viernes, 2 de abril de 2021

Winterreise

Winterreise


Este “ejercicio narrativo musical”, espero que le guste al arquitecto maracucho exgonzaga Aquiles Asprino.  Hay un cuento del escritor guatemalteco Augusto Monterroso, que recién leí gracias a su coterráneo, mi amigo patólogo “don gato Hernán Molina Kirsh”, que está titulado “Sinfonía concluida” donde relataba que…Hace tres años en Guatemala un viejito organista de una iglesia de barrio”…por 1929 encontró una hojas raras que se puso a estudiar”… Viendo que las acotaciones estaban en alemán le costó bastante darse cuenta que eran “los dos movimientos finales de la Sinfonía inconclusa” y estaba firmados por Schubert. 

 

De ahí en adelante el señor en el cuento de Monterroso, se dedicó a ver metódicamente a cuanto músico existía en Guatemala y después de pelearse con la mayoría de ellos, vendió su casa para trasladarse a Europa. Confiaba que una vez en Viena, ciudad llena de “especialistas en Schubert” alguien tenía que saber que hacer esos papeles. Pasaron los días y estando ya desesperado conoció a una familia de viejitos judíos que habían vivido en Buenos Aires y hablaban español. Finalmente cansados de examinar los papeles se vieron obligados a admitir a gritos ¡son de Schubert son de Schubert!

 

Sin embargo, lloraron al tratar de convencerlo de quea pesar de ser tan buenos no añadían nada al mérito de la sinfonía tal como ésta se hallaba y por el contrario podía decirse que se lo quitaban pues la gente se había acostumbrado a la leyenda de que Schubert los rompió”. La gracia consistía en pensar si así son el allegro y el andante cómo serán el Scherzo y el allegro ma non tropo, y le dijeron... “Que si él respetaba y amaba de veras la memoria de Schubert lo más inteligente era que les permitiera guardar aquella música porque se iba a entablar una polémica interminable  y el único que saldría perdiendo sería Schubert”

 

Entonces convencido de que nunca conseguiría nada entre los admiradores de Schubert se embarcó de vuelta a Guatemala y harto de luchar con los malos y con los buenos, tomó los manuscritos, los desgarró uno a uno y tiró los pedazos por la borda… “Gruesas lágrimas quemaban sus mejillas, mientras pensaba con amargura que ni él ni su patria podrían reclamar la gloria de haber devuelto al mundo unas páginas que el mundo hubiera recibido con tanta alegría pero que el mundo con tanto sentido común rechazaba”.

 

Si la genialidad artística consiste en conseguir el efecto más profundo con la mayor economía de medios, entonces hay pocas piezas más logradas que el broche final del "Winterreise" (Der Leiermann (El organillero)-nº 24 de "Viaje de invierno"), donde  Schubert alcanza el mismo nivel de depuración técnica que en el adagio del quinteto para cuerdas, con una figura pianística tersa y escueta pero de una gran fuerza expresiva que sugiere el sonsonete de un organillo callejero o de “la zanfoña”, -un instrumento musical de los cordófonos frotados conocido en la música popular europea, al cual en español se le denomina vihuela de rueda, o sinfonía-, cuya música es capaz de transportarnos a un paisaje desolado en el que se palpa la presencia de la muerte.

 

El "Winterreise" o “Viaje de invierno” de Schubert, es una de las cimas indiscutibles de la historia de la música y su impacto se mantiene vivo. Es una obra musical de un estilo difícil de escuchar, parecida a las canciones de la época isabelina, que relata historias sobre sentimientos, sucesos y momentos. La música y la letra van en la misma dirección y una no sabría existir sin la otra. Aunque las letras describen el paisaje y lo que el caminante siente, el contenido de la obra va más allá pues intenta relatar una crisis existencial a través de momentos musicales. Según el propio Schubert muchas de las canciones tienen “ritmo de caminante”. Los cambios de acorde de mayor a menor, de tonalidad entre canciones, y de dinámica, destacan en la obra Winterreise su intención de realzar los sentimientos y vicisitudes que vive el despechado andante al mismo tiempo que interioriza su historia.

 


 

Winterreise en realidad es un conjunto de 24 canciones que Franz Schubert escribió para piano y voz, las cuales relatan, sin una línea argumental definida, el paseo de un caminante a través de un paisaje invernal, gélido y sombrío, tras conocer que su amada le ha rechazado. El protagonista de la historia, despechado por su prometida (por la presión de su familia y su estatus social), se pasea por diferentes parajes en un ambiente de pleno invierno, sin cruzarse con nadie excepto con un organillero (Der Leiermann).

 

La última Lied (del aleman Lied, que significa canción) corresponde en música a una breve composición vocal a una o varias voces, con o sin acompañamiento instrumental, que es un último viaje, de reflexión, redención y finalización. El invierno simboliza dicho estado como fase final de un ciclo que va a dar paso a otro de renacimiento, haciendo honor a ese carácter de la estación en que todo parece acabar, todo es más oscuro, duro, frío y desagradecido, pero necesario.

 

Der Leiermann (El Organillero), parece la Lied más oscura y tétrica pero quizá es la más reveladora; es la conclusión del viaje y algunos interpretan esa figura como la muerte, el final de todo y la rendición del caminante. Otros, como una muerte interna, un organillo que suena sin cesar (fantásticamente recreado por la monotonía y cadencia del piano) y que seguirá sonando pase lo que pase, como lo hace la vida, queramos o no.

En breve llegará la primavera y hará que todo renazca otra vez. Un claro símbolo de crisis, representado en la naturaleza. Las 24 canciones son dos conjuntos de 12 poemas de Franz Schubert los arregló musicalmente y los unió en una sola obra (OP 89, D 911), casi póstuma, ya que fue escrita durante el último año de su vida.

 

NOTA: Se muestran pinturas al óleo “Die Winterreise”,  de Caspar David Friedich (1774-1840), pintor paisajista del romanticismo alemán del siglo XIX reconocido como el artista alemán más sobresaliente de su generación.

Maracaibo, viernes 2 de abril, del año 2021

 

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