sábado, 2 de octubre de 2021

Vesalio y Brueghel

Vesalio y Brueghel

La aventura de España parecía haber finalizado para Andrés Vesalio como médico de la corte española, y opinaba el cardenal Granvela que debería sentirse afortunado por estar aún vivo. Andrés Vesalio, había sido condenado a morir en la hoguera por lo que algunos consideraron como oscuras prácticas. En realidad las razones tuvieron que ver con el dictamen alrededor de una autopsia y la acusación de la Inquisición que aseguró tener evidencias de que el cadáver estaba vivo mientras se autopsiaba aquel día, el 16 de enero del año del Señor de 1564.

 

El cardenal Antonio Granvela había firmado todos los documentos necesarios para autenticarlo a él, como apoderado de los bienes de la familia Vesalio. Extrajo de una voluminosa cartera de cuero llena de papeles, un documento y le hizo entrega a Andrés de su pasaporte, señalándole que había sido firmado personalmente por el rey Felipe II y que lo ponía en sus manos, acompañado por las cartas credenciales que valdrían como salvoconducto ante los representantes de la corona española en Milán y en Venecia y para el Guardián de los Santos Lugares en Jerusalén.

 

Todos los documentos en sobres lacrados llevaban los sellos y la firma de su majestad imperial don Felipe II a quien Dios le conceda gracias por muchos años, repitió el cardenal. Andrés acariciando su barba, pensó en que quizás todavía existiría para él la opción de volver a la universidad de Padua, pero prefirió no mencionar aquella idea. 

 

Era tan grande el pesar y la desesperanza de Andrés Vesalio ante las noticias que le ofrecía en confidencia el cardenal Granvela, que en sus pensamientos lo asediaban las aterradoras imágenes de “El triunfo de la muerte”, el nombre que Pieter Brueghel el pintor brabanzón, había decidido darle a aquel lienzo en el que el mundo parecía querer desaparecer por una guerra donde la muerte triunfaba sobre reyes y mendigos.

Pieter Brueghel de Oude llamado el Viejo, (1525-1569) fue un pintor y grabador brabanzón, fundador de una dinastía de pintores. Brueghel es el pintor holandés más importante del siglo XVI. Con Jan Van Eyck, el Bosco y Pedro Pablo Rubens, es considerado como uno de los cuatro grandes maestros de la pintura flamenca

Andrés Vesalio (1514-1564) había tenido la oportunidad de conocer a Pieter Brueghel en Amberes. El pintor quien era más joven que él y había nacido en un pueblo de Brabante, era desde el año 1551 un maestro del gremio de pintores de Amberes. Andrés, recién había conocido a Pieter dada la gran amistad que el pintor tenía con los maestros del grabado e impresores de aquella ciudad. También conocía Andrés Vesalio a Pieter Coecke van Aelst, un artista plástico que era considerado como el decano del gremio de artistas, pintores y arquitectos.

Pieter Coecke van Aelst (1502-1550) Era hijo del teniente de alcalde de Aalst y era un pintor, grabador, dibujante y editor flamenco, el suegro de Pieter Brueghel el Viejo. Pieter Coecke van Aelst se casó con Anna van Dornicke, hija del pintor Jan van Dornicke. Cuando este murió, Coecke heredó su taller, y Pieter Brueghel el Viejo, con el tiempo se casó con Mayken (María), la hija de van Aelst, que era su maestro.

Pieter Breughel había sido el primer discípulo de Pieter Coeck, y de cuya hija Mayke, una niña a quien él había llevado en sus brazos, Pieter siempre estuvo enamorado y terminaría casándose con ella. En 1562, a petición de la esposa de de Pieter Coeck, su futura suegra, Pieter Breughel se había trasladado a Bruselas, para vivir en el barrio de Marolles, en una casa con tejados escalonados de estilo medieval flamenco en el número 132 de la principal rue Haute, justamente en el vecindario donde Anne y Andrés Vesalio habían vivido durante muchos años.

En la iglesia de Notre-Dame de la Chapelle, Pieter Brueghel se casaría, en 1563, con Mayken Coecke, la hija de su maestro Pieter Coecke van Aelst. Andrés Vesalio, recordaba bien al pintor por sus contactos en Amberes… de cierta manera le remordía la conciencia, más lo cierto había sido que él tuvo la oportunidad de visitar al pintor en su casa de Bruselas y allí vio algunas de sus pinturas. Fue en esos días, cuando Pieter estaba pintando La torre de Babel, y Andrés pudo admirar igualmente en su taller, los lienzos de “El triunfo de la muerte” y el de “La caída de los Ángeles Rebeldes” que le recordaron a algunos cuadros de Hyeronimus Bosch (https://bit.ly/39Wbc8E), otro artista flamenco ya fallecido y cuyas pinturas, a pesar de sus apocalípticas escenas, sabía él que eran muy apreciadas por el rey Felipe II. 

De las visiones de los tormentos de la Inquisición, y de sus grandes temores durante el cautiverio, a menudo Vesalio regresaba a pensar en las escenas de los lienzos de Brueghel Algunos personajes que él conociera personalmente, como Servet y el doctor Cazalla, se mezclaban en su mente hasta transformarse en pesadillas ardientes durante el sueño. Las escenas del lienzo de Pieter llegaban a su mente como fogonazos.

Había visto las horrendas escenas de, el triunfo de la muerte, y versificados recordaba fragmentos memorizados desde niño, de unos versos que él prefería no haber nunca aprendido y sin embargo los repetía maquinalmente Mors stupebit et Natura, cum resurget creatura, iudicanti responsura... Tal vez ensañándose imaginariamente contra sus captores había visto cientos de hombres desnudos huyendo desesperados, hundiéndose en negros socavones, tratando de ocultarse de sus torturadores, quienes cual caterva de monstruos les perseguían implacables arrastrando a seres desnudos e indefensos hasta los desfiladeros donde muchos otros les aguardan al borde de los acantilados paralizados de terror.

A lo lejos donde solo hay cuerpos inanimados, los hombres huyen hacia un túnel y el ejército de esqueletos, con sus tapas de ataúd a modo de escudos avanza en apretadas filas sobre la masa que sucumbe al ataque de la vanguardia, desprevenidos están otros y hay una mesa, sin comensales, todavía repleta de manjares pero de la fiesta campestre no sobrevive nadie, cientos cadáveres ya han sido amortajados, mientras el tribunal de la muerte, presidido por la enseña de la cruz, contempla impasible la hecatombe

Abres nuevamente los ojos y ves que todavía llueve torrencialmente ante la puerta entreabierta. Te falta el aire, toses, y recuerdas, piensas por un instante en el Valleta, la tempestad, ¿la peste?, y los cadáveres de los viajeros… Después fue, Jerusalén, o fue tal vez antes y… ¿Ahora Zakynthos?, ¿por qué?…

NOTA: texto parcialmente de mi novela “Vesalio el anatomista”(Maracaibo, 2016).
Maracaibo,  sábado 2 de octubre del año 2021

 

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