En la Capital…(2)
¿No tienes una fuerza?, ¡párate guón!, ¿y las botellas?, coño sí, y ya viene el pleito, y se va a formar, lo pensabas y se te repetían las escenas, siempre era la cara de ella, ¡era su risa!, era ese olor, ¿y las náuseas?, era la burla y el temor, ¿un asco?, quizás el miedo de venirte en vómito, y era que existía mucho odio, lejano, pero lo percibías, era mucha la envidia, y ella, sencillamente, se cansó… Todo se te convertía en un solo buchao, reconcentrado, y la mayor desgracia era no poder olvidarla… Te preguntabas entonces, ocasionalmente por los espacios límpidos, ¿y el remedio cual será?, ¿caminar sin sentido?, no te importaba el rumbo, ¿cuál podría ser?, desconsolado andabas, y así ¡salió tu número!, te llegó el golpe, se prendió un vainero, lo pensaste y mal habría de acabar, vos lo sabías…
¿Dónde estaba Linda?, te perdías, ¿otra vez desorientado? ¡Estás en La Pastora uón!, es solo un hematoma bró, ¿sí?, ¡sendocoñazo pana! Te dolía mucho, hasta el amanecer, duele burda, ¿huele?, ¡en el pómulo! Vos envuelto en cartones, ¡hacía tanto frío! ¡Ay vale!, lo quebraron mi pana, ¿habrá fractura? ¡Ay! Nos vemos, ¿en Dos Pilitas? Una limosna por el amor… Si doñita, vos le decías, porque sabías que andabas con un ojo de taparita... Sonó la corneta de nuevo, y las notaste, otra vez, te gritaban, es a ti, ¿sí?… Fue entonces cuando vos buscaste un hilo de lucidez para decirte, ¡pero coño, si a mí no me conocen¡ ¡No es a mí!, ¡no!, y te lo repetías, varias veces, pero escuchaste más imprecaciones, y sabías en el fondo que eran para vos mismo. ¡Improperios! Vos el mismo que dormiste en la plaza, vos, el borrachoemielda, y vos el de los cartones, te viste cruzando la calle, y no podías decir nada, pero les escuchaste, ¡coñoetumadre!, eras vos, pero volvías a inquirir para vos mismo, ¿es a mí a quien insultan?, y ellas se reían, y te miraban, por eso te atreviste a decirles, ¡a mis cojones!...
Lo sabías o lo pensaste al escuchar como él murmuraba por dentro de vos mismo, y mientras veías a las mujeres en el auto, hacías un esfuerzo, pues estabas considerando la situación, recapacitando, para decirte, es que son muy jóvenes, en aquellos momentos vos sabías que te temían, lo percibías, y notabas que ellas te miraban, con horror… Son tan solo unas coñitas, vos lo dijiste, pero hacia adentro, como hablándole, al del insaid, al saber que ya todo estaba perdido… No vales nada, para nada. Las palabras fluyeron con meridiana claridad, te las espetaba el mismo ser que regía tus destinos, y volvió, de nuevo, regresó el maldito y te lo repitió medio risueño, él te controlaba y vos lo sabías, él te dominaba y te murmuraba todas aquellas cosas… Deciles que son unos marditos, vos no queréis hacerlo, pero vai deciles… ¿Benditos? Entonces fue cuando vos le hablaste y luego sentiste como te empujaron y te arrastraron, y desde el aire pudiste ver cómo te pateaban, y así fue como poco después, cuando recordaste todo, hasta su sonrisa, todo todo, se te fue oscureciendo…
¡Despierta piazoecoño! Vos reconociste el sabor, la sangre, y rebobinaste, volvías a ser vos mismo, cuándo te sacaron la picoeloro, vos… ¿Corriste?, ¿escapaste?, ¿cómo?, había que descender, giraste, vértigo, y fue simplemente caerte, rodar, unos baches, entre las aguas negras, resbalar, cloacales, al pie del puente, amoniacales, densos perfumes pútridos… ¿Dónde andará ella? Virgen de Altagracia… ¡Vámonos de aquí vale! Te ayudaron, otra vez, y te explicaron. Está podrido. Todavía vos recordáis lo que te dijeron, y entretanto dentro de vos mismo, solo carcajadas entre el chirrido impenetrable de las chicharras, solo risotadas. Fue por eso, precisamente debido a esas crispantes risas que vos te decidiste a no hacerle más caso, a no pararle más bolas, al menos por esa vez, ya te habías atrevido, sin saber de dónde te salió, o… ¿Cómo escaparte? Es aquí. Llegaste al final y él te lo repitió varias veces, hasta el instante cuando con una increíble arrechera le respondiste. ¡Pero vamos piazoemarisco! Así lo increpaste con furia. ¡Salta pafuera! Lo retaste. ¡Hacelo ya! De una vez. ¡Venite pues!
