domingo, 17 de octubre de 2021

De Colón y de Ojeda (3)

De Colón y de Ojeda (3)

En la aldea de Turbaco los indígenas tomaron desprevenidos a los españoles, y en la contraofensiva murió Juan de la Cosa, quien sacrificó su vida para que Ojeda escapara, y pudo salvarse con un solo hombre apenas y llegar ileso a la orilla del mar, en donde fue rescatado por una flotilla estacionada en la bahía. Poco después Ojeda, le cedió armas y hombres, a la flota de Nicuesa, y luego lo acompañó, olvidándose de las diferencias entre ambos gobernadores, para vengarse contra los indígenas de Turbaco, los cuales fueron masacrados en su totalidad.

De vuelta en la bahía de Calamar, Nicuesa se separó de Ojeda en dirección mar adentro hacia el oeste rumbo a Veragua, mientras que Ojeda seguía recorriendo las costas de Nueva Andalucía hacia el suroeste, y llegaba al golfo de Urabá, donde fundó el asentamiento, en realidad un fuerte, de San Sebastián de Urabá el 20 de enero de 1510. Sin embargo, no habían pasado muchos días cuando dentro del fuerte crecía la escasez de alimentos, y se incrementaba el clima insalubre que afectaba a los colonos, además de la amenaza persistente de los indios urabaes, quienes atacaban a los españoles con flechas envenenadas, de las cuales el mismo gobernador quedó herido en una pierna.

Habían pasado ocho meses y medio desde que partió de Santo Domingo y de haber fundado San Sebastián, y la prometida ayuda del bachiller Fernández de Enciso aún no llegaba. Entonces encargó a Francisco Pizarro, un joven soldado en ese entonces, que protegiera el sitio y se mantuviera con los habitantes durante cincuenta días hasta que Ojeda regresara, pidiéndole que de lo contrario volvieran a Santo Domingo. Pero Ojeda jamás regresó a San Sebastián y, pasados los cincuenta días, Pizarro decidió regresar en los dos bergantines junto con 70 colonos. Poco después Fernández de Enciso, junto con Vasco Núñez de Balboa, socorrería a los pocos supervivientes del lugar; posteriormente, el fuerte fue incendiado por los indígenas de la región.

Tratando de buscar ayuda, Ojeda se embarcó rumbo a Santo Domingo en el bergantín de Talavera con 70 hombres que lo acompañaban, pero el pirata apresó a Ojeda y no lo quiso liberar, esperando un rescate. Sin embargo, un violento huracán azotó la embarcación y Talavera tuvo que pedir ayuda a Ojeda, también experto marino. La tormenta arrastró la nave y ésta naufragó en Jagua, Sancti Spíritus, al sur de Cuba. Así, Ojeda y Talavera con sus hombres, decidieron recorrer la costa sur de la isla a pie, hasta punta Maisí, desde donde luego se trasladarían hasta La Española.

Sin embargo, tuvieron dificultades y la mitad de los hombres murieron por el hambre, las enfermedades y las penurias que tuvieron que vivir en el camino. Ojeda cargaba con una imagen de la Virgen María que llevaba consigo desde la primera vez que se embarcó a América en 1493 e hizo una promesa a ésta de que le dedicaría un templo, que haría levantar en el primer poblado indígena que encontrara en su camino y que los recibiera con buenas intenciones. Poco después, con una docena de hombres y el pirata Talavera, llegaron a la comarca de Cueybá, donde el cacique Cacicaná trató amablemente y cuidó a Ojeda y a los demás hombres, que a los pocos días se habían recuperado.

Ojeda cumplió su promesa y levantó una pequeña ermita de la Virgen en el poblado, ermita que sería venerada por los aborígenes de la comarca. Allí fue socorrido por Pánfilo de Narváez y fue a Jamaica, isla en la que Talavera fue apresado por piratería. Después llegó a La Española, donde estando ya exhausto se enteró que la ayuda de Fernández de Enciso había llegado a San Sebastián.

Alonso de Ojeda estaba casado con una indí­gena llamada Guaricha, a la que puso el nombre de Isabel, con la que tuvo tres hijos. Tras el fracaso del viaje a Nueva Andalucía, Ojeda no volvió a dirigir ninguna otra expedición y renunció a su cargo de gobernador. Pasó los últimos cinco años de su vida en Santo Domingo donde vivió triste y deprimido. Luego se retiró al Monasterio de San Francisco, en donde murió poco después en 1515

Su última voluntad fue que lo sepultaran bajo la puerta mayor del monasterio, para que su tumba fuese pisada por todos los que llegaban a entrar a la iglesia, como pena por los errores que cometió en su vida. Y así­ se hizo. Su esposa Isabel fue hallada muerta sobre la tumba de Ojeda pocos dí­as después de la muerte de éste y fue enterrada junto con su marido. En Maracaibo,
en lo alto del sector Valle Frio, en la parte sur de avenida 2A se encuentra la plaza que hace honor al descubridor del lago de Maracaibo don Alonso de Ojeda. Fue inaugurada el 24 de agosto de 1949 por el gobernador Apolodoro Chirinos con motivo de los 500 años de este acontecimiento y fue ideada y diseñada por Manuel Belloso. En este monumento se puede ver a su esposa la india Guaricha(Isabel) en bronce sobre una láoida que simula la tumba con sus restos, tal y como fue encontrado el cuerpo sin vida de su esposa que había muerto de tristeza e inanición. 
 

Una información adicional ha señalado que sus tres hijos fueron los primeros mestizos documetados en Venezuela y su mujer fue la primera venezolana en las cortes eurpeas ya que poco tiempo después de casarse, Ojeda la llevó a España con planes de establecerse allí con su familia. En 1892 cuando, debido al deterioro sufrido por el monasterio a través de los siglos, sería exhumado el cadáver de Alonso de Ojeda y trasladado al antiguo convento de los dominicos, convertido en Panteón Nacional.

Maracaibo, domingo 17 de octubre del año 2021.

 

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