasión para hablar sobre la doctora Susan Tai y de su labor en la Universidad de Oriente (UDO)

 

La profesora Susan SW Tai, era para comienzo de la década de 1980, una PhD graduada de la Universidad Leeds del Reino Unido, con postgrado de investigación en la Universidad de Berkeley en California EUA; en aquel tiempo, la Dra Tai Se había casado con un profesor de la UDO y sería incorporada a esta universidad nacional, como personal administrativo. 


Con un tesón increíble, la doctora Tai logró los recursos para que se construyese una edificación nueva, de tres plantas, hecha según sus propios planos, equipada y con cubículos diseñados para albergar los cursantes de un postgrado de Maestría y Doctorado y en 1982, fundó el Centro de Microscopía Electrónica del Núcleo Sucre de la UDO que contaba con un ME de barrido, un ME de transmisión (1986), y para 1987 también con un ME de emisión de campo, analítico.

 

El Centro de ME pasó a ser el Instituto de Investigaciones y Ciencias Aplicadas (IIBCA) de la UDO. Las conexiones nacionales e internacionales de la Dra Susan Tai, contribuirían a la formación de más de una docena de jóvenes profesionales, quienes terminarían siendo excelentes técnicos o investigadores en diversos campos de la ultraestructura en el país y fuera de Venezuela.

 

La doctora Susan Tai, desarrolló toda esta, su increíble labor ubicada como personal administrativo de la UDO y muchos investigadores de diversos Laboratorios de microscopía electrónica del país nacional, colaboraríamos con aquel avanzado proyecto de Maestría y Doctorado y viajaríamos a Cumaná, en varias ocasiones para ofrecer nuestro aporte, dando clases y dictando cursos. El año 1992 la Dra Tai organizó la Conferencia Atlántica de Microscopía Eelctrónica, en Mérida, la cual fue todo un éxito con la asistencia del Dr. Fernández Morán.

 

Las razones de por qué nunca pudo gozar del privilegio de ser personal docente y de investigación, quizás la podrán explicar las autoridades que estuvieron al frente de la UDO en aquellos años. Cuando tuvo que abandonar el país, Susan Tai lo hizo dejando toda una obra en el campo de la investigación y la docencia en ultraestructura la cual nunca recibiría el merecido reconocimiento. 

 

Del destino final de todas estas instalaciones, el equipo y el personal igualmente quien se interese, tendrá que averiguarlo en el Oriente del país. Yo, francamente lo desconozco, pero con gran dolor, nunca más volvimos a oír hablar de Cumaná como el paraíso de la ultraestructura que habíamos conocido durante más de una ilusionada década.

 

En la actualidad Susan SW Tai, PhD, es la Presidente del Mochtar Riady Instituto para Nanotecnología, donde desde el año 2006 forma parte de los programas de Salud Pública y Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad Pelita Harapan, en Indonesia.

 

Estas reflexiones las hice y hablé de ellas en este Blog residiendo en Mississauga, Ontario, cerca de Toronto, Canadá, el lunes 16 de septiembre del 2019 y lo traigo de nuevo en noviembre del año 2025 en el contexto ya comentado de “hablar sin pelos en la lengua”, por cuanto estamos conscientes de que no todo lo que brilla es oro, y no se deben callar ni menos olvidar, las verdaderas realidades, pues regresaremos al dicho de mi primo Ernesto, de que quien tenga ojos que vea y oídos que oiga.

 

PD: La Dra. Carmen Bastidas de Figuera, cetanís figurera@gmail.com  es Profesora Titular Jubilada de la UDO-Sucre, respondería en 2029 por las redes, informando que:

 

La Dra. Tai sigue siendo pionera e inspiración del Paradigma de Maestrías y Doctorados impartidos desde entonces y hasta ahora en la UDO, todos creados gracias al ímpetu del amor a la investigación de quienes como ella, somos amantes de nuestra labor científica y con nuestro corazón y tesón personales nos propusimos generar conocimiento de cuarto y quinto nivel para nuestra casa más alta, sin ningún respaldo ni reconocimiento de las autoridades de turno, siempre ocupadas en la burocracia administrativa e incompetentes para la verdadera Gestión del Conocimiento. La historia de estos Postgrados continuó tal cual, durante las dos últimas décadas del siglo XX hasta estas dos primeras, ya casi consumidas del siglo XXI. Afortunadamente, la historia es tan magnífica como el caracol telegrafista que reproduce el honor y la justicia.

