Más sobre el SARS-coV-2
Según los científicos Yong-Zhen Zhang y Edward C. Holmes, la pandemia de la COVID-19 representa “la tormenta epidemiológica perfecta”. El protagonista de
esta historia parece proceder de murciélagos y es precisamente su evolución la
que le ha permitido ser muy contagioso entre las personas.
Holmes y Zhanen en un artículo
recientemente publicado en “Cell” (A Genomic Perspective on the
Origin and Emergence of SARS-CoV-2. Cell
181(2) ·March 2020), demuestran que el genoma del SARS-CoV-2 y su historial de mutaciones,
lejos
de indicar que este procede de un laboratorio, como ha sostenido alguna teoría, sus análisis han permitido mostrar
que el SARS-CoV-2 es similar a los coronavirus que infectan a murciélagos y
pangolines, lo que lleva a sospechar que proceda de los primeros y que los
segundos puedan ser hospedadores intermedios.
La acumulación de mutaciones
detectada, implica, según escriben Edward C. Holmes y Yong-Zhen Zhang del
Shanghai Public Health Clinical Center and School of Life Science Fudan
University, en Shanghai, China y del Marie Bashir Institute for Infectious
Diseases and Biosecurity, School of Life and Environmental Sciences and School
of Medical Sciences, The University of Sydney, en Sydney, Australia, que la
actual pandemia se gestó durante décadas en varios animales sin que la detectáramos.
Otra posibilidad que no se puede descartar es que el virus evolucionase hasta
su versión actual transmitiéndose durante años entre personas, sin que lo
detectáramos hasta diciembre de 2019.
«Un virus es en realidad una nube
de mutantes», explica Ignacio
López-Goñi, catedrático de Micriobología de la Universidad de Navarra y
autor de Microbioblog:. Si bien es cierto que los virus tienen una capacidad incomparable de
acumular mutaciones, hacen falta años
para que estas mutaciones afecten a rasgos importantes de los virus. “Tanto
que se habla de cuasiespecies víricas, en vez de especies, para hablar de una
población que comparte una secuencia consenso pero formada por distintos
mutantes».
El virólogo Nathan D. Grubaugh, investigador en la
Escuela de Medicina de Yale (EUA), publicó en febrero en la revista “Nature
Microbiology” un artículo titulado “No deberíamos preocuparnos
cuando un virus muta en una epidemia”, donde también analiza el tema de
las mutaciones. Muchos de los rasgos de los virus, como el modo de transmisión,
dependen de múltiples genes, así
que es más improbable que cambios puntuales tengan un efecto beneficioso. Para
que aparezcan ventajas hace falta que acumulen numerosas mutaciones y, por eso, “es raro ver virus que han cambiado en tiempos
evolutivos cortos a pesar de tener altas tasas de mutación”, según explicó Nathan D. Grubaugh.
José
Antonio López Guerrero,
virólogo y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, señalaba que: “Con el tiempo, los virus tienden adaptarse al
hospedador y van perdiendo virulencia, porque no les interesa destruir a
su hospedador. Así pasó con el virus de la gripe española o con la gripe del
2009”. En un estudio subido
recientemente al servidor “medRxiv” él concluía que lo más probable es que el virus
pierda severidad y se convierta en un patógeno estacional, recurrente cada
invierno.
Fuente: Gonzalo López Sánchez ABC.Madrid:30/03/2020.
Maracaibo, martes 7 de julio, 2020
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