En aquel momento vos sabías que lo mejor era no acatar sus designios. Él sabría cómo controlarte, aquel ser, él que te había colonizado, quien llevaba las riendas, entre los dos, él era quien mejor te conocía, sabía de tu realidad y de las crueldades del mundo, él era más prudente que vos, juntos andaban por la vida, pero Linda era tuya solamente, ¿todavía?, y eso para vos, esa verdad marcaba la gran diferencia… Reflexionando por unos segundos vos pensaste que no estabas cuerdo, seguramente él te comprendió y te empujó. Así fue como vos viniste a caer de bruces, de cara, te fuiste dejeta… Estoy perdido, ya sin Linda no hay remedio… Vos lo pensaste cuando él te llegó encimándose para decirte. Mi pana bulda, tranquilino que yo lo voy a ayudar, llegará el cartero… ¿Qué podías decirle? ¿Conversarle? Te convencería…
Allí mismo fue cuando vos pudiste comprender que ya sin ella no valía la pena seguir. Que era cierto. Desde adentro se silenciaba tu otro yo, ya no habría orientación posible. Entendiste que padecías de un mal irremediable, y sin capacidad de subsistir, ¿példida?, perdida, rota, atracado, arratada, atrincado, ¿a reincidir?… ¡Senda pea mipana! Morir de frío. ¡Chamo estás bulda epasao!, ¡coje piso uón!, mearse de miedo, es por el Pacheco, ¿pachuco?, bachaco, y ella cerró sus ojos, amarillentos, rayados… Era no querer despertarse, en una borrachera infinita, perenne, eterna, mundial, intergaláctica, ¡del quinto coño! Estabas hecho una grima, un despilfarro humano, una etcétera, la reca y con todo y eso, no te fundías definitivamente y seguías allí, vivo, pero ¡hasta cuándo! ¿Cuál era el significado de tener que abrir los ojos otra vez? Entonces sí que le oíste con toda claridad, escuchaste sus palabras… ¡Ésta es la Prefectura chamo!
Pensaste que de nuevo ibas a tener lucidez, y él llegó para decirte, solapadamente… No te dejejodé por los tombos vale. ¿Hasta cuándo Linda? En unos días estabas de nuevo en circulación. Un baño, un automóvil, unos amigos, orinar en una taza limpia, unos tragos, el semáforo, gritos, un alto, allí en la vuelta de la auyama. Silencio desde tu alma. Al fin alguno se condolía y en el tercer piso, ¡cama al fin! Los amigos, los de palos, en una sola curda, de noche y de día, con o sin náuseas, la capilla estaba abierta, imprecaciones, me han abandonado, golpes e interjecciones, no la he visto, ¿qué se yo de Linda? ¡Despertar y todavía respirando! Después el mea culpa, ¡arepas!, ron y spaguetti bologña, aguardiente anisado y de nuevo a la música ensordecedora y después a vomitar. Agua helada, mea máxima culpa, sudor frío, ¿morir?
Rosita. ¡Qué suerte la tuya! La ropa limpia, temblor fino, amorcito… Misia Eudocia, corazón, de muerte lenta, yo tengo ron con coca-colá… Mudarse a Catia, que tentación, dicen papá y mamá, ¿una suplencia en el Seguro Social?, un resuelve panita. Amigos verdaderos Rixio y Teresita… El patio interior, los materos floreados y las violetas, sí, las violetas de Teresita. ¿Ratón del queso? Reincidir, te esperamos en la esquina, el chiquito de Angelina, ¡guá, pudriéndose está!, ¿y la Pelúa?, un beso, ¡la Nena que buena!, las botellas en el botiquincito, bien frías y el ajilei, se jugaba fuerte, ¿truco? ¿Orar?, no, siete y medio, no basta rezar… La música seguía siempre sonando y las chicharras estaban ya enmudeciendo… El inquilino había decidido guardar silencio. Hacen falta muchas cosas, dónde, donde estás, ¿qué estás haciendo? Porqué se fue y no volvió, porque el Señor me la quitó, ¡por favor!, si yo solo quiero, si yo espero, si yo lo único que deseo, si yo a lo único que aspiro es, es, a emborrachar mi corazón...
NOTA: Finaliza aquí el texto ( “En la capital…” que en los 80 fue escrito, más no incorporado a “La Peste Loca” (novela-Maracaibo,1997).
Maracaibo, domingo 25 de octubre del 2020, el año de la peste del coronavirus.
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