Maracuchos cinéfilos…
Estábamos desde hacía un rato conversando sobre el cine, y sobre los libros, cuando llegó hasta mi mente la novela “Un hijo de circo” de John Irving, -recuerdo que me la había regalado Ayarit muchos años atrás- pero de momento pensé en el doctor Duruwalla, un hindú de Toronto quien tenía una conexión con los jesuitas y se había ido a Calcuta para trabajar con niños lisiados; te relaté entonces que él tipo se interesaba también por los enanos, que son los verdaderos hijos del circo; él les tomaba muestras de sangre, hasta que descubrió a un asesino serial… Estaban allí todos ellos, en aquella fantástica novela de Irving y en mi mente, de momento revueltos los hindúes con los jesuitas, y te dije que casi que podía percibir nuevamente el olor a mierda en el aire de Calcuta. Era que todas aquellas cosas sencillamente me llegaban con los recuerdos pero nacieron a través de la lectura, las había leído acía ya varios años y cuando te comenté sobre esto, yo no sé por qué, pero afortunadamente vos atinaste a regresar desde el libro a las películas y recordaste a la hermosa Kim Bassinger en Una mujer difícil que era otro filme basado en otra novela de Irving (A Widow for One Year), y luego hablamos de más películas creadas desde los libros de Irving como “El mundo según Garp”, la de Robin Williams y Glenn Close, una película que habíamos visto ambos, también hacía ya unos cuantos años…
Para viejas películas nada como las de Tarzán me dijiste riéndote y entonces automáticamente nos acordamos de Johnny Weissmuller y de su grito característico y vos, que andabas siempre curucuteando en internet queriendo apabullarme me peguntaste si sabía que el supercampeón olímpico de natación había nacido en Rumania, y va pues… ¡No lo sabía! Pero ya en aquellos tiempos uno sospechaba que todas las aventuras en el África, quizás nacían en los estudios de Hollywood, cuando vos con tus preguntas pintorescas me preguntaste… ¿Te imagináis como sería el Congobelga? Luego te reíste comentando que “el Congoberes” era cómo le decía mucha gente años atrás, mientras yo, escuchándote, regresé a pensar en el tortuoso río de Conrad de “El corazón de las tinieblas” y después en vez de recordar a Brando en su Apocalipsis now, me llegó la imagen de Peter O´Toole, en “Lord Jim” la novela del mismo Conrad, aunque era difícil no asociar al misterioso Kurtz con Marlon Brando en la película de Francis Ford Coopola, y sin interrumpir tus ideas sutilmente percibí como un recuerdo del ruqui ruqui de los helicópteros sobre el cielo de Vietnam.
Es que ni hablar del tecnicolor, pero en blanco y negro, las películas de antes eran machetísimas. Esto me dijiste y te di la razón, ya que el cine en blanco y negro, a mí en particular siempre me gustó mucho. Lo aseveré y añadiría: supongo que es por las posibilidades de expresión plástica que ofrece el black and white. Achanta un pelo, me interrumpiste deteniendo mis comentarios con la mano derecha en alto como si te preocupase que me hubiese escapado de nuestra órbita maracaibera. Acabo de pensar, te dije, en las películas de la nueva ola del cine francés. Vos sabéis bien, me respondiste, que el cine francés llenó toda una época importante para nosotros. Sí, de bola que sí, le respondí recordando todas aquellas películas de la nouvelle vague que vimos en El Venecia. Te respondí y vos reflexivo sentenciaste. Fue un realismo como creo que no se ha vuelto a ver.
Estuve de acuerdo y regresamos entonces a cuantificar películas: comenzaré por las de Jules Dasin, me dijiste y nombrarías a Rififí entre los hombres. O si queréis, Celui qui doit mourir. De acuerdo, son joyas de los años de oro del cine francés. ¿I donde me dejáis a Los cuatrocientos golpes de Trufatt, o Casqued´or con Simone Signoret; cuando era joven, añadiste. Tan hermosa, como Hiroshima mon amour una película que se gastaba un guion de Margarte Duras. Lo dije para complementar tu comentario y me replicaste. ¿Y qué tal Las Diabólicas? La pregunta estaba de más porque ambos habíamos apostado a atrevernos a regresar y volver a ir a verla en el Venecia. ¡Oh, Cluzot! Entonces hablamos de Fanfan La Tulipe, y de Gervaise con la inolvidable María Schell… No se te olvide, me dijiste que era hermana de Maximiliam y fue la misma Grushenka que enloqueció al pelón Yul Brinner en Los hermanos Karamazov. Para mí, sería imposible olvidarla, te respondí…
Sin embargo, me dijiste enseriándote. No sé si para vos, pero para mí, nada más importante en la evolución de la cinematografía europea que el Neorrealismo italiano; Ladrones de bicicletas, o Ana y Arroz amargo con Silvana Mangano, o Roma cuidad abierta, eran tronco de películas, ¿Verdad?… Cierto, y te seguí comentando que después de ver aquel Desierto rojo de Antonini, o Romeo y Julieta de Zefirelli, se acabó el carburo… ¿I que me podéis decir del cine de Vitorio De Sica, o el de Federico Fellini? Esas sí que eran unas películas fenomenales... Yo recordaba La Strada y Zampanó con su Julietta Massina la pequeña gran señora de Fellini y ya que te vos habías despepitado por el neorrealismo te dije. Fijate que a mí me gustaban las películas de Totó, oírlo hablando napolitano era gracioso, bastante me reí con Totó, en el Venecia… Sin olvidarnos de Fernadel, me lo advertiste y… Véis, te dije, terminamos en el cine francés en blanco y negro, otra vez
