Nabonido en la novela
En mi novela “LaEntropíaTropical” les decía ayer que se encuentra intertextualizada una novela sobre Nabonido (una que escribiera de adolescente en el bachillerato) y que se basó en algunas evidencias ya señaladas. Como prometiera, aquí va resumidamente, el argumento de mi novela sobre el último rey de Babilonia…
“El rey Nabucodonosor aprestó pues su ejército, reunió sus carros de guerra y los colocó en la retaguardia, dispuso de la caballería para que fuese en la vanguardia y reclutó a miles de hombres armados con lanzas, espadas y escudos protectores. Consolidó así un núcleo pulposo de carne y hierro para darle salida, como un río, al contingente armado que a través del desierto, cumplirían las profecías escritas muchos siglos atrás. Así fue aprehendido el rey de Judea para ser llevado encadenado ante Nabucodonosor y el ejército invasor penetró en el templo de Yavé, rasgó y pisoteó sedas y cortinajes, saqueando los tesoros del rey Salomón y tras un baño de sangre, decidió llevarse cautivos a todos aquellos seres que estaban en capacidad de trabajar”.
“Familias enteras, mujeres, niños y ancianos, acompañaron al cortejo de prisioneros. Aquel rebaño de semitas marchó rumbo a Babilonia. Más hete aquí que cruzando las tierras de Harrán, algunos sacerdotes decidieron ofrendar a la diosa Ishstar y las sacerdotisas ancianas del templo de la diosa luna salieron para agradecer el gesto del rey, y así varias niñas seleccionadas fueron arrancadas del regazo de sus madres y entregadas para servir a la serena deidad en el templo”.
“Llegó Nejusta al templo con las demás niñas, fue cambiado su nombre por el de Astaned y pronto fue adiestrada por las ancianas sacerdotisas en el complicado ritual sagrado de las adoratrices de la diosa luna. Con los años se fue haciendo mujer y el espíritu de su raza cautiva se agitó en su pecho. Astaned disfrutaba la danza ante el fuego sagrado, pero en su interior rechazaba a la serena deidad; ella, en el fondo de su corazón, solo podía creer en Yavé su Dios. En Harran, presa tras los muros del templo de Ur, Astaned la sacerdotisa cumpliría los dieciocho años”.
“Negra sin luna y sin estrellas fue la noche cuando Astaned después de una absurda querella con Batika la anciana sacerdotisa de Ur, decidió que era el momento de hacer realidad su proyectado plan de fuga, idea ésta acariciada desde los lejanos días de su niñez. Uno de los inmensos portalones de la ciudad dio paso al rebaño de camellos, y Astaned traspuso el muro. Se sintió, ¡al fin!, libre. Una avanzada de los ejércitos del faraón había acampado cerca de la ciudad en las tierras del oasis de Harrán y un grupo de hombres armados se tropezó con el cuerpo de Astaned quien dormía entre la arena tibia. Un militar egipcio compró el apetito y el silencio de sus subalternos con monedas de oro y se llevó a la joven a su tienda. Una semana después cuando el campamento se levantó y en la soledad de las dunas, Astaned llorosa vio alejarse hacia el sur al grupo de hombres de la vanguardia del faraón Nejo”...
“Cuando las sacerdotisas del templo se percataron de la ausencia de Astaned la buscaron con gran preocupación pues el sumo sacerdote había puesto en ella sus ojos. Trajeron de vuelta a la joven al santuario de la diosa Ishtar para ungirla con aceites y mirra, bañarla en las fuentes purificadoras y exponer a la luz de la luna su oleosa piel cubierta con polvillo de antimonio y perfumadas esencias. El sacerdote Asunthemoth, prendado de su extraña nostálgica belleza tomó la determinación de contraer matrimonio con ella, convencido de haber hallado en ella la reencarnación de la diosa Ishtar y se liberó de sus votos, y demostró que escrito estaba como las sacerdotisas podían casarse siempre y cuando no tuviesen descendencia. Más hete aquí que nacieron dos hijos de una sola vez, uno blanco como la leche con los ojos de un verde profundo como los de su madre y el otro moreno con las mismas facciones pero con los ojos negros como las alas de los cuervos. Y el sumo sacerdote se sintió feliz porque tenía dos hijos que habrían de sucederle en su ya avanzada vida y sintió una inmediata preferencia por el niño de piel más clara y lo llamó Nabonido y ofrendó a los dioses para que hicieran de él un hombre justo, sabio y afortunado”.
“Asunthemoth, fue viendo crecer a Nabonido, y también a su hermano, el moreno Azurlazar quien prefería los deportes, la compañía de los pastores y las rudas faenas del campo. Nabonido sentía haber heredado el amor de su padre por las ciencias y la religión y sumido en hondas meditaciones, escribía incansablemente, o pensaba en su madre que había fallecido cuando él era niño. Estudioso de la astronomía, Nabonido tenía originales teorías que en ocasiones escandalizaban a los religiosos. Interesado en la Arqueología, dedicaba horas al estudio de las más diversas expresiones culturales”.
