…un país para querer…
De todos conocido, es lo sucedido: comenzando este sigo XXI, en Venezuela se impuso un populismo autoritario encabezado por un militar golpista quien fue perdonado tras haber traicionado a su patria, y al ganar unas elecciones se había convertido en una suerte de “mesías” quien anunciaba que: a pesar de haber vivido en pobreza y con grandes sacrificios, el pueblo estaba al fin ante un paraíso…
En aquellos primeros años del siglo XXI el teniente aquejado de un mesianismo que él mismo denominó “bolivariano”, manejó una extensa fortuna estimada en más de 4000 millones de dólares nacidos de la industria petrolera en un sistema gubernamental presidencialista y corrupto que le habría de permitir dilapidar a manos llenas y de acuerdo a su criterio totalmente fuera de algún control institucional, todo el dinero, con los bienes y servicios de la nación.
Presidentes, dirigentes políticos, asesores, publicistas, saltimbanquis, mercenarios ideológicos, empresarios, intelectuales, artistas, top models, grupos progresistas, guerrilleros y hasta fundamentalistas, llegaban a la sede del poder y desfilaban por el Palacio de Miraflores, presentando lisonjeras ideas, aspirando convertirse en asesores, u obtener fondos para algún proyecto, ideológico o no, películas para cine, documentales alineados a las ideas bolivarianas, o a cualquier otra de la nueva “izquierda progresista”. A esta troupe se sumaron unos cuantos intelectuales de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.
Como muestra de estos personajes estuvo Ignacio Ramonet (1943) periodista español catedrático de teoría de la comunicación especialista en geopolítica y estrategia internacional quien le atribuyó a Chávez el “haber abierto el camino en América Latina a una nueva generación de líderes socialistas” y Noam Chomsky, filósofo, politólogo del Instituto de Tecnología de Massachusetts al encontrarse con Chávez , había declarado que “en Venezuela se estaba construyendo otro mundo posible”.
Años atrás, antes de que estas cosas acontecieran en su patria, el 12 de enero de 1995, José Ignacio Cabrujas escribiría algunas de estas reflexiones que he tomado para recordarlas a continuación: “Francis Bacon decía que no hay peor cosa que considerar sabios a los pícaros. Latinoámerica, Venezuela, el Caribe, han tenido siempre la necesidad de mirarse a sí mismos, de expresarse en un ícono”... “los venezolanos somos admiradores de los mitos, porque no entendemos nuestra historia”… “Hemos asociado la palabra vida, palabra hermosa, y la llegamos a confundir con viveza, pensamos que estar vivos es hacer una picardía”… “Venezuela ni quiere, ni busca, ni anda. Su conducta en los organismos internacionales es incoherente; no refleja un plan nacional, un desarrollo. Venezuela no se ha inaugurado”…
Continúaría dicurriendo Cabrujas, así: “Si el Presidente es un ladrón, yo también; si el Estado miente, yo también; si el poder en Venezuela es una cúpula de pendencieros, ¿qué ley me impide que yo entre en la carnicería y me lleve media res? ¿Es viveza? No, es drama, es un gran conflicto humano”… “El sentimiento criollo es la cultura española”…“no hay manera que un hombre español se exprese en su visión de sí mismo como el hombre común; utiliza lo folclórico, lo costumbrista, pero a la hora de entrar a describirse como una nación, elige siempre su cúspide”... “Nuestra manera de identificarnos, de presentarnos frente al mundo y ante nosotros mismos fue siempre esa, y somos los astutos, los graciosos, los que no pudiendo acceder a lo sublime, nos vimos en la necesidad de asumirnos como parodia de lo sublime”.
I se preguntará José Ignacio Cabrujas… ¿Por qué?…“Nuestra cultura del trabajo, allí subyace, porque al fin de cuentas se trabaja para una recompensa y decir otra cosa es una hipocresía. Indiscutiblemente existe el trabajo espiritual, el del científico, el del poeta, el del escritor donde el trabajo es un placer. Pero para el hombre que martilla todo un día, no existe placer. No puede haber placer por martillar. Constituye una manera de vivir, se expresa en términos de salario, requiere de un pago correspondiente para asumir esa tarea”…
…“Hemos creado una imagen donde el rico tiene imagen de pícaro, Miguel Otero Silva decía que el único rico honrado que él conocía era Antonio Armas, porque la historia de su fortuna se veía por televisión. Bateaba y le pagaban por eso. De resto la riqueza no es honrada y el disfrute de ella misma tampoco es honrado”... “Deberíamos desterrar de nosotros mismos la idea de que la viveza nos ha acompañado como acto cercano al trabajo. Aquí lo que hay es un lento, dramático y desesperado esfuerzo de una sociedad por asumirse a sí misma, en un territorio y dentro de unas costumbres y unos códigos que ni le corresponden, ni la expresan y, en ocasiones, ni siquiera la sueñan”… Hasta aquí lo que pensaba Cabrujas…
En el interior del país, donde dirigentes locales emulando a los “caudillos” de los tiempos de la independencia, a caballo y machete en mano, aupados por el nuevo mesías comenzarían a tomar las tierras de los medianos y grandes productores agropecuarios. Alrededor de cinco millones de hectáreas fueron sustraídas sin recibir compensación y las medidas depredadoras se extendieron a sectores industriales, productores de alimentos y hasta a la banca. La prepotencia del poder sin control fue alcanzando situaciones extremas cuando comenzó el afán expropiatorio del líder. La palabra “exprópiese” se acuñó en su boca…
Aunque Chávez promovía la frase “ser rico es malo”, la nueva élite, incluyendo a miembros de su propia familia y a quienes lo acompañaron en su proyecto socialista, terminaron migrando al extranjero con sus multimillonarios recursos obtenidos en negocios oscuros. Hijos de familias tradicionales de la clase alta, “los bolichicos” asesoraron a los nuevos dueños del país, escondieron los dineros en paraísos fiscales, establecieron empresas de maletín y compraron con sobreprecios mercancías vencidas y detrás de ellos ascendieron también escoltas, militares, políticos y funcionarios.
Alejandro Andrade, un militar que participó junto con Hugo Chávez en el golpe del 4 de febrero de 1992, fue su guardaespaldas durante la primera campaña presidencial que lo llevó al poder en 1999 y llegó a ser presidente de la Oficina del Tesoro Nacional entre 2007 y 2010 y desde ese cargo logró en comisiones millones de dólares por adjudicar divisas con cambios preferenciales a amigos del régimen.
La sargento Claudia Díaz Guillén y su esposo, el capitán Adrián Velázquez Figueroa, miembro del equipo de seguridad del presidente, son emblemáticos en la historia de la corrupción chavista. El ascenso social y económico de Claudia derivó de las atenciones ofrecidas a Chávez durante los primeros meses de su convalecencia por el cáncer. Claudia pasó a presidir también la Oficina del Tesoro Nacional, que en los tiempos en que se aplicaba el control cambiario permitía entregar dólares preferenciales a amigos y socios para luego ser vendidos en el mercado negro o para hacer importaciones ficticias. Las ganancias por su pasantía en ese cargo se evidencian por el manejo de millonarios recursos de la pareja a través de empresas opacas. El matrimonio estableció al menos cinco empresas desde Panamá a través de cuentas bancarias en Suiza y Liechtenstein. La pareja se encuentra residenciada en España…
Como decimos por acá… “¿Pa qué más? “Que oiga quien tenga oídos”
Maracaibo, 29 de septiembre del año 2021, en pandemia y cercanos a un nuevo coño monetario…
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