 

Gracias a estos canales tecnológicos, hoy se expande la oportunidad de otorgar honor a quien honor merece, al dar a conocer estos hechos para resaltar tanta dedicación y tanto mérito desinteresado, puesto de manifiesto en el nombre del instituto creado por ella, el cual hoy lleva su nombre a petición de esos colegas que nunca han olvidado la labor de la Dra. Tai a favor de la Universidad de Oriente.

 

En Maracaibo, el domingo 2 de noviembre del año 2025

sábado, 1 de noviembre de 2025

La instalación


Estaba recordando aquel maravilloso microscopio electrónico de alta resolución, JEM 7A, instalado en el Sanatorio Antituberculoso de Maracaibo el año 1989. Aquel año pasó como un torbellino. El trabajo estaba todo por hacerse. Enviamos a Chucho Vivas a la capital para que se entrenara en la parte técnica mientras llegaban los equipos, que al fin llegarían…

Con el compresor de un congelador olvidado en la cocina del hospital fabricamos un tanque de refrigeración y utilizando un gigantesco lavaplatos de acero inoxidable, con una tubería de cobre hicimos una especie de serpentín, circuito cerrado de agua helada que quedó listo para refrigerar el agua que habría de circular enfriando el microscopio electrónico. Así, de la nada parecían irse creando las cosas y se transformaban aquellos ambientes que hasta hacía pocas semanas no eran más que unos depósitos de materiales inservibles, abandonados y afortunadamente olvidado por casi todos. La manufactura criolla, era producto de la imaginación del jefe de mantenimiento del hospital, y de sus eficientes obreros. Era un entusiasmo desbordante.

Las mesas de fórmica se pegaban en nuestra carpintería, las losas de las paredes palmo a palmo, la pintura de aceite para que nunca se ensuciasen los ambientes, el piso era de vinilo azul... Para el ultra micrótomo y las balanzas fabricamos mesas de concreto, aisladas en cuartos con paredes de vidrio y rejillas en las puertas para mantener la presión, Ideamos una campana extractora e instalamos ductos y tuberías que pintamos de los colores que tenían que ser y con entusiasmo se instaló el sistema del aire acondicionado. No sé de cuantos “Beteues” era, pero, ¡como refrigeraba! El equipo principal - el ME - estaría separado del piso, era necesario e hicimos un gran hueco después de despegar el linóleo del piso y aislamos el centro con láminas de anime y rodeamos con cabillas y concreto para crear una gran base que habría de soportar el gigantesco aparato.

Allí iba a crecer, a florecer y fructificar, el más hermoso laboratorio para hacer investigación con un microscopio electrónico de alta resolución, un aparato que habría de llegar desde el lejano Japón, y nos visitarían los señores Takahashi y el técnico Asao Komine, quienes compartirían la experiencia de la instalación del ME de JEOLCo.

Con la ayuda de Enrique Murcia el fotógrafo de los eventos sociales del Sanatorio, a quien el doctor Iturbe mantenía muy activo, fue una persona clave. Él y yo, íbamos a organizar una sección de fotografía anexa al laboratorio. Enrique, era fotógrafo, especie de arma secreta de mi padrino quien era, nada más y nada menos que el maravilloso doctor Pedro Iturbe, el director del hospital. Enrique corría tras él y detrás de sus invitados y en un santiamén se encerraba en el cuarto de revelado y tenía listas las fotografías de las entrevistas con los visitantes, algunas veces las preparaba como en un librito para los visitantes quienes siempre se llevaban aquel recuerdo.

Era que, venía mucha gente a conocer la maravilla del Sanatorio y eran visitas, tanto a los eventos científicos o socioculturales de aquel hospital pleno de actividades volcadas hacia la laborterapia y rehabilitación de los enfermos crónicos de tuberculosis pulmonar. Desde esos corre-corres venía Enrique y se encerraba en el cuarto oscuro y cuando ya existía el microscopio electrónico (ME) habilitamos un cuarto oscuro al lado del JEM7A e íbamos pesando la hidroquinona, el elón, el hiposulfito, gramo a gramo, en una vieja balanza hasta obtener las fórmulas químicas ideales para los más perfectos revelados y las fotografías ultraestructurales comenzarían a surgir óptimas, e iban todas pasando y saliendo reveladas y copiadas en nuestra vieja y eficiente ampliadora Omega.

