viernes, 16 de octubre de 2020

“Adiós Muchachos”

“Adiós Muchachos”

9/12/2003

Jorge García Tamayo                                    

He leído y releído el libro “Adiós Muchachos” de Sergio Ramírez, conocido escritor y político nicaragüense, quien con gran objetividad ha descrito su visión personal y muy sentida sobre la revolución sandinista. Algunos capítulos son realmente conmovedores, sobre todo al percibir el sacrificio de toda una generación de jóvenes nicas empeñados en lograr la libertad plena de su patria, y de veras, no resisto la tentación de compartir con los posibles lectores de estos comentarios, algunas de las ideas vertidas en sus páginas.

La lectura de “Adiós Muchachos” nos obliga a los venezolanos de hoy a establecer comparaciones, y es un dicho cierto que, éstas “siempre son odiosas”. Dada la importancia histórica de  este escritor, laureado en varios certámenes literarios, y a su vez político y protagonista de los hechos relatados, es difícil sustraerse de pensar las vicisitudes de “el proceso”, este término Kafkiano  de nuestra pseudorevolución, que nos metamorfosea inclementemente desde hace cuatro años. 

Las diferencias históricas y de todo tipo son múltiples. Nicaragua era un país intervenido directa e indirectamente por los Estados Unidos desde la aventura del filibustero Walker al proclamarse presidente en 1856, hasta el primer desembarco de “marines” para conservar en el poder al presidente conservador Díaz en 1917. Las propuestas de un canal para Centroamérica por el río San Juan trajeron de nuevo los intereses norteamericanos, hasta 1926 cuando de nuevo al regresar Díaz a la primera magistratura hará que vuelvan los “marines” y Augusto César Sandino decidirá irse a las montañas y comenzar su guerra de guerrillas. Todas estas situaciones terminarán por consolidar en el país una clara conciencia antiimperialista. En 1933 se marcharán los “marines” y Sandino cesará su lucha armada para ser asesinado por Anastasio Somoza. Ya proclamado presidente en 1937, “Tacho” con el apoyo de los Estados Unidos y luego toda la familia Somoza se mantendrá en el poder hasta finales de los años setenta. En 1978 el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro editor de “La Prensa” acelerará las acciones del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) hasta “La Ofensiva final” y el triunfo de la revolución contra la feroz dictadura somocista. Por todas estas cosas, no puede existir un punto de comparación entre aquella epopeya de todo un pueblo por liberarse del yugo de una dictadura sanguinaria con el apoyo incondicional de una potencia extranjera, con nuestra historia patria contemporánea.  

Salvada pues esta diferencia, hablemos de Sergio Ramírez (1942). Escritor, abogado, activo militante clandestino, miembro de la dirigencia del FSLN, quien luego del asalto al Palacio Nacional en 1978, llegará al poder a finales de julio de 1979 para ser uno de los miembros del Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, con Violeta Chamorro, Daniel Ortega, Alfonso Robelo y Moisés Hassan. En aquel entonces, Sergio se entregó a la pasión revolucionaria con la seguridad de quién bien conocía “El pensamiento vivo de Sandino” sus escritos políticos recogidos por él en 1975 y traducidos a más de diez idiomas y quien ya había publicado un volumen de cuentos en 1963, “De tropeles y tropelías”(1978), “Chales Atlas también muere”(1976) y “¿Te dio miedo la sangre?” y “Tiempo de Fulgor”, ambas novelas editadas por Monte Avila en 1977. 

Las circunstancias políticas condujeron a un rápido acercamiento con Cuba, a la alineación de Nicaragua con el bloque de repúblicas socialistas y a vivir las tensiones del final del comunismo soviético y los estertores de “la guerra fría”. La llegada de Ronald Reagan a la presidencia de los Estados Unidos, y la ayuda con aportes de la Cámara del Congreso a la contrarrevolución desde 1982, no podrán ser frenados por los esfuerzos de la reunión de Contadora en 1983. Entonces como las llamas de un incendio indetenible, producirían en medio de una guerra desatada, la victoria electoral del FSLN en 1984, la cual llevaría a Sergio Ramírez a la Vicepresidencia de su país. Luego de un Acta de paz, acordada en Contadora en 1984, Daniel Ortega y Sergio Ramírez comenzarán a vivir años de esfuerzos para consolidar sobre los cadáveres de cientos de jóvenes soñadores, lo que había de ser el triunfo de una verdadera revolución socialista en América. 

“Bañados en las aguas lustrales de la ortodoxia ideológica”... al comienzo, fue necesario proceder con discreción... “... negar ante aliados y enemigos la identidad del FSLN como un partido marxista leninista”...  En sincera confesión el escritor expresa: “En realidad nunca llegó a serlo ( marxista-leninista ) más allá de las intenciones porque el ejercicio vertical de la autoridad que caracterizó sus estructuras internas y sus actos de poder, más que una aportación leninista, ya era parte de la más arcaica cultura política del país, amamantada en el caudillaje”.  

