domingo, 24 de octubre de 2021

Lysenko

Lysenko

Trofim Denisovich Lysenko (1898–1976) Era de un origen humilde y campesino, había nacido en Ucrania, donde desde temprana edad comenzó sus investigaciones que le interesaban por tradición familiar, y seguramente también podrían ser de interés para la inmensa y hambrienta población de la Unión Soviética.

Cuando comenzó a estudiar, Trofim Lysenko se enteraría de que los agrobiólogos en aquel entonces para comprender la influencia de la genética y del medio ambiente y su relación entre genotipo y fenotipo de las cosechas de trigo, se guiaban por la selección natural definida por Charles Darwin y las leyes de la herencia enunciadas por Gregor Mendel. Todos aquellos estudios tenían un objetivo final práctico, obtener variedades agrícolas que permitieran aumentar las cosechas de trigo a lo largo del año.

 

El joven Lysenko parecía ser un científico prometedor; en 1928 publicó un estudio de gran impacto sobre la vernalización, término que acuñó para describir un proceso que convertía el trigo de invierno en trigo de primavera. Desde antiguo los agricultores conocían la distinción entre ambos: mientras que el segundo puede plantarse directamente en la primavera, el primero necesita un moderado frío invernal para estimular su crecimiento.

La vernalización practicada por Lysenko consistía en un tratamiento de frío y humedad aplicado a las semillas invernales que permitía plantarlas en primavera, facilitando la obtención de cosechas si un invierno demasiado gélido arrasaba los cultivos. Aunque Lysenko no era el primero en lograr esta adaptación, sus resultados alcanzaron una gran resonancia en la URSS, siendo elogiados por un científico de gran prestigio, el botánico y genetista Nikolai Vavilov. Sin embargo, en la década de los 30, Lysenko comenzó a apartarse de la ciencia...

Algunos de los experimentos que había emprendido entonces le llevaron a afirmar que las semillas condicionadas por él engendraban nuevas generaciones de plantas adaptadas a la siembra en primavera sin necesidad de tratamiento. Proponía Lysenko que la vernalización, -un rasgo adquirido por influencia ambiental-, podía transmitirse a la descendencia vegetal, una propuesta que chocaba con todo lo que se conocía sobre la evolución darwiniana y la herencia mendeliana, pero Lysenko encontró una fácil solución: había que negar a Darwin y a Mendel.

Lysenko afirmaría que las plantas podían ser modificadas únicamente por el ambiente, sin tener en cuenta su herencia genética. Dado lo erróneo de su teoría, los resultados no eran los ampliamente publicitados, o no se mantenían en el tiempo, pero por razones tanto ideológicas como pragmáticas, los dirigentes soviéticos y muy especialmente el líder Iósif Stalin respaldaron y promocionaron las ideas de Lysenko.

En estos años, Iósif Stalin sistemáticamente comenzó a ordenar aumentos en las cuotas de producción de alimentos, lo que llevó al agotamiento de los suministros en los graneros ucranianos. La cosecha de trigo de 1933 se vendió en el mercado mundial a precios por debajo del mercado, para agotarla y así, el dominio adquirido por los soviéticos sobre Ucrania dividida en dos, bajo influencia soviética y polaca fue el inicio para que, entre 1932 y 1933, se llevase a cabo el genocidio conocido como “Holodomor”, palabra ucraniana que significa “matar de hambre”.

A finales de 1927 la crisis de las cosechas, le proporcionó a Stalin el pretexto que había buscado para intervenir directamente en Ucrania. El mes de noviembre se caracterizó por la caída espectacular de las entregas de productos agrícolas a los organismos de cosecha del Estado soviético. Los rumores de guerra provocaron el descontento del campesinado y el grupo stalinista tomó esto como excusa para recurrir a las requisas y medidas de represión que fueron aumentando, hasta que Stalin publicó su artículo titulado El Gran Giro, donde afirmaba que el campesino medio había girado hacia los koljozes, una forma de cooperación entre campesinos con la intención de eliminar los latifundios de los grandes terratenientes rusos.

