Escribir como oficio
Escribo en español, y me gusta
saber que así lo hago, pues mis novelas hablan casi todas sobre mi gente. Por
eso, y ya lo he dicho antes, frecuentemente siento que escribo como zuliano y
no obstante, me parece que la lectura de mis novelas puede ser comprensible por
españoles e hispanoamericanos, ya que es el mismo idioma, es el castellano que
usan en la península Ibérica, en Canarias, Las Filipinas y en cualquier nación
de nuestra América, con toda esa diversidad cultural que caracteriza a nuestros
pueblos desde el Río Grande hasta la Patagonia, y entre todos nos podemos
entender fácilmente. El idioma
español o castellano,
nacido como una lengua
romance del grupo ibérico, es la
segunda lengua del mundo por el
número de personas que la tienen como su
idioma materno, con 420 millones de hablantes nativos. Esta
razón, me parece que debe
valer para apreciar más, defender y preservar nuestro lenguaje. Tenemos que
darle apoyo a nuestra creación literaria, pues una cosa es muy cierta: al
perder la palabra se pierde la memoria.
He escrito mis novelas inventando
numerosos personajes, y algunos han cobrado vida propia hasta creerse parecidos
a los de los libros, otros creen pensar que son casi como la gente, como seres
que aún están vivos, de los que uno conoce. La verdad es que escribimos
engendrando vidas que probablemente llegan a nuestra mente desde el
subconsciente o como remembranzas de la infancia. Estos personajes aparecen
solos, algunos buscando un espacio donde guarecerse, o quizás se trata de un
sitio donde poder ocultarnos nosotros mismos y sobrevivir, dentro de las muchas
vidas que somos capaces de inventar.
Porque si algo es cierto es que
nuestro derecho a soñar como escritores, tiene que ser preservado. Como los
buenos actores cuando tienen que representar a ciertos personajes, quien
escribe, precisa de entrar en un estado de concentración muy particular, un
trance que podría verse como de locura,
hay quien lo ha considerado como una especie de rapto de esquizofrenia
transitoria en el que nos sumergimos durante la creación literaria. Quien
escribe especialmente quien escribe novelas, necesita vivir dentro de sus
personajes, pensar como ellos, sufrir, amar y hasta morir con ellos, y en ese
estado, entre ser él mismo y ser a la vez otro, u otros, los personajes de la
obra, uno dejará fluir el inconsciente hasta que los fantasmas afloren, y
broten esas ideas ocultas hasta llegar a comprender y convencerse de que la
novela, no es tanto de quien la escribe, sino de los personajes que por ella
transitan y termina uno siendo como un amanuense gratuito que va traduciendo y
plasmando en letras lo que sus personajes le señalan. Al final siempre
insistiremos en que el producto terminado, deberá ser más de los lectores, que
de sus autores, pues la lectura habrá de crear vasos comunicantes entre ambos…
Augusto Roa Bastos escribía en
español y en guaraní. Quien lee “Los ríos profundos” de José María Arguedas
puede percibir la sintaxis quechua. El güiro y el son se escuchan sonoros en la
poesía de Nicolás Guillén. La fuerza telúrica que emana del macizo guayanés
explota en “Canaima” de Rómulo Gallegos. América es un crisol de razas, de
tradiciones y de costumbres arraigadas en el suelo de cada región, pero el
idioma es uno solo. Milan Kundera había nacido en Checoslovaquia pero escribía
en francés. Joseph Conrad era polaco y escribía en inglés. Esto puede parecer
admirable, sin embargo, coincido con el escritor nicaragüense Sergio Ramírez,
para quien ese fenómeno le parece una dolorosa mutilación. Ha dicho Sergio, que
sería algo como los “castrati” del siglo XVII quienes si bien padecían por la
ablación quirúrgica para ganar una nueva voz, perdían la propia. Digo esto para
insistir en que debemos preservar nuestro lenguaje propio.
Es el mismo de Cervantes y de
Góngora, el mismo de Rubén Darío y de Gabriel García Márquez, y esta realidad
debe producirnos una gran satisfacción.
El idioma español o castellano, el nuestro, es el mismo
español que usó el puertorriqueño Rafael Sánchez cuando escribiera La guaracha
del Macho Camacho, es el de Vargas Llosa en su Casa Verde y el del Gabo en los
tiempos del cólera, ambos premiados con el Rómulo Gallegos y con el Nobel de
literatura. El idioma que utilizara Borges para describir el ángulo del sótano
en la casa de Beatriz Viterbo donde él vio el Aleph, es el mismo que Cortázar
empleó para presentarnos a La Maga en Rayuela, allá en París, y es el de Rulfo
y el de Fuentes, es el mismo que usan Ednodio Quintero y Liendo y Sánchez
Rugeles.
Recuerdo que hace unos 50 años,
en las heladas praderas de Wisconsin conocí a Enrique Valdivia, un chileno de
Antofagasta en cuyo español se sentía el soplo del desierto de Atacama, que él
mezclaba con peruanismos del Cuzco, casi ascendiendo a Machu Pichu... Mi amigo
Enrique analizaba divertido nuestro lenguaje caribeño pues no entendía, ¡como
podíamos nosotros llamar “mamón” a una fruta!, y disfrutaba con las variaciones
entre agarrar y coger, y otras palabras que para él eran desconocidas, ya que
pertenecían a nuestro español vernáculo.
Tan simples pueden ser las
palabras para nosotros, como percibirse cual compleja jerigonza para otros, y
habrá a quien le cueste creer y comprender, y hasta le parecerá difícil tener
que aceptar, que en cualquier otra ciudad de nuestro país, es muy probable que
no entiendan que es un guineo, ni un lampazo y menos un recao de olla. Por eso
repito que debemos preservar nuestro lenguaje, y darle apoyo a la creación
literaria autóctona. De esa manera contribuiremos simultáneamente a la
preservación de nuestro patrimonio cultural.
Ésta en
una razón por la cual algunos nos hemos esforzado en escribir como hablamos en
una apuesta por preservar nuestra identidad. Tratar de que nos acostumbremos
cada vez más usar nuestro lenguaje, sin temores, atreviéndonos a ello. Es
importante saber decir utilizando el lenguaje escrito lo que escuchamos en
nuestro alrededor. Arriesgarnos a poner en letras el hablar de la calle, el
léxico de los hombres y las mujeres de nuestra región. Esta forma de hacer
literatura eventualmente debe dar sus frutos y conformará un verbo literario
realmente nuestro. He traído estos recuerdos sobre la manera de escribir al
blog lapesteoca.blogspot.com
como parte de lo dicho en un evento del año 2014, en la Semana Zuliana de
la Narrativa, pero espero que aún sean válidas las ideas expresadas en aquel
entonces, a pesar del tiempo y de la calamitosa situación que atravesamos...
Maracaibo, martes 21 de julio, 2020
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