De vampiros y otras leyendas
Regreso a hablar sobre vampiros, “vuelve el perro arrepentido” decía El Chavo del 8, y es que me enteré de que existen los llamados vampiros vivos, quienes son personas que, siendo perfectamente normales en su apariencia externa, precisan del consumo de sangre para poder sobrevivir. ¿Cómo? La hematodixia se ha descrito como anemia perniciosa aunque no aparece en tratados de medicina y de nefrología, existe descrita en monografías sobre vampiros y otras publicaciones esotéricas sin que figure como una verdadera patología.
Se supone que el enfermo no puede absorber correctamente la vitamina B12 y en la medida que progresa la anemia se producen cambios en la piel por su palidez acentuada, debilidad, entumecimiento en las piernas, dificultad respiratoria, náuseas, vómitos y aversión a la luz. En 1926 se descubrió que el suministro de hígado fresco podía contrarrestar la anemia perniciosa; posteriormente se sustituyó por complejos vitamínicos muy concentrados, y a veces conjuntamente con vitamina B12 y ácido fólico.
El vampirismo o hematodipsia es otra cosa: vampirismo es una de las parafilias más retorcidas que se han descrito. Son parafilias, la zoofilia, la coprofilia, la necrofilia, el fetichismo, el frotismo y la podofilia, la pedofilia, el sadismo, el masoquismo, el exhibicionismo y el voyeurismo. En el caso del vampirismo quienes lo padecen sienten una necesidad imperiosa de ingerir, o realizar rituales con sangre-generalmente humana-, motivada en muchas ocasiones por la creencia de que este líquido contiene propiedades mágicas rejuvenecedoras o que alargarán la vida.
El vampirismo en el estado más avanzado de un síndrome que lo caracteriza, el individuo pasa a ingerir compulsivamente la sangre de otros seres humanos, ya sea bebiendo sangre recolectada obtenida de bancos de sangre o laboratorios, o directamente de un sujeto donador voluntario es decir de manera consensuada, o en los casos criminales mordiendo y desangrando violentamente a las víctimas.
Transilvania, en el centro de Rumania, al abrigo de las montañas de los Cárpatos, es la región más conocida del estado rumano, y se debe a los vampiros, que en Rumania los llaman Strigoi. Ellos serían todas aquellas personas que desean abandonar la vida en la fe ortodoxa para convertirse al cristianismo y se dice que los efectos de esta mutación se notan en el momento de la muerte: el cuerpo de un Strigoi no se pudre y por la noche sale de su ataúd en busca de sangre para alimentarse. En Transilvania se conoce bien a Vlad Tepes III, para los amigos Vlad el Empalador, un personaje histórico de existencia real, conde de Valaquia a partir de mediados de 1400 y cuya figura inspiraría al escritor irlandés Bram Stoker en la creación de su obra maestra “Drácula”. Vlad Tepes se ganó el apodo de “Empalador” por la práctica brutal con que trataba a los prisioneros enemigos: los empalaba con vida.
El culto por la sangre y sus supuestas cualidades hunde sus raíces en la historia, con personajes tan célebres como Vlad Tepes “el Empalador” (S.XV), y en la Baja Edad Media, a finales del siglo XVI y principios del XVII, en Hungría, por Erzsébet Báthory, conocida también como la “Condesa Sangrienta”, quien pasaría a la historia por lo que fue capaz de hacer con el pretexto de mantenerse siempre hermosa. Brujos y hechiceras la iniciaron en ceremonias en las que debía beber sangre, preferiblemente extraída de chicas jóvenes. Con el tiempo, no contenta con asesinar para beber sangre humana, comenzó a bañarse en ella y pasaba horas flotando en sangre. Después de años de desaparición de jóvenes lugareñas y de poblaciones aledañas, la condesa y sus cómplices fueron descubiertos. Ella fue condenada a ser emparedada en vida y se dice que la condesa aguantó cuatro años emparedada pero nunca mostró signos de arrepentimiento.
En Pomerania, entre Alemania y Polonia, las leyendas se refieren a los upier, con características similares a los vampiros del folclore eslavo. Existieron los Nachzehrer, a pesar de que han sido considerados tradicionalmente vampiros, son criaturas mitológicas semejantes a los gules y zombis, pues no se alimentan de sangre sino de cadáveres. Se creía que una persona se convierte en nachzehrer si se suicida, y vuelve de la muerte para devorar a sus familiares, extender plagas y drenar “la fuerza vital” de los vivos. Según la tradición, “pueden transformarse en cerdos y descansan en sus tumbas con el ojo izquierdo abierto y el pulgar de una mano sobre la otra”.
