sábado, 25 de septiembre de 2021

Disfrazados en la peste

 

Disfrazados en la peste

Hace unos días, estaba recordando las imágenes de algunas figuras narigudas con aire de pajarraco en dibujos y pinturas de tétricos relatos medievales al hablar de la peste bubónica, y pude leer esto, en algún sitio de la nube cibernética…“En las noches de Venecia, durante su carnaval, la figura del Dottor Dea Peste se pierde en su oscuro pasado, y el pico de su máscara, afilado como una guadaña, se clava en lo más profundo de nuestro inconsciente, ahí donde residen los traumas colectivos que han sido herencia de generaciones”


Pensé que justamente ahora cuando vivimos “tiempos pandémicos de nuestra historia contemporánea, se nos hace difícil comparar a los médicos actuales con aquellos “narigudos” del medioevo. Es posible imaginar como aquellos doctores, ataviados con sus máscaras picudas, caminaron por calles empedradas donde los cadáveres se amontonan y las ratas negras celebran la muerte remedando escenas de una pesadilla, y sin embargo, lo sucedido en nuestra región no fue quizás tan aparatoso pero tampoco fue un cuento...  Nuestros médicos y enfermeras como muchos empleados ayudantes en el sistema de salud han sido diezmados por la peste del Covid-19.

Cuando vimos aparecer los trajes de aislamiento NBQ (nuclear, químico y bacteriológico), pensamos que se trataba de una cosa de ciencia ficción, y la TV comenzó a hacer realidad la pesadilla noticiosa con cifras que iban creciendo, y era como recordar a Defoe o leer la novela “Guerra mundial Z” cual si sucedería algo, como el filme desquiciante con Brad Pitt estuviese premonitoriando lo que mundialmente vendría en vivo… Ante estas evidencias, especie de trauma colectivo, resulta inevitable pensar en la diferencia que puede significar para médicos y cualquier ciudadano de a pie, el uso permanente de las dobles mascarillas y las protecciones de plástico que al final resultarían insuficientes para proteger de una terrible mortandad a nuestros galenos zulianos.

Algo mucho más allá de El Decamerón de Bocaccio se estaba produciendo, sin duda alguna. Y cuando sin conocer todavía la dimensión de lo que se avecinaba, veíamos en la televisión a funcionarios públicos armados con mangueras, regando las calles de las grandes ciudades infectadas por un virus del que poco o nada se sabía, pronto comenzó a conocerse sobre “el virus chino”, y se daban explicaciones contradictorias sobre su origen, pero veíamos como en Italia, el virus daba su primera demostración de exterminio masivo entre los seres humanos… El resto del cuento, que ya es historia, lo sigue percibiendo la humanidad entera, pero retomaré mis macundales y vuelvo al tema de las máscaras picudas de los galenos medievales.

Dicen que aquella ropa con máscara incluida fue inventada por Charles de Lorme en 1630, y que fue utilizada por primera vez en París, para luego extender su uso por el resto de Europa. El traje de protección consistía de una túnica de tela gruesa encerada, una máscara con agujeros con lentes de vidrio y una nariz cónica con la forma de pico, que era rellenada con sustancias aromáticas como ámbar gris, hojas de menta, estoraque, mirra, láudano, pétalos de rosa, alcanfor y clavo de olor. Las máscaras que parecían largos picos de aves serían usadas por algunos doctores en los siglos XVII y XVIII y estaban diseñadas para protegerlos del aire podrido, el cual según la teoría miasmática de las enfermedades era la causa de la infección pestosa.

 


“Los médicos de la peste” no sabían muchas cosas. En realidad sabían bien poco; ellos ignoraban que eran las pulgas de las ratas y que no era por “los aires” como les llegaban los miasmas. Aquellos “médicos” eran seleccionados particularmente en tiempos de epidemia por la gente de los pueblos que tenían muchas víctimas de peste. Debido a que las ciudades eran las que pagaban sus salarios, ellos cuidaban de todos los ciudadanos, ricos y pobres, sin importar a cual ciudad pertenecían. Estos “médicos” no eran profesionales con instrucción tradicional como los otros médicos o cirujanos ya experimentados. Los de las máscaras, resultaban ser unos doctores de segunda categoría quienes no habían podido establecerse exitosamente en la profesión o eran médicos jóvenes que estaban tratando de hacerse camino. Una especie de lo que hoy día en este país llamaríamos tristemente “Los micos”: (médicos integrales comunitarios)…