A los dos años de estar trabajando en esto, en 1971, nos visitó quien era como “el padre de la criatura”, nuestro genial sabio, el Dr Humberto Fernández Morán y quedó gratamente impresionado y complacido por el ME del Dr Pedro Iturbe su amigo y compañero de diatribas y calumnias desde los tiempos del perezjimenismo. Ese año 1971 también fuimos capaces de montar una exposición de fotografías hechas con casos examinados en el microscopio electrónico en noviembre dentro del Congreso Latinoamericano de Patología, que se dio en el hotel del Lago, donde ya habíamos en abril, instalado el Primer Simposio Venezolano de Patología Ultraestructural. Después, seguimos trabajando…

Tuvimos que trabajar con las uñas y mucha gente ni se enteró porque afortunadamente éramos pocos los interesados en este tipo de trabajo, porque para la mayoría era tan solo un pasatiempo de locos. Echamos las bases de nuestro laboratorio de microscopía electrónica, contra viento y marea, en un sótano olvidado del viejo hospital para tuberculosos que dirigía mi padrino. Corito, Sierra Maestra, Sabaneta Larga, La Pomona y San Francisco eran los barrios que giraban alrededor de nuestro laboratorio.

Fueron años difíciles y si me lo preguntan, no vacilaría en afirmar que aquella lucha fue titánica. Mis colegas y amigos patólogos no creían en lo que hacíamos y dudaban de la utilidad del microscopio electrónico. Me espetaban cosas como: “no es rentable”, “con eso no vais a comer”, “es irresponsable de tu parte perder el tiempo en eso”,  “preocúpate por lograr una buena clientela entre los cirujanos porque de las biopsias de ellos es que vais a tener que vivir”, y un montón de cosas más que durante muchos años preferí no recordar.

El jefe del Servicio de Anatomía Patológica, pronto bautizo el microscopio como “el elefante gris”. Desde el mismísimo momento en que vio como descargábamos aquella inmensa caja bajo la canícula del mediodía y con horror observó cómo tuvimos que derribar una pared para poder ubicar el equipo en el sitio destinado para protegerlo de vibraciones periféricas, aquello fue para el Jefe, como una maldición cual si un rayo lo hubiese fulminado. Para él, aquel era un juguete caro que me había regalado mi padrino, un artefacto sin utilidad alguna y para su desagrado, ocurría en su territorio, ya que él, era el mero Jefe del Servicio de Patología.

Los comentarios llegaban ensayando una sonrisita meliflua, chispeando sus ojos iridiscentes y levantando sus cejas flechudas, sin que hubiese un ser capaz de lograr una modificación de su diagnóstico in pectore y evacuado ante sus colegas. No fue posible hacerle creer en el prestigio que adquiriría su Servicio con el nuevo aparato, ni con la publicación futura de trabajos científicos, ni con la investigación o el enfoque diagnóstico aplicado a problemas de salud pública, la posibilidad de mejorar el diagnóstico de los tumores o de las biopsias del riñón tampoco fue posible. Aquello era, una endemoniada terquedad.

Tratamos de incorporar a otros colegas patólogos a nuestra aventura, pero fracasamos rotundamente, y quedábamos estrellados ante la mirada oblicua y centellante del jefe. Era impresionante ver como los aspirantes a ingresar en nuestro laboratorio de ME, aunque hubiesen solicitado tan solo ser pasantes, rebotaban; los de fuera por foráneos, los de la casa para que no perdieran su tiempo. El interés era ir sacando biopsias, las cuales por otra parte las pagaban bastante bien produciendo pingües dividendos repartibles aunque a partes desiguales. Todo esto, tan solo para que no se distrajeran jugando a la investigación.

Esos criterios obtusos fueron objeto de múltiples discusiones. No existía una pasividad de parte nuestra, ni mucho menos. En aquellos tiempos no se hablaba de bozales de arepa y uno ni disecaba muy bien las situaciones, quizás porque había mucho de ilusión o de tonterías en todas las actuaciones de los que éramos todavía unos soñadores. No sospechábamos que podían darse toda una gama de desviaciones psico crematísticas entre los queridos colegas…Eramos ingenuos. Con el devenir del tiempo, estas anomalías iban a demostrar hasta la saciedad, ser el modus vivendi de casi toda una nación obcecada por la conquista del dinero fácil, pero esa es otra historia...

Para finalizar, debo acotar un hecho: no estoy con esta manera de conversar que puede sonar de pocos pelos en la lengua, repito que no estoy “descubriendo el agua tibia” como decía mi admirado colega José Ángel Suárez, ya todo está escrito antes y publicado desde hace ya muchos años en la novela “La Entropía Tropical”.

