Cada defecto es un tesoro
Esta reflexión fue publicada en diario El Nacional en Caracas el día
lunes 1 de abril del año 1991 y en este blog
desde Maracaibo, lo mostré el 4 de
diciembre de 2015. Hacerlo ahora, a mediados
de 2020 resulta un absoluto anacronismo “un
período de tiempo que no se corresponde”
con lo que fue el ejercicio de la patología en nuestro país, antes de
terminásemos viviendo tras 21 años, en “tierra arrasada”.
“El error es un parte
consubstancial en el ejercicio de la Medicina; sin embargo, lo que la gente
espera de los médicos y de sus métodos científicos no es precisamente el error.
Por el contrario, se mencionan la perfección, la precisión, la búsqueda de la
infalibilidad y un desprendimiento tal que debería situar a los médicos muy
lejos de la material vil.
La verdad es que los médicos,
como seres humanos, debemos no solo admitir los defectos y aceptar los errores,
debemos entender que nuestra integridad profesional se basa en gran parte en la
capacidad desarrollar, para escudriñar las fallas, corregir las situaciones anómalas
y estar dispuestos a aceptar las críticas cuando estas conducen a mejorar el
ejercicio profesional. El no entenderlo así es no querer ser sinceros con
nosotros mismos.
Para mejorar la capacidad de
curar, los médicos estamos cada vez más obligados a conocer mejor las
enfermedades y los enfermos. Existe un mecanismo idóneo para que el médico
pueda examinar su juicio crítico, su pericia clínica y la efectividad de sus
tratamientos; es ideal para la autoevaluación e indispensable para decirnos la
verdad sobre la morbimortalidad en los hospitales del país; me estoy refiriendo
a la sencilla práctica de la autopsia. La incertidumbre siempre provoca
malestar y al asumir las dudas y los temores se produce una reacción de
defensa, la cual podría representar uno de los motivos por los que el médico
tiende a no darle mucha importancia a la práctica de la autopsia.
Cualquiera puede pensar que los
métodos de la ciencia moderna, sobre todo
esos que denominan “procedimientos no invasivos”, son suficientes para
mostrar los efectos de la enfermedades en los pacientes; no obstante sabemos
que existen fallas en estos modernos sistemas de evaluación diagnóstica.
Estudios realizados en los Estados Unidos durante los últimos treinta años, han
demostrado que de un 20 a un 33% de los pacientes hospitalizados cuando son
autopsiados muestran errores en el diagnóstico. Estas cifras entre nosotros son
mucho más altas y lamentablemente no se ha examinado con seriedad.
Recientemente en Norteamérica se
ha propiciado el mejoramiento a través de la evaluación de los sistemas en una
teoría denominada “del Mejoramiento Continuo” basada en premisas como esta: “cada defecto es un tesoro”. Esta
proposición copia las claves del “éxito competitivo” puesta en
práctica por los japoneses con óptimos resultados y conocidas entre ellos como
“haizen”, las cuales se apoyan en la
búsqueda y la detección de las imperfecciones de los sistemas para poder lograr
la oportunidad de mejorarlos. Estos planteamientos que intentan una
optimización de los recursos, son aplicados en los países desarrollados y deben
servirnos de ejemplo en nuestras depauperadas latitudes.
Los médicos venezolanos conocemos
la desoladora realidad de la asistencia pública en nuestro país de 1991, asediado
por el hambre que afecta a la mayoría de los ciudadanos que sobreviven en el
rigor de la pobreza crítica. Los médicos, para elevar los niveles de atención a
los pacientes podríamos plantear una alternativa cruda pero muy realista. ¿Por
qué no organizar y darle apoyo a los Servicios de Anatomía Patológica de los
hospitales del país? ¿Por qué no convocar a estos especialistas para que nos
revelen los diagnósticos reales de nuestras enfermedades? ¿No convendría acaso
ofrecerle apoyo a un esfuerzo por lograr un eficiente control de calidad en el ejercicio de la Medicina? Esta proposición
puede parecer aterradora.
¿Control de calidad visualizando nuestros propios defectos? Al hacerlo realidad, sin duda alguna, vamos a conocer mejor nuestras
graves deficiencias en el terreno de los diagnósticos, en las decisiones
terapéuticas, en el plano epidemiológico, y entonces si podremos cotejar cifras
con el Proyecto Venezuela. Entonces dejaríamos de estar basando nuestras
estadísticas en impresiones de última hora, plasmadas por quien sabe quién en
el certificado de defunción de cualquiera de nuestros sufridos conciudadanos.
Entonces, seguramente nos
deprimiremos, sí, ciertamente, pero si queremos controlar la calidad de nuestro
trabajo como médicos y salir del marasmo de la incertidumbre, solo nos queda la
vía de sincerarnos y atesorar nuestros defectos para poder corregirlos y
avanzar para lograr así un mejoramiento continuo del ejercicio de la Medicina.”
Maracaibo,
lunes 6 de julio del año 2020.
No hay comentarios:
Publicar un comentario