“En el año 562 ac, cumplieron 25 años ambos hermanos cuando recibieron la noticia de la muerte de Nabucodonosor. Asunthemoth se desilusionó al saber que el sucesor sería su hijo Anel Marduck, irreverente, derrochador y corrupto, considerado por los sacerdotes como una calamidad. Anel Marduck había decidido no acatar los designios de ningún Dios, ni creer en las leyes del código de Hammurabi, y grandes festejos comenzaron a prepararse en Babilonia para su coronación. En Harram, Asunthemoth, abochornado por la conducta de su rey y de su pueblo, decidió marchar con su hijo Nabonido, hasta Babilonia y en el templo de Marduck Esagila ayunaría para que la cordura regresase a su rey. Su hijo Nabonido, fue admirado por los sacerdotes y los sabios del templo quienes le escucharon con especial atención y veían en su figura, una esperanza para cambiar los tiempos, una salida para todo cuanto estaba aconteciendo en la convulsionada ciudad”.
“El rey Anel Marduck se negaba a respetar al gran dios Marduck y a su cortejo de dioses, y los sacerdotes del templo también clamaban a Marduck, pero no eran escuchados, para vergüenza y oprobio de los doctos y sagrados hombres de Babilonia. El rey Anel Marduck, decidió liberar de la prisión a Jeomías, rey de los Judíos, mientras los sacerdotes esperaban por una venganza del gran Marduck Esagila… Asunthemosth, le relataría las andanzas del poderoso soberano a Negrilisar cuñado del rey de Babilonia, pero Negrilisar hubo de limpiar su conciencia enviando a los calabozos del Babel al anciano Asunthemoth sumo sacerdote”.
“El año 555 a.c., en los calabozos de Babilonia, agonizaba Asunthemoth y su hijo, Nabonido con los ancianos religiosos maldecían al rey Negrilisar, quien repentinamente se llevó las manos al pecho y fue tornándose azul violáceo, mientras el sumo sacerdote fallecía también en la prisión. Zamboshi-Marduck el hijo menor del extinto soberano, pretendió reparar algunas de las tropelías de su padre, con la ilusión de preservar para su pequeño Raba-Kadur las riendas del imperio pero los sacerdotes cansados de esperar por Marduck, instigaron al pueblo contra el nuevo rey, y se produjo una manifestación de los obreros en las hornos de las alfarerías babilónicas con gran pillaje, violencia e incendios y aunque el soberano convocó a los sacerdotes, varios guerreros a cuchilladas, le dieron muerte al rey y a su pequeño hijo”.
“Nabónido fue impuesto como el nuevo rey y así le habló Azurlazar: - Nabonido, mi hermano querido. Me tocó a mí sufrir el castigo del rey que nos engañó, destruyó mi casa, aniquiló a mi familia y me envió cargado de cadenas, a las inhóspitas tierras de Lidia, a trabajar en las minas de sal bajo el inclemente látigo de quienes ni siquiera eran mis gentes, confiados en que allá se calcinarían mis huesos. Vos llegaste a ser el rey de Babilonia, decime vos, ahora que han transcurrido tantos años, me urge saber si todavía sois el mismo Nabonido de nuestras charlas cuando éramos niños, de nuestras conversaciones de juventud, vai, decime cuál es tu verdad, y cual será tu respuesta, para llegar hasta el final, todavía viviendo en este oasis, lejos de Babilonia y de sus gentes”...
-“¡Mi valiente hermano, bravo guerrero, impetuoso y querido Azurlasar! Los años y las penurias han cambiado tu apariencia, pero el timbre de tu voz y ese porte marcial que luces, es el mismo de antes. Desde que murió nuestro padre no dejé de soñar con este encuentro. Intenté reunificar el imperio bajo la idea renovadora de un solo Dios, pero me estrellé contra los adoradores de la plata, el oro y las gemas, quienes vivían de las riquezas y las prebendas que se ofrendaban a Marduck, Anu, Schmach, Ea, Ishtar, Gula, Ninib y Girra. El oro parecía ser indispensable para calmar los demonios y ya nuestras aguerridas tropas eran borregos sin entrenamiento militar. Nosotros somos arameos, no podremos asimilar ese odio ancestral que tenemos contra los asirios. En mi corazón conservo grabadas las enseñanzas de nuestra madre, tal vez por ella, creo en un solo Dios, aunque eso me haga parecido a los detestados hebreos”…
“Fui llevado al trono, impuesto de mi real investidura después de una sangrienta trama urdida por el Sumo Sacerdote quien logró incendiar media Babilonia antes de asesinar al rey y a su pequeño hijo. He vivido una pesadilla. Creí mejorar la situación de mis súbditos unificando las creencias religiosas, pero hube de abdicar en mi hijo, Baltasar Assur. Él, no comparte mis ideas, tampoco ha querido continuar mi obra. Ha restablecido el culto a Isthar y a Marduck, ha cambiado los mandos del ejército, remplazado al Sumo Sacerdote y poner las gobernaciones y la recaudación de los diezmos a nuevas gentes. Querido hermano, mi buen Azurlasar, en un par de años todo se ha desmoronado. Me he retirado del mudalar de Babilonia, un trono ensangrentado de una nación que se hunde en la corrupción y en el vicio. Siento mis manos llenas de sangre y no puedo lavármelas, mi corazón está oprimido y la noche de la eternidad me envuelve. Sé que el sol nunca volverá a salir en el horizonte”.
-“Terribles son tus palabras hermano mío, y me pregunto si acaso sabes con certeza que el ejército persa está rodeándonos, que se acercan como la langosta, arrasando la tierra, oscureciendo los cielos y poco tiempo falta ya para que nos visiten. Cuando esto ocurra mi buen Nabonido, entonces si se habrá de apagar para nosotros la luz de la vida”.
Hasta aquí llega la novela sobre Nabonido, el último rey de Babilonia.
Maracaibo, viernes 28 de agosto, 2020
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