Maracaibo, sábado 1 de noviembre del año 2025

viernes, 31 de octubre de 2025

Neuropatólogo en el Vargas

 

A finales de 1974 me llegó una oferta interesante de los neurocirujanos del hospital Vargas de Caracas.  Estaban iniciando trabajos de cirugía estereotáxica, los Drs Del Corral y Galera neurocirujanos de Caracas, cuando me invitaron a conocer todo un aparataje en una gran habitación donde en el futuro se operarían los enfermos de Parkinson y se lograrían avances para operar las lesiones de Sistema Extrapiramidal. Inicialmente habían comenzado a hacer cirugía experimental en animales, y el planteamiento era que me fuese a trabajar con los neurocirujanos y los neurólogos del hospital Vargas.

 

Ya hemos comentado en otras ocasiones que al pasar el Sanatorio Antituberculoso de Maracaibo a Hospital General, los fondos que recibía el Laboratorio de Microscopía Electrónica (ME) se habían reducido considerablemente por lo que pensé que en el año 1975 gozando de mi año sabático correspondiente de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad del Zulia, pudiese ser admitido como neuropatólogo en el Instituto de Patología del hospital Vargas de Caracas con el compromiso de poner a funcionar un ME que estaba paralizado y de organizar reuniones para neurólogos y neurocirujanos.


En aquel entonces, el Director del Instituto, estaba encargado de Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y me toco ingresar a su Instituto donde tuve la suerte de conocer personalmente al doctor Pedro Luis Ponce Ducharne, cuando él era el Jefe del Servicio de Neurología del hospital Vargas quien me impresionó por su amable personalidad.

 

Aprovecho estos recuerdos para hablar de este médico, un brillante neurólogo quien tuvo gran influencia en la medicina nacional, y contribuyó al desarrollo de la electroencefalografía, de la electromiografía y los estudios de potenciales evocados; igualmente utilizaría novedosas técnicas de angiografía, así como el Doppler carotideo y la medición ultrasónica cerebral en sus pacientes. El doctor Pedro Luis Ponce Ducharne era quien tenía que “amansar” semanalmente los ánimos usualmente caldeados en las reuniones clínico patológicas de los neurólogos y los neurocirujanos, que iniciaríamos todos los viernes en el pequeño auditórium de Anatomía Patológica del hospital Vargas de Caracas.

 

Me tocaba conversar con el doctor Ponce y con su esposa Celina ambos neurólogos, para preparar los casos que presentábamos todos los viernes en la mañana, y lo hacíamos después de haber cortado y examinado previamente los hallazgos de los cerebros de las autopsias. En aquellas reuniones alternaban los casos clínicos con casos quirúrgicos del destacado grupo de los neurocirujanos del doctor Martínez Coll (los residentes hablaban de “Don Gato y su cuadrilla”) quienes sostenían con los neurólogos médicos, pugnaces discusiones de lo más animadas que hacían de todos los viernes unas reuniones espectacularmente inolvidables.

 

Muchas veces terminaban acusando al doctor Jaime Boet, el adjunto de Neurología de averiguar los diagnósticos que yo llevaba para desvelarlos en la reunión, con inviolable secreto, y hablaban de que Jaime sabía los diagnósticos para supuestamente chalequear los planteamientos de los neurocirujanos. Siempre la mesura del doctor Ponce Ducharne aplacaba los ánimos encendidos, y así lo recuerdo con cariñosa admiración.

 

Potra parte, confiando en mi preparación, el doctor Ponce Ducharne me asignaría un residente de Neurología para que estuviese conmigo en Anatomía Patológica y fue para mí una inolvidable experiencia docente de mutuo aprendizaje con pasantes neurólogos que estaban formándose; recuerdo especialmente a Freddy González Merlo, a Douglas Barrios, y una pequeñita doctora que parecía una muñeca y cuyo apellido se me eclipsa ante el recuerdo de su belleza.

 

Tras una corta enfermedad aguda, en 2020 a los 93 años fallecería doctor Ponce Ducharne. El doctor Rafael Muci Mendoza, ha relatado como le escribió a la doctora Elvira Ponce León una de sus hijas, médica y antigua alumna, pidiéndole algunos datos acerca de la vida de su padre el doctor Pedro Luis, para lo cual, ella le enviaría un hermoso escrito cuyo texto lo publicó el doctor Muci Mendoza el 12 de enero del año 2020, tal como fue escrito por su hija.

