lunes, 25 de noviembre de 2019

Astrología mesopotámica


Astrología mesopotámica

El hombre primitivo, cazador y nómada, estudió el cielo diurno en el que brillaba el sol, y el cielo nocturno donde descubrió astros fijos y astros que cambian de posición. Finalmente descubriría las fases de la luna. Estas serán su primera referencia para medir el tiempo. Las primeras mediciones son un tiempo lunar encerrado en los veintinueve días y medio que transcurren entre una luna nueva y la siguiente. Antes que aparezca escrita cualquier cosa,   existían señales del interés del hombre por los astros, que serían detectadas en ciertos huesos de reno y en marfiles de mamut pertenecientes al paleolítico superior, se han hallado marcas que son anotaciones de las secuencias de la luna. 

Más adelante, cuando el hombre se hizo agricultor, y sintió la necesidad de un calendario más relacionado con las labores de la tierra y con los cambios de las estaciones, vendría la sustitución del calendario lunar por otro basado en el paso del sol a través del cielo. Es el sol quien influye en el crecimiento de las cosechas y en las épocas de celo de los animales. Este cambio, no fue fácil, pues el sol no presentaba fases ni ningún intervalo obvio entre él final de un mes y el siguiente, por lo que seguramente aparecería un genio entre los astrólogos primitivos que descubriera que el sol, además de salir y ponerse cada día, también se movía entre las estrellas fijas del cielo. Este descubrimiento modificó de forma definitiva del calendario y así, el tiempo del hombre sedentario y agricultor se convirtió en un tiempo solar. 

En la antigua Mesopotamia,sería la región de la tierra donde la astrología adquirirá su mayor esplendor. En las ciudades de Ur, en Uruk y en Babilonia surgirán observatorios creados por el hombre para estudiar el movimiento de los astros. Torres de 80 metros de altura llamadas ziguraths (montañas cósmicas), escalonadas en siete terrazas para representar a los siete planetas conocidos. Los ziguraths, eran para los babilonios una escalera que les permitía comunicarse con el mundo celestial de los dioses. No muy distintos a las catedrales medievales, los zigurats de la antigua Mesopotamia dominaban la silueta de las grandes ciudades, como focos visibles desde lejos. En un país tan llano como era el de los ríos Tigris y Éufrates las gigantescas torres escalonadas representaban no sólo el poderío y el esplendor de la ciudad sino también la eminencia y grandeza de su dios patrón. 

El nombre «zigurat» deriva del verbo acadio zaqaru, que significa literalmente “construir en alto”; se trata, de una palabra meramente descriptiva que no revela el significado ni la función verdadera de estos singulares edificios. A pesar de las imágenes que existen, en la literatura y en el arte, sobre la torre de Babel, la cual debería corresponder al gran zigurat de la ciudad de Babilonia dedicado a Marduk, no se ha encontrado ningún zigurat de forma íntegra y completa que pueda asociarse con la famosa Torre bíblica. Sin embargo, la antigua documentación en escritura cuneiforme y las imágenes conservadas, así como los restos arqueológicos permiten reconstruir algunas de sus características. 

El zigurat era un monumento con una base de planta cuadrada o rectangular, construido en forma de alta terraza, escalonado en varios niveles -tres, cuatro o siete-, en el último de los cuales se erigía una capilla o un templo. El núcleo se construía con adobes secados al sol, revestidos con una gruesa capa de ladrillos cocidos en hornos. Al templo en la cima, se accedía a través de escaleras situadas de forma perpendicular a la fachada o adosadas a ésta, que eran de ladrillos esmaltados. Los primeros templos mesopotámicos fueron construidos a nivel del suelo. Aquel recinto sagrado por la misteriosa presencia de la divinidad en él, llevaría a que se levantasen nuevos templos encima de los cimientos de los edificios antiguos y destartalados, creando así plataformas muy elevadas. Este ideal, a un tiempo espiritual y arquitectónico, se hallaría reflejado cientos de años más tarde en uno de los libros adivinatorios más importantes de la antigua Mesopotamia, escrito en lengua acadia, el cual cuenta con más de 10.000 presagios donde destaca la idea de que el hombre no debería vivir en lugares elevados, puesto que éstos representan terrenos numinosos predestinados para el culto.

Los primeros zigurats conocidos con certeza, aparecen durante la llamada III dinastía de Ur (siglo XXI a.C.). El primer rey de dicha dinastía, Ur-Nammu, fue un intrépido constructor de zigurats a quienes se le atribuye no sólo el de su capital, Ur (el mejor conservado en Mesopotamia hasta el día de hoy), sino también los de Nippur y el de Uruk. Las fuentes indican que desde finales del III milenio a.C., en casi todas las grandes ciudades había zigurats habitados por los respectivos dioses, patrones de la ciudad. Algunos núcleos urbanos disponían de más de uno de estos monumentos. Se dice que la gran ciudad de Akkad, cuya localización sigue siendo hoy en día una incógnita, albergó al menos tres zigurats. Listas cuneiformes escritas en acadio citan los nombres de al menos treinta y cuatro zigurats en todo el país de Mesopotamia, el actual Irak, así como en tierras de lo que hoy es Irán.

Sería en los ziguraths donde los sabios de  Babilonia empezarían a estudiar los movimientos de los planetas, a descubrir las relaciones entre ellos y a relacionarlas con los acontecimientos humanos, hasta llegar a establecer los símbolos y el significado de cada uno para estas relaciones. Elevarían entonces los planetas a la categoría de dioses. Venus, la estrella matutina, será la diosa Ishtar; diosa de la vegetación en la época de las cosechas, que permanecía prisionera en las entrañas de la tierra durante los meses de invierno. 

Todas esas detalladas observaciones sobre el cielo y sus secretos llevaron al descubrimiento del Camino de Anu, -el Camino del Sol- y al comprender su trayectoria circular, esta fue dibujada entre las estrellas que entonces adquirieron un especial interés en el ámbito de los cielos.  Pronto dividirán el cinturón solar en doce subdivisiones, los doce signos del zodíaco, llamado así porque casi todos ellos representan animales.  Estos doce grupos de estrellas o constelaciones se utilizaban para señalar la posición de un planeta en un momento determinado, observaciones éstas que se hacían a simple vista y los planetas entonces conocidos eran El Sol, Venus, Mercurio, la Luna, Júpiter y Marte. 

Los astrólogos babilonios seguirían progresando y más aún, llegarán a dibujar un mapa celeste de la trayectoria del sol, en el que señalaron 4 puntos importantes: los equinoccios y los solsticios. También desarrollaron la unidad de la semana, probable consecuencia de asignar un día a cada uno de los planetas. El día de Saturno, el último de la semana, era maligno, prevalecía la mala suerte y pronto se convirtió para la gente, envuelta en sus temores, en un día santo. Serán los babilonios los qué afianzarán las bases de la astrología moderna, aunque más adelante, serán los griegos quienes dividen el círculo en 12 sectores iguales y dan nombre a las 12 constelaciones del zodíaco: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpión, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis.
Maracaibo, lunes 25  de noviembre, 2019

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