lunes, 6 de julio de 2020

Cada defecto es un tesoro


Cada defecto es un tesoro

Esta reflexión fue publicada en diario El Nacional en Caracas el día lunes 1 de abril del año 1991 y en este blog desde Maracaibo, lo mostré el 4 de diciembre de 2015. Hacerlo ahora, a mediados de 2020 resulta un absoluto anacronismoun período de tiempo que no se corresponde” con lo que fue el ejercicio de la patología en nuestro país, antes de terminásemos viviendo tras 21 años, en “tierra arrasada”.

“El error es un parte consubstancial en el ejercicio de la Medicina; sin embargo, lo que la gente espera de los médicos y de sus métodos científicos no es precisamente el error. Por el contrario, se mencionan la perfección, la precisión, la búsqueda de la infalibilidad y un desprendimiento tal que debería situar a los médicos muy lejos de la material vil.
 
La verdad es que los médicos, como seres humanos, debemos no solo admitir los defectos y aceptar los errores, debemos entender que nuestra integridad profesional se basa en gran parte en la capacidad desarrollar, para escudriñar las fallas, corregir las situaciones anómalas y estar dispuestos a aceptar las críticas cuando estas conducen a mejorar el ejercicio profesional. El no entenderlo así es no querer ser sinceros con nosotros mismos.

Para mejorar la capacidad de curar, los médicos estamos cada vez más obligados a conocer mejor las enfermedades y los enfermos. Existe un mecanismo idóneo para que el médico pueda examinar su juicio crítico, su pericia clínica y la efectividad de sus tratamientos; es ideal para la autoevaluación e indispensable para decirnos la verdad sobre la morbimortalidad en los hospitales del país; me estoy refiriendo a la sencilla práctica de la autopsia. La incertidumbre siempre provoca malestar y al asumir las dudas y los temores se produce una reacción de defensa, la cual podría representar uno de los motivos por los que el médico tiende a no darle mucha importancia a la práctica de la autopsia.

Cualquiera puede pensar que los métodos de la ciencia moderna, sobre todo  esos que denominan “procedimientos no invasivos”, son suficientes para mostrar los efectos de la enfermedades en los pacientes; no obstante sabemos que existen fallas en estos modernos sistemas de evaluación diagnóstica. Estudios realizados en los Estados Unidos durante los últimos treinta años, han demostrado que de un 20 a un 33% de los pacientes hospitalizados cuando son autopsiados muestran errores en el diagnóstico. Estas cifras entre nosotros son mucho más altas y lamentablemente no se ha examinado con seriedad.

Recientemente en Norteamérica se ha propiciado el mejoramiento a través de la evaluación de los sistemas en una teoría denominada “del Mejoramiento Continuo” basada en premisas como esta: “cada defecto es un tesoro”. Esta proposición copia las claves del “éxito competitivo” puesta en práctica por los japoneses con óptimos resultados y conocidas entre ellos como “haizen”, las cuales se apoyan en la búsqueda y la detección de las imperfecciones de los sistemas para poder lograr la oportunidad de mejorarlos. Estos planteamientos que intentan una optimización de los recursos, son aplicados en los países desarrollados y deben servirnos de ejemplo en nuestras depauperadas latitudes.

Los médicos venezolanos conocemos la desoladora realidad de la asistencia pública en nuestro país de 1991, asediado por el hambre que afecta a la mayoría de los ciudadanos que sobreviven en el rigor de la pobreza crítica. Los médicos, para elevar los niveles de atención a los pacientes podríamos plantear una alternativa cruda pero muy realista. ¿Por qué no organizar y darle apoyo a los Servicios de Anatomía Patológica de los hospitales del país? ¿Por qué no convocar a estos especialistas para que nos revelen los diagnósticos reales de nuestras enfermedades? ¿No convendría acaso ofrecerle apoyo a un esfuerzo por lograr un eficiente control de calidad en el ejercicio de la Medicina? Esta proposición puede parecer aterradora.

¿Control de calidad visualizando nuestros propios defectos? Al hacerlo realidad, sin duda alguna, vamos a conocer mejor nuestras graves deficiencias en el terreno de los diagnósticos, en las decisiones terapéuticas, en el plano epidemiológico, y entonces si podremos cotejar cifras con el Proyecto Venezuela. Entonces dejaríamos de estar basando nuestras estadísticas en impresiones de última hora, plasmadas por quien sabe quién en el certificado de defunción de cualquiera de nuestros sufridos conciudadanos.
Entonces, seguramente nos deprimiremos, sí, ciertamente, pero si queremos controlar la calidad de nuestro trabajo como médicos y salir del marasmo de la incertidumbre, solo nos queda la vía de sincerarnos y atesorar nuestros defectos para poder corregirlos y avanzar para lograr así un mejoramiento continuo del ejercicio de la Medicina.”

Maracaibo, lunes 6 de julio del año 2020.

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