viernes, 28 de mayo de 2021

Juan Pablo y su bicicleta

 Juan Pablo y su bicicleta

 

Puede que la mayoría de los lectores de este blog (lapesteloca) no conozcan una historia sobre mi hijo Juan Pablo, y hoy voy a relatarla. Era el año 1991, y ya Juan Pablo era estudiante de Arquitectura en la UCV, cuando, sin consultármelo -de haberlo hecho, seguramente no hubiese estado de acuerdo-, él quien era un buen ciclista, decidió irse con un amigo, a conocer nuestra América del Sur…en bicicleta. Era como para recordar a otro Juan, pero no Pablo, el dominicano Juan Luis Guerra quien a propósito de la subida de su bilirrubina decía… “Bajé los ojos a media asta y me agarré la cabeza porque es muy duro pasar el Niágara en bicicleta”… La propuesta de Juan Pablo, sonaba casi más difícil…

 


 

 

Arrancaron desde Caracas y llegaron a Puerto Ordaz, desde donde se fueron pedaleando vía la Gran Sabana hasta Santa Elena de Guairén. Desde allí, cruzando la frontera se internaron en el territorio brasileño hasta Manaos. Allí, en la famosa ciudad a orillas del río Amazonas, un camión lo enganchó y le dio un revolcón. Él decidió seguir adelante, y enrumbaron hacia el sur de Brasil. El agotamiento hizo efecto en su amigo semanas más adelante en su acompañante quien no pudo seguir pedaleando y que abandonar el proyecto. Juan Pablo decidido continuaría solo y en bicicleta, siguió pedaleando hacia el sur, a ratos con algún camionero considerado, pues los monstruos pasaban acezando a toda velocidad por interminables carreteras. Así tras varias semanas llegaría, Brasil abajo hasta la gran ciudad de Sao Paulo.

 

Firme en su propósito, Juan Pablo  continuaría pedaleando para ir dejando atrás las cataratas del Iguazú y llegarse, ya a ratos en autobús y otras en su bici, hasta Buenos Aires. Desde la capital y con la bicicleta a cuestas, decidiría enfilar hacia Córdoba y luego hasta Mendoza. Allí, el frío y la altura no estaban como para continuar pedaleando, de manera que decidió subir en un bus las montañas de Los Andes y pasar hasta Chile hasta llegar hasta Santiago, donde tenía unos amigos que lo recibieron emocionados...

 

Finalmente, días después, regresó por avión a continuar sus estudios, y terminaría por graduarse de arquitecto en la UCV. Sin duda alguna, aquella fue una, ¡tremenda aventura!  En la fotografía, aparece en plena “tour” para dejar constancia de que lo que les estoy relatando es la verdad verdadera. Los recuerdos de esta historia me dan la oportunidad para poder contarles que me parece a mí, personalmente, que algo de ese espíritu aventurero que mostraba  Juan Pablo también existía en sus hermanos.

 

Jorge Eduardo, su hermano mayor, cuando estaba estudiando ingeniería ascendió a pie a través de la selva hasta el Auyantepui y sé que con inquietudes nacionalistas viajó hasta Castilletes en la Guajira; Beatriz mi hija estaba en El Limón de Aragua cuando una inundación por  deslave la llevó a ser rescatada en helicóptero; Tomás viviendo en Caracas decidió estudiar Zootecnia en su Zulia natal y allí trabajó rudamente compartiendo labores en haciendas hasta terminar haciéndose cocinero en la universidad del País Vasco para ser ahora un respetable euskaldún. Francisco quien viajaba con frecuencia a Choroní, entre accidentes, viajes y aventuras ha terminado trabajando para la TV en USA. 

 

Los hermanos menores, Pablo y Fernando, sin ser "tan excursionistas", viven como tantos compatriotas en el exilio, concretamente en Miami y en Madrid, de manera que no sé si en todos ellos, mis hijos, se aplicará el dicho aquel que dice “de casta la viene al galgo”, pero siempre había querido aplaudir púbicamente ese espíritu aventurero que mis hijos siempre han demostrado y lo reafirmo con esta conversa de hoy, enviándoles a todos y a cada uno de ellos, mí bendición.   

 

Maracaibo, viernes 28 de mayo, del año 2021

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