Esdrújulas
Endilgarle
a los hijos nombres de famosos griegos usualmente filósofos de la antigüedad,
era una costumbre zuliana o maracucha antes de todos conocida, ahora en desuso.
Releyendo en estos días la historia de la Filosofía se me ocurrió decir… ¡Vaya
si es que todos esos tipos podrían pasar por maracuchos! Releí entonces:
Anaxímenes, Anaxímandro, Heráclito, Pitágoras, Jenófanes, Parménides,
Anaxágoras, Empédocles, Demócrito, Protágoras, Sócrates, y hasta completé con
Aristóteles y me llamaba la atención u hecho; todos los nombres eran “esdrújulos”.
“Valga la rebusnancia” me dije, y recordé un episodio que me tocó vivir, -en
ocasiones ya comentado- sobre nuestro léxico y las esdrújulas en la revisión de
la primera novela que me atreví a escribir.
Retrocedo
a la década de los 80 cuando creía tener organizado mi primer escrito largo con
una historia que pretendía mostrar lo que me aconteció en Maracaibo entre 1968
y 1975 cuando regresé a mi tierra después de 4 años aprendiendo Anatomía
Patológica en las universidades gringas de Wisconsin y de Pennsylvania. Quería
mostrar algunas situaciones que me llevaron a escapar hacia lo que denominaría
“me exilio capitalino”. Aquel manuscrito sobre lo acontecido en 68 -75, se
relacionaba con una mala noticia recibida en los 80: súbitamente me
diagnosticaron hipertensión antes de irme en unas vacaciones familiares a
Margarita, y sería en la isla donde decidí que era importante y necesario
relatar todo lo acontecido en aquellos 7 años en la tierra del sol amada.
Como
no sabía cuál era la causa ni desde cuando estaba hipertenso, tampoco podía
saber cuál sería mi sobrevida y lo que me preocupaba era, que la verdadera
historia de aquellos 7 años -aunque suenen
a los 7 vividos en el Tibet por Brad Pitt- no llegaría a conocerse. Decidí
entonces que tendría que ser una novela, y que les cambiaría los nombres y los
apellidos a los personajes, evidentemente, y así quizás podría relatar como una
muy prolífica aventura médico-científica terminaría llevándome al exilio.
Me
estoy refiriendo a la creación en 1968 del Laboratorio de Microscopía
Electrónica (ME) del Sanatorio Antituberculoso de Maracaibo, años antes de
pasar a transformarse aquel Sanatorio en el Hospital General del Sur y nuestro
laboratorio perder la protección de su creador y mentor, el doctor Pedro Iturbe
quien salió de la Dirección y se acabaría el asesoramiento de nuestro sabio el
doctor Humberto Fernández Morán.
En
esos 7 años habíamos llegado a publicar unos 15 trabajos en revistas indexadas,
presentamos muchísimos resultados en eventos científicos, demostramos la
relación entre el cáncer del cuello uterino y el VPH, mostramos con el ME
tumores, amibas y tricomonas; creamos un modelo animal experimental para
demostrar la patogenia de las lesiones provocadas in útero por el virus de la
encefalitis equina venezolana y pese a estos logros, me vi forzado a dejarlo
todo y a escapar de mi suelo natal. Regresaría casi 30 años después...
Me
parece que puedan pensar que me estoy desviando del tema que nos ocupa (Vilma´s
dixit) pero creo que entenderán que la necesidad de “echar mi cuento” sobre los
7 años era perentoria. No estoy divagando, el relato sí tiene que ver con las
esdrújulas. Me explico: pasé unos años garrapateando a mano, sobre papeles para
ensamblar mis ideas y “echar el cuento”, pero aquello parecía un collage. Le
había incorporado un relato mesopotámico escrito en mi adolescencia, había un
drama teatral, monólogos, cuentos de la selva, de las “taguaras”, historia de nuestra
región, etc. Era otra cosa y lejos de verlo como algo autobiográfico me dio por
denominar aquello, “la jerigonza apocalíptica”.
Se
lo mostré a un colega amigo, Director de Cultura en la UCV y tras aprobarlo me
dijo que buscásemos la opinión imparcial de una experta y se lo dio a una amiga,
hija del poeta Sánchez Peláez quien años más tarde pasaría a dirigir la
Editorial MonteÁvila. Mariela había leído el manuscrito y me había corregido
con tinta roja la ausencia de acentos en las esdrújulas. Así fue como me tocó
explicarle, que era porque estaban escritas en maracucho… Espérate se vuelve esperate
sin acentuar la a, para guardar las reglas gramaticales. Discutimos el tema y ella
me prometió conocer a Maracaibo pero consideró que la jerigonza era una, muy
buena novela sugiriéndome que siguiera escribiendo…
Después
vendría el premio de la Bienal JoséRafaelPocaterra con “Escribir en La Habana” en el 94, la publicación en Maracaibo de “LapesteLoca” en el 97 y ese mismo año
la Bienal Elías David Curiel con el premio a “Para subir al cielo…”. Haría editar ambas novelas en la editorial ARSGráfica
en mi ciudad y como me dieron 100 ejemplares de “LaPesteLoca” regalé mis novelas hasta donde pude…
Cuando
bautizamos en 1999 “Para subir al
cielo…” en la librería del Teresa Carreño en Caracas, el escritor Eduardo
Liendo, hablaría sobre mi “oficio de escribir” y mencionaría a ET -que no era el extraterreste de
Spielberg- sino las siglas de mi jerigonza aún inédita y la cual se titulaba “LaEntropíaTropical”. El título eran
palabras del doctor Fernández Morán, para diagnosticar “ese desorden que nos
caracteriza” a los habitantes de estas latitudes. En aquella memorable ocasión,
mi amigo EduardoLiendo destacaría las dificultades para publicar en nuestro
país y no entró en detalles, pero las esdrújulas, que eran el meollo de la
historia, la percepción personal de algunos personajes y algunas “groserías” que
se podían leer, dificultaban reiteradamente su publicación. Finalmente en 2003,
gracias a que un compañero de estudios era el Rector de la Universidad del
Zulia, le dio su aprobación y se publicaría “LaEntropíaTopical” y en una especie de doble-play, también
publicarían “El movedizo encaje de los
uveros”, otra de mis novelas.
Aquí,
siento que debo ponerle punto final a este relato, que comenzó lleno de
esdrújulas para recalcar algo que he repetido desde hace años y lo he hecho recientemente
(https://bit.ly/30AyoXp). Creo que hay que preservar nuestro lenguaje. Siento que cuando escribimos
como hablamos puede que estemos ganando una apuesta para salvaguardar nuestra
identidad.
Maracaibo, sábado 25 de julio, 2020
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