lunes, 11 de octubre de 2021

La lectura

La lectura

He conocido a gente joven que desconoce el placer de la lectura y he insistido ante estos personajes que leer es muy necesario. Sé que la más de las veces no han aceptado mi invitación a querer en particular margullirse en la ficción de la lectura de novelas. Ahora en estos tiempos de pandemia, me atrevería hasta a proponerlo como tratamiento catártico…


 

Hace un par de años, me tropecé con un artículo en internet fechado en 10/22/2016, titulado así: “Es así de contundente: si no lees es difícil que puedas pensar bien”. En julio de 2019, afirmé, que los planteamientos eran muy concretos y seducían (https://bit.ly/2LMdjEG): “la lectura es una actividad superior a la escritura. La lectura es la materia prima de la escritura. Escribir, tiene más glamour,  pero grandes escritores nos dicen que la felicidad en realidad está en la lectura. Borges lo dijo: "Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído", y Juan José Arreola, afirmaría contundentemente: "Si no lees, no sabes escribir. Si no sabes escribir no sabes pensar". 

En realidad la lectura puede parecer una cosa simple pero de hecho, es tan compleja, que es dudoso que alguien sepa lo que realmente implica. Lo cierto es que es un hábito que creo debe cultivarse desde la infancia para lograr mejores resultados. Virginia Woolf en una conferencia impartida en 1926 recomendaba que: “Para leer bien un libro, hay que leerlo como si uno lo estuviera escribiendo. Empieza por no sentarte en el estrado con los jueces, permanece de pie en el banquillo, con el acusado. Sé su compañero de trabajo, conviértete en su cómplice”.

Años antes, en 1887, Robert Louis Stevenson, decía que los libros más decisivos y de influencia más duradera, son las novelas, porque “no imponen al lector un dogma que más tarde resulte ser inexacto, ni le enseñan lección alguna que luego se deba desaprender. Repiten, reestructuran, esclarecen las lecciones de la vida; nos desvinculan de nosotros mismos obligándonos a familiarizarnos con nuestro prójimo; y muestran la trama de la experiencia, no como aparece ante nuestros ojos, sino singularmente transformada, toda vez que nuestro ego monstruoso y voraz ha sido momentáneamente suprimido”.

Según Keith Oatley, profesor de Psicología de la Universidad de Toronto, quien es especialista en la psicología de la ficción, al involucrarnos en las simulaciones de la ficción, lo aprendido se transfiere a nuestras interacciones cotidianas, de manera que al compartir indirectamente las sutilezas y tribulaciones de la historia que leemos, y al hacer inferencias sobre el desarrollo de la trama, el lector expande su empatía. Meterse, como acostumbramos, en una obra de ficción debe causar placer, empatía y la experiencia neuronal de ‘hacer’ lo que estamos leyendo. Este es un hecho científicamente comprobado.

La lectura, en todos los aspectos, es una herramienta con la que se puede transformar  el pensamiento, analizar y cuestionar el mundo que nos rodea y dependiendo de la diversidad de formas de lectura incidirá en la distinta manera de organizar el pensamiento, cómo y a qué prestarle atención y enfocarnos en aquello en lo que queremos centrarnos. Leer favorece la concentración y la empatía. Alimenta la imaginación, modifica para bien el cerebro, nos hace progresar y nos prepara para el éxito.

Con imágenes de FMRI (resonancia magnética funcional) se ha comprobado que cuando uno lee frases que describen una acción, la lectura conduce a la simulación del contenido motor y emocional en el cerebro, y se acompaña de cambios en las regiones cerebrales que provocan la acción, como si el lector estuviese efectuándola. Freud especulaba que cada uno es a la vez autor y héroe de una “novela familiar”, de la que se podría decir que somos el único lector. Nuestro inconsciente es un lector infatigable que continuamente está aprendiendo -de manera que quien lee, interpreta desde su inconsciente- y a lo escrito, le damos otra lectura diferente de la que la obra originalmente significaba.

Mientras usted lee este texto, el hemisferio izquierdo de su cerebro está trabajando a alta velocidad para activar diferentes áreas. Sus ojos recorren el texto buscando reconocer la forma de cada letra, y su corteza inferotemporal, área del cerebro especializada en detectar palabras escritas, se activa, transmitiendo la información hacia otras regiones cerebrales. Su cerebro repetirá constantemente este complejo proceso mientras usted siga leyendo el texto.