 

Lo más extraordinario fue que su padre, aún saludable y con excepcional claridad mental, había tenido la ocasión de leerlo y manifestarle con lágrimas en los ojos, lo hondo que había llegado aquel documento de amor de una hija a su progenitor… Yo, en este Blog, lapesteloca, me atreví a trascribirlo en enero del 2020 como una muestra conmovedora de cariño y en homenaje a quien fuera un verdadero Maestro.


 

Celina León Pedro Luis Ponce Ducharne tuvieron la fortuna de conocerse cuando eran instructores de la Cátedra de Anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, cuando Pedro Luis, le daba demostraciones a Celina en la sala de disecciones. Con el correr de los años el Dr Ponce Ducharne fue fundador y jefe del Servicio de Neurología del Hospital Vargas de Caracas y de la Cátedra de Neurología Clínica de la Escuela José María Vargas en el Hospital Vargas en las cuales profesó con pasión y muchas veces con financiamiento personal, con desprendimiento absoluto y sin aspavientos, el ejercicio de su profesión. Con un grupo de prominentes especialistas también emprendió el desarrollo de Hospitales privados tales como la Clínica Rafael Rangel y el Instituto Diagnóstico donde ejerció su práctica privada innovadora en neurología.   

 

El final de aquella, mi gestión como neuropatólogo, fue inesperado. No logré reparar el ME del hospital, pero conseguí a través del CONICIT la donación de un ME Hitachi H500 de alta resolución, que me otorgaron para proseguir investigando con la colaboración del IVIC sobre el virus de la encefalitis equina venezolana. Hace un par de días hablábamos de que asumiría el compromiso de decir verdades sin pelos en la lengua y cumpliré mi cometido.

 

Lo sucedido, fue que el Director del Instituto de Patologia del hospital Vargas, hasta pocos días antes también era el Ministro de Sanidad, y el Dr Bruni regresó de su cargo Ministerial Le pareció entonces que un ME nuevo habría de ser un compromiso muy complejo, pues su interés estaba en mejorar la inmunofluorescencia en su Institución para los estudios de nefrología, por lo ya dicho, me sugirió que me regresara a Maracaibo -donde ya me conocían bien-: “es mejor ser cabeza de ratón que cola de león” me dijo, y tras unos cuantos días muy tensos, de común acuerdo, fui admitido en el Instituto Anatomopatológico (IAP) de la UCV que de momento dirigía el Dr Pedro Grases, a donde llegaría como Profesor Asistente con el aporte del ME Hitachi H500. 

 

En el IAP de la UCV ascendería a Profesor Titular, y estaría al frente de la dirección desde 1984 a 1995. Jubilado en 1988, mi permanencia en el IAP se extendería desde 1976 hasta el año 2005. I colorín colorao, hasta aquí ya he “acabao” este cuento que es historia patria.

 

Maracaibo, viernes 31 de octubre del año 2025

jueves, 30 de octubre de 2025

Relato teatral


En mi novela La Entropía Tropical (pags 185 a 195) está publicado el guion de “HIDROFOBIA” una obra de teatro, denominada “pieza teatral en tres escenas, con un juglar y un bufón que dirigen las acciones”. En su ESCENA III Antes de subir el telón, el bufón se sienta en el borde del escenario y súbitamente chifla con los dedos en la boca llamando al público.

BUFON: Aprovechen este instante, el juglar mi compañebrio, está en el baño, vamos a sonreírnos en este previo, o a carcajearnos, solo un momento, antes de que el cantante, con cara de jumento, se limpie su cargada, mente, de tunante. ¿Os reís? Oigo unas risitas vacilantes, diviértanse señoras y señores, antes de que regrese mi estimado juglar, sin trovadores, su cante es deprimente, es¡puachff!, si acaso no se ha ido por el caño. ¡Para allá me voy yo! Se pone de pie y prosigue. ...Antes de que suban el telón, ¡voy a hacer mutis por el forro! ¡Oh! ¡Horror! ¡Ya asciende el cortinaje, telón develador!

Escapa, corre, y renqueando, sale por un lado del escenario

Al subir el telón aparece un área del laboratorio del doctor Rodrigo Gartán quien con y su asistente técnico Chuchú Terán, están sentados ante un microscopio y examinan varias láminas de vidrio con preparaciones histológicas.