El primer caso documentado de vampirismo proviene de Núremberg en el siglo XVII y se centra en la vida y muerte de Jure Grando, un campesino fallecido en 1656, y cuyo cadáver incorrupto fue decapitado en 1672 debido a la creencia de los habitantes del pueblo de que era un vampiro que había provocado muertes y epidemias. Su caso fue recogido por Janez Vajkard Valvasor en su obra “El honor del ducado de Carniola” y por Erasmus Finx pocos años después.
Durante el siglo XVIII hubo un frenesí de avistamientos de vampiros en Europa oriental que condujo a frecuentes desenterramientos con el objetivo de identificar y matar a los potenciales no muertos. Algunos gobiernos incluso llegaron a dedicar funcionarios a la tarea de cazar y clavar estacas en los cuerpos de los posibles vampiros. A pesar de ser llamado el «Siglo de las Luces», en el que muchas de las creencias tradicionales fueron objeto de burla y olvido, la creencia en los vampiros aumentó espectacularmente, lo que ha llevado a algunos historiadores a describir como una histeria colectiva común a los pueblos de la mayor parte de Europa.
En Prusia Oriental en 1721 y en los territorios gobernados por la dinastía de los Habsburgo entre 1725 y 1734, se desataría el pánico ante un cúmulo de presuntos ataques de vampiros. Dos famosos casos de vampirismo, tienen que ver con los cadáveres de los serbios Petar Blagojević y Arnold Paole. Plogojowitz murió con 62 años, pero regresó después de su muerte para pedir comida a su hijo, quien se negó y fue encontrado muerto al día siguiente. Plogojowitz regresó después y atacó a algunos vecinos, que murieron a causa de una pérdida masiva de sangre. En el caso de Arnold Paole, un soldado retirado y dedicado a la agricultura que al parecer había sido atacado por un vampiro años antes, murió mientras recogía heno. Después de su fallecimiento murieron algunas personas de las cercanías, y el pueblo creyó que sus muertes se debían a un Paole que había regresado para vengarse de sus vecinos.
Algunos de “los vampiros” históricamente más conocidos fueron Fritz Haarmann apodado como "El Vampiro de Hannover" En Polonia, Juan Koltrun, llamado el "Vampiro de Podlaski", en 1982 bebió la sangre de dos de sus siete víctimas. En Rumanía, Ion Rîmaru, apodado "El Vampiro de Bucarest",
El ideario colectivo que nos han dejado las obras literarias y las películas de vampiros, muestran como los afectados de hematodipsia no usan la sangre que extraen de sus víctimas “para sobrevivir”, su trastorno está más vinculado a la satisfacción de un placer resultante del sufrimiento ajeno. Las causas del vampirismo están aún en discusión, ya que son pocos los casos descritos y documentados históricamente. Los psicólogos coinciden en señalar que el vampirismo se trata de un trastorno mental vinculado con el sadismo, que empuja a los afectados a herir y agredir a los demás para conseguir algún fin en concreto.
A propósito de la reciente revisión del libro “The Vampire” del joven doctor Polidori, (https://bit.ly/3FpyLI7) donde decía que su vampiro en “Lord Ruthven, era un personaje de ficción, que se podía considerar como uno de los primeros vampiros que aparecieron en la literatura inglesa”. Mi estimado amigo, inquisitivo y estudioso lector José Eduardo Espinoza D, quien aquí en Maracaibo se autocalifica de “nonagenario”, complementaría la información sobre los vampiros recordando a varios predecesores del doctor Polidori. Le agradezco su acuciosa investigación, cuyos antecedentes datan de 1796 con “La religiosa” de Diderot, donde una muchacha muere de pena pero abandona por la noche el sepulcro para gozar con su amante y lo vampiriza. El año 1797 Johann Wolfgang Goethe publicará La Novia de Corinto, y ese mismo año Samuel Taylor Coleridge publicó su poema Christabel que destaca por su influencia en la ficción vampírica posterior y viene en realidad a ser “la primera mención de los vampiros en la literatura inglesa”.
Maracaibo, jueves 14 de octubre del año 2021
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