 

Lysenko escribió varias veces a Stalin, y este respondió a sus cartas; en ellas el dirigente soviético demostraba carecer por completo de conocimientos acerca de la teoría de la selección. Lysenko usaría sus cartas para demostrar su amistad con Stalin, y en las cartas se mostraba que Stalin era un lamarkiano convencido. Eso le bastó a Lysenko y pronto su identificación “ciencia-política” se asociaría íntimamente al de las ideas y procedimientos de Stalin.

“El lysenkoísmo” vendría a nivel ideológico, a respaldar y darle apoyo a los postulados supuestamente marxistas acerca de “la moldeabilidad de la naturaleza humana” más allá de lo que impusiese la herencia genética. Estaban ante la evidente aplicación práctica de una tesis que, de triunfar, solucionaría el problema de desabastecimiento alimentario que sufría el pueblo soviético.  La identificación de las teorías lysenkoístas con el régimen soviético fue total y se convirtió, en ejemplo de la “ciencia soviética”. Lysenko publicaba sus “descubrimientos” no en revistas científicas, sino en medios genéricos de alcance popular. Llegó a convertirse, durante más de treinta años (desde finales de los años 20 hasta mediados de los 60) en la única voz autorizada de la ciencia agrícola en la URSS, influyendo directamente en las decisiones políticas.

El poder de Lysenko era tal, y su personalidad tan extrema, que convirtió en prisioneros políticos a numerosos científicos opuestos a sus tesis, algunos de los cuales murieron en prisión. Entre ellos el botánico y genetista Nikolái Vavílov, que murió en 1943 de malnutrición en la cárcel. La genética se convirtió, de algún modo, en “una enemiga” del mundo obrero, y el ADN (cuando fue descubierto) era una superstición de los medios occidentales. El lysenkoísmo tuvo acogida en muchos países del Bloque del Este y en China, con mayor o menor aceptación.

El término lysenkoísmo se utiliza a veces de modo figurado, para denotar la abierta sumisión de la ciencia a la política. En 1964 el físico Andréi Sájarov se expresó contra Lysenko en la Asamblea General de la Academia de las Ciencias en los siguientes términos: “Es responsable del vergonzoso atraso de la biología y genética soviéticas en particular, por la difusión de visiones pseudocientíficas, por el aventurismo, por la degradación del aprendizaje y por la difamación, despido, arresto y aún la muerte de muchos científicos genuinos”.

En 1971, el periodista estadounidense Loren Graham estaba en Moscú investigando sobre su especialidad, la historia de la ciencia en Rusia y de repente, vio a Trofim Lysenko quien estaba en el palaciego comedor de la Academia Rusa de Ciencias, sentado, solo, en una mesa al fondo del comedor. Graham se sentó disimuladamente junto a él, hasta que por fin se atrevió a presentarse. Lysenko conocía su nombre y sus trabajos, pero le acusó sentidamente de haber cometido serios errores respecto a él.

Usted está equivocado en su interpretación de mí”, le dijo, según narra Graham en su libro Lysenko’s Ghost: Epigenetics and Russia (2016). “Piensa que soy parte del sistema opresor soviético, pero siempre he sido ajeno a ello”, alegó Lysenko, quien se apresuró a negar la acusación más negra que pesaba sobre él: su responsabilidad en las muertes de miles de biólogos rusos. Lysenko moriría cinco años después, casi en un silencio oficial. Lysenko fue responsable, pero de ninguna manera el único; no fue una víctima, pero sí un instrumento. Disfrutó de su papel como juguete de un régimen y acabó siendo un juguete roto. “¿Por qué piensa que me ha encontrado aquí, sentado solo en esta mesa?”, le preguntaba a Graham. “Nadie quiere sentarse conmigo”…

Maracaibo, domingo 24 de octubre del año 2021

 

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