jueves, 2 de julio de 2020

Crónica, diario, blog…

Crónica, diario, blog…
Quien escribe puede hacer dos cosas: dar testimonio de lo que sucede a su alrededor o imaginar mundos e inventar fábulas. Hay fabuladores puros, y puesto que hay diversas maneras de “fabular” quienes lo hacen no necesariamente tienen que ser escritores de ciencia ficción... Así como hay narradores que solo relatan aquello de lo que han sido testigos, pudiendo hacer un periodismo casi de crónica, que pude ser de lo más serio, los hay también que mezclan las dos cosas, realidad y ficción. Estos son en particular los novelistas. En el gran reino ambiguo de la ficción las palabras de Rosa Montero valen como ejemplo de lo que significa “escribir novelas”. “Es una actividad increíblemente íntima que te sumerge en el fondo de ti mismo y saca a la superficie tus fantasmas más ocultos, los fantasmas del escritor que representan aquellos personajes o situaciones que perseguirán al autor como perros de presa a lo largo de todos sus libros”…

Claro está que el testigo, también puede ser un fabulador y hay muchos ejemplos de quienes han mezclado la realidad con la ficción. Imre Kertész, es uno de tantos novelistas quien, en su caso particular tardaría años en hacer frente a sus recuerdos de lo vivido en el campo de concentración de Auschwitz, y cuando logró esclarecer todos aquellos crueles hechos, los fue engranando y los convirtió en una novela. La novela como género híbrido es proteiforme y ya previamente he dicho que escribir novelas, en general no debe tener mucho que ver con la verdad, y por el contrario: “es un reto a la imaginación y puede parecerse a componer música, pues la novela debe poseer un tono, y un ritmo, al final deberá acoplarse todo en palabras como si fuese una sinfonía, solo que el instrumento no viene a ser otro sino, el lenguaje”.

En principio, escribir realidades de actualidad y relatar sucesos de ficción son dos formas de hacer literatura, y no porque una sea de ficción y la otra se atenga a lo sucedido desmerecen la una de la otra.  Ambas son importantes porque la primera podemos verla como la escritura de la inmediatez y la otra es fundamentalmente una escritura de retrospección donde la imaginación será siempre fundamental. Una, usualmente está escrita en presente y la otra habitualmente en pasado, aunque ambos tiempos pueden ser fijados a conveniencia por quien escribe. En principio deberíamos aceptar que la escritura del presente es lo que denominamos la crónica, y es el día a día en la labor del periodista. También puede ser una escritura personal la que es llevada en un diario. El diario, por definición, es privado, incluso íntimo, a diferencia de la crónica que es pública, aunque ambos relaten la inmediatez.

Como parte de las ya no tan nuevas formas de comunicación escrita, también existe “el blog”. El blog, es lo uno y lo otro, y por lo tanto ha venido a establecer un nuevo tipo de información escrita, cada vez más apreciada, que es por demás específica de nuestro tiempo. La intimidad del diario se puede multiplicar en un blog en la atención al interés de sus lectores o dependiendoe de la decisión de quien escribe y dejará de ser íntima para difundirse a través de las denominadas “redes sociales”. Se ha dicho que no se escribe igual lo que se sabe no va a leerlo nadie, o lo que por razones relacionadas con las dificultades de impresión y distribución del material escrito, quien lo hace está consciente de que tal vez lo leerá un número limitado de personas. Hace una gran diferencia, entender que lo escrito a través de un blog podrán leerlo miles o millones de personas desde el momento mismo cuando termina de escribirse, para lo que bastará tan solo con pulsar la tecla de publicación, y lo hará conscientemente quien redacta su blog, la persona que escribe, quien sabe que se tardará, para informar lo escrito, el mismo instante que puede durar el cerrar la tapa de un libro o de un cuaderno, ya que el efecto de las comunicaciones escritas en un blog puede ser vertiginoso.

Escribir en un blog bajo regímenes dictatoriales, puede que implique la libertad, y en ocasiones hasta la vida del “bloquero”. Pero las dictaduras en la modernidad buscan no perder el control de la gente y saben cómo modificar sus recursos tecnológicos. La policía política ya no necesita supervisar personalmente, o instalar micrófonos ocultos, ni robar cuadernos o manuscritos. Censurar clausurando el Internet puede resultar lo más efectivo, y así todo lo escrito desaparecerá en el ciberespacio. Lo que le suceda al escritor a posteriori son variaciones sobre el tema de las dictaduras. En un régimen dictatorial la labor del testigo es peligrosa y hasta puede llegar a ser heroica. La célebre escritora china Fang Fang, quien a sus 64 años documentó la vida en la ciudad china durante la cuarentena por el coronavirus, era una bloguera y la publicación de su libro, el ‘Diario de Wuhan’, localizable actualmente en las librerías españolas, le ha valido ser tratada de traidora por el régimen de su país. ¡Cest la vie!
Maracaibo, jueves 2 de julio, 2020

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