La dictadura de los Somoza no se había apoyado en el populismo, no necesitó de la cháchara divisionista y plena de odio de nuestro vernáculo “proceso”. Su poder se afianzó en la fuerza de un aparato militar y represivo, cruel y despiadado. Las hordas de asesinos y torturadores sostenidas por el régimen en la denominada La Guardia Nacional, luego del derrumbe de la dictadura, se reagruparán en grupos sostenidos por millones de dólares destinados por el gobierno de Reagan para en una cruenta guerra que costaría muchas vidas, tratar de impedir el éxito del proceso revolucionario nicaragüense. Por todas estas cosas, ni el léxico comunistoide, ni las consignas de los “pseudorevolucionarios criollos”, logran engañar a nadie, el lema es el mismo de siempre “que me pongan donde haiga”,  o quizá, “antes estábanos mejor, pero ahora manda el pueblo y quien quita...” Las esperanzas fallidas comienzan a hacer mella en “el proceso” y los días de hambre acercan cada vez más el final del mismo. Pareciera que el atraso de nuestro “Tercer Mundo” se basa más que en el usufructo de los explotadores, en los absurdos delirios mesiánicos de nuestros dirigentes que miran equivocados hacia la noche del pasado, oscura y triste, sin dolerse mucho del hambre y de los padecimientos de sus conciudadanos.  

En aquellos años difíciles, dice Sergio Ramírez que: “...la dirigencia de la revolución vio siempre con desconfianza encubierta a los países capitalistas en general, por mucho que hubieran estado cercanos al esfuerzo por derrocar a Somoza y en la lista muy pocos se ponían a salvo”...  Una muestra de lo que aconteció con Cuba, nos obliga a una reflexión local : “No solo la revolución cubana fue el modelo, sino Fidel como figura. Para algunos, copiar sus gestos en los discursos, su tono de voz, sus giros, sus silencios reflexivos manteniendo la mano en el aire, cerca de la barbilla y aún la forma de apoyarse en el podio, se volvió un vicio mimético que llegó a rayar  en la caricatura”... En la página 116 dice:  “Fidel ... pensaba en un socialismo distinto al de Cuba y veía quizás un campo nuevo de experimentación para que no fueran repetidos errores que en Cuba él no podría nunca reconocer, ni enmendar. Los peores enemigos de esta concepción fuimos sin embargo nosotros mismos, reacios a escuchar advertencias”... Culmina Sergio Ramírez este comentario en la página 117 expresando :  ...y fue Fidel el único en advertirnos que corríamos un grave riesgo de ser derrotados en las elecciones de 1990”... 

Como es bien sabido, en 1990 Doña Violeta Chamorro ganó las elecciones y derrotó al FSLN para el asombro e incredulidad de ellos mismos. Las explicaciones de esta derrota, están plasmadas en las páginas de “Adiós Muchachos”. Se plantean las tirantes relaciones con la iglesia y con Monseñor Obando Bravo. Las visitas del papa Juan Pablo II a Nicaragua, los acuerdos de Esquipulas II, de la Conferencia Episcopal y el Congreso Eucarístico de Puebla. “La opción preferencial por los pobres” era vital en una revolución donde muchos de sus dirigentes eran curas, como los hermanos Ernesto y Fernando Cardenal, Tomás Borge y Miguel de Escoto. Todos estos temas son examinados objetivamente, con anécdotas personales y que muestran facetas de gran interés. Igual conocemos de cerca actitudes y decisiones de personajes políticos de la talla de Gadaffi, de Omar Torrijos, de Carlos Andrés Pérez, de García Márquez, de Carter, de Edén Pastora, de Reagan y hasta los intríngulis del caso Iran-contra con Oliver North, y los planes de la CIA, o de los apoyos del FSLN a la guerrilla del Salvador...

Finalizando ya con el tema, llama la atención el comentario de Sergio Ramírez sobre un hecho que nos pudiera llenar de esperanzas en medio de tanta incongruencia política: “La gran paradoja fue que, al fin y al cabo, el sandinismo dejó en herencia lo que no se propuso: la democracia; y no pudo heredar lo que se propuso: el fin del atraso, la pobreza y la marginación”... pp115       Algunos comentarios adicionales pueden darnos explicaciones sobre este fracaso aleccionador. En el fondo todo gira alrededor de la corrupción.           “El modelo de acumulación basado en la idea del Estado dueño, no fue viable desde el principio”  Al referirse a las empresas del Estado, dirá : “No tuvieron congruencia en términos productivos. Tampoco lograron funcionar en términos competitivos”.  Sobre las empresas del sector privado expresará: “...fueron tratadas siempre bajo amenaza, con lo cual no podía tener ninguna seguridad y a la vez con paternalismo, con lo cual no podía tener ninguna eficiencia... Sus deudas terminaban siendo perdonadas no por razones de orden económico sino políticas”...

Las conclusiones derivadas de la lectura de tan interesantes reflexiones y venidas precisamente de un excelente escritor y luchador por las causas justas de su pueblo, hacen de “Adiós Muchachos” una obra de singular valor literario y político. Para quienes en este país estamos presenciando el sainete de “el proceso”, sirve para recordar que si bien la historia es cíclica y hasta repetitiva algunas veces, los pueblos sin educación y sin moral son pasto de su propia destrucción. Esperemos que estos breves años, nos sirvan como una gran lección de patria y civismo y que no tengamos que llegar a guerras fratricidas para llenar de muerte y de dolor el seno de nuestras propias familias. La irresponsabilidad notoria de quienes apoyan los delirios mesiánicos de algunos resentidos sociales, no debería prevalecer. Si van a perecer aplastados por el carro de la historia, no puede ser posible que insistan en arrastrar con ellos a todo un pueblo noble e inocente de las culpas y los desafueros mentales de algunos politiqueros y pseudorevolucionarios.  

NOTA: Este artículo fue publicado en Internet a través de la edición de El Gusano de luz  Número 33 del año 2003.                     El domingo, 7 de diciembre de 2014, también se publicó en este blog: lapesteloca.blogspot.com

Dedicatoria: a mi amigo José Eduardo Espinosa

Maracaibo viernes 16 de octubre 2020

 

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