Código Hays
Códice se le dice a un libro manuscrito que tiene importancia histórica o literaria, especialmente si es anterior a la invención de la imprenta. Como médico conozco el Código de Hammurabi, y todos hemos escuchado sobre el código de la Biblia, también conocido como el código de la Torá. Más modernamente, sonará sin duda, El código Da Vinci, la novela de Dan Brown publicada en 2003 con más de 80 millones de ejemplares vendidos, traducida a 44 idiomas y llevada al cine en 2006 en un filme protagonizado por Tom Hanks. Pero ante tal disparidad de códices, hoy quiero hablar sobre el Código Hays.
Desde finales de 1933 hasta la primera mitad de 1934, el clero católico en los Estados Unidos lanzó una campaña en contra de “la inmoralidad del cine estadounidense”. Por lo que en 1922 Will H. Hays fue contratado por los estudios de Hollywood para limpiar la imagen dañada por los escándalos protagonizados por los actores. En 1929, Martin Quigley, editor laico católico de la revista Motion Picture Herald, y el presbítero jesuita Daniel A. Lord redactaron un código de normas cinematográficas que agradó a Hays y lo presentaron a los estudios. El sacerdote estaba preocupado por los efectos negativos que el cine sonoro pudiera tener sobre los jóvenes, quienes según él, eran los más susceptibles de sucumbir a los encantos del celuloide.
En febrero de 1930, Irving Thalberg de Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) y otros directivos, se reunieron con el padre Lord y con Quigley y suscribieron las estipulaciones del código. Uno de los motivos principales que impulsaron la aceptación del código fue evitar la intervención directa del Gobierno. La organización Studio Relations Commitee (SRC), presidida por el coronel Jason.S.Joy, y sería la encargada de supervisar la producción cinematográfica, así como de informar a los estudios de las modificaciones y los cortes impuestos.
El código estaba dividido en dos partes: la primera eran una serie de “principios generales”, relacionados con aspectos morales, y la segunda parte hacía referencia a varias “normas específicas”. Algunas restricciones, como la prohibición de la homosexualidad y el empleo de un vocabulario injurioso, no se mencionaban explícitamente pero se deducían sin una alusión directa. El código prohibía, el mestizaje (relaciones interraciales) y determinaba que la calificación “solo para adultos” sería una estrategia poco efectiva y ambigua que podría dificultar su aplicación.
Sin embargo, el Código permitía “a los adultos entender y reconocer con facilidad, sin perjuicio de la legalidad, aquellos aspectos que influyeran de forma negativa en el comportamiento de los jóvenes”. No obstante contemplaba “la posibilidad de producir películas inspiradas en pensamientos criminales” siempre y cuando los hechos estuvieran implícitos y los jóvenes supervisados…(¿ ?)…En febrero de 1930, el semanario Variety publicó los contenidos íntegros del código y vaticinó que los criterios de censura en este recogidos quedarían en breve obsoletos.
El código no solo determinaba aquello susceptible de exhibirse en la pantalla, sino que, además, defendía los valores tradicionales. Las relaciones extramatrimoniales no podían escenificarse como atractivas, de modo que pudieran levantar pasiones, ni tampoco representarse como adecuadas. Todas las acciones delictivas debían castigarse: ni el crimen ni el criminal podrían suscitar compasión alguna por parte del público. La figura de la autoridad debía tratarse con respeto y el clero no podía representarse en tono cómico o pérfido. Sin embargo, en determinadas circunstancias, los políticos, la policía y los jueces podían cometer delitos, siempre y cuando quedara claro que se trataba de una excepción a la regla.(¿ ?).
El documento íntegro incluía matices católicos y estipulaba que “el Séptimo arte debía manejarse con cuidado” para evitar "conductas inmorales" y evidenciaba así que su "profundo sentido moral" era indiscutible. Al principio, la influencia católica se mantuvo en secreto. El mensaje repetido a lo largo del código era: "de principio a fin, el público capta con toda certeza que lo malo es castigado y lo bueno es recompensado". El código incluía un anexo-Código publicitario-que regulaba los textos y las imágenes publicitarias.
Los hombres encargados de aplicar el código, Jason Joy, director del Comité hasta 1932, y su sucesor, Dr. James Wingate, no fueron del todo eficientes. La primera película que se revisó, El ángel azul (The Blue Angel), fue autorizada por Joy sin verificarla, y fue catalogada como indecente por un interventor de California. A pesar de que hubo diversos casos donde Joy negoció los recortes, hubo restricciones firmes pero maleables, pero un importante número de escenas morbosas vieron la luz. Joy tenía que revisar 500 películas al año con una plantilla escasa y con poca autoridad. En 1930, la agencia Hays no tenía autoridad suficiente para exigir que los estudios eliminaran contenidos de las películas: tan solo exponía sus motivos y, a veces, incluso suplicaba que le hicieran caso y para colmo, el curso de las peticiones, en última instancia, hizo que la responsabilidad de adoptar una decisión quedara, al final, en manos de los propios estudios.
Uno de los motivos por los que se rechazó el código fue por el hecho de que algunos consideraron esa censura puritana, en especial “los independendistas” de los años veinte y principios de los treinta. Este fue un período en el cual, en ocasiones, se ridiculizó la época victoriana por su perfil ingenuo y retrógrado. Cuando el código se publicó, el diario liberal The Nation lo criticó ferozmente. La publicación manifestó que si el crimen nunca se escenificaba bajo una perspectiva benévola, esto también afectaría por igual y de forma literal a la "ley" y a la "justicia". Por lo tanto, acontecimientos como “el motín del té” (en inglés, Boston Tea Party) no se podían representar, y si la Iglesia siempre era ejemplar, entonces la hipocresía era incuestionable. La revista Outlook opinaba lo mismo pero, a diferencia de Variety, donde desde un principio se predijo que el código sería difícil de aplicar.
La Gran Depresión de los años treinta empujó a muchos estudios a hacer lo imposible por obtener ingresos. Como las películas indecentes y violentas eran un éxito de taquilla, parecía sensato centrarse en su producción. Rápidamente, el incumplimiento de la normativa se convirtió en un secreto a voces. En 1931, el diario cinematográfico The Hollywood Reporter se burló del reglamento y en 1933 Variety hizo lo mismo. El mismo año de la publicación del artículo de Variety, un famoso guionista afirmó: "el código moralista Hays ya ni siquiera hace gracia; es agua pasada".
Así como existió la época pre-code de la industria cinematográfica estadounidense en el periodo comprendido entre la introducción del sonido, a finales de los años veinte, y la aplicación del Código de Producción de Películas que recogía las directrices de la censura, fue cuando el Código pasó a denominarse, “código Hays”. Muchos años después, el martes 21 de julio 2020 en pleno siglo XXI se dio la presentación online de un libro, intitulado Rompiendo el código repasando los clásicos de Hollywood que se estrenaron durante los años de censura en EEUU.
El primer capítulo de Rompiendo el código se centra en contextualizar el código Hays aplicado entre 1934 y 1967 para que la industria cinematográfica estadounidense se adecuarse a reglas consideradas “moralmente aceptables”. Por supuesto, el código Hays prohibía todo lo relacionado con la homosexualidad, considerada un peligro para el matrimonio y además: una enfermedad. Rompiendo el código analiza las diversas maneras que guionistas y directores tenían para sortear las prohibiciones si esperaban hablar de sexualidad en sus obras. Por lo demás, esto de sugerir sin llegar a enseñar aparece en filmes clásicos entre los que se analizan en Rompiendo el código como Rebecca (Alfred Hitchcock, 1940), Red River (Howard Hawks, 1948), o Ben-Hur (William Wyler, 1959), todas películas pertenecientes a diversos géneros, con sexualidades latentes que se manifiestan de distintas maneras, y que se estrenaron en una época de restricciones.
Resulta curioso comparar estos mecanismos con lo que vemos en la actualidad. Existen detractores de la representación exagerada del colectivo LGBT y rechazan la constante inclusión de contenidos relacionados con la diversidad sexual en el cine, video juegos, etc. Este es un hecho sostenido que ya a nadie sorprende. No existe un sistema de censura formal, aunque exista cierto rechazo de determinados sectores de la sociedad. Se dice que aunque se utilizan los personajes LGBT aparecen más como un reclamo, aduciendo que no hay un interés real en darles mucha profundidad para que tengan una importancia en la representación del colectivo de la cultura popular.
Maracaibo, jueves 15 de abril, del año 2021
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