domingo, 30 de agosto de 2020

don Alonso de Ojeda


don Alonso de Ojeda

Alonso de Ojeda nació el año 1468 en el seno de una familia perteneciente a la nobleza aunque venida a menos por razones de economía, quienes vivían en un poblado conocido como Torrejoncillo del Rey, en Cuenca, España. Tras haber  sido designado al mando de una de las naves de Cristóbal Colón en su segundo viaje del año 1493. En “El Nuevo Mundo”, Ojeda fue, como Capitán, el primer soldado que hizo frente a los encuentros hostiles con los nativos, y gracias a su valentía y pericia militar, supo llevar la paz para la fundación en el Mar Caribe de la colombina La Española, hoy la isla de República Dominicana y Haití..

En 1496 El capitán Ojeda dejaría la Española para regresar a su patria, donde hablaría con su protector, el obispo Juan Rodríguez de Fonseca, quien lo autorizó a realizar su primera expedición sin la presencia de Colón. El viaje, lo hizo Ojeda en una sola carabela, acompañado de Américo Vespucio y de Juan de la Cosa, hasta llegar a la isla de Trinidad en el mismo derrotero que hiciera Colón. A partir de aquí empezaría su propio periplo a lo largo de la costa de Venezuela, y hallaría el lago de Maracaibo llamado por los indios Coquibacoa, de tal manera que fue Alonso de Ojeda el primer europeo que pisó tierra firme en América, y los reconocimientos geográficos para la composición del mapa dado a conocer por Juan de la Cosa en el año 1500, se dieron por aquella aventura cuando se descubrió el Lago de Maracaibo y nació el nombre de América por el mismo tripulante Vespucio y fueron sus recuerdos de la perla del Adriático, la que también le dieron nombre a una nación: Venezuela. 

El sábado, 13 de diciembre de 2014, en este blog (lapesteloca), relataría “Una historia sobre los orígenes de La Pequeña Venecia del Coquivacoa” supuestamente escrita por un joven grumete que acompañaba a don Alonso de Ojeda en su viaje del año 1498. Reproduzco ahora, sin ton ni son, finalizando agosto del terrible año 2020, algunos fragmentos de aquel relato...

"De mi pueblo, de Cuenca, sí, del pueblo donde naciera yo mismo, hace ya bastantes años, de allí es también mi capitán, don Alonso de Ojeda. Era mi señor y es mi amigo, desde hace muchos años, y hube desde muy joven, de vivir la fortuna de acompañarle, a él, a mi señor y mi amigo, en la ruta de las Indias”...

…“Días y noches transcurrieron desde que nos separamos de la costa, despuntaba el sol cuando desde las jarcias en la cofa gritó uno de los grumetes y desde ese instante todo se transformó en un subir de foques y arriar el velamen, era la mañana del veinticuatro del mes de agosto del año de gracia de mil cuatrocientos noventa y nueve, cuando protegidos por nuestro santo patrono San Bartolomé, en aquel amanecer, que no puede borrarse de mi mente, con nuestro capitán en cubierta, oteando hasta ver como flotantes melenas, agitados penachos de plumas azules en la costa y aceptar que aquellas cabelleras móviles no eran otra cosa sino árboles de palmas y entre ellos, las viviendas sobre el agua, las casas suspendidas en estacas, algunas muy en alto y bajo las casuchas, cada vez más nítidas, do las olas iban lamiendo las retorcidas patas de madera, iba y venía el agua entre las casas y sobre el oleaje, frente a las palmeras, ascendían y descendían barquichuelos sin velamen, oscilando, ondulando, sobre las tranquilas aguas, serenas, luego de tantas semanas de olas tumultuosas y vientos silbando en tormentosos fragores, aquel era un remanso, con tonos azules y verdes y de un índigo impreciso do brillaban acerados, los destellos de luz solar que pincelaban las casuchas sobre las olas hendiendo los penachos del palmar. Tal cosa vimos y mi señor y todos nosotros contemplamos desde lejos a aquellos hombres y aquellas mujeres desnudos, como animalitos de Dios, quienes seguramente nos miraban con tanto asombro como el que sentíamos nosotros divisándolos a ellos, plenos de curiosidad”...

 


…“Mi señor y amigo el capitán don Alonso de Ojeda, le dio a la laguna y a la población levantada sobre las aguas por aquellas extrañas criaturas, el nombre de San Bartolomé, para recordarles a todos,  que fuera un 24 de agosto del año de gracia de 1499, cuando anclamos ante las casas construidas sobre estacas hincadas en la tierra del fondo de la laguna do se mecían continuamente las canoas y cuyo acompasado movimiento era seguido por el vaivén de los penachos de las palmeras en la costa de arena blanca”... 

“Al hallarse de pronto con un lago de seda se quedó sorprendido Don Alonso de Ojeda”... Así lo relataría Udón Pérez varios siglos después. 

…“Desde el puente mi capitán señaló la costa, era el momento para decidirse y descender de la nao, era el instante de poner pies en tierra firme. Tranquilos, sin temor de que resultase un encuentro sangriento, mientras desde el puente don Amerigo y micer Juan de la Cosa, con este servidor les veíamos con mucho miedo y asombro”...

“El cacique de carne desde el vecino cerro  vio salir de las aguas unos hombres de hierro”. Así lo relataría Andrés Eloy Blanco unos siglos después...

…“En las cartas dibujadas por el maestre Juan de la Cosa y por micer Vespucio, me tocó perseguir el curso de las líneas que ellos iban creando, hasta marcar allí, ante el horizonte, el golfo de Venecia y un tanto más allá el poblado de Maracaybo y todo el contorno de una inmensa laguna imposible de circunvalar totalmente porque habíamos de regresar hasta el cabo de La Vela para zarpar hacia La Española”... 

Hay quien ha querido darle un entorno bíblico al hecho acaecido tantos siglos atrás, y diría, quizás queriendo imitar al amigo del capitán Alonso de Ojeda: hete aquí que entre aquella recia estirpe de conquistadores, venía un florentino soñador quien se quedó extasiado ante las rústicas casas construidas sobre las aguas de la laguna, unidas por puentes, habitadas por criaturas salvajes, sobre aquella masa líquida ondulante y el hombre recordaría entonces a la Reina del Adriático, se acercaría a su discípulo el joven cartógrafo Juan y entre ambos, allá, en aquel comienzo mismo de los tiempos que vendrían a ligar a Europa con el Nuevo Mundo, los hombres comenzarían a dibujar los perfiles de un continente que con los años y los siglos habría de llevar su nombre, el del cartógrafo florentino, el amigo italiano de don Alonso de Ojeda, el capitán Ojeda, jefe de la expedición, quien llevase su nao hasta aquella laguna de quietud sorprendente, la pequeña Venecia del lago que los indios llamaban Coquivacoa, un puntito de tinta en los mapas, un sitio preciso que con el correr del tiempo se extendería para regalarle su nombre a toda una nación... 

Maracaibo, domingo 30 de agosto, 2020

1 comentario:

Humberto Moreno dijo...

La pintura desplegada en tu ameno relato es de tu autoría?