Salió el verso sin esfuerzo, lo pensé y recordé una amena charla con don Pippo Pascualotto el dueño de un restorante italiano frete al hotel Kristoff. Fue una vez mientras degustaba unos linguinni a la matriciana, escanciando un Chianti tinto, y él señor me hablaba de los camisas negras y de los partisanos cuando de repente se enfocó hacia el cine y me dijo que Vittorio Gassman era su amigo personal. Eran los tiempos de Cinecitá, y me contó de su amistad con Carlo Ponti. No sé cuánto sería verdad. Respondí a tu pegunta asegurándote que por supuesto, habíamos hablado de los ladrones de bicicletas, y del viejo Vittorio de Sica, del arroz amargo de Silvana Mangano y de la belleza de la Pampanini y de la Lollobrigida. Recuerdo que al final cuando ya estaba acometiendo con deleite una casatta napolitana, me hablaría sobre El Gatopardo de Giuseppe Lampedusa y mientras llegaba a mi mente la imagen de Burt Lancaster, pensé en su bella compañera de reparto, Claudia Cardinale, a quien nunca he olvidado y por eso creo que ya relaté este asunto en una de mis novelas, creo que fue en Ratones desnudos.
Hay otra película en blanco y negro que vi en el teatro Baralt, cuando estaba comenzando a estudiar medicina, quizás tendría unos 17 años. Era La bruja (La Sorcière). Este cuento “te lo estoy echando”, te dije, porque siempre cuando recordaba a la jovencita Marina Vlady corriendo por un bosque, se me confundía con la rubia Birgitta Petterson de El manantial de la doncella, otra película de la década de los sesenta, que también pude ver en el Baralt. Esa es una de Ingmar Bergman me comentaste, y además es bien buena. Era que las imágenes se me confundían, las de mi bruja Vlady con la rubita sueca, y es más, pasarían muchos años, hasta un momento en diciembre de 2015 cuando complementaría la información sobre mi bruja franco-rusa. Logré averiguar que Marina Catherine de Poliakoff-Baydaroff era mejor conocida como Marina Vlady, y había nacido el 10 de mayo de 1938. Al recordarlas y tras averiguar, logré separar a mis dos “catiras” perdidas en bosques umbríos, pero en blanco y negro… ¿Véis como el cine no necesita ser en technicolor para emocionarte? Con esa pregunta, creía yo que casi íbamos a detener nuestra conversa, pero…
Volviste vos con tus obsesiones a decirme: esto de hablar sobre cineastas y sobre los escritores, puede llevarnos a tocar el tema de las claudicaciones del cine por motivos políticos. Si te queréis poner serio podemos echarle bola al asunto, porque esa es una historia de larga data, te respondí y vos sentenciaste: lo del cine viene a cuenta también para los escritores, desde Solyenitzin y Pasternak hasta Heberto Padilla. De inmediato fuiste a decirme. Si mi hermano, fíjate vos que ni Julio Cortázar se salvó; él también se metió en la política y fue cubanófilo, aunque no creo que viera como terminó la historia que en la política, siempre les amargó, y hasta le costó la vida muchos escritores. No solo de Hollywood sino también cubanos, como a Jesús Díaz y a Reynaldo Arenas, o Cabrera Infante, el mismísimo Caín, el infante difunto de La Habana…
¡Ya va! Un momento, ve que con los cineastas de Hollywood la cosa también tuvo su lado triste, me dijiste antes de proseguir: el caso de Elia Kazan fue emblemático, en los tiempos del maccarthysmo pero las claudicaciones siguen sucediéndose… No hace muchos años Coppola, Lynch, Catherine Deneuve y Jeanne Moureau fueron invitados a cenar con el rey de Marruecos, Mohamev VI, un dictador criminal y Almodóvar se negó a asistir a ese banquete, quizás por ser español y conocer mejor la historia. La historia siempre, dije yo…
Es más… ¿Podríamos hablar de la bochornosa postración ante la bota militar, lo que le ocurrió a el cineasta preferido de nuestra ya lejana democracia… Román cediendo su dignidad por dinero… ¿Vos llegaste a ver una película llamada Zamora? ¿Y vos no viste la versión tergiversada del Caracazo? Así te pregunté y te escuché responder…¡Qué triste papel! Bueno, por la plata… El interés quizás era poder crear un cine supuestamente revolucionario, y los llevó a hacer una inversión millonaria en dólares norteamericanos, millones para la llamada Villa del Cine, solo sería pocos y muy escogidos los que se bañaron en eso chorro. ¿Quién no recuerda a Oliver Stone y la alfombra roja en Venecia? Por esas cosas es que hay que conocer bien la historia, que además, se repite y se repite… Se los he dicho, pero no me paran…
Maracaibo, martes 27 de abril del año 2021
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