RODRIGO: Bueno Chuchú. ¿Vos te acordáis de los cortes que dimos para microscopía electrónica del cerebro de la niñita? ¿Te acordáis que los dividimos con cinco números, porque teníamos cinco fragmentos de cerebro distintos? Bueno, caete de a patrás. ¿A que no sabéis que es lo que estoy viendo ahorita mismo? CHUCHU: No sé, pero, para mañana ya salen todos los bloques y los podrá ver en el electrónico. RODRIGO: No te preocupéis, vos sentate y mirá por los oculares que yo te digo lo que vais a ver. Mirá bien, porque te voy a mostrar los cinco trozos de cerebro que me dio el doctor Aranda, y ¿sabéis que?, son de tres casos diferentes, casos que no tienen nada que ver con el cerebro de la niñita con rabia. ¿¡Cómo te quedó el ojo!? CHUCHU: Mirando por el microscopio. ¿Pero usted está seguro? ¿Cómo pudo ocurrir eso? RODRIGO:  recordá que la niñita del caso tenía más de dos años, esa lámina que estáis viendo es de un recién nacido. ¿Me entendéis? Le entrega una lámina de vidrio con un corte histológico y toma la que Chuchú le alcanza. ¿Veis unas masitas doradas alrededor de los vasos? Bueno, eso es lipofuscina, pigmento de las neuronas que se han muerto, porque ese cerebro es de una persona mayor de edad, se nota también algo de arterioesclerosis en los vasos cerebrales. Le entrega una nueva lámina a Chuchú quien la coloca en la platina del microscopio y mira de nuevo. ¿Vos veis una cosa azul, con nidos y cordones de células?; eso es un adenocarcinoma metastásico, puede que sea del colon, o del pulmón. Ahora decime vos Chuchú... ¿Cómo vamos nosotros a hacer en estas muestras el diagnóstico de rabia? Decímelo. CHUCHU: Solamente será como dice José Luis, con las de Billy Queen. Lo que no comprendo es como pudo ocurrir esto.

Es ese instante, súbitamente, el juglar y el bufón sueltan una estruendosa carcajada y comienzan a cantar a duo esa ranchera que dice: “Ando volando bajo”. Rodrigo y Chuchú, parecieran oírlos, miran hacia un lado y al otro, y parecieran no comprender que es lo que sucede, hasta que la ranchera entra en la frase de: “tú y las nubes me traen muy loco, tú y las nubes me van a matar”. Ambos entonces miran hacia el cielo… RODRIGO: Son cosas locas. ¿Verdad? Esto no es ni tan siquiera una broma de mal gusto, no es un disparate, es una mala jugada que refleja el grado de estupidez de mi colega Cesar Aranda. El pensará que nos engañó y estará muerto de risa imaginándonos en la búsqueda de un virus inexistente. CHUCHU: ¿Será que él no sabe lo de la niñita y las vacunas y los familiares? ¿No habrá pensado que le pueden clavar las ampolletas en la barriga a un puño de muchachitos en el pueblo? RODRIGO: ¡De bola que es verdad Chuchú! Por eso es que la Sanidad está tan urgida de que lleguemos a un diagnóstico rápido. No sé qué hacer, esto no es un error, es un horror. ¡Creo, que no puedo, no debo silenciarlo!

En este momento ya ha cesado la ranchera y el juglar abandona la escena, por un lado, mientras el bufón se adelanta al borde del escenario y chifla gesticulando para que bajen el telón.

La Entropía Tropical (Ediluz 2003) es una publicación de cuya venta se ha beneficiado absoluta y totalmente LUZ (actualmente está a la venta hasta en un local de la Biblioteca Pública de Maracaibo). En las páginas mencionadas, se relata el “drama” titulado “Hidrofobia” sin darle los visos de tragedia que podría tener, pues la circunstancia y el personaje cuyo nombre se ha falseado (César Aranda) son reales, o sea: existieron.

Aranda aparece como un médico joven, y está recién llegado de USA especializado en Neuropatología. Aranda había venido muy ufano y se pavoneaba de flux y corbata… Estaba recién empleado como anatomopatólogo en un hospital donde una niña atacada por un perro había fallecido con diagnóstico probable de rabia. Su jefe, el patólogo, le pidió fragmentos del cerebro de la autopsia para enviarlos a su estudio con el microscopio electrónico(ME) del Sanatorio, siguiendo un procedimiento de rutina es esos casos en el Maracaibo en la década de los 70 del pasado siglo XX. Aranda decidió jugarle una broma pesada a los investigadores del ME y ese error habría de costarle su cargo en el hospital de la Sanidad.