 

En la historia de aquel reino caribeño (a kingdom by the sea), el feliz reino aquel que estaba frente al Mar Caribe y del cual Edgar Poe, de conocerlo tal vez pensó escribir …“It was many and many a year ago, in a kingdom by the sea…  Es que era el mero reino de una riqueza exultante, donde habitaba suertudo el hoy difunto bribón, que prefirió ceder -¡y regalado!- las feraces tierras de sus habitantes, ¡un regalón!, a su father putativo, su bien amado “Asmodeo-fidelión”…

 

De momento interrumpo la historia del kingdom by the sea, donde los “doctores de la peste” seguramente soñarían con curar a los enfermos según nunca les enseñaron como en las decenas de instituciones para ellos creadas según los designios del father Asmodeo-fidelión. Más sin embargo, tristemente y per seculorum, ellos ya conocidos como “los micos comunitarios”, padecerían arrastrando el fatídico destino de ser de aquella farsa revolucionaria los heredarios. En tiempos de Boccaccio, cual corolario, “los picudos doctores de la peste negra", ninguno lograría quitarse el remoquete de médico falsario.

 

En este otro, no tan antiguo kingdom by the sea, los verdaderos galenos, con esfuerzo forjados en universidades centenarias, que acorraladas eran víctimas de aparatosas crisis presupuestarias, habrían de ser completamente relegados, y al escapar por centenares se vieron obligados, ante la insania del demente, a buscar un mejor futuro en otras tierras, al presentir lo inexorable de la catástrofe inminente que habría de darse en aquel reino donde quizás y tristemente, Edgar Poe quien con locura amaba a Annabel Lee, pesaroso pudo observar tras una nube, un viento gris soplar helando su hermosura, para hacerla callar, y allí en un sepulcro silencioso reposaría… Algo que ocurriría en aquel reino junto al mar…

 

Lo cierto es que hubo un reino que otrora fuera hermoso y productivo, frente al caribean-sea, do la desdicha que a sus nativos les tocó soportar, y fueron engañados creyendo ser premiados, por aquel rey felón, quien encumbrado habría, tras un indulto -a pesar de haber sido ya preso por traicionar del reino su juramento de fidelidad- o sobreseimiento otorgado por su senil y resentido predecesor, y al final, para todos ya tristemente es conocida el resto de esta historia. El traidor, tan pronto se sentó en el trono, comenzó su labor; y con supuestos beneficios dijo favorecer los pobres, y crearía -directamente asesorado por los adláteres del Asmodeofidelión- un instrumento de divulgación, sobre bondades que supuestamente repartiría a raudales… Con edictos y en pancartas, sus vasallos conocerían por vía oral y en cientos de panfletos en carteles escritos y a diario repartidos a lo ancho y largo del reino aquel ya derruído, sobre las supuestas bondades que el bribón les decía poseer y con las que habría de prodigar felicidad a raudales entre los súbditos más leales y así per sécula seculorum (nunca digas amén)…

 

Tan bien planificada estuvo la estrategia y sería de tal grado eficiente su ejecutoria regia, que una sola falla pudo tener, tan solo un pequeño detalle que aquel canalla no supo calcular ni logró controlar -la parca habría de llevárselo en los cachos antes de permitirle envejecer-, más sin embargo, tan exagerada había sido la desmesurada propaganda entre su hambreado pueblo, que todavía -años más tarde- hay quienes creen  que el tipo “vive” y mientras la lucha por sobrevivir entre los pobres sigue, en su ahora depauperado kingdom by the sea ellos siguen soñando que se hará realidad la oferta del felón y de su fatherAsmodeofidelión y así esperando lelos algunos aún confían -¡que tremendo pelón!- en que pudiesen ver un día -cuando San Juan agache el dedo- el renacer de la prometida y milagrosa, robolución…

NOTA: confío en que los reales poetas me sepan excusar “la rimadera”, pues no era mi intención poetizar con esta verdadera tragedia nacional.

Maracaibo, sábado 25 de septiembre del año 2021

 

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