La actividad de leer, que el cerebro lleva a cabo con tanta naturalidad, tiene repercusiones en el desarrollo intelectual. El neurólogo Stanislas Dehaene, catedrático de Psicología Cognitiva Experimental del Collège de France afirma que “La capacidad lectora modifica el cerebro”, Es así: hay más materia gris en la cabeza de una persona lectora y más neuronas en los cerebros que leen. El neurocientífico Alexandre Castro-Caldas de la Universidad Católica Portuguesa demostraría en uno de sus estudios que “comparando los cerebros de personas analfabetas con los de lectores, se verificó que los analfabetos oyen peor”.

Pero no sólo es más empático quien lee, sino que también es mejor orador. Como dijo Cicerón, …“a hablar no se aprende hablando, sino leyendo”. Lejos de la imagen solitaria e introvertida con la que se identifica al lector, lo cierto es que las personas lectoras desarrollan más sus habilidades comunicativas. “Al enriquecer el vocabulario y mejorar la sintaxis y la gramática; aprendemos a hablar adecuada y justamente”. Esto lo sostiene el filósofo  Ángel Gabilondo(1949). Hacer un correcto uso del lenguaje está bien valorado socialmente, por ello, quienes nutren su dialéctica mediante el hábito lector son percibidos por los otros como personas con gran capacidad de liderazgo.

Ninguna práctica extracurricular –como hacer deporte o ir al cine–, evaluadas junto a la lectura, lograron tener un impacto tan significativo en el éxito profesional. Sólo la lectura. Las mujeres que a los 16 años leían libros por puro placer tenían el 39% de probabilidades de alcanzar un puesto de gerencia frente al 25% de las mujeres no lectoras. Para los hombres, que suelen tener más posibilidades de llegar a altos puestos directivos, la cifra pasaba de un 48% entre quienes no leían a los 16 años, a un 58% entre los que sí lo hacían.

Neurólogos y psicólogos recomiendan “la lectura como método preventivo del alzheimer u otras enfermedades neurodegenerativas”, así lo señala el doctor Pablo Martínez-Lage, coordinador del grupo de estudio de conductas y demencias de la Sociedad Española de Neurología. Cuando una persona comienza a padecer síntomas de demencia y a perder autonomía, influyen dos factores: las lesiones que ha producido la enfermedad y la pérdida de la capacidad de compensar. Compensar es poner a funcionar áreas del cerebro que antes no funcionaban, poner en marcha la reserva cognitiva, es decir, la capacidad intelectual acumulada a lo largo de su vida mediante conocimientos y actividades intelectuales. Para disponer de una buena reserva cognitiva es importante tener una vida intelectualmente activa. “Quienes se mantienen mentalmente en forma a lo largo de su vida, corren menos riesgo de padecer alzheimer, parkinson o enfermedades cardiovasculares”, concluye Martínez-Lage.

Leer siempre tuvo el poder de transformar la sociedad. Muchos libros fueron la clave del desarrollo de algunos acontecimientos históricos y ahora, en momentos de incertidumbre y crisis, la lectura debería adquirir protagonismo. No sólo como buena compañera de viaje para evadir y serenar. “No hay que refugiarse en la lectura, sino emplear su capacidad de modificar el estado de las cosas”. Según el filósofo Gabilondo, hay que utilizar el poder de la lectura para transformar la sociedad

Ayer, Rosa Montero nos decía en El País: “Los libros nos abren puertas a lo Otro, a los otros. Nos obligan a percibir las diferencias, las contradicciones y las sombras. Los libros nos enseñan la complejidad, y el conocimiento de esa complejidad hace a los humanos más sabios y más libres. Por eso todos los poderes represores intentan secuestrar e impedir la lectura. A los esclavos de Estados Unidos no se les permitía aprender a leer y escribir; los talibanes le metieron una bala a Malala en la cabeza por querer estudiar, y los tiranos como Daniel Ortega persiguen a escritores como Sergio Ramírez en esta eterna guerra contra los libros”.

Maracaibo, lunes 11 de octubre del año 2021

 

1 comentario:

Unknown dijo...

Gracias por todas esas buenas recomendaciones.