Este asunto podría haber concluido aquí, -por la broma de mal gusto fue despedido- pero él persistió en su empeño: el colega “Aranda” decidió enviar una carta al Colegio de Médicos acusando a quien usaba el ME para diagnosticar la rabia, de no estar calificado como neuropatólogo y exigía unas aclaratorias o constancias sobre su capacitación. Lo insólito para quien escribe esta crónica, es que el presidente y el secretario del Colegio de Médicos del Estado Zulia para la época eran personajes probos, y mis amigos muy conocidos, pero le dieron curso a la denuncia exigiendo constancias y demás certificados que nunca habrían de ser presentados pues aquello no era “una comedia de equivocaciones” sino un exabrupto, que nunca fue analizado con objetividad. Me mostraron la carta con sus errores de ortografía y para mí, eso bastaba y de sobra, mas no para ellos... 

Un mes más tarde, me tocó dictar unas conferencias por invitación de la Profesora Dra Isabel Téllez Nagel en la Universidad de Nueva York (Yeshiva University) para hablar sobre la patogenia y ultraestructura del virus de la encefalitis equina venezolana.  La historia de Aranda y sus reclamos fue uno de los muchos inconvenientes del Laboratorio de Microscopía Electrónica del Sanatorio cuando ya transformado en hospital General de Sur estaba en dificultades para financiar la investigación y aceleraría mi decisión de aceptar el “Año Sabático” (1975) que me correspondía en la Facultad de Ciencias Veterinarias para ejercer como Neuropatólogo en el hospital Vargas de Caracas durante el año 1975.

En este Blog lapesteloca, en enero del año 2016, se hablaría sobre  la Baronesa Dra Gabrielle ZuRhein (https://surl.lt/sclwuf), de su presencia en Budapest y de la importancia en la investigación y en la formación de la especialidad de Neuropatología.  De manera que podemos resumir lo conversado, como una de esas actitudes curiosas entre colegas y de equivocadas respuestas, supongamos que debidas posiblemente por desinformación de los organismos gremiales. Se han visto casos y cosas y se siguen viendo ejemplos como el que hemos querido reseñar en este breve trabajo que se inició con teatro y terminó sin resolverse gremialmente.

Como decía mi primo Ernesto, quien tenga oídos, que oiga y si tiene ojos, que vea…

En Maracaibo, el jueves 30 de octubre del año 2025

miércoles, 29 de octubre de 2025

A calzón quitado

 

La expresión ‘A calzón quitado’ se utiliza para indicar que algo se hace o dice sin tapujos ni engaños y de forma valiente, sin ocultar nada (podría utilizarse como sinónimo de la locución ‘hablar sin pelos en la lengua’).

El origen y sentido de esta expresión proviene del Siglo de Oro (siglos XVI-XVII) en el que hubo una corriente literaria en la que se decían las cosas tal y como se pensaban y sin ocultarse en florituras; de ahí que se utilizase el símil de ‘calzón’ (modo en el que se llamaba antiguamente a los pantalones), para indicar que algo se hacía o decía desnudo, sin artificio alguno.


Pero esta referencia de ‘a calzón quitado’ se hacía como alusión a las antiguas peleas en las que dos contrincantes luchaban cuerpo a cuerpo, utilizando únicamente sus manos y pies y estando totalmente desprovistos de cualquier arma e incluso prenda vestir (un claro ejemplo fue la lucha greco-romana.

En cierta época, cuando eran corrientes los castigos corporales, también se solía desnudar a la víctima para que sufriera la flagelación sin contar con la protección de la ropa. Azotar a alguien “a calzón quitado” significaba desnudarlo antes, una práctica que se llevaba a cabo en los casos más graves. En la actualidad, hablar con alguien “a calzón quitado” es hacerlo con sinceridad absoluta y sin rodeos ni remilgos, sin tener cuidado por el dolor que nuestras palabras le puedan infligir al interlocutor.

El uso primitivo de la expresión, aplicado al acto de ‘propinar una zurra’, aparece todavía en una crónica peruana publicada en 1938, bajo la firma de Juan A. Corrales, disponible en el corpus diacrónico de la Academia española: le sugirió la iniciativa de disponer que se chapara a mi hombre con el objeto de propinarle una latiguera a calzón quitado con fines terapéuticos.

Hablar a calzón quitado es una propuesta que en según qué momento, puede dar mucho que hablar. Pero como lo nuestro no es la política, sino la lengua (no el órgano muscular situado en la cavidad de la boca de los vertebrados y que sirve para gustación, entre otras muchas cosas, sino el sistema de comunicación verbal y casi siempre escrito, propio de una comunidad humana, en nuestro caso, la hispanohablante), trataremos, en vez de juzgar la propuesta, hablar de la expresión :hablar a calzón quitado.

Existen sitios web y enlaces sociales, como contacto@acalzonquitado.com Correos electrónicos  como; http://www.acalzonquitado.com/  También: Vero  A Calzón Quitado: Tu lugar seguro 233 publicaciones 34,6 mil seguidores. 717 seguidos. Creadores de contenido para derribar tabúes. www.flowcode.com/page/acalzonquitado. Creadora de las más y 3 más, y etc, etc.

Me dirán mis asiduos lectores… ¿A qué viene esta pesteloca tan fuera de tono? Debo aclarar que siento que estoy llegando después de 7años de escribir todos los días un artículo (pocas veces más largo de 3 cuartillas) a pesar de que este Blog funciona desde 2013 y 2014, recordemos que fue desde 2019 cuando decidí escribir un artículo TODOS LOS DÍAS y exceptuando algunos breves periodos de menos de una semana por razón de viajes, etc (restémosle 30 días), hago para ustedes el cálculo sobre 365 día del cada año.   En mi matemática “cachicamera” :

365 x 7 = 2.554 (-30 dias) 2.525 artículos

Bien, pues sucede que voy a relatar “a calzón quitao” algunos detalles personales que me han tocado vivir, antes de llegar en el próximo mes de noviembre si Dios así lo permite a los 86 años de edad, todo esto si me da salud para hacerlo. Estos artículos irán sin ningún carácter retaliativo, pero si con la curiosidad de mostrar las peculiares actitudes de diversos personajes que han tenido acciones, donde inesperadamente he sido sorprendido… De manera que usaré mi palabra escrita, sin cortapisas para relatar algunos eventos vividos personalmente, que me han parecido interesantes.

Como decía mi profesor de Historia de Venezuela en el 4to año de bachillerato “Vamos a empezar por el principio”: Algunos, conciudadanos o no, deben saber que soy un médico anatomopatólogo y que me dedique a la investigación, pero creo que pocos saben que no fui aceptado como profesor en la Facultad de Medicina de mi Alma Mater, la Universidad del Zulia.

Aquí van los detalles: después de 5 años (1964-1968) de entrenamiento en la especialidad de Anatomía Patológica en EEUU, y preparado específicamente en neuropatología, y microscopía electrónica, regresaba a Maracaibo (diciembre 1968) donde el Dr. José Ramón Guzmán ya había iniciado sus labores como neurocirujano y supuestamente yo era esperado en mi Facultad de Medicina, pero el Decano de la Facultad en persona, me informó que no tenían cargo disponible. ¡Sorpresa! Debo acotar que en paralelo y gracias a la idea del Dr. Pedro Iturbe de crear un Laboratorio de investigación con Microscopia Electrónica(ME) en el Sanatorio Antituberculoso de Maracaibo, al ofrecerme la oportunidad de dirigir esta labor bajo el auspicio del Dr. Fernández Morán quien ya vivía en el exilio, tuve la suerte de lograr realizar mis sueños y dedicarme a la investigación.

Esto (de no ser profe de Medicina en LUZ) que parece una sencilla anécdota, fue discutido en varias ocasiones en el Consejo de la Facultad de Medicina de LUZ donde privó el criterio de que era lo mejor para mi futuro, ya que tenía el ME del sanatorio y en Medicina iba tan solo a dar clases… Tenían mucha razón. Pero al coincidir en varias reuniones, recuerdo que a menudo me veía obligado a corregir al presentador para recordarle que era profesor de la Facultad de Ciencias Veterinarias de LUZ, y no de Medicina.

Sobre esta curiosa situación debo mencionar a mi amigo ya desaparecido Enrique Murcia Díaz, fotógrafo del Sanatorio y de la Facultad de Veterinaria quien me llevó a conocer al Dr. Parra Atencio. Muchos años más tarde, ya en este siglo XXI en el año 2006 agradezco igualmente al Dr Sergio Osorio Morales quien siendo Decano de la Facultad de Medicina me confirió el título de Doctor Honoris Causa de LUZ, de modo que actualmente ya jubilado soy profesor de la UCV, Honoris Causa de LUZ y Emérito de la Academia de Medicina del Zulia.

Quizás un accidente reciente me ha conducido a escribir con este desparpajo que nunca me ha caracterizado, pero, presiento que lo hecho es “recordando aquel proverbio que dice más vale tarde que nunca compadre”.

En Maracaibo, el miércoles 29 de octubre del año 2025