viernes, 8 de noviembre de 2019

Once años después


Once años después


Hoy día 9 de noviembre de este año 2019, se cumplen once años de la desaparición física de nuestro entrañable amigo, el maestro y gran profesor de patología, doctor Mario Armando Luna, quien se nos adelantó en la partida de este mundo para quedarse en el recuerdo de quienes tuvimos la suerte de conocerlo y compartir sus enseñanzas. Aprovecho para repetir parcialmente algunos comentarios sobre nuestro compañero coordinador de la colección Avances en Patología ya expresados previamente en este blog (https://bit.ly/2mIFZTY).

A partir de unas inolvidables Jornadas de la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica que se dieron en Maturín el año 1977, Mario Armando Luna se convirtió en un invitado muy frecuente a nuestras reuniones, tanto de la SVAP como las del Instituto Anatomopatológico de la Universidad Central de Venezuela, no solo por su sapiencia sino por su buhonomía que nos llevó a quererlo entrañablemente y a apreciar cada vez con mayor respeto sus grandes cualidades humanas. Mario Armando era un ser especial, siempre afable y risueño, muy emotivo, capaz de hacer desternillarse de risa a un auditórium pleno de oyentes o de mantenerlo en vilo con los datos actualizados sobre ciertos tumores, o sus hallazgos en las autopsias de los enfermos de SIDA. Mario Armando poseía una bondad muy particular que se transmutaba en singular eficiencia al ejercer personalmente su papel de buen samaritano.

Fue una especie de servidor público a motus propio y a tiempo completo. Así, le resolvía problemas personales a decenas de gentes. Muchos seres anónimos, familiares o pacientes con cáncer, se favorecieron al escucharle conversar con ellos, para darles confianza y ánimo, para ayudarles al agilizar un diagnóstico, presto y preciso siempre, muchas veces con costos mínimos cuando no podía lograr su exoneración, o para facilitarles indicaciones sobre los protocolos de tratamiento más convenientes a ser aplicados en cada caso, o la información sobre el pronóstico de los mismos. Estas actividades de Mario Armando, efectivas y usualmente silentes, beneficiaron a cientos de enfermos con cáncer de casi todos los países hispanoparlantes, razón por la cual, el buen patólogo mexicano del MD Anderson, se fue transformando en el más querido, admirado y respetado embajador de buena voluntad para todos los habitantes de los pueblos de Latinoamérica y del Estado español.

Así viajó Mario Armando, de un país a otro por América y Europa, impartiendo sus conocimientos que fueron publicándose, en más de 250 trabajos en revistas y en más de 30 libros, sobre la patología del cáncer, durante más de 45 años de ejercicio en el Centro de Cáncer del hospital MD Anderson de la Universidad de Texas. Simultáneamente nos ilustraba Mario Armando con su jovialidad característica, sobre arte, literatura, música, cine, deportes e historia, especialmente sobre la historia y la política que influye en el devenir de los pueblos de Hispanoamérica, con sus problemas y desigualdades, que se acentuaban con las variaciones de las presiones del norte y el sur y de este y del oeste antes y después de la guerra fría.

Una natural corriente de empatía habría de comunicarme estrechamente con Mario Armando Luna, y con Eduardo Blasco Olaetxea para imbuirnos en la pasión por querer hacer más por nuestros jóvenes especialistas patólogos, y mirando hacia el futuro, coordinaríamos la colección multidisciplinaria de Avances en Patología que desafortunadamente solo llegó a su 5ta edición, pero donde la experiencia del doctor Luna fue decisiva apoyándose en la frase de que aquellos libros, habrían de servirnos a los patólogos desde el Río Grande a la Patagonia…

Hoy, once años después de su partida, compartimos emotivamente su recuerdo.

Maracaibo, sábado 9 de